Democracia estadounidense: ¿Gobierno del pueblo?

“Nuestros problemas aquí son mucho peores que en cualquier otra democracia occidental. Nuestro Capitolio fue atacado, un intento de golpe de Estado. No hemos visto que eso pasara en París, ni en el Bundestag o la sede de la UE en Bruselas”.

[Bruce Jentleson, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Duke]

Por: Roberto Candelaresi

BIDEN Y LA DEMOCRACIA

El presidente de EEUU, Joe Biden, al inaugurar la ‘Cumbre de la Democracia’ en diciembre del 2021, expresó varias ideas interesantes respecto a la democracia en su visión, que resumimos a continuación, y que oficiarán de marco conceptual de la percepción que hay en Estados Unidos – aunque la de la dirigencia parece ser hasta dicotómica con la de la ciudadanía, pero a modo de síntesis–, tiene hoy del régimen democrático, y, centralmente, intentaremos analizar su “praxis”, para verificar si se cumplen cabalmente sus principios.

A partir de asumir que esa forma de gobierno no puede ser tomada como algo garantizado, sino por el contrario, según análisis politológicos [Freedom House] la democracia “lleva 15 años retrocediendo”, el mandatario recalcó: “La democracia no ocurre por accidente”, y que, “renovar nuestra democracia requiere un trabajo constante”. Expresa finalmente con cierto voluntarismo, la idea de que el sistema político “debe ser capaz de renovarse y debe ser capaz de mejorar. Y las democracias son capaces de ello”.

Justo es reconocer que Washington ya no se presenta ante el mundo como el Faro de las Libertades, y ello, entendemos como producto del descrédito que experimentó su sistema, ante el intento fallido de insurrección y el asalto al Congreso en enero 2021. Maniobras inéditas en sus 250 años de historia, que representó un claro desafío a las reglas democráticas. Sin embargo, la humildad imperial debe ser “tomada con pinzas”, al decir popular.

“La democracia no se produce por accidente, tenemos que renovarla” Joseph Biden.

Por parte de la conducta ciudadana, se verifican datos preocupantes. En un sondeo del centro de investigaciones NORC durante el 2021, resultó que; paradójicamente, mientras más de un 80% comparte los ideales de las democracias liberales [tres poderes, libertad de expresión, derechos individuales, etc.], apenas el 16% de los estadounidenses cree que la democracia en su país funciona. Ergo: en la práctica, sostienen que el sistema que tienen, no es tal.

Lejos de cualquier exclusividad, la dinámica parece repetirse en el resto de los sistemas democráticos occidentales, un estudio del Pew Research Center, detectó que en Europa (con variantes según el país), una gran cantidad de ciudadanos (el 50% o más) están insatisfechos con su sistema político, por lo que propugnan reformar las instituciones. 

De hecho, la presidenta de la Comisión Europea (CE), Úrsula von der Leyen, alertó en Bruselas, sobre la erosión de la democracia y la silenciosa propagación de las autocracias, que pueden darse muy rápidamente, considerando que el terreno más fértil es donde la desinformación sesga la manera en cómo vemos la democracia y percibimos el mundo.

“La erosión de la democracia y el levantamiento de la autocracia se pueden propagar” declaró Von der Leyen, en la cumbre por la democracia.

De aquello ya hemos hablado en artículos precedentes, y el foco del presente trabajo es como se gobierna los Estados Unidos desde su historia y condición de potencia mundial, por lo que deberíamos abundar la reflexión acerca de la actitud crítica sobre el régimen político, sosteniendo que se trata de una tendencia vertiginosamente creciente, tanto que, en el país tan adulado por Tocqueville, el nivel de insatisfacción ciudadana creció más de 30 puntos porcentuales en los últimos 25 años.

Para complicar la situación, digamos que – en teoría –, en la vereda del frente tenemos diversos tipos de AUTORITARISMOS, cual si fuera el agente antagónico que otrora corporizó el COMUNISMO. Solo que la diferencia actual, es que, en el pasado el comunismo no caló “demasiado” (verdaderas opciones de poder) en la sociedad occidental, por lo que la confrontación fue bien definida.  En tanto que hoy el autoritarismo, cuenta con la simpatía de muchos ciudadanos de naciones democráticas.

Como sea, la pugna que se está cristalizando hoy, al decir de Biden: “Es un punto de inflexión en la historia, hay una batalla entre la autocracia y la democracia”. Turquía, Hungría, Polonia, Emiratos, Arabia Saudita, etc., como aliados del hegemón, no cuentan como “contendientes” a la DEMOCRACIA que pretende encarnar los Estados Unidos liderando al resto mundial de las “repúblicas”. Al punto que el presidente norteamericano admitió su visión estratégica al decir: “… cuando las cosas cambian tan rápido que es necesario mantener el control”. 

A ese respecto, las agencias ad hoc para “sostener la democracia”, aventando “dudas” y esterilizando su debilidad, funcionan bien financiadas por la Casa Blanca, [la USAID, por ejemplo, cuya misión es derivar fondos a otros países y potenciar los esfuerzos de los socios] para … mantener la libertad y la prensa libre.

Hacia ‘adentro’, hay mucho que despejar, y es evidente que Estados Unidos enfrenta un reto como en el resto del hemisferio en cuanto al resurgimiento de las autocracias, y, resolver los propios cuestionamientos de como marcha su sistema democrático.

HISTORIA PARA ENCUADRAR EL ANALISIS

Es cierto que, durante más de dos siglos, desde lo determinado por los “padres fundadores” de la gran nación americana, se han celebrado elecciones cada cuatro años, con toda regularidad y sin alteración formal. Claro que –hipotéticamente–, unas elecciones amañadas o posteriormente desnaturalizadas, no pertenecerán a la democracia real, sino en todo caso, a la “formal”.

Se impone entonces reflexionar sobre las bases conceptuales y políticas en que se asienta la retórica democrática en los Estados Unidos, para eliminar toda vaguedad sobre sus acepciones. 

La concepción del sistema político de Estados Unidos, se plasmó en su Constitución de 1787 – aún vigente –, redactada por una mayoría de terratenientes, esclavistas y especuladores inmobiliarios. Ante la inestabilidad de lo nuevo, el objetivo fue establecer un gobierno fuerte para preservar los bienes públicos, y facilitar el crecimiento de los pudientes que, a modo de locomotora, arrastraría el país a la riqueza, pero, al mismo tiempo, limitar las demandas igualitarias de las clases bajas.

Constitución de EE.UU.

Téngase presente que tres de los «Fundadores de la República», que incluso ocuparon la primera magistratura sucesivamente, Thomas Jefferson y James Madison, y, Alexander Hamilton primer secretario de Estado del Tesoro, expresaron pensamientos reaccionarios frente a lo que podría ser “EL PODER POPULAR” (dominio de las mayorías), con el que emergerían disputas incompatibles con la seguridad personal y los derechos de propiedad. 

El bien más preciado para los “patriotas” era preservar el orden social establecido (heredero de la colonia). Claramente no veían a la democracia directa como venerable, sino más bien, como peligro a evitar. Sin embargo, repudiaron a la monarquía y a otras formas autocráticas de gobernar.

En definitiva, como sostiene la historiadora y profesora de ciencias políticas de la Universidad de York, Ellen Meiksins Wood; aseguraba que, para los federalistas, la representación no era un modo de establecer, sino de evitar total o parcialmente, la democracia.

El prestigioso politólogo Robert Dahl, destacó que la elección indirecta mediante el ‘Colegio Electoral’ es una manera de evitar que el presidente sea elegido por una mayoría popular.

Robert Dahl.

Los poderes del estado [PE, PL y PJ] fue una forma de fragmentar el poder real, sin democratizarlo. Como “precaución auxiliar”, el Congreso fue dividido en dos cámaras como para diluir los intereses populares. La constitución realmente es rígida, toda vez que se dificulta la introducción de enmiendas, con la exigencia de mayorías especiales para su aprobación y ratificación.

El tan declamado PRINCIPIO DE LA MAYORÍA fue fuertemente oprimido con un sistema de vetos de la minoría y por un laberinto de comités en el Congreso que diluyen las iniciativas legislativas populares.

A caballo de su leyenda de Nación Excepcional, montaron también el mito de que su sistema político era expresión suprema de modelo de gobierno democrático y libre por excelencia. Pero ya hemos visto esas cortapisas operacionales que nunca se han alterado, con lo que el “gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo” de Lincoln nunca se verifica en la realidad.

Algunos estudios académicos demostraron que la relación entre las mayorías y las políticas públicas es casi nula. No son tenidos en cuenta en la formulación de éstas, con lo que incluso grandes colectivos demandantes, carecen de todo influjo sobre las políticas y posiciones de sus propios representantes. Las investigaciones por su parte, [ver Martin Gilens (Princeton) y Benjamín Page (Northwestern)] determinaron que la influencia aumenta según la escala de ingresos, de tal suerte que las políticas se conforman con lo peticionado (o no) por el 1% de la sociedad más rico. Esta condición, luce a PLUTOCRACIA con formas republicanas, y ello, sin perjuicio de cual partido esté en la Casa Blanca o tenga el control del Congreso. 

En definitiva, en aquellas investigaciones, se concluye que el gobierno norteamericano no ha dado respuesta a lo que quieren las mayorías de ciudadanos, la mayoría de las veces en los últimos 40 años. ¿Democracia cuando se decide en contra de la opinión mayoritaria?

Es claro que el curso de las políticas de gobierno, tanto como predeterminar el espíritu y la letra de las leyes, está en manos de grandes grupos económicos y financieros, cuyos tentáculos incluyen grandes medios de comunicación. El dinero es el recurso que hace la diferencia cuando se trata de elegir miembros relevantes de cualquiera de sus poderes institucionales. ¿Se parece a una Oligarquía?

La propaganda que se tornó vigorosa en la Guerra Fría, en el sentido de reputar al país como democracia preeminente (y por tanto modelo), caló hondo en la consideración de muchas sociedades occidentales, gente de prensa, políticos, y – menos entendible – incluso analistas políticos. No parece ser relevante para ese criterio sobrevalorado (en opinión del A.), la existencia demostrada de racismo, la exigencia de grandes fondos para participar en política, la brutalidad policíaca, los abusos con los inmigrantes, las limitaciones a la libertad de agremiarse que imponen muchas empresas y la hostilidad generalizada a las organizaciones sindicales, etc., y como postre, la influencia de las grandes fortunas reconcentradas en la política que pervierte el sistema (democrático). ¿GOBIERNO DE ÉLITE?

Una sociedad desarrollada con billonarios y bolsones de pobreza

Un sistema como el capitalista, si no cuenta con contrapesos (legales, institucionales, sociales o sindicales), deviene en una plutocracia, donde el Estado es Subsidiario [el Estado debe ser absolutamente supletorio, evitando que intervenga en la actividad económica]. Tarde o temprano, el Estado es colonizado por los ricos, y comienza entonces las concesiones y prerrogativas a las corporaciones, a la banca, asegurando altas tasas de ganancia, bien sea a través de la reducción de costos de mano de obra con la expatriación de los capitales productivos, que reduce el mercado laboral, bajando salarios en el doméstico, y todo ello, sin que las fuerzas del trabajo tengan medios para hacer sentir su voz ni mucho menos impedir las maniobras empresarias del “outplacement”. Rigen leyes anti obreras consagradas en esas legislaturas bipartidistas oligárquicas, elegidas “democráticamente”.

La misma condición de duopolio dominante tanto a nivel estadual como federal, que conforman los excluyentes partidos Demócrata y Republicano, consolidan el gobierno de élite, o gobierno de, por y para los ricos.

La forma y el fondo

En Estados Unidos, el sistema político instituido, cuenta con todas las características simbólicas de una democracia republicana; división de poderes, periodicidad de mandatos, federalismo, elecciones regulares, libertad de sufragio, etc. 

Elecciones en EE.UU.

Sin embargo, el verdadero ejercicio del poder se manifiesta sustantivamente en acciones que ejecutan los gobiernos, sin conocimiento o beneplácito explícito de la ciudadanía, tales como contratos privilegiados a corporaciones, exenciones impositivas, subsidios, o excepciones de obligaciones generales, la entrega en arriendo de suelos fiscales (yacimientos) para su explotación a intereses privados, etc. 

Y todo ello, sin contar con el sistema de lobbies que habilita manipulaciones del presupuesto, o formar regulaciones a la carta para poderosos, etc. Por cierto, una característica muy opaca del funcionamiento legislativo de la Unión. La ACCOUNTABILITY [En administración pública y ciencia política, RENDICIÓN DE CUENTAS DEMOCRÁTICA, o proceso en el que todos los ciudadanos vigilan y evalúan el actuar responsable de los servidores públicos por medio de mecanismos como la transparencia y la fiscalización] que el régimen tanto pregona en el exterior, aquí; bien ausente.

Indudablemente existe una lógica subyacente, de diríamos, armonización y duplicación de intereses, entre los grupos empresariales y del establishment, de tal suerte, que las políticas aplicadas siempre reflejan esa comunión. Esa cooperación se evidencia aún más, con el reciclaje de políticos y funcionarios de gobierno hacia las juntas directivas de las grandes corporaciones y viceversa. 

Mientras, una vez más, el trabajo gubernamental, conforma una esfera en la que la voluntad popular está excluida. Los sectores corporativos más poderosos intervienen o influyen en el proceso decisorio gubernamental, obteniendo acuerdos mutuamente satisfactorios, que a veces son a expensas del interés público (altos precios, más impuestos al consumo, etc.), aquellos despojados son rara vez tenidos en cuenta.

Lo sustancial de la política económica, tanto como lo de política exterior, se resuelven entre “cuatro paredes”, es decir, sin consultas al pueblo. Luego, sin embargo, manipulan la opinión pública para que apoyen gastos y rumbos ya resueltos.

La plutocracia viene marchando

Al entrecruzamiento que mencionamos antes, entre funcionarios que diseñan y administran políticas y directivos empresariales, perpetúan el control plutocrático de la mayoría de las instituciones.

El bipartidismo estadual y federal se nutre de abogados corporativos, ex CEOs y millonarios para conformar los aparatos legislativos, en su gran mayoría. Ello naturalmente deja una impronta de intereses específicos al momento de promover leyes.

Senado de los Estados Unidos.

Los vínculos que se forjan en las campañas proselitistas entre los políticos con los financiadores, mayormente de la banca, empresarios o del complejo industrial militar, son de dependencia normalmente, lo que en muchos casos les hace abandonar los principios y objetivos retóricos de su propia campaña.

En el poder judicial, el predominio de juristas conservadores y de centro derecha, todos WASP de clase alta, ex servidores de grandes empresas, una suerte de oligarquía, por lo que sus fallos ordinariamente favorecen a minorías privilegiadas. Ciertamente, la Corte Suprema no escapa a ese patrón, sino que lo afirma con sus sentencias adversas a las mayorías y su parcialidad manifiesta para con los ricos.

Edificio de la Corte Suprema de Estados Unidos.

La “justicia” sin embargo, mantiene su legitimidad ante la población con artilugios retóricos y adornos democráticos. De hecho, sus sentencias dan circunloquios para al final, proteger a las clases privilegiadas. No las redactan con un estilo simple, con lo que sería fácil desnudar esa trama de parcialidad

La gran mascarada

El andamiaje del sistema se constituye con ciertas vestiduras democráticas, tales como sistema [limitado] de partidos con escasas opciones. Las elecciones suelen versar sobre temas tratados parcial y no significativamente. Los desacuerdos o disensos entre opciones usualmente son limitados y apáticos. No existe tal cosa como una oposición organizada que funde un verdadero pluralismo. Los sindicatos están restringidos legalmente en sus maniobras de reclamo y, como broche para este cerrado sistema, los medios de prensa nucleados en un puñado de cadenas noticiosas, aparentan una diversidad en competencia que no es tal, pues ninguna cuestiona el statu quo. 

Ese armazón de fachada democrática, le ha permitido a la clase dominante lograr muchos de sus objetivos, cooptando adhesión y creando sentido en la sociedad, tanto como hacer pasar sus intereses como los “intereses de la nación”.

Un vicioso sistema electoral

Atento a lo revisado hasta ahora, podríamos sintetizar que la soberanía real no reside Rousseaunamente en el pueblo, sino en quien controla el Estado, el poder real, de composición político-financiera. La sustancia democrática por excelencia, el empoderamiento popular, se diluye en la realidad entre instrumentos formales. ¿PSEUDODEMOCRACIA?

Desde su origen el sistema ha escamoteado la verdadera democracia, toda vez que les llevó más de un siglo comenzar a incorporar el derecho al voto a no propietarios (1870), las mujeres (1920), los aborígenes (1930), los afroamericanos al final casi a dos siglos desde la independencia [Ley de Derecho al Voto /1965].

Los Afroamericanos consiguieron el derecho al voto recién hace 57 años.

Pero, aun así, existen todavía leyes estaduales que imponen barreras administrativas (no reconocimiento de domicilio), sedes electorales alejadas de las barriadas humildes, obstáculos discriminatorios, (rechazo de inscripciones para votar), etc.

Campañas costosas

Los ingentes recursos que se requieren para lanzarse en política en los Estados Unidos, (logística, colaboradores, propaganda, etc.) solo pueden obtenerse en los partidos binarios del sistema. Son millones de dólares que no se obtienen fácilmente por el riesgo de ir por fuera. Se decanta en los lemas demócratas o republicanos con la asistencia de millonarios que contribuyen mayoritariamente a sufragar los gastos de los candidatos. Estos plutócratas, ganaron espacio desde un fallo de la Corte Suprema (2010) que eliminó todo cupo o límite a las “Fundaciones sin fines de lucro”, para el financiamiento proselitista. 

Los análisis [New York Times] muestran, que solo un PUÑADO DE FAMILIAS (156) contribuyen con un 45% de los aportes para la carrera presidencial de uno y otro. Este financiamiento ilimitado, que, naturalmente habilita cualquier tipo de presión o soborno, caracteriza la oligarquía en que se convirtió EE. UU. Los “favores” desde el poder formal, ya tienen destinatarios asegurados.

La elección presidencial en 2020 enfrentó a Trump y Biden.

La conformación federal, la inmensidad de su geografía, y su numerosa población son condiciones aptas para prácticas imperfectas de democracia, y existen en la complejidad formas de manipularlas. Pero lo dramático desde la ética política, es que no hay formas que la ciudadanía escojan directamente a sus representantes, o participar en el escrutinio en igualdad de condiciones. Los electos no siempre rinden cuenta, pues no se ven obligados.

Las carencias y distorsiones son evidentes, para concluir que LA CIUDADANÍA EN GENERAL NO PARTICIPA EN LA TOMA DE DECISIONES, NI MENOS FIJA EL RUMBO DEL PAÍS. No suelen presentarse verdaderas opciones, pues se limitan otras expresiones políticas. Las elecciones – como distracciones en sí mismas – no hacen sino legitimar mediante una fachada democrática el orden social existente (nunca se debate cuestiones sustantivas que están siempre en juego), que, tal como destacamos, sería del tipo plutocrático

Los SEMPITERNOS CONTENDIENTES (republicanos y demócratas) en esta reducida arena, se vienen turnando en el poder repartiéndose cuotas entre los sectores dominantes, y negociando toda solución a los conflictos de intereses entre esos grupos.

Republicanos y Demócratas, los partidos políticos de EE.UU con su sistema bipartidista.

La ALTA ABSTENCIÓN, (cercana al 50% durante décadas), es producto – entendemos – de la ausencia de verdaderas alternativas políticas, e incluso entre los concurrentes hay un sesgo de votar por el menos malo [garantía de gobierno mediocre con débil liderazgo]. Los ciudadanos están desencantados con un sistema democrático que ha dejado de representar sus aspiraciones. Las elecciones no solucionan nada porque los elegidos son versiones similares de un modelo que ha dejado de representar al pueblo.

El BIPARTIDISMO DOMINANTE SE GARANTIZA con trabas y regulaciones, un ‘tercer partido’ será obstaculizado legalmente (dificultad para inscribirlo, excesiva cantidad de avales, etc.) y atacado por los grandes medios, difamando o generando falsa conciencia de un “voto desperdiciado”, o, invisibilizado [excluidos de debates, no publicación de propuesta programática], en definitiva; marginándolos. Los hábitos políticos culturalmente orientados no dejan mucha alternativa de cambio. Así, las propuestas políticas alternativas han tenido corta vida.

Mucho Marketing, pocas nueces.

Las técnicas de mercadeo ya son comunes en muchos sistemas nacionales electorales, implantadas a partir del vaciamiento ideológico que sufrieron todas las expresiones políticas del primer mundo, tratan a los votantes como consumidores y a los candidatos como un producto a vender. Claro que, para ello se requieren grandes fortunas en tales campañas. Por lo que los políticos deben forzarse a lograr que los financistas asuman el riesgo económico por ellos. Este “marketing” comenzó como es de suponer, en Estados Unidos.

El escándalo de Cambridge Analytica salpicó las elecciones presidenciales de 2016, en la que triunfó Donald Trump.
La consultora británica recopiló datos de usuarios de Facebook sin su consentimiento para aplicarlo a la campaña política.

Los métodos para compilar reseñas de los potenciales votantes, se sirven de las tecnologías de “Data Mining” e inteligencia algorítmica de última generación, para perfilar con ese volumen masivo de datos, sentimientos, tendencias, preocupaciones, etc., de los grupos de interés, activos y pasivos, de la población objetivo. Así es como pueden adecuar los discursos y sus promesas, como “Taylor made”. Las prevenciones y miedos son también convenientemente explotados con campañas de prensa millonarias, para favorecer la imagen del político que paga.

Otro inciso que afecta la verdadera democracia, es el asunto de que cada candidato más votado en cada Estado, se lleva la representación de TODOS LOS VOTOS. En efecto, los sistemas de votación por pluralidad funcionan según el principio de “el ganador se lo lleva todo”, lo que significa que el partido del candidato perdedor en cada elección no recibe representación en el gobierno, independientemente de la cantidad de votos que haya recibido. Por tanto, se VULNERA EL PRINCIPIO DE REPRESENTACIÓN PROPORCIONAL al voto popular. Por lo demás, cada jurisdicción dispone sus propias reglas –cambiantes– de política electoral y modo de fiscalizar los datos de votación. En algunos casos, bastante opacos.

Para concluir con el cúmulo de distorsiones, no podemos dejar de mencionar que la elección del poder ejecutivo, se realiza a través del COLEGIO ELECTORAL, cuerpo de 538 electores [uno por cada senador o representante de cada Estado] que, representando los 50 Estados, pero electos en el modo ya comentado del sistema THE WINNER TAKES IT ALL, determinan INDIRECTAMENTE el ganador a la presidencia. Este tipo de cómputo ha posibilitado como resultado; LA ELECCIÓN A PRESIDENTE DE CANDIDATOS CON MENOS VOTOS CIUDADANOS. Una ABERRACIÓN en la Teoría de la Democracia.

CONCLUYENDO

Que el sistema político estadounidense sea un referente global como “Democracia”, aunque es un latiguillo usado insistentemente, creemos haber esbozado una crítica suficientemente contundente como para desestimarlo. Básicamente porque mas allá de toda acción propagandística, no es representativo del espectro ciudadano del gran país del Norte. 

Después de duros tiempos en la formación de la Unión, su guerra intestina, y su surgimiento como potencia, el estado benefactor impuesto entre las grandes guerras, disimuló mucho, estas desigualdades, que hoy, y desde hace décadas se vienen potenciando nuevamente. Tratamos de ver que sin embargo la penuria de muchos, sobreviven minorías encumbradas que no padecen los detrimentos de la mayoría ciudadana, sino que, al contrario; acumulan privilegios. Y esto señores, se llama OLIGARQUÍA.

Para cerrar, a modo ilustrativo, y colofón de nuestra tesis, digamos que HOY en los Estados Unidos, la preocupación presidencial consistente con su exclamación de que «es urgente reforzar las democracias ante los desafíos que las amenazan», radica en regularizar situaciones formales que afectan la democracia en ese país, como:

  • Aprobar nuevas leyes que reviertan los proyectos de ley republicanos de supresión de votantes y restablezcan el derecho al voto de las minorías, 
  • La Ley de Libertad de Voto [convertir el día de las elecciones en feriado, obligar a registrarse el mismo día y permitir a todos los votantes solicitar el voto por correo] y 
  • La Ley de Avance del Derecho al Voto John Lewis [restablecer la supervisión del Gobierno federal de las leyes de voto estatales, limitada por el Tribunal Supremo en 2013].

Julio 2022