Ecologismos en Argentina y la región: ¿Anti-desarrollo?

Por: Roberto Canderalesi

Estrictamente hablando, entendemos por Conservacionismo, al conjunto de investigaciones asociadas a prácticas, realizadas desde la Biología de la conservación o Ecología, y todas las actividades consecuentes para evitar mayor deterioro del planeta, o más gravemente, un colapso ambiental y humanitario. Y, asimismo, como conservacionismo se designa al movimiento social que propugna esa conservación. Una de sus vertientes es el movimiento ecologista.

Tanto las ideas como la práctica asociada con la conservación de la naturaleza (su biodiversidad), el fomento de experiencias sustentables, la disputa contra la contaminación “irresponsable”, entre otras, han existido desde tiempos inmemoriales, a las que desde hace unas décadas se sumaron el tema del Cambio Global y los Extractivismos puestos en cuestión.

Podríamos comprender esas acciones y discursos en lo que se conoce como “movimiento conservacionista”, “ambientalista”, “ecologista”, para describir a colectivos, instituciones e incluso personas, que comparten cierta sensibilidad e interés por lo no-humano y las relaciones que entablamos con ello

Sin embargo, es necesario destacar que históricamente existen entre esos “ecologismos” importantes diferencias. En efecto, se distinguen las políticas ambientales que están alineadas con posturas de Desarrollo Sustentable Débil, asociadas a la promoción de valor de cambio, es decir una postura utilitarista, de racionalidad económica y conocida también como de modernización ecológica, por un lado, y por otro, encontramos posiciones biocéntricas, o de Sustentabilidad Fuerte , que cuestionan los modelos de desarrollo existentes, nombradas por tal como alternativas al desarrollo y plantean relaciones humanos-naturaleza más horizontales, o con más respeto y cuidado por lo no-humano por lo que también se la conocen como de racionalidad ambiental.

Sobre ambientalismo
Foto: Panam Point

Digamos cerrando esta acotada enunciación, que el conservacionismo, comparte con su “contraparte” como veremos a continuación, su adscripción a la globalidad, tal como es constituyente del campo científico, acentuado además en las ciencias naturales, uno de los campos especializados menos limitado a fronteras nacionales por su mismo objeto de estudio, la NATURALEZA, el mundo compartido que no reconoce fronteras humanas.

Clivaje en la región: Conservación versus extractivismo

Nuestra historia de colonización fue signada por la explotación y extracción de bienes naturales, que las metrópolis – y Europa toda –, recibieron abundantemente durante siglos. Fue piedra basal para su enriquecimiento, y la formación del capitalismo primigenio.

Aunque cambiaron los procesos productivos, con la tecnología y el desarrollo de modernas técnicas, en las últimas décadas se consolidó una nueva modalidad denominada “extractivismo”, que es una versión modernizada de aquel sistema. La diferencia fundamental entre épocas, es de orden político, ya que las antiguas colonias son hoy estados soberanos, con lo que el aprovechamiento (al menos en teoría) mayor, se da en estos territorios y genera un crecimiento económico con la disponibilidad de divisas genuinas, productos de sus intercambios.

Un especialista en la materia, el uruguayo Eduardo Gudynas, en su artículo «Conflictos y extractivismos: conceptos, contenidos y dinámicas» * nos define al EXTRACTIVISMO como: un caso particular de extracción de recursos naturales, caracterizado por extraerlos en grandes volúmenes o bajo procedimientos de alta intensidad, que están orientados esencialmente a la exportación (50% o más del volumen apropiado) como materias primas o con un procesamiento mínimo (también identificados como commodities). Este modelo extractivo-exportador comprende diversas formas; (mega) emprendimientos mineros y petroleros (fracking), la agricultura intensiva de monocultivos [soja y cultivos para biocombustibles (agroindustria)], la explotación de camaroneras, y pesquería industrial, etc.

Esa útil definición sin embargo omite algunos aspectos centrales del extractivismo, tal como su alto impacto socio-ambiental. A propósito de esto último, nos parece fundamental su consideración, ya que la característica de los emprendimientos actuales, -dado la envergadura [escala] que el fenómeno ha tomado en el país y en la región –, esas actividades masivas implican potencialmente impactos mayores y riesgos que se pueden presentar en términos sociales, económicos y ambientales.

Por lo demás, podemos redondear su caracterización sumando estos rasgos: A)- actividades capital intensivas (no trabajo-intensivas) por su gran inversión inicial, B)- los actores involucrados y la concentración económica de los que operan los procesos productivos y su comercialización (grandes corporaciones trasnacionales) y, C)- la especialización productiva (commodities).

La Lógica Extractivista per sé, siendo su meta la extracción de “recursos” naturales a gran escala –generalmente en manos de grandes empresas o grupos económicos como acabamos de apuntar–, no incluye prevenciones acerca de los efectos de su proceso, por tanto, cuando es soberanamente aplicada, [esto es, sin resguardos, limitaciones y condicionamientos por parte de los gobiernos en representación de sus pueblos], suele dejar como algunas de sus consecuencias la degradación ambiental profunda y de corto plazo, [V.g.: contaminación de aire, tierra y agua; reducción o mortalidad de diversas formas de vida silvestres, e inclusive extinción de especies, perdiendo diversidad biológica, deforestación, en definitiva, pérdida de ecosistemas, etc.].

Pandemia y extractivismo: una contaminación colonizadora cruzada |  Biodiversidad en América Latina
Foto: Biodiversidad

Otra “externalidad” negativa es que, a veces, produce la expulsión de comunidades locales o deterioran las condiciones de vida de los habitantes de las regiones próximas al territorio explotado, por la alteración de los recursos de agua o degradación de suelos. Esa migración desde las zonas rurales a las ciudades por los diferentes tipos de extractivismo, es paradojalmente compartida en ocasiones por la acción de conservacionistas extremos, que a fin de “proteger” un cierto territorio como santuario, impulsan como práctica el abandono por parte de las comunidades humanas que los habitan.

Más semejanzas que diferencias

Rescatamos un interesante trabajo** que colecta (y analiza) los discursos provenientes de artículos científicos, enmarcados en la biología de la conservación desde la década de 1990 en adelante, procurando identificar la mirada hegemónica contemporánea sobre la conservación, pero intentando a la vez recuperar otras miradas en pugna, (básicamente el extractivismo). Su resultado contiene interesantes hallazgos; en cuanto a que ambas posiciones gladiatorias, comparten fundamentos comunes respecto a la naturaleza y su relación con la sociedad en 3 dimensiones: 1.lo global y el carácter uniforme de lo humano, 2.– la desterritorialización y el vaciamiento, y 3.- los procesos de cosificación, que presentamos sucintamente a continuación:

1.- CARÁCTER GLOBAL – Las promesas del extractivismo –recordemos que es un método de producción eminentemente CAPITALISTA– son proposiciones para “TODOS”, una cierta homogeneización dada a partir de la idea de UNA HUMANIDAD, de un futuro común, en el cual la tecnociencia resolvería los problemas comunes, “como siempre lo ha hecho”.

Sin embargo, el extractivismo divide el globo en términos de Norte y de Sur, en la conservación genera una división binaria entre países con altas tasas de biodiversidad (del Sur), y aquellos con escasa diversidad biológica, como en general los hiper explotados países del Norte [250 años de revolución industrial y capitalismo como sistema].

En el mismo sentido, el conservacionismo también pretende un “orden global”, presenta la pérdida de biodiversidad como problemática global que se asocia con lo humano como poblador global, y ostentando un desafío a escala planetaria, que pretenden solucionar con sus recomendaciones.

2.- LO VACÍO – Los extractivismos sólo son posibles en territorios vacíos. En reemplazo de los humanos, lo tecnológico toma lugar: a través de maquinaria específica y en general sofisticada. Ello es la razón que, en este ámbito de escala, operen grandes grupos económicos con la capacidad patrimonial y financiera para contar con las mismas y desplegarlas en cualquier sitio. Hágase el lector la imagen de un campo cultivado con soja transgénica: hectáreas de plantación homogénea regulada por maquinaria, virtualmente vacía de seres humanos en el vasto horizonte. Se advierte ausencia de población local, pero esto forma parte de la pauta de la explotación de este tipo: los territorios escogidos por el capital son considerados como “socialmente vaciables”, o “territorios sacrificables”.

Estos paisajes sin habitantes son parte de un proceso sistemático de vaciamiento. Al no haber habitantes no hay afectividades ni experiencias que se vinculan con ese territorio, y así un campo de soja se torna en una mera relación de producción por hectárea. En nuestro país somos testigos de una aceleración de los procesos emigratorios de lo rural a lo urbano, indudablemente ha sido uno de los correlatos fundamentales de los extractivismos.

Ecuador camina hacia un auge extractivista: minas y petróleo | IDEAS LLYC
Foto: Ideas LLYC

En cuanto a su “contraparte”; el conservacionismo (extremo) como ya enunciamos, también desplaza gente para proteger el territorio. Hay activistas e instituciones que anteponen a las comunidades humanas autóctonas la prevalencia de lo “natural”, como si el hombre no fuera un compuesto más de la diversidad natural del planeta.

3.- LA COSIFICACIÓN de la Naturaleza – tanto el conservacionismo como el extractivismo comparten esta mirada. El conservacionismo distingue especies endémicas de las exóticas. Sus discursos promueven la transformación del entorno, sin considerar mucho a la gente y su impacto. El extractivismo usa ‘espacios’ para obtener commodities, con relaciones productivas desde una racionalidad instrumental, el espacio puede sufrir metamorfosis esta es su despreocupada lógica.

A su vez, la biología de la conservación se orienta discursivamente a enfatizar la importancia del manejo de algunas especies endémicas y amenazadas (como el caso simbólico del oso panda) para asegurar su supervivencia, mientras que por otro lado favorece el «manejo» de especies exóticas, algunos de cuyos individuos son tratados con el llamado “rifle sanitario”.

Unos y otros, son discursos que olvidan el lugar de los individuos (sean humanos o no humanos) y eliminan afectos y relaciones, por fuera de la funcionalidad encaminada a la conservación o explotación.

Apuntes sobre el desarrollismo ambientalista sin discusiones

Frente a una crisis económica, y ambiental que la pandemia ayudó a visualizar, se impone como tarea vital el buscar la forma de poder conciliar la fuerza del desarrollo y el ambiente, sin más alternativa. Eso, si la pretensión de la sociedad es que todos vivamos como ‘clase media’ al estilo de los desarrollados. No solo el bienestar de unos pocos.

Lo fundamental para planificar aquello, es plantear una perspectiva realista. Si se quiere una mayor industrialización, diversa, tener fábricas de artefactos electrónicos, medianamente sofisticados, con mejores salarios y condiciones de empleo, la alternativa no puede ser NO TENER MINERÍA.

Se trata necesariamente de elaborar un Plan Estratégico Nacional, no librado a las decisiones exclusivamente provinciales, más volubles a intereses particulares y movilizaciones sectoriales. Una política nacional no puede representar solo a un grupo, tiene que condensar todas las problemáticas de un país. Una decisión estratégica, un proyecto nacional en favor de mayorías, en el mundo se construye en oposición a actores muy importantes y muy poderosos, por ejemplo, las petroleras o megamineras. Hay actores con los que se debe intentar conciliar, pero el interés general debe prevalecer en los lugares de decisión.

Para centrar adecuadamente la conceptualización de la problemática en nuestro país y región, por sus propias características históricas y actuales, podríamos decir que no se trata de ambientalismo versus desarrollismo, sino de socio-ambientalismo versus neocolonialismo. El costo ambiental (por el extractivismo) y la asfixia económica (deuda) lo soporta solo el “Sur”, por eso hasta ahora lo que se da al decir de muchos críticos no es un modelo desarrollista sino COLONIAL.

En este sistema, las trasnacionales (incluidos pooles de siembra y agronegocios “locales”), con su explotación intensiva no sólo invisibiliza la variable ambiental, sino tampoco tiene un significativo mercado interno, ni genera trabajo en cantidad, ni menos genera justicia social (los mapas de la pobreza coinciden con los de la degradación ambiental y el saqueo). De allí su caracterización también como neocolonialismo disfrazado de desarrollismo.

Bien diferente es la experiencia del “primer mundo”, donde hay países que aprovechan su capital natural, basan su matriz productiva en el aprovechamiento de sus recursos naturales y exhiben altísimos niveles de desarrollo (Canadá, Finlandia o Noruega). A la vez, en torno a esas actividades han desplegado cadenas de valor densas con proveedores que compiten internacionalmente y generado tecnologías que resignificaron procesos y fundaron nuevas actividades de alto contenido tecnológico. Pero sus actores principales son LOCALES, y las inversiones y rentas permanecen en sus economías.

En definitiva, permanecer en el neocolonialismo al decir de Leandro Mora Alfonsín (Director de Desarrollo Regional y Sectorial del Ministerio de Producción de la Nación) “…es no explotar el potencial de todo nuestro entramado productivo. Un país soberano y con poder de decisión descansa en una estructura productiva diversificada, en una inserción internacional inteligente con flujos de bienes, servicios y capitales sanos. A mayor fortaleza y capacidades, mejores oportunidades de cuidar los aspectos ambientales y ofrecer opciones de desarrollo personal y social a nuestros ciudadanos.”

Leandro Mora Alfonsin - YouTube
Leandro Mora Alfonsín: Foto: TTC

En algún sentido, en la Argentina no hay tensión real entre ambiente y desarrollo. De hecho, las explotaciones actuales de recursos naturales tienen escasas limitaciones ambientales. El desarrollo no llega porque los beneficios se enajenan y fugan.

La problemática socioambiental tiene que incorporarse, realmente, a cualquier proyecto que pretenda mantener la capacidad de representar mayorías, pero estas colectividades en nuestra opinión, deben ser preferentemente las directamente afectadas.

El modelo de desarrollismo ambientalista es posible sin embargo; no son términos excluyentes, sus objetivos se pueden cumplir conciliando necesidades e intereses. Las posiciones polares para abordar estos problemas nunca suman, ciertamente la discusión no es solo argentina, sino mundial. Precisamente el abordaje no puede ser adoptando una u otra posición extrema, sino tal como hacen en el mundo desarrollado, buscando el punto de equilibrio donde se cuestiona cómo producir, con qué tecnología, con qué controles, normas de calidad y procesos de aprendizaje.

Nuestro país latentemente puede incidir en mercados de alto potencial internacional y en la fabricación de productos que son críticos para otras cadenas de valor, como la minería metalífera, útil para la producción de aparatos tecnológicos, medios de transporte o para la generación de energía.

La clave para un aprovechamiento conciliatorio de ese potencial, está en incluir tecnologías que cumplan requerimientos y estándares de calidad y cuidado internacionales, y, un Estado capaz de controlar eficientemente y dotado de mecanismos sancionatorios en caso de incumplimientos.

Toda actividad económica conlleva riesgos. Se trata de conjugar crecimiento y desarrollo productivo con un impacto ambiental positivo o neutro, mitigando esos riesgos. Solo el incentivo de un Estado presente puede consistir ambas dimensiones.

Si bien las ideas del desarrollismo y el ecologismo comparten el diagnóstico sobre el sistema productivo mundial que concentra lo industrial en el norte y el extractivismo en los países del sur, y los costos sociales y ambientales que este modelo tiene, difieren en lo estratégico: para el desarrollismo se trata de profundizar el extractivismo agregando valor y reteniendo mas ganancias para el Estado (enfoque económico), el ecologismo en tanto, busca cortar con la lógica de dominación y promover el bienestar de las personas respetando los límites ambientales (foco sociológico).

El desarrollismo sin visión estratégica (sin apropiarnos de modernas técnicas y tecnología), nos responsabilizaría del colapso y aumentará los costos a afrontar en el futuro, dejándonos a la retaguardia del proceso de reconversión industrial global hacia otros modelos de alimentación y generación energética. El desafío es lograr una transición justa de los sectores económicos a reconvertir – en el marco de una clave redistributiva para garantizar derechos sociales básicos – junto a la implementación de Políticas Industriales Verdes (renovables, electromovilidad).

Transición verde y política industrial
Foto: Exterior

El Nuevo Pacto Verde de 2019 de Europa en que se avanzó hacia un enfoque centrado en la sustentabilidad ambiental, económica y social, puede ser un buen ejemplo a seguir (con las adaptaciones del caso). Es decir, una nueva estrategia de crecimiento para convertirse en una economía moderna, competitiva y eficiente en el uso de los recursos, basada en parámetros de sustentabilidad que resulte climáticamente neutra. El Estado siempre presente con apoyo financiero y asistencia técnica a personas, empresas y regiones en el proceso.

En nuestro país no se termina de internalizar la discusión [entre desarrollismo y ambientalismo]; por la desatención de los medios de comunicación dominantes, o precisamente cuando le dan tratamiento, aparecen sesgos de extremismos o reduccionismos inconducentes. Desde el gobierno nacional, su despliegue se vincula primordialmente a los problemas de la coyuntura, sin embargo, el escenario global actual y futuro (postpandemia) nos obliga (como a todos los países) a redefinir nuestro norte estratégico y adaptar la matriz productiva y de servicios a una nueva lógica y dinámica de actividades.

Condiciones esas que nos obligan para buscar un modelo alternativo, siempre aprovechando las ventajas comparativas (estáticas y dinámicas) para crecer y volver al desarrollo regional con inclusión social. Tenemos disponibilidad de recursos naturales, humanos y el conocimiento, que aseguran la viabilidad de este enfoque. Se requiere solo la decisión política y la necesaria dinámica institucional de apoyo.

Ambientalismo versus desarrollo: Caso argentino

A fines del 2021, en Chubut, una movilización cuantiosa de “conservacionistas” lograron bloquear el avance del proyecto de ley que buscaba habilitar la explotación minera de un importante yacimiento de plata (y otros metales) en un territorio del centro norte provincial. Sus argumentos de oposición se basan por el riesgo ambiental que tiene todo proyecto de megaminería, y del (mal) uso de agua que contaminaría las reservas hídricas de la provincia. El Gobierno, ciertamente ávido de nuevos fondos tributarios para balancear su desastroso estado financiero, recibió el respaldo de los escasos pero legítimos pobladores del territorio donde se desarrollarían las operaciones, quienes vieron el proyecto como una oportunidad para el desarrollo zonal, pero esta lógica no fue suficiente ante el despliegue mediático de los “ecologistas”.

Los argumentos a favor y en contra reflotaron un debate que como vimos precedentemente, a nivel global, para algunos esconde un falso dilema y, para otros, es central para el futuro de la economía, en este caso argentina. Las preguntas de rigor quedan flotando, pues no vemos que se produzca ningún debate serio. Tomando en cuenta todas las particularidades e intereses involucrados en toda explotación económica de escala, la ciudadanía debe responderse: ¿es posible procesar los recursos naturales sin acrecentar la crisis ambiental que ya padece gran parte del mundo?, ¿se puede promover la industria extractiva sin perder la sensibilidad eco social? En definitiva: ¿es posible un desarrollismo ambientalista en la Argentina?

Los hechos

La Argentina tanto para desarrollarse, cuanto para enfrentar la situación de endeudamiento, debe crecer, especialmente en aquellas áreas económicas en que hay stock de recursos naturales en abundancia; más agricultura, más hidrocarburos y más minería. Hay sin embargo corrientes “ecologistas” (tales las manifestadas en Chubut) que se inspiran acríticamente en la idea del “decrecimiento”, propia del conservacionismo europeo, cuyas economías completaron su ciclo industrial y ya carecen de recursos suficientes.

Estos movimientos anti minería, emplean medios violentos, amparándose en la supuesta autoridad moral que les brinda el defender una presunta causa justa. Su despliegue en los últimos meses, se verificó en la comarca andina (Oeste) cuanto en las ciudades de la costa atlántica (Este), pero no son bien recibidos en las zonas contiguas a los yacimientos (Centro).

Greenpeace: “Un derrame de petróleo llegaría a las costas de Buenos Aires  en 11 días” – Punto Noticias
La campaña de Greenpeace. Foto: Puento

Tienen gran capacidad de propagar información dudosa (cuando no directamente falsa) porque la temática concita desde ya, interés y simpatías, y los medios de comunicación (y algunos cándidos periodistas) son permeables a sus exposiciones, especialmente cuando representan cierto progresismo. Esto último tal vez, como producto de comulgar sus visiones, en cuanto a los actores que impiden el progreso popular o identificados como enemigos; grandes empresarios, o empresas, y algunas actividades también como la energía nuclear, o la producción de cerdos en cantidad que resultan exitosamente estigmatizadas con su discurso. Lo curioso es que parecería una oposición a un adversario geopolítico, como si los chinos fueran un caso.

Las corrientes ambientalistas comparten también un enemigo común y general: la producción a escala y la técnica aplicada para lograr un aumento de la Productividad y la Competitividad. De hecho, un lema popular entre ciertos conservacionistas que resume su pensar es: “lo pequeño y artesanal es hermoso”, y lo “grande y tecnológico es horrible”, así, todo lo vinculado a la productividad es “economicista”, como si no fuera una condición sine qua non para intercambiar con el mundo que demanda siempre calidad y precio, es decir; “competitividad”.

Ante su demanda de frenar la producción y el consumo, entendemos que, por el contrario, se trata de crecer exportando mucho [para evitar la recurrente “restricción externa”], y expandiendo el consumo de las mayorías. Desde ya, respetando el cuidado ambiental con las debidas herramientas de control.

La pobreza de la que dicen preocuparse los ecologistas, se combate evitando el estancamiento económico y con la consolidación de la actual estructura productiva. La diversificación productiva, como señalamos anteriormente es garantía de crecimiento, [la minería y la carne de cerdo por casos].

El ejemplo de las pasteras radicadas allende la costa del Uruguay, que originaron un prolongado y vano conflicto por la supuesta amenaza de la contaminación del agua, tuvo como resultado quedarnos sin inversiones en industria forestal local, y con las continuas mediciones de la calidad del agua tratada y servida, se demostró que no existió tal contaminación.

Otro ejemplo del resultado de estos lobbies y movimientos ‘ecologistas’ negativos para el país, lo hallamos en la prohibición de explotar minas de uranio en Mendoza, que impidió la integración de la cadena nuclear en nuestro país. Argentina exporta reactores nucleares y produce agua pesada, pero debe importar las tortas de uranio.

El Proyecto Navidad, que aludimos al inicio, y que quedara desestimado a pesar del reclamo de los pobladores de sus adyacencias, preveía un despliegue de infraestructura y servicios a un lugar donde actualmente no existen, en el medio de la meseta a 200 kms de la comarca andina. Hoy esos pueblos de la meseta (Gastre y Telsen) ya escasamente habitados y dedicados a la ganadería ovina y cría de guanacos, desandan demográficamente.

Juan Cabandié: “Si fuera un partido de fútbol diría que al Gobierno le  faltó táctica y coordinación” - Infobae
Juan Cabandié, ministro de Ambiente. Foto: Infobae

Mitos: «Las explotaciones deberían ser pequeñas, casi artesanales para evitar todo impacto ecológico». Es obvio que cuanto menos se intervenga en la naturaleza, menor será la incidencia del ecosistema, pero la magnitud de «mega» es por las actuales necesidades de escala de la producción y a la distribución del material metalífero en los yacimientos.

El agua a usarse sería de la cuenca de Sacanana, totalmente alejada e inconexa con el ‘reservorio’ del río Chubut, por lo tanto, las prevenciones que difundieron los grupos hiperactivos para atemorizar a la población, resultaban en una falacia.

¿La solución? Se derogó la ley y se plantea un plebiscito (consulta popular) para dirimir el destino económico productivo de cierta región, y naturalmente la viabilidad del proyecto. Si bien tiene como ventaja un amplio debate público, aunque los grupos extremistas son capaces (ya se vio) de ejercer mucha influencia en la opinión pública general, también tiene su limitación en tanto que la consulta consiste en una opción binaria (sí o no), que no permite negociar concesiones cruzadas o explorar soluciones intermedias.

Lo razonable – deberían participar solo los pobladores de las zonas. Menos influenciados por esta ruidosa corriente (¿minoritaria?), que no es que plantee mayores controles ambientales, ni regulaciones estrictas, o la participación de los productores locales, o cambios impositivos, no están interesados en ninguna diversificación productiva. Respecto a lo anunciado, también rechazan la consulta. La perspectiva de esta corriente, nucleadas en ONGs que ‘curiosamente’ son financiadas por potencias extranjeras, es llanamente cancelatoria a las actividades económicas que precisamente generan divisas, y nos posicionan bien geopolíticamente ante el concierto mundial.

Lo anterior se opone precisamente a lo positivo del ambientalismo: ser una perspectiva política fundamental para repensar la relación de la sociedad con el medio ambiente. Mejora las condiciones de seguridad y contribuye a la regulación de la actividad minera, pero no la cancela.

La realidad es que el proyecto Navidad, solo puesto como ejemplo, tendría impactos de solución en varias áreas, el desequilibrio territorial más pronunciado que padece la zona, el alto desempleo (el mayor de la Patagonia) con la oferta de empleos formales, generación de riqueza y más equilibrio económico, en cuanto se amplía las fuentes fiscales. Todo ello con fuerte presencia estatal vigilando la actividad y el monitoreo con participación popular permanente a institucionalizar.

Conclusiones

COP26: La OIT se felicita por la Declaración sobre Transición Justa de la  COP26
Cop 26. Foto: ILO

Hasta el presente hemos constatado que, a nivel mundial, el crecimiento económico sostenido fue siempre acompañado de un constante deterioro social y ambiental. Eso hoy pone en crisis las relaciones entre los humanos y su entorno natural. Existen las interacciones entre los sistemas sociales y los sistemas naturales que es menester estudiar. Lo ambiental es más complejo que un problema tecnológico, demográfico, o meramente económico.

Ya no existe la imaginaria expansión ilimitada del consumo y de la producción, que el capitalismo primitivo nos ofreciera con su ideología del progreso y de conformismo consumista. Tampoco es correcto pensar a la sociedad y al medio ambiente como cosas separadas y en tensión. La degradación ambiental tiene efectos concretos sobre las personas, y como vemos en esta pandemia, estos fenómenos afectan en mayor medida a los sectores más vulnerables de una sociedad de por sí desigual.

La transformación ha de ser sistémica, para lo cual la “agenda de sustentabilidad” impulsada por las elites (sello verde, hoteles eco sustentables, countries energizados con paneles solares, etc.), suma, pero es harto insuficiente, se trata simplemente de «jardinería».

Finalmente, las advertencias científicas deben ser atendidas, los recursos naturales no son infinitos ni todos renovables. Evitemos las catástrofes (que ya empezaron a ocurrir), y desandemos el camino al colapso ambiental y humanitario. Se requiere Planificación donde un ambientalismo enfocado a las personas debe estar ínsito en sus proyectos, y éstos ajustados a las demandas de nuestro país y región, que contemple la justicia social y los derechos humanos.

Para ello, se necesita seguir creciendo, ampliando oportunidades para todos, eliminar a la pobreza, y eso no se logrará con inmovilismos o cancelaciones, solo con prudencia y control.