El Neorobespierrismo o la revolución de la derecha

Por: Roberto Candelaresi

Introducción

Como es dable observar en la actualidad, y en distintas regiones del mundo –particularmente en el hemisferio occidental–, las derechas de nuevo cuño, también conocidas como “derechas alternativas”, constituidas alrededor de una mezcla de consignas nacionalistas, posiciones anti estado, xenofobia, racismo y misoginia, y, mostrándose como la representación de la “indignación y la rebeldía” ante el “sistema capitalista”, son una FUERZA en clara expansión. Tanto, como para haber llevado al poder institucional a varios de sus líderes; Trump y Bolsonaro entre otros.

Con posiciones escandalosas, provocativas, y una pose en general carismática, logran concitar crecientes adhesiones, de mucha ciudadanía insatisfecha, postergados en el mundo social contemporáneo según se perciben. El aura de incorrección que envuelve a estas corrientes, funge de atractor para tales gentes, pero fundamentalmente a mucha juventud, inexperta en cuestiones políticas históricas.

Santiago Abascal, Líder de Vox España. Un ejemplo de las expresiones de extrema derecha que crecen en el mundo.

Aunque pretendidas como novedosas, sus propuestas son reaccionarias y en esencia, son el anti progresismo político. Su máximo logro tal vez sea el de arrebatarle a la izquierda tradicional, esa épica de lucha anti sistémica. El camino empleado hasta ahora, [y que buen resultado les ha deparado], es la utilización de redes, plataformas y foros que manejan con toda destreza, para practicar una guerrilla cultural, que fomenta el fanatismo que antes era subterráneo, y que cada vez emerge con menos prejuicios, toda vez que existen dirigentes que conducen, con un atrevido discurso que los aglutinan para legitimarlos en la superficie. Aunque resulten los argumentos esgrimidos inconsistentes, violentos o llanamente ridículos, precisamente por su condición de “trasgresores” siguen consiguiendo adhesiones. No olvidemos que esa característica era otrora propia del progresismo o de la izquierda revolucionaria en general.

Nosotros consideramos que este “fenómeno” debe ser seriamente tenido en cuenta. En nuestra sociedad, este reverdecer del fascismo criollo nos debe interpelar como demócratas populares, pues, por la historia conocemos donde conducen esos fanatismos conservadores. Lo mismo ha de prestarse atención a toda otra forma o manifestación de derecha creciente, aunque hoy nos parezcan marginales. Desde una visión intelectual, no ha de sobredimensionarse el tema, pero mucho menos subestimarlo. La batalla cultural tiene demasiado combates perdidos para las fuerzas populares y sociales como para omitir su examen y ponderación.

El análisis de la academia debería exponerse al debate público. Pues no solo se trata de una propuesta intelectual, sino política

No es solo de condenar ciertos discursos, actitudes o programas desde una mirada ética (solamente). Esa pose puede ser cómoda, pero resulta estratégicamente infructuosa. Más bien, debe buscarse los medios tácticos, para contener el avance de la fuerza anti-derechos que atropella a una izquierda y a un campo popular, que parecen impotentes para construir futuros alternativos a los que plantea esa derecha en rebeldía.

La cultura que cambia

Tengamos presente que esa nueva diestra intempestiva, retrógrada, está copando el campo tradicional de la derecha contemporánea, esto es, a los neoliberales y neoconservadores, combinando postulados de unos y otros, con la clara finalidad de obtener la dirección de toda la urdimbre derechosa.

Como anticipamos más arriba, el uso intensivo (y hábil) de las redes sociales por parte de distintos grupos y subculturas derechistas, logran cooptar a muchos que se rebelan contra el progresismo genérico, y, llenos de simplismo y prejuicios, los terminan amalgamando en una sola identidad política.

Desde lo ideológico, esta conversión de tantos liberales (individualistas puros) hacia posiciones más tradicionalistas, donde los valores conservadores son más preeminentes, tiene su marco teórico en escritos de Murray Rothbard (un discípulo de Ludwig Mises y Ayn Rand) muy influyente tanto en EE.UU. como en Argentina, que defiende la idea de la libertad individual en un marco jerárquico y ordenancista [familia / iglesia / empresa]. A su vez, aprovechando la tendencia de anti-izquierdismo de algunos conservadores [reaccionarios] se los seduce con una utopía que incluye al libre mercado más propia de los neoliberales, que así, resultan también atraídos.

Murray Rothbard supo proponer que el mercado laboral no debería excluir a las infancias.

Entre sus rasgos, la islamofobia le es útil para, con argumentos religiosos, establecer una defensa de la «superioridad de occidente» que se vincula con el racismo clásico. La nueva derecha se expide en temas como el conservacionismo (otrora bandera del progresismo) solo que haciendo hincapié en el rasgo nacionalista de la perspectiva. Cuidar la naturaleza solo para “nosotros”, que al poco de andar se descubre excluyente, por aquellas máximas que veladamente pregonan: «si se suben todos nos hundimos, mejor salvar a algunos» o «salvar árboles, no refugiados» como se verifica en Europa.

Todos esos mensajes son canalizados por medio del uso adecuado de los variados canales de comunicación que la tecnología ofrece, particularmente en las redes sociales, por lo que esa aparente apropiación de temas que tradicionalmente preocuparon a la izquierda, termina cristalizando en el territorio [los barrios, la calle], especialmente en el seno de la juventud. El nacional-populismo o la izquierda en general, no parecen tener las respuestas adecuadas a esa estrategia de cooptación. Ridiculizar a las expresiones de la derecha solamente, es una táctica improductiva; se sabe que la gente es crédula en cuanto a tiende a reafirmar los principios que ya incorporó a su creencia (incluso como dogma). Se trataría más bien de reafirmar los ideales con nuevas estrategias comunicativas eficaces, antes que bombardear al campo adversario de la derecha desmesurada, antipopular y antiliberal (a despecho que suelen presentar los valores liberales como propios).

Hurgando en el campo popular

Con diferencia de matices, ya no existen corrientes anti-sistémicas en el campo nacional y popular y la izquierda en los países occidentales, como no sean pequeños grupos marginales. Todas las expresiones de esa tendencia se asumieron parte de la democracia representativa y promovieron el Estado de Bienestar. Hoy, en frente, tienen a una derecha radical (alternativa) que pretende patear el tablero con discursos contra las élites, el establishment político y el sistema.

En el marco del capitalismo triunfante, con el subsecuente «discurso único» fukuyamista predominante en la cultura, el reformismo, si bien mantiene (y manifiesta) su preocupación en torno a la problemática de la injusticia, la falta de equidad, la desigualdad y la inmoralidad, que en el pasado articulara, no solo encuentra dificultad para concretar proyectos transformadores, sino parecen sus fuerzas políticas, ser incapaces de imaginarlos, o de prefigurar el futuro. En todo caso, existen movimientos sociales progresistas – ambientalistas, feministas, antirracistas– contenidas en el progresismo o campo popular con visiones, pero parciales.

En los ’90 parece haber terminado la épica de la democracia social. Todas las propuestas del campo popular lucen ‘descafeinadas’ hoy. Del otro lado, en la derecha, florece toda una constelación de posiciones divergentes en cuanto a sus culturas política o tradiciones, pero que se trataría de diversas facetas de un mismo movimiento supuestamente “rebelde” y “desobediente”.

El nihilismo que todo lo impregna

Hoy si bien los valores cívicos no están en discusión, y, aunque el augurio alfonsinista de comienzos de la recuperación de la democracia que “con la democracia, se come, se educa y se cura”, puede estar en cuestión a la luz de tantas crisis, por ahora no se advierte una mayoritaria adhesión a autoritarismos o un fenómeno anti sistémico, como el del 2001 con el que se vayan todos [aunque algunos opositores irresponsablemente estimulen la ocurrencia de algo semejante], sin embargo, se gesta un reclamo mas silencioso. Lo que es evidente – a nuestros ojos – es la creciente desidia social, una suerte de indiferencia hacia la clase dirigencial y los asuntos públicos generales.

Peligroso resulta cuando a esto se suma la construcción de un nuevo sentido común por parte de ciertas fuerzas conservadoras [derecha extrema, alternativa o populista], que además repudian todo lo colectivo [a menos que esté rigurosamente jerarquizado]. Se reafirman estereotipos y prejuicios, en lo que es claramente una retrogresión intelectual. Hoy estos pensamientos comparten el acervo de la cultura contemporánea. Nada ajeno a la cultura del capitalismo globalizado.

Esa derecha también resulta temeraria desde la perspectiva del sistema, puesto que se hallan en capacidad de disputarle a la izquierda la “indignación social” ante la realidad, y de proponer caminos de transformación. No importa aquí si esa vía de cambio esté pavimentada con falacias inescrupulosas, teorías conspirativas, distorsiones de la Historia, etc.

Manifestación Anticuarentena en 2020
Foto Kresta Pepe | Enfoque Rojo

El caso es, que resulta atractiva para un sector cada vez más amplio de la ciudadanía, inconformes de su situación socioeconómica, mientras que la intelectualidad del progresismo del campo popular, señala con desdén los fundamentos que esgrime esa derecha agresiva, y lo hace desde una pretendida superioridad moral, pero subestimando la aceptación que, por sus mutaciones ideológicas que les permite adaptarse y ‘transformarse’, gana día a día en el pueblo. Esa endogamia académica de lo que se conoce como el “marxismo cultural” por la misma derecha (en tono peyorativo), es ceguera erudita o pereza intelectual. Por ello entendemos que esto de por sí, amerita el interés analítico de la Ciencia Política.

Un objeto de estudio sería elucidar cómo la derecha rebelde construye y logra implantar una narrativa que contrasta con la realidad. En efecto, sostiene que la disputa por el control cultural, a diferencia con la derrota del socialismo en lo económico, fue ganada por la izquierda en general, que logró imponer un statu quo opresor y alineado con el orden económico global.

Por ahora los anticuerpos democráticos resisten, pero la influencia libertaria o del populismo de derecha (Trump, Bolsonaro, Lasso) crece en vastos sectores sociales en todas las naciones, y con ella, se expande la legitimación de sus relatos y propuestas.

Guillermo Lasso, actual presidente de Ecuador

Se trata además de revisar el propio discurso del campo popular, y estar dispuestos desde ese espacio a introducir modificaciones necesarias, que, explicando la realidad en modo convincente, contengan a las mayorías como fue tradicional en la Historia. Los gobiernos de ese signo deben imponerse la necesidad de articular un discurso claro y accesible a todos, amén de señalar puntualmente la falta de escrúpulos y de pruritos de la derecha opositora. La descalificación no es una estrategia suficiente, especialmente frente a millennials y centennials, que son atraídos por esas insensatas propuestas, y que se abroquelan aún más defensivamente, ante lo que asumen como un ataque a la rebeldía anti elitista como les ofrece –supuestamente– la derecha de nuevo cuño.

El complejo escenario nacional

Hoy vivimos en Argentina, una rara convivencia como fenómeno social, y de nuevo, de interés para la Politología; existe un sector altamente radicalizado, dispuesto a la militancia voluntaria y al debate público, por un lado, y, asimismo, un importante segmento de la población que se denota como desapasionada, descreída y desinteresada de la cosa pública y mucho más, de las propuestas que ofrece cualquier actor del arco político nacional, por el otro.

La creciente abstención en los sufragios, es un síndrome de aquello. Desgano y desaliento. El modelo electoral siente el ayuno de sufragios como un reto sistémico. Si a esa realidad, le sumamos las críticas irracionales de los ‘rebeldes’, que inducen a sus adeptos a percibir de manera homogénea y negativa al conjunto de la clase dirigente, lo que podemos llamar como el ya comentado nihilismo político, tenemos un desafío a la solidez de la democracia.

Participación de electores sobre el total del padrón en todas las elecciones desde el regreso a la democracia en 1983
Fuente: Argentina.gob

Se trata de una variable de conducta bifronte, pues contiene el cinismo político de los “nuevos líderes” que no son de la ‘casta’, y, el escepticismo de los adherentes a esta derecha, que no reconocen contrastes en las ofertas electorales de las diversas expresiones partidarias (“todos los políticos son iguales”) y esto se refleja en las encuestas con la caída del apoyo a la democracia por parte de la población, que, en las 2 últimas décadas, cayó un 20%.

Ya lo decía el maestro Giovanni Sartori; «LA DEMOCRACIA representa un principio de legitimidad y un elemento de continuidad, pero, es, antes que nada y por sobre todo, UN IDEAL», y como tal, en cada etapa se pone a prueba. Las convenciones mutan, así como no existe ningún derecho que sea eterno, aunque hoy esté consagrado.

Un hombre cualquiera (Qualounquismo) en Argentina

Por algún tiempo en Italia existió un partido político fundado por el periodista y dramaturgo Guglielmo Giannini, con características de periférico del sistema cívico, y, por tanto, sumamente crítico de los otros partidos, y fundamentalmente de sus líderes, a quienes reputaba como meros interesados en negocios y no en el interés popular. Fue por breve lapso, un desafío al establishment; a sus privilegios.

Guglielmo Giannini leyendo el periódico satírico “L’Uomo Qualunque”

Sus ideas, son cada tanto retomadas –en diversas partes del mundo– por candidatos carismáticos y outsiders de la política tradicional. Su propuesta básica es de echar a los políticos para entregarle el gobierno al hombre común. El fenómeno del qualunquismo, cuando toma cierta virulencia y sus exigencias son notoriamente demagógicas: se aproxima al fascismo. Esto fue advertido por otro gran politólogo italiano, Gianfranco Pasquino, interesado en el problema de las actitudes sociopolíticas de las llamadas capas medias.

Una extendida sensación palpable de debacle endémica se puede hallar en grandes sectores sociales, la pobreza e inflación indómita crónicas, el desmejoramiento en el nivel educativo y subempleo todos son factores que conforman un escenario propicio para el reforzamiento del simplismo de la derecha, y, particularmente del liderazgo desafiante de un “uomo qualunque”, que viene a zamarrear la apatía y la frustración de tantos. Las mismas por las que se rechazan a la dirigencia tradicional.

Esta ola antipolítica impacta negativamente en la valoración de todos los dirigentes, oficialistas u opositores, sin embargo, para alguien ‘fresco’ que “viene de afuera”, como el caso del economista Javier Milei, se ve favorecido. Su lucha de qualunquismo contra la “casta política” es una estrategia que le dio sus frutos.

Clima de época: La polarización extrema

Cass Sunstein, cientista social norteamericano, comprobó empíricamente, que las personas con opiniones moderadas, luego de una fuerte discusión refuerzan sus opiniones con virulencia. Es decir, se verifica una tendencia a inclinarse hacia los extremos. Su interés de estudio trascendió la mera manifestación de posturas exageradas, sino se centró en conocer cómo se convierten algunas valoraciones, en planteos categóricos e irreconciliables. Logró discernir la conducta de ciertas personas que, basados en dudosas fuentes, escasos argumentos o falta de información (diría que sufren de una “epistemología lisiada”, no les impide asumir posiciones intolerantes.

Como colofón a su ensayo, Sunstein aconseja desarticular ese extremismo, mediante discusiones abiertas en la esfera pública, deliberación que, según el autor, termina desenmascarando prejuicios. La sobreexposición desgasta naturalmente, es la bendición y maldición de estar en el centro de la escena. La FORTALEZA de un líder como Milei [desenfado, carisma y manejo de cámaras], puede ser su misma DEBILIDAD [hablar de tópicos de nula pregnancia, o irritativos para vastos sectores], se expone a inflexiones hacia la baja en su performance como líder.

La imagen positiva del dirigente de Derecha cayó 10 puntos en junio mientras que la negativa creció 13. Fuente: FIXER

El fenómeno “Milei” debe considerarse como un armado mediático, donde se exaltaba su figura como atracción de pantalla (un outsider, casi un freak), pero nunca inquiriéndole acerca de los fundamentos de sus posturas, o repreguntándole. Se banalizó irresponsablemente en los medios hegemónicos y asociados, su presencia en la política.

Juan José Linz, célebre politólogo germano-español, advirtió que el mayor desafío que enfrentan los regímenes democráticos es tratar, a toda costa, de impedir la abdicación de los moderados. Porque, si eso ocurre, solo triunfan los extremos.

Resumiendo a modo de cierre

Vivimos un clima de época propicio para el desarrollo de todo tipo de ideas rupturistas, incluso las más excéntricas, de tal suerte que hoy tenemos un collar variopinto de propuestas, muchas contestatarias, pero vienen de espectro diestro del tablero. Mas o menos, todas anti estatistas, supremacistas de clase e intolerantes con lo diferente. Idealizan una libertad perdida que anhelan recuperar (¿?), pero no como un modelo colectivo, sino absolutamente sectario y selectivo. Nostalgias de un pasado “aristocrático” de exclusión.

El futuro hoy no es promisorio, sino amenazante incluso. Las masas quieren entonces certidumbres, previsibilidad y seguridad. Resignan incluso alguna oportunidad de desarrollo material, si no es segura. En ese marco, la licuación de las identidades sexuales, o nacionales, les ofrece una sensación de desamparo. No todos pueden (mi quieren) deconstruirse con facilidad. El poder adquisitivo que se degrada constantemente, atenta contra cualquier plan a futuro. Por todo eso, un grupo importante de la población rechaza los estándares progresistas enarbolado por gobiernos populares, y busca quien le ofrezca un camino simple pero seguro. Esa es la utopía de la derecha.

La disputa por la indignación, la va ganando la derecha, porque culpa a la izquierda y movimientos populares de autores de sus sinsabores actuales, aunque ese discurso sea solo un desenfreno demagógico.

Por su parte, la consagración del capitalismo y la “derrota” (o fracaso) del socialismo real en el orden mundial, dejó sin mayores alternativas, mas que aspiraciones distributivitas del movimiento nacional, condicionando la capacidad de proyectar. Mas aún; adoptar la creencia de que “es lo que hay” y lo único viable, conduce a un imaginario derrotista, que por tanto, ya no promueven cambios estructurales en el modelo de sociedad capitalista actual. Esto es la falta de ÉPICA.

La derecha está aprovechando la situación y resulta más audaz, de allí la adhesión de tantos jóvenes que ayer se movilizaron por las consignas de La Cámpora, y hoy, sus voces indignadas con la realidad se enfocan a otra utopía, que se presenta como transgresora. El campo popular, para volver a ser persuasivo en la disputa por el sentido del mundo que viene, debe generar una nueva mística, y evitar los sectarismos como también, a embarrarse en la lógica de la confrontación polarizada.

Con las banderas de siempre, pero ha de ofrecerse un nuevo camino, especialmente para que la juventud y las clases medias avizoren una nueva alborada, que los entusiasme. Ese es el desafío de la hora. Mejor encender el crisol y elaborar el nuevo talismán del progreso colectivo y democrático. De lo contrario, la distopía a la que en verdad conduce la derecha ¡será una realidad!

Junio de 2022