Desastre ecológico en Perú: 6 mil barriles de petróleo al mar

Un derrame de petróleo en Ventanilla, provincia del Callao, Perú, afectó la flora y la fauna en más de 20 playas en los alrededores de Lima. Además la pesca y el turismo se vieron comprometidos por la contaminación de 18 mil kilómetros cuadrados a lo largo de toda la región. La responsabilidad es de la refinería La Pampilla, subsidiaria de la empresa multinacional Repsol

Por Diego Adur

El fin de semana pasado tuvo lugar lo que fue considerado por la Cancillería peruana como “el peor desastre ecológico ocurrido en Lima en los últimos tiempos”. La refinería La Pampilla, en manos de la multinacional Repsol, provocó el derrame de 6 mil barriles de petróleo -954 mil litros- en las costas de Ventanilla y alrededores, provocando la destrucción de la flora y la fauna en más de 20 playas en las cercanías de Lima y la contaminación de 18 mil kilómetros cuadrados en áreas naturales protegidas.

Además de lo que significa el desastre ecológico, el derrame del crudo perjudicó la actividad económica de la región tanto para los pescadores que dependen de un mar sano para satisfacer sus necesidades de vida como también para el turismo de la zona que se ve claramente perjudicado por la profunda contaminación del agua a lo largo de casi 20 mil metros cuadrados.

La catástrofe ambiental tuvo lugar cuando la erupción del volcán submarino Hunga Tonga, en el Pacífico Sur, generó un oleaje tan intenso que provocó el derrame de casi un millón de litros de petróleo que un buque de la multinacional Repsol estaba descargando a su refinería local, La Pampilla. La empresa acusó a la Marina de Guerra de Perú de no dar alertar sobre la posibilidad de Tsunami y envió un comunicado para explicar la situación: “Las altas mareas registradas en el litoral peruano la tarde del sábado 15, como consecuencia de la erupción de un volcán con epicentro en el mar de Tonga, alteraron el proceso de descarga de crudo del buque Mare Dorium a la Refinería La Pampilla que se realizaba en esos momentos. Como producto de ello se registró un derrame limitado debido a la violencia del oleaje que ocurrió en plena faena de descarga. La refinería activó inmediatamente sus protocolos de seguridad y sus brigadas lograron controlar el incidente”.

Sin embargo, la Marina peruana explicó que no se trató de un tsunami ya que por la magnitud medida no se ajustaba al protocolo de ese tipo de cataclismo, pero que sí dieron aviso de que se produciría un fuerte oleaje en la zona. Además, al poco tiempo se comprobó que el informe realizado por Repsol no se ajustaba a la realidad: no advertía los daños reales ocasionados por el derrame y mentía al afirmar que el desastre estaba controlado. Así, la multa económica que recibiría la multinacional alcanzaría los 35 millones de dólares.

Comunicado de la Marina de Guerra de Perú

Desde el Consejo de Ministros señalaron que la empresa Repsol no tenía un plan de contingencia ante el desastre ocurrido en el mar de Ventanilla, “por eso no ha tenido capacidad de reacción” frente al derrame ni medidas concretas para contenerlo. “Han pasado cuatro días y el desastre se sigue extendiendo debido a la falta de un plan de contingencia”, apuntaron desde el Gobierno peruano.

El desastre ecológico comprometió 2 áreas naturales protegidas de Perú: la Zona Reservada de Ancón y una enorme parte de la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras, una zona de refugio de aves. Las especies contaminadas se cuentan de a decenas. Como informaron desde la Administración Forestal y de Fauna Silvestre de Lima, los animales rescatados estaban “totalmente embarrados en petróleo en el pico, el plumaje y las patas: por lo que no podían moverse”. A los que no pudieron salvar los encontraron con restos de petróleo en el pico, lo que probablemente haya provocado su muerte por la ingesta del crudo.

Las tareas de recuperación de la flora y la fauna, como así también en el mar, comenzaron después del derrame. La Refinería responsable del hecho ha dispuesto 1500 barreras de contención que cubren la gran mayoría de las zonas afectadas. Las tareas de limpieza de las costas están siendo desarrolladas también por las autoridades locales.

Además de las especies de animales muertos, contaminados y la afección de la flora de la región, hay 21 playas que fueron catalogadas de “no saludables” por Dirección General de Salud Ambiental (DIGESA) de Perú y se recomienda no visitarlas. El turismo en la zona está frenado y los pescadores que viven de su actividad se ven seriamente perjudicados por las condiciones en que se encuentra el mar.

Antecedentes

El desastre ecológico producido por la empresa Repsol es uno de los más terribles de los últimos años en Perú, pero, lamentablemente, no es algo fuera de lo normal para algunos pueblos de la Amazonía peruana. En el artículo https://www.servindi.org/actualidad-noticias/19/01/2022/derrames-petroleros-realidad-diaria-de-los-pueblos-amazonicos , del medio de comunicación SERVINDI, se narra un nefasto historial de derrames de petróleo que afectan principalmente a las comunidades amazónicas de la región.

Al derrame de los 6 mil barriles de petróleo ocasionado por la refinería La Pampilla del 15 de enero de este año se suman otros cuatro derrames ocurridos desde finales de 2021 en los lotes 8, 192 y el Oleoducto Norperuano. Entre 2000 y 2019 se registraron cerca de 500 derrames de petróleo en distintas regiones de la Amazonía Norte. Según un estudio titulado ‘La sombra del petróleo’ el 65% de estos desastres ecológicos ocurrieron por fallas técnicas y operativas, y el 35% restante por la intervención de terceros.

Alertas que se hacen realidad

Foto: El DiarioAR

Este desastre ecológico llega en un momento donde en nuestro país se está dando una intensa lucha popular para frenar la exploración petrolera en las costas argentinas. El “Atlanticazo” viene a advertir sobre estos desenlaces posibles y consecuencias mucho más profundas que las anteriormente descriptas. La extrema contaminación de la flora, la fauna y del océano que se evidencia en las costas peruanas cercanas a Lima, son tan solo una pequeña parte, la punta del iceberg, de lo que puede suceder cuando los diferentes Estados no establecen mecanismos de control rigurosos para las empresas que vienen a extraer la riqueza de nuestras tierras.