Desigualdad y riqueza como derechos

Por: Roberto Candelaresi

“Además de tratarse de una economía del exceso y los desechos, el consumismo es también, y justamente por esa razón, una economía del engaño. Apuesta a la irracionalidad de los consumidores, y no a sus decisiones bien informadas tomadas en frío; apuesta a despertar la emoción consumista, y no a cultivar la razón”. Zygmunt Bauman.

Desde la aparición hacia fines del siglo XVI del El Discurso sobre la servidumbre voluntaria o el Contra uno escrito por Étienne de La Boétie, es mucho lo que se ha tratado de enriquecer con explicaciones más complejas, sin lograrlo del todo, acerca lo que aquel magistral texto ya planteaba en su análisis sobre las razones de la sumisión popular: su tesis consistía en que la servidumbre es totalmente VOLUNTARIA, contrariamente a la idea generalizada de que es forzada. El núcleo de su teoría es entonces que «toda servidumbre es voluntaria y procede exclusivamente del CONSENTIMIENTO de aquellos sobre quienes se ejerce el poder».

Su argumento imbatible es que, si un pequeño número es capaz de obligar a una gran mayoría, incluso originalmente por una victoria por las armas, esto solo puede ser sostenido por la colaboración, activa o resignada, de una parte significativa de la ciudadanía, para ser sometida y explotada.

El contenido también plantea la cuestión de la legitimidad de cualquier autoridad sobre un pueblo, y su autor puede ser tomado como como un precursor intelectual de la desobediencia civil, aunque, asimismo sentará algunas bases sobre el contractualismo social, noción que emergerá mucho después de su tiempo.

La duda sin embargo se sigue reformulando, con nuevos enfoques, en la actualidad. Así el sociólogo francés Luc Boltanski, se cuestiona: «¿por qué aceptan los actores la existencia fáctica de desigualdades siendo [···] que resulta harto difícil justificarlas, incluso desde el punto de vista de una lógica meritocrática?» o, dicho de otro modo, «¿cómo un ​ pequeño número ​ de actores puede establecer de manera duradera un poder sobre un ​ gran número ​ de actores?».

Algo le contestó Z. Bauman. Veamos.​

Enriquecimiento creciente de pocos

Desde hace varios años, la tasa de interés en el llamado primer mundo es muy baja y por períodos ha tendido a “cero”. Ello, naturalmente importa un estímulo para los grandes capitales a tomar fondos, y volcarlos en inversiones con tasas de retorno sensiblemente superiores. Lo hacen especialmente; los grandes fondos de inversión, los hedge funds [fondos de cobertura], y las corporaciones multinacionales, que no desperdician la oportunidad para financiar su crecimiento patrimonial y sus aventuras de negocios, a un costo casi nulo.

Pero, la clase media y – ni hablar de – los pobres, quedan excluidos de esos beneficios, porque usualmente no cumplen con los requisitos de avales y garantías necesarios para obtener créditos para sostener o crecer sus negocios, y a nadie parece importarle. Eso es lo que ha ocurrido desde las operaciones de «rescate de la economía del país», en cada una de las naciones poderosas desde la crisis de subproductos financieros del 2008. La consecuencia; los ricos aumentaron aún más sus riquezas.

Valgan algunos ejemplos prácticos; una empresa cotizante, toma el dinero tan ‘barato’ al solo efecto de recuperar sus propias acciones devaluadas por la misma crisis, para revalorizarlas cuando la economía «regrese a la normalidad», puede también usar el crédito de capital para realizar fusiones o adquisiciones (normalmente “hostiles”) a otras compañías en problemas de insolvencia. Ahora bien, la historia económica relevada, muestra que ese capital adicional que consiguen de la banca a bajo tipo de interés, rara vez lo vuelcan a construir nuevas fábricas o contratando más mano de obra, sino que se advierte, que más bien emplean esos fondos en adquirir tecnología de última generación, que más temprano que tarde resulta en sustitución de mano de obra, cuya ulterior salida es el RECORTE DE EMPLEOS.

Joe Biden, lo ha resumido hace muy poco en su primera alocución como presidente ante las dos cámaras del Congreso (tradicional mensaje del Estado de la Unión) señalando: «El efecto derrame (trickle-down effect) en economía nunca funcionó. Es tiempo de hacer crecer la economía desde abajo y el medio».

En realidad, podríamos hablar de un contra efecto efectivamente ocurrido; las bajas tasas de interés pasivas afectaron a los fondos de pensión y ahorros en general de la clase pasiva, descapitalizando sus tenencias. Otra derivación, fue la gran cantidad de personas desempleadas por los rápidos ajustes del mercado laboral y, desde ya, las familias que dependen de esos inexistentes ingresos.

Una nueva categoría afectada está compuesta por los pequeños negocios o empresas, pues el crédito barato (si no es direccionado desde los Estados) se resiste tenazmente a «gotear» siquiera hasta ese nivel, como apuntáramos más arriba. Muchos de ellos enfrentan la bancarrota, pues sin acceso al crédito no pueden expandirse y huelga decirlo; menos crear empleos o ampliar subempleos.

Resumidamente, las medidas (prepandemia) emprendidas en nombre del «rescate de la economía», e implementadas en el auge del liberalismo, sirvieron para enriquecer a ricos y empobrecer a pobres, o sea; sal para sus heridas. Los males se acentuaron lógicamente con los efectos de la pandemia: Pocos ganan mucho, y muchos pierden más.

Hoy, se observa en todo occidente, una tenaz resistencia en grandes bloques partidarios de los congresos, a derogar recortes fiscales para super ricos que se aprobaron en otra época, y que acentuaron las diferencias entre sectores sociales, incluso en las potencias democráticas. Esos grupos de legisladores representan al ‘ESTABLISHMENT’ de cada país, a su clase dirigente económica, esto es; a sus intereses de clase, antes que el mandato popular siempre conforme al interés general que los colocó en sus bancas.

Warren Buffet, una de las personas más acaudaladas del planeta y legendario inversor, a guisa de sincericidio ha dicho: «hay una guerra de clases, de acuerdo. Pero es mi clase, la clase rica, la que está librando esa guerra… y la estamos ganando».

Bancando el infortunio

Ahora bien, en la sociedad actual, donde la desigualdad es tan manifiesta, y los perjudicados la enorme mayoría – incluso en países desarrollados –, ¿por qué se soporta?

Nuestra explicación no puede ser ajena a un tema antropológico, es decir, CULTURAL. La opinión prevalente de la sociedad es la que regirá sus hábitos, y éstos más sus creencias, son las que determinarán la “realidad” percibida.

En su libro «Injustice: Why Social Inequality Persists» [Injusticia: Porqué la desigualdad Social persiste], Danny Dorling estudiando las manifestaciones y las causas de la desigualdad en países ricos, (especialmente comparando Gran Bretaña con otros europeos, EE.UU. y Japón), concluye enfatizando que la desigualdad se mantiene debido a que persiste la arraigada CREENCIA en los Principios de la Injusticia, y , porque para la mayoría de la gente, puede resultar perturbador darse cuenta que hay fallas en la ESTRUCTURA IDEOLÓGICA por la cual viven y se rigen. Esas premisas o principios de injusticia, de quedar excluidos se aceptan con naturalidad, es decir irreflexivamente, por ser base del pensamiento social (el tan mentado “sentido común”).

El sentir mayoritario – creencias sobre las que emitimos juicios y opiniones – suele estar plagado de PREJUICIOS, por ejemplo, aceptando su propia exclusión de círculos, lugares de residencia, clubes y asociaciones, porque el discriminado considera que no tiene mérito suficiente para “pertenecer”, pues carece de recursos, y de vínculos sociales de “ese nivel”, por lo que no tendría el “derecho”.

Así es como Margaret Thatcher, promotora del neoliberalismo en Europa, utilizaba ciertos prejuicios populares para obtener rédito político. Hábil en el discurso, daba por sentado que algunas ‘realidades’ eran evidentes, cuando en verdad, no existen evidencia alguna, por ejemplo, que el individuo al perseguir su propio beneficio, también beneficia a la «comunidad en su conjunto», (como si la actuación egoísta de algunos beneficiase a los demás). O, sostenía que las personas son diferentes por naturaleza [de nacimiento], por lo que poco o ningún poder tenían para cambiar ese veredicto del “destino”, como si el Estado no tuviera entre sus funciones tratar de igualar oportunidades para todos. Eso equivale a sostener: hagan lo que puedan por si mismos, pero es inútil intentar cambiar la realidad como conjunto social, esto es; una invitación a la DESPOLITIZACIÓN.

En estas latitudes, la figura del ex presidente Macri emerge como epítome de la dirigente tory. Son proverbiales sus frases vergonzantes intentado instalarlas como sentencias ejemplares, valiéndose de los prejuicios sociales que, por otro lado, él mismo alienta.

Otras creencias de naturaleza injusta, que influyen en la percepción de la gente, y contribuyen a la persistencia de la desigualdad, detectadas por Dorling, serían:

  • El elitismo es eficiente (porque el bien de muchos sólo puede ampliarse promoviendo capacidades que relativamente pocos, por definición, poseen);
  • Que la exclusión es normal y necesaria para la buena salud de la sociedad, y que la codicia es buena para mejorar la vida; y,
  • Que la desesperación que resulta de todo ello es inevitable.

Es esta colección de falsas creencias lo que hace que nuestra miseria colectiva, causada por nuestra voluntaria y casi irreflexiva y superficial sumisión a la desigualdad social, siga y se perpetúe.

En el fondo, las historias se elaboran siempre de manera colectiva, y muchas personas se lamentan repetitivamente de encontrarse en una situación que no han elegido, pero un gran número sigue compulsivamente comprando o consumiendo fantasías de los medios y redes. La Internet y la televisión forjan la visión acerca los demás. Y en esos ámbitos, de los que no podemos escapar de las “espuelas” publicitarias, se nos presenta colectivamente, que ser codicioso, es un acicate para querer más. La paranoia del «status» reforzada. La consecuencia es que una mayoría, abraza lo que se le ofrece (todo es mercancía en el consumismo neoliberal) y se aboca a extraer el máximo “provecho” de lo material como OBJETIVO DE VIDA.

Los grandes medios concentrados, hoy convertidos en FACTORES DE PODER en tanto actores con intereses materiales propios, ofrecen a la clase política dirigente que los representa, una protección mediática “monstruosa”, y correctora del discurso de tales políticos. En efecto, asociado a la clase poderosa, les ayuda a imponer sus insostenibles ideas como verdades indiscutibles con el formato de sentido común.

Gracias a este discurso hegemónico no sólo tergiversan los significados, sino también se apropian de las palabras para que no puedan ser usadas en otro sentido. Con su descomunal poder, esta minoría dominante con prepotencia resignificadora se apropia del lenguaje, incluso del vocabulario de la tradición popular. Tendemos a escoger las opciones que nos parecen más seguras, son apuestas menos arriesgadas, o elegimos las más atractivas.

Tendemos a escoger las opciones que nos parecen más seguras, son apuestas menos arriesgadas, o elegimos las más atractivas.

Por otra parte, desechamos usualmente alternativas menos populares – el criterio de selección suele ser el mismo para la mayoría – porque son percibidas como desaconsejables. Tenemos temor de “quedar mal” frente a los demás, o como “inadaptados”. Por eso, la probabilidad de que una opción dada sea elegida, es inversamente proporcional a su costo social.

Los costos de negarse a hacer lo que nos ‘empujan a hacer’ o, las recompensas por someternos a la hora de elegir, se pagan con la ACEPTACIÓN SOCIAL, en la POSICIÓN y con el PRESTIGIO. En cambio, cuando se adopta la elección que implique una mansa y resignada sumisión o una colaboración voluntaria al statu quo, nos aseguramos esas distinciones.

Entorno sistémico

ALAIN TOURAINE propone redefinir la modernidad como la creciente separación del mundo objetivo y el de la subjetividad, que es, ante todo, el mundo del individualismo o, más precisamente, el de una invocación a la libertad personal.

Oponerse a la DESIGUALDAD y a sus consecuencias es harto difícil, por eso es menos probable que ocurra con la mayoría. Nosotros como ciudadanos de un sistema capitalista [sociedad individualizada de consumidores], al resignarnos en muchos aspectos de la vida, favorecemos a aquellos que se benefician o están expectantes para beneficiarse de la desigualdad.

Esta ‘condición’ sociológica de fragmentación impide prosperar procesos de democratización. El propio capitalismo, con sus procesos de mercantilización de todo, y la competición a gran escala, nos hacen más individualistas y atomiza las sociedades, con lo que induce a mayor fragilización social pues la competición es incompatible con tejidos sociales sólidos.

En general, las sociedades humanas son compatibles con niveles de competencia relativamente bajos. Por eso tradicionalmente las interacciones mercantiles tenían lugar no en el interior de las sociedades, con tus parientes o con tus vecinos, sino con extranjeros de los que se consideraba legítimo sacar ventaja.

¿Cómo se impuso esta concepción que atenta contra el bienestar de la mayoría?

A principios del siglo XIX, mucha gente tenía claro que había una cuenta pendiente entre la REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA, la REVOLUCIÓN BURGUESA heredera de la Ilustración que aspiraba a racionalizar el mundo social, y la REVOLUCIÓN ECONÓMICA que se había puesto en marcha en Inglaterra y que no se fuese afectada por la democratización. Esa querella se saldó con el triunfo del proyecto de los que tenían el poder económico frente a la utopía de quienes aspiraban a democratizar la política. Eso es lo que ocurrió.

Y hoy, aunque sea insostenible a largo plazo (mayormente por razones ecológicas), y, debido a la concentración económica tan profunda, sobran recursos totales, pero en manos de pocos, mientras que hay gente que no puede ganarse el sustento. Esto en el pasado, se consideraba una “imposibilidad lógica” [si había abundancia nadie padecía faltas, y en hambrunas, todos los miembros de la comunidad la padecían], en la actualidad se tolera; hay hambre, hay desempleo y extrema pobreza.

En la actualidad se discute en el ámbito de las ciencias sociales, incluso con orientaciones contrapuestas, que es lo que rige nuestra CONDUCTA como humanos, si; A). – por una lógica muy elemental que consiste en buscar los MEDIOS que consideramos aptos para un conjunto de fines dados y, que cualquier tipo de conducta se puede reducir a esa lógica, que es conocida como Racionalidad Instrumental, o, B). – como sostiene la corriente opuesta, planteando que lo que rige nuestra vida social son las NORMAS, las reglas que como civilización nos hemos dado, y que cualquier conducta puede ser reducida a esto. Tal vez esa radicalización teórica sea solo modélica, pero la actitud humana concreta frente a las contingencias de la vida, es ora racional instrumental (egoísta), ora “kantiana”, o sea; dominada por estrictas normas, diríamos idiosincráticas y, por tanto; no reducibles a ningún fin.

Por lo antedicho, es importante concientizar a las mayorías de propender a un comportamiento para con los recursos o bienes comunes, colaborativo y generoso para mutuo beneficio, conforme a normas cooperativas, lo que asegurará la subsistencia social como comunidad cohesionada, ya que, por otra parte, la conducta de las élites es marcada por el ‘egoísmo racional’, el sacar provecho a todo y a todos, que tarde o temprano trae conflictos, y con ello, inestabilidad en el tiempo.

La pandemia: Una ventana de oportunidad para quebrar la hegemonía de la clase dominante y su discurso

Alguna campaña proselitista decía “Volveremos Mejores” !, otros decían, respecto a la experiencia global de la epidemia de COVID-19, que la humanidad toma conciencia a partir de su inevitable parate y consecuente ocio reflexivo, la ralentificación de los procesos productivos con su favorable impacto en la desintoxicación del medio ambiente, la vivencia de la vuelta a lo “natural, el desnudo egoísmo de algunos líderes y la solidaridad de otros estigmatizados, etc. todo lo cual resultaría en cambios profundos en el sistema mundo y los regímenes nacionales, para traer paz, bonanza sobre el globo.

“Mejor que prometer es realizar” decía otro ilustre apotegma, es decir, sin acción política concreta, todas aquellas buenas intenciones devienen en abstracto. Por otro lado, sabemos que en momentos de crisis, gobernantes y gobernados suelen ser relativamente receptivos a propuestas que en otros momentos no aceptarían fácilmente.

“Mejor que prometer es realizar” decía otro ilustre apotegma, es decir, sin acción política concreta, todas aquellas buenas intenciones devienen en abstracto. Por otro lado, sabemos que en momentos de crisis, gobernantes y gobernados suelen ser relativamente receptivos a propuestas que en otros momentos no aceptarían fácilmente.

La pandemia sí ha mostrado algunas manifestaciones de tales fisuras especialmente visibles en la clase dirigente política que los representan, hoy encarnada en la Argentina por «Juntos por el Cambio» y sus satélites ideológicos, oposición institucional porque ya no ostentan el poder, pero, expresión de la dominación económico-social que retienen en gran parte de la sociedad del país.

Ese “señorío” neoliberal, que cada vez más se va revistiendo de un carácter no hegemónico, pierde imagen rodeándose de elementos hiperindividualistas, autoritarios, irracionales y de fanatismos vinculados al discurso del odio y la anti política. Por ahora, solo los une oponerse a las estrategias desplegadas por el gobierno nacional, dado en las políticas implementadas (especialmente aquellas que atienden la emergencia sanitaria), van a contramano de los elementos centrales que moviliza el neoliberalismo en pos de mantener su dominación.

En efecto, las características que toma la gestión del gobierno popular, contrastan con la ideología y el tipo de subjetividades que el neoliberalismo ha cultivado durante las últimas décadas, y que reverdecieran en los cuatro años macristas. A saber:

  1. El Estado asumió un papel importante, no solo en la organización de la salud pública sino también en el reordenamiento del conjunto de la sociedad, ubicándose en las antípodas de la exaltación del individualismo, la meritocracia y la instauración del “mercado” como eje de la asignación de los recursos.
  2. Demanda una actitud de paciencia para conseguir resultados, contraria al inmediatismo consumista del neoliberalismo
  3. Esta política necesita que los ciudadanos y ciudadanas desarrollen actitudes responsables (que se piensen como soberanos) y no sean meros demandantes de derechos, en tanto consumidores.
  4. Requiere que se compartan y comprendan análisis racionales que sopesen ventajas e inconvenientes de aplicar cuarentenas o restricciones temporales estrictas, en tanto que una de las claves de la dominación neoliberal actual es incentivar los irracionalismos.
  5. Las estrategias oficialistas (nacionales) para mitigar los efectos de la emergencia apelan al cuidado colectivo, a un discurso de unidad, de posponer las libertades en favor de la salud del conjunto, algo que se opone totalmente al discurso del odio y el egoísmo propios de las interpelaciones neofascistas.

Un objetivo de la militancia sería entonces, aislar a estos dirigentes opositores y representantes y/o detentadores de poder fáctico, desnudándoles comunicativamente ante las mayorías, tratando de cambiar voluntades de importantes sectores de la ciudadanía que, encontrándose subjetivamente ganados por las interpelaciones neoliberales-autoritarias que desarrollan aquellos, no solo no apoyan estrategias del gobierno [sanitarias, económicas, securitarias, etc.] sino que incluso las boicotean.

Por otro lado, el gobierno debería descartar posiciones «intermedias» y, sin quitar el diálogo institucional y el oficioso con todo el espectro político, ofrecer objetivos claros y firmes a alcanzar, exigiendo el respeto de las minorías “intensas”, a su DERECHO A IMPLANTAR el proyecto político y su estilo de gestión, por el cual el pueblo se expresó en las urnas.

Esto último implica no ceder a presiones aperturistas argumentadas sobre derechos individuales que estarían por encima del bienestar general, o tolerar inconductas institucionales como las que cierto sector del poder judicial exhibe cotidianamente.

La tarea es ardua pero el cambio de mentalidad se debe operar, para lograr revertir el «adormecimiento» de las mayorías, que a veces parece no reconocerse como tales. Esto último, así como el convencimiento de que aquellas minorías intensas tienen legitimidad para imponer su mirada, es producto de la operación continua que practican los medios masivos de comunicación hegemónicos, cuyo control ejerce esa alta burguesía de derecha.

Esta situación ha de modificarse a como de lugar, so pena de volver fútil cualquier esfuerzo y tarde o temprano claudicar el proyecto. Nos urge alterar la sensación de resignación en una sociedad como la argentina, que, por su pasado de lucha y derechos habidos, no estaba acostumbrada a tolerar estas condiciones de desigualdad oprobiosas.

Bibliografía

  • ¿La riqueza de unos pocos, nos beneficia a todos? – (2014) Zygmunt Bauman. Paidós, Barcelona.
  • Injustice: Why Social Inequality Persists – (2010) Danny Dorling. Policy Press, Londres.