A 10 años de la Ley de Identidad de Género

A 10 años de la ley 26.743 de Identidad de Género, la Lic. Patricia Cuesta analizó los alcances y las implicancias de este derecho adquirido por la sociedad. A través de dos historias emblemáticas en lo que respecta a la percepción del propio género, la conductora del programa Agenda Abierta 21 contó la historia de Heinrich Ratjen, la atleta olímpica que compitió en la categoría femenina hasta que descubrió su identidad masculina, y la historia de Luana, la niña que le expreso a su madre el deseo de autopercibirse como mujer a través de la frase “yo nena, yo princesa”

Por Patricia Cuesta

Edición Diego Adur / Lihuel Cuesta

Agenda Abierta 21

El 9 de mayo fue el décimo aniversario de la Ley de Identidad de Género. El derecho a la identidad de género de las personas es la ley 26.743. Es una de las leyes más importantes que hemos tenido en lo que refiere a la identidad de género. Hay más personas que se inclinan por una identidad de género diferente a la de su nacimiento que las que uno puede suponer. 

Existen dos casos puntuales que pueden ayudarnos a entender la importancia de esta ley: Uno es el caso de Dora Ratjen, que después fue Heinrich. Ratjen fue una atleta muy importante de la Alemania Nazi. Ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 en la categoría femenina de Atletismo. Existen dos versiones al respecto. Una dice que el nazismo lo obligó a asumir su identidad femenina para competir como mujer y sacar ventaja de ello. Hay otra versión, la de la familia, que cuenta que al nacer Dora los médicos dijeron que era un niño y después que era mujer. En realidad, padecía de una especie de hermafroditismo. Terminaron criándola como niña. Sin embargo, a los 12, 13 años comienza a darse cuenta que no era mujer. Más adelante, su aspecto físico, su barba, sus manos, daban los indicios suficientes como para determinar que Dora era hombre. En el año 1950, lo detienen mientras viajaba en tren porque las mujeres no lo tenían permitido. Ratjen es sometido a unos estudios que determinan que biológicamente era un hombre. Cuando lo descubren siente un gran alivio, porque puede finalmente concebirse como el hombre que se sintió toda su vida.

El segundo de los casos es mucho más reciente y conocido. Luana, a sus 3, 4 años, jugaba con su hermano mellizo a juegos de niña. Un día le planteó a su mamá: “Yo nena, yo princesa”. La mamá, con una valentía increíble, salió a pelear por la identidad de su hija y logró que tuviera su identidad femenina, que es con la que la nena se sentía identificada. Es la primera vez que un país, Argentina, reconoce la identidad de género en una niña pequeña. Gracias a políticas de Estado, Luana logró ser reconocida como lo que siempre fue.

¿Qué pasa cuando no podemos reconocer la identidad de género? Durante años, la única salida laboral que tuvieron travestis y otras personas trans fue la prostitución. Su promedio de vida es de 35 años contra los 75/80 de la población no trans. La importancia de que estas niñeces puedan ser reconocidas con la identidad de género que sienten es transcendental .