El desencuentro ucraniano-ruso y las garras del imperio

Por: Roberto Candelaresi

Cuando escribí el contenido de esta nota, días pasados, y previos a mi columna de opinión radial, no se habían desatado las operaciones militares del ejército ruso en territorio foráneo. El devenir de las hostilidades no puede ser del todo anticipado, en cuanto a su magnitud, duración, actores involucrados y resultados. Ciertamente es preocupante por el poderío bélico tanto ruso, cuanto de la OTAN, si esta decidiese involucrarse directamente, pero el inicio – al menos conforme a lo declarado por el Kremlin – parece limitado tácticamente a resguardar la seguridad de los territorios auto-proclamados independientes, y mostrar la vulnerabilidad de Ucrania enfrentando a un coloso. 

De cualquier modo, mis apuntes, observaciones y opiniones respecto a la contrucción de diferendos y tensiones, entiendo que permanecen totalmente válidos. Sirva entonces esta presentación para introducir a los interesados en el particular, en las complejidades –siempre presentes– de las relaciones internacionales involucradas en un evento trascendente, cualquiera sea su desenlace. 

UN POCO DE HISTORIA

Aunque pueblos eslavos pero distintos, los rutenos devenidos en ucranios y los orientales como rusos, comparten un origen común. La Rus de Kiev y luego el Ducado de Moscú, son el antecedente institucional de ambos, fundidos en una sola nación durante siglos.

Tras el pacto de Varsovia, firmado por los países del bloque del Este durante la Guerra Fría, Ucrania se anexionó territorios en el oeste y Krusov, líder ruso, le cedió la península de Crimea. 

El Donbas, región del extremo Este de Ucrania y conlindante con Rusia, fue colonizada mayoritariamente desde el siglo XIX por rusos en busca de los yacimientos de carbón mineral que abundaban. En la administración ucraniana conforman dos provincias: Donetsk y Lugansk.

Allí comenzó el Euromaidan, una rebelión popular que acabó con Viktor Yanukovich, presidente prorruso, derrocado y exiliado en Rusia. También en el Donbas había tenido lugar la revolución naranja, después de unas elecciones (fraudulentas?) en las que Yanukovich filoruso había ganado a Yushenko, europeísta. A partir de lo cual, se generó una división que en el país entre prorrusos y europeístas que devino en una guerra civil limitada al Este, donde para someter a la rebelión se dictaron medidas como la prohibición del ruso como lengua cooficial y el disgusto de un 38%, que quería mantener vínculos con Rusia. 

Como reacción a los ataques de artillería y bombardeos a los habitantes ‘prorrusos’ quejosos, por parte de las fuerzas regulares ucranianas (lo que naturalmente ha generado zozobra y violaciones a los derechos humanos más elementales a la población local), el Kremilin reconoce como ciudadano ruso a todo aquel descendiente que así lo reclame, y se han entregado cientos de miles de pasaportes, reconociendo esa condición, que habilita al Estado ruso a defenderlos (en términos del derecho internacional público), como a naturales de la patria.

LA ZONA Y ORIGEN DEL CONFLICTO

El conflicto actual entre Rusia y Ucrania se remonta al 2014 cuando Rusia anexó Crimea y separatistas prorrusos entraron en combate con el gobierno ucraniano después de declarar la independencia en las regiones de Donetsk y Luhansk. Ese separatismo estaría fundado no solo en la comunidad ruso parlante, sino en la conformación de un gobierno nacionalista ucraniano non sancto (en cuanto a su legitimidad) que, según los rebeldes, los desconsidera y trata de forzarlos a una adaptación cultural. La firma de los Acuerdos de Minsk en 2014 y 2015 [Ucrania, Rusia, la República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Lugansk (RPL) y, Alemania y Francia como garantes], buscaba conseguir un alto el fuego que ha sido vulnerado repetidamente, y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) – auspiciante de los tratados – informó de las violaciones en los últimos días. Alrededor de 14.000 personas han muerto en el conflicto, según estimaciones de la ONU.

Volodímir Zelenski, Angela Merkel, Emmanuel Macrón y Vladímir Putin. En 2019 se reunieron para alcanzar acuerdos por el conflicto en la región.
EUROPA, ¿EN GUERRA? . CONSIDERACIONES POLÍTICAS

Como en todo juego estratégico, el resultado dependerá de la combinación de los límites que cada uno de los actores logre alcanzar, en su pugna por imponerlos a los demás. Ellos son: los protagonistas Rusia y Ucrania y, los europeos occidentales con EE.UU. como ariete en la cuestión. Los dirigentes de cada fuerza (nación) perciben la lid de modo diferente. No solo por la formación y experiencia vital de cada cual, sino por los intereses nacionales [objetivos estratégicos], los costos [humanos, económicos, etc.] y beneficios [territorio, seguridad, etc.] de entrar en una contienda ‘formal’ que se involucran. Normalmente, los riesgos que asumen los estrategas son calculados previamente.

Un dato no menor, es que en estos «años de trincheras» en la región del Donbas, Alexandr Lukashenko, líder de la vecina Bielorrusia, pasó de mediador y anfitrión para el diálogo de los contendientes (Acuerdos de Minsk), a convertirse en el primer aliado de la política rusa, perdiendo así su imagen de maniobra este-oeste.

A su vez, en nuestra perspectiva, la actitud de los dirigentes ucranios de aislar los territorios separatistas, no reconociéndoles ninguna autonomía (ya comprometida), y la represión militar sobre ese territorio, marcaron una deriva de no retorno a reintegrarse con Ucrania, al menos no pacíficamente. La reacción natural de sus habitantes, ruso parlantes o rusos nativos que suman mayoría en algunas ciudades, es retraerse a la Federación Rusa y pedir auxilio de seguridad, humanitario y económico.

El presidente ruso firma la anexión de Crimea en 2014

La anexión de Crimea, importante lugar estratégico para dominar la costa norte del Mar Negro, (territorio que fue durante mucho tiempo parte de Rusia, y que la Unión Soviética transfirió gratuitamente a Ucrania en el año 1954 como un acuerdo intrajurisdiccional), se concretó luego de un referéndum donde abrumadoramente la mayoría de la población optó por “volver a la madre Rusia”, es aún considerado ilegal por la “comunidad internacional”. A su vez, el asunto de su estabilidad (si la logra definitivamente) son observados con atención por dos potencias interesadas en esa experiencia; China y Turquía. Rusia apoyó siempre desde su estallido, la sublevación armada que condujo a la guerra entre los rebeldes y Kiev, y una vez que se pronunció la población, invadió la península sin acciones bélicas ni resistencia en el 2014. Lo mismo estuvo ocurriendo desde esa fecha en el fronterizo Donbas, entre las milicias prorrusas (financiadas y bastecidas por Rusia) y el Ejército ucraniano. 

Desde la “anexión” de Crimea, la Federación Rusa ha sufrido todo tipo de sanciones económicas, comerciales y financieras, que, si bien ha soportado estoicamente, produce naturalmente dificultades en su crecimiento y desarrollo.

El conflicto se mantuvo latente desde la firma de “los acuerdos de paz” entre Ucrania, Rusia, Francia y Alemania en 2015, hasta revivirse ahora bajo la tensión entre Rusia y Occidente, al atacar Ucrania el territorio separado, imponiendo además, tal como en Crimea, un bloqueo comercial que debilita la economía regional. Por ese motivo, Rusia suspendió el acuerdo de libre comercio entre ambos países.

Kiev nunca reconoció las elecciones que ganaron los líderes de las autoproclamadas repúblicas populares, reputándolas de ilegales. En ese mismo 2019, hubo una cumbre en París, donde Ucrania y Rusia acordaron esfuerzos para lograr la paz. Sin embargo, las hostilidades de guerra no convencional, produjeron un millón y medio de desplazados y las ya mencionadas 14.000 bajas civiles y milicianas. Una escalada o, el paso a combate regular entre ejércitos, sería el camino a la ruina.

Desde hace unos meses, de ambos lados se acumulan tropas bajo el pretexto de maniobras, pero Rusia considera la movilización occidental (varias FF.AA. de la OTAN) como “actividades militares amenazantes”.

Uno de los problemas mas comunes en las relaciones internacionales, es el que se refiere a las discrepancias en las interpretaciones de los acuerdos, que dificultan su cumplimiento, este parece ser el caso. La simple buena fe, no es suficiente. Deben –cuando sobrevienen controversias– consensuarse memorándums (u otras actas), que describan la implementación de lo acordado para la máxima claridad.

Mas allá de la impopularidad de los Acuerdos de Minsk en Ucrania (solo lo apoya el 12%), al reconocer Putin las “repúblicas populares” separatistas, caen los pactos preexistentes y se abre un punto crítico. Desde lo geopolítico además se plantea un interrogante no menor; ¿qué pasará con el territorio jurisdiccional de esas otrora provincias que los rebeldes NO controlan? Seguramente motivo de desavenencias que puede dar luz verde a la ocupación militar para definirlo, lo que significa casus bellis. Rusia, moralmente y bajo cierta doctrina de derecho internacional, se puede ver compelido a proteger sus ciudadanos (más de 800.000) residentes en el área, y todo aquel habitante que lo pida a través de sus autoridades, que el Kremlin ahora reconoce como “amigo”. Como sea, a diferencia de la península de Crimea, que era históricamente de origen ruso, Rusia no está en derecho de anexionar este territorio del este ucraniano, hoy en teoría independiente, pero por eso mismo no puede ser su intención más allá de proveer seguridad a las noveles repúblicas [realizar funciones de “mantenimiento de la paz” en boca de Putin].

Como dijimos antes, siempre es cuestión de perspectivas, para Rusia, la intrusión de fuerzas de la OTAN claramente violenta los pactos de los ’90 al momento de la desarticulación del Pacto de Varsovia, en la que la alianza occidental se comprometió a no “avanzar hacia el Este”, que claramente incumplió. Para los líderes occidentales, de ingresar tropas rusas al territorio separatista, se trata de una flagrante violación del derecho internacional, de la integridad territorial de Ucrania y de los acuerdos de Minsk.

CONCIBIENDO LAS MANIOBRAS GEOPOLÍTICAS

Guerra Hibrida y reticencia rusa para permitir la OTAN a sus puertas.

La OTAN agrupa actualmente a 30 paises

El concepto de guerra híbrida fue utilizado por primera vez a principios del año 2000, tiene que ver con la implementación de una estrategia de confrontación pero que no lleva directamente al enfrentamiento militar. Por ejemplo, un país puede utilizar medios que vayan minando la seguridad y la estabilidad de otro país. Y no son medios militares, sino, por ejemplo, ciberataques o el lanzamiento de una oleada masiva de tuits que vayan en contra de la posición de un gobierno determinado. A eso se le denomina guerra híbrida

Las nuevas tecnologías aportan mucho a este tipo de “guerra híbrida”, ya que se pueden cortar suministros, bloquear el espacio aéreo, echar por tierra información veraz, enviar mensajes falsos creados por la gente y hasta desestabilizar el país, y, en especial las aplicaciones digitales, de la economía, la banca digital. El miedo es el máximo indicador de este tipo de guerra que crea confusión, y la incertidumbre es la principal arma. El gas, los precios del petróleo, la electricidad son herramientas constantes de la guerra híbrida también.

Lo que se observa en el caso que tratamos es la confictividad de una guerra de 4ª generación, el enfretamiento es integral, y como dijimos no siempre con combatientes regulares, hay tácticas en todas las esferas, culturales, cyberespaciales, de contrainsurgencia, sanciones financieras y comerciales,  y fundamentalmente, búsqueda por influir en la opinión pública para justificar determinadas acciones. No necesariamente hay un teatro de operaciones militares ni acciones convencionales de guerra.

La noción de «conflicto permanente» [Ralph Peters], pertenece a una doctrina de guerra propia del neoliberalismo y la globalización que favoreció, este tipo de guerra incluye a los manipuladores de la información, a ser usados estratégicamente por parte de las fuerzas armadas como nuevo dispositivo bélico. Los discursos sociales y culturales son esenciales en este tipo nuevo de conflictividad, de allí la importancia de los “difusores”. 

Intereses en la arena

El presidente de Ucrania Volodimir Zelenski saluda al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg – AFP

Ucrania como aliado de la OTAN es inaceptable para Moscú, como cualquiera puede imaginar. No solo tendría un país fronterizo con derecho a ser defendido por las potencias occidentales, sino como ya ha ocurrido con otros nuevos asociados eslavos, podrían disponer de su territorio para emplazar misiles amenazantes con alcance a tierras rusas, sino que también eliminaría definitivamente la mínima soberanía e influencia de Rusia sobre ese país, que se remonta a siglos. Aunque ya tengan a Crimea bajo su dominio, los rusos tratarán (y de hecho lo hacen) bloquear la salida del mar de Azov. Precisamente la expansión de la OTAN hacia el este de Europa en las décadas de 1990 y los años 2000, para incluir países como Polonia, Lituania, Letonia y Estonia [violando los acuerdos de 1992] elevó el miedo al invasor en Rusia. 

Claramente (y justificadamente a partir de la experiencia de los últimos 30 años) la OTAN es reputada (fuera de Europa y Norteamérica) como una organización militar invasora y dominada por EE.UU. La experiencia del ‘desguace’ de federación de Yugoslavia con directa intervención de tropas de OTAN en ese sentido es ejemplificadora.

GUERRA DE PROPAGANDAS
Terrorismo mediatico

La Prensa Protagonista

Los grandes medios en la Federación Rusa están cooptados por el gobierno federal, a excepción de algunas cadenas extranjeras, que de cualquier forma no tienen la misma audiencia. El Kremlin aplica los recursos comunicacionales para propalar sus campañas propagandísticas en torno, por ejemplo, a la cuestión de los separatistas prorrusos en la “hermana” república ucraniana. Sin embargo, su efecto en las audiencias del mundo occidental es muy limitada, por eso, se conoce – en general – poco sobre las posiciones, demandas e intenciones de Putin y su gobierno.

En tanto, en la otra súperpotencia que pretende imponer su hegemónica voz, se da una relativamente evidente articulación entre la propaganda bélica y el Complejo Militar Industrial en el conflicto. Veamos: 

Los discursos alarmistas, anunciando calamidades, no son fallos de inteligencia, es parte de una estrategia bélica destinada a modelar una opinión pública global dispuesta para demonizar a Rusia. Las amenzas de potenciales fatalidades es difundida por las cadenas de comunicación occidentales como hechos fácticos. Los rusos responden que eso es alimentar la exaltación bélica de la prensa como “terrorismo mediático”, y no centrarse en la diplomacia del conflicto , para no dar respuesta a las demandas de seguridad nacional planteadas por Rusia, invisibilizándolas.

Las operaciones de prensa articuladas directamente por el Departamento de Estado, a través de usinas que reverberan el relato de la comunidad de inteligencia norteamericana, son sostenidas con fondos del Complejo Militar Industrial. Los principales diarios como New York Times y el Washington Post, y tanto como el 50% de otros medios en EE.UU.,  son controlados por enormes fondos de inversión (Vanguard, BlackRock, State Street, etc.), accionistas que asimismo tienen el management de industrias armamentisticas. 

Las agencias de inteligencia en connivencia con los medios de comunicación de mayor audiencia dentro de los Estados Unidos. Difunden mensajes favorables a la imagen de la OTAN, y tendientes a cuestionar independentistas de Donbas, victimizar a los ruso-fóbicos, demonizar a Putin y fundamentalmente a invisibilizar el cerco de la OTAN en torno a Rusia. Al punto que hasta los mismos funcionarios ucranianos, cuestionan el alarmismo y amenaza bélica total que propalan los medios occidentales [CNN, Bloomberg y el Wall Street Journal, fueron señalados como vectores comunicacionales de la guerra híbrida].

La propaganda comunicacional desde Washington impone ciertos conceptos, tanto en la idea que fracasarán las ambiciones rusas, como el pretendido retorno al liderazgo yankee de las relaciones internacionales, pero su logro máximo en todo occidente es invisibilizar los actores políticos ucranianos, paramilitares aliados al oeste: Neo nazis en su mayoría y todos ruso-fóbicos [Ejército de Azov]. En la propia Ucrania se producen repetidas manifestaciones de ‘nacionalistas’ reivindicando las fuerzas antisoviéticas , lo que constituye una provocación a la numerosa población pro-rusa.

La presión de la Casa Blanca para que acepten la versión de los hechos sin pruebas concretas ya es conocido [Irak, Libia, Afganistán]. El mecanismo es imponer un relato basado en la manipulación explícita y subliminal de la información. Se naturaliza la violencia, con repetición de falsas noticias y desinformación, promoviendo el TEMOR, y así bloquean la oposición a sus aventuras militares, y también estimulando «profesías autocumplidas».

EN EL REAL OJO DE LA TORMENTA

Haciendo un ejercicio intelectual y prospectando los intereses materiales y geopolíticos globales y de la región, podemos colegir que los verdaderos motivos de la crisis que se ocultan normalmente a la opinión pública, serían:

  • Guerra por la provisión de GAS a Europa. Hoy abastecida en gran parte por Rusia, EE.UU. quiere colocar sus excedentes (más caros) de gas licuado en este mercado.
  • La constricción del cerco geoestratégico de la OTAN respecto a Rusia. A lo largo de los 30 años de la implosión de la URSS, se multiplicaron las bases de EEUU y OTAN en derredor del gran país euroasiático, y asociando a vecinos, se acercaron a las fronteras rusas, poniéndose a “tiro de misil” (literalmente).
  • El territorio autonomizado, está poblado por 90% de habitantes étnico y lingüística identificados con la tradición rusa, lo que da legitimidad cultural a su separatismo.
  • La inquietud a nivel de la economía, que produce en el establishment americano, la consolidación  de la «Alianza Estratégica Sin Límites» entre Rusia y China.

El principal ‘problema’ es sin embargo no lo que se oculta, sino la violencia que brota por los poros de un relato que naturaliza la guerra.

Motivando enfrentamientos desde la política interna del hégemon 

La actual retórica belicista se enmarca en el  fragor en torno a la investigación por el Russiagate, un escándalo en EEUU, con falsas imputaciones a D. Trump por su connivencia con el gobierno ruso para su campaña en 2016. Falacias que la CIA ayudó a crear. Tal vez el presidente Biden trate de desorientar la atención del tema donde estuvieron invlucrados muchos demócratas.

Otra “razón” que debería considerarse es que el presupuesto bélico norteamericano [los negocios de las corporaciones involucradas], nunca dejó de expandirse, a pesar del fin de la Guerra Fría. Ahora es la «amenaza rusa» la que justifica una estrategia global de enfrentamiento con ese país. El presupuesto militar norteamericano es de 778.000 millones de dólares (supera incluso el solicitado por el Pentágono).

Los lobbies son ávidos, y han copado la National Defense Strategy Comission con los consultores de las corporaciones, o miembros de think tanks que ellas financian, pese a que ese colegiado depende del Congreso.

Como sea, la política anti-rusa también ha estado insertada en las luchas internas entre facciones, empresariales, de inteligencia, o por el control de la política exterior norteamericana. El Russiagate expresa esa puja. Existe una radicalización de los conflictos internos en el marco de una profunda crisis de legitimidad institucional. 

IMPACTO DE LA CRISIS EN LA ARGENTINA

Finanzas en tiempos de beligerancia y el FMI a la retaguardia de la Argentina 

Existe consenso que el doble efecto será por un lado un aumento del precio de las commodities agrícolas de las cuales el país es exportador, esperando así un incremento en el ingreso de divisas. Por el otro, el alza de precios internacionales del petróleo y el gas generando una presión inflacionaria respecto a la energía y los alimentos.

Las tensiones geopolíticas que rodean a Ucrania ya han afectado a los mercados, provocando una volatilidad extrema, la devaluación de los activos financieros, el aumento de la inflación internacional y otro golpe a las cadenas de valor mundiales. Estas tiranteces geopolíticas se suman a un cambio de poder internacional (realineamiento de fuerzas)  y conflictos internos no solubles a corto plazo, lo que agravan la trampa en la que se encuentra la economía estadounidense, con un altísimo endeudamiento privado y público. Hasta ahora ya se experimentó una disparada de la inflación y la recesión parece inminente.   Como es sabido, si en el Norte se produce un crash financiero, el nuevo escenario será con efectos devastadores sobre el mundo entero.

Si la salida es –como se advirtió en la pandemia– con un mayor proteccionismo y desacople de las cadenas de valor global, la arquitectura financiera internacional cambiará. Es llamativo en ese orden, la celeridad del board del staff técnico del FMI para aprobar el nuevo acuerdo antes de marzo con la Argentina, tal vez empujados por la creciente labilidad financiera global. Serán consecuentes con su misión no obstante; asegurar la continuidad de la “dolarización” y el endeudamiento permanente de la “periferia”. Veremos la acción del gobierno. 

Lease también: ¿Cómo puede afectar la guerra en Ucrania a la economía argentina?

Impacto en la Economía Nacional por el Conflicto 

Existe consenso que el doble efecto será por un lado un aumento del precio de las commodities agrícolas de las cuales el país es exportador, esperando así un incremento en el ingreso de divisas (y mayores rentas y recaudación). Por el otro, el alza de precios internacionales del petróleo y el gas generando una presión inflacionaria respecto a la energía y los alimentos, este último si no se los desacopla del comercio exterior, sabemos que acompañan la presión alsista de los precios internos, y los incrementos en los combustibles, en nuestro extenso y ‘mal’ distribuido productivamente país, el efecto de la logística en costos internos son asimismo importantes.

COLOFÓN

Asistimos a una confrontación de relatos que distintos actores intentan asentar en la opinión pública mundial, pero no es con el propósito exclusivo de ganar adeptos para este conflicto justificando acciones de cada parte. En realidad, estamos ante una lucha de narrativas por redefinir el orden mundial. 

El involucramiento de una gran potencia militar como es la Federación Rusa en forma directa como parte, proyecta potencialmente aristas catastróficas. Apenas el mundo se está empezando a recuperar de los efectos de parálisis de la economía mundial por la pandemia, se enfrenta ahora –casi certeramente– a bloqueos de canales comerciales y cadenas productivas, incrementos en combustible, todo lo que conduce a más inflación y crisis financiera.

En este contexto, Estados Unidos tendrá “motivos” para presionar en Latinoamérica a embanderarse con la «causa de occidente», para afectar la presencia china y rusa en la región. Reviviendo – aunque atenuado por la multilateralidad reinante – la guerra fría. 

Alexis de Tocqueville, en modo visionario en el siglo XIX, escribió que la relación entre EEUU y Rusia iba a ser irreconciliable, que había un conflicto predeterminado entre esos dos países, debido a que los conceptos que tenían del mundo eran contradictorios. La OTAN, guiada por la Casa Blanca, al expandirse hacia el Este, debieron ser conscientes que inevitablemente confrontarían con una potencia, que vuelve a resurgir y con vocación de ser un factor determinante en la política internacional.

En esa gran pugna de poderosos, nuestros gobiernos deberían mantenerse prescindentes; denunciar retóricamente cualquier fractura del derecho internacional (el reconocimiento unilateral ruso de la independencia del territorio del Donbas, podría ser el caso), como también las flagrantes violaciones al derecho internacional público de los derechos humanos, en esa misma región por parte de las autoridades ucranianas atacando a población civil, del que tan escaso eco hacen los medios “occidentales”.

Frente a la confrontación de intereses de grandes potencias (algunos velados también como hemos dicho), la postura aconsejable es de independencia, de distancia estratégica. La consigna debería ser mantenerse en autonomía, lo propio con China, respecto a la posición que adopte.

Nuestro país tiene una trayectoria internacional bastante coherente y apreciada. Ese acervo ha sido celosamente respetado especialmente por gobiernos populares como el actual, cuya tradición peronista se comprometió a mantener, y eso implica NO ALINEAMIENTOS AUTOMÁTICOS. La palabra es la esencia del relato oficial, que originalmente tenía una epopeya explícita. Si se vulnera la esperanza, se pierde inevitablemente el capital político.

Febrero de 2022