“Los desencadenamientos actuales de la ira tienen origen, más que en móviles ideológicos, en afectos subjetivos expresados desde las heridas personales, desde el fondo de las tripas y con el smartphone en la mano.”
Éric Sadin
Por: Roberto Candelaresi
0 – INTRODUCCIÓN
Acabamos de transitar una experiencia tan inédita como grave en nuestra vida política, un fallido atentado a la vida de la vicepresidenta y la líder política más relevante del oficialismo, y del país, lo que le da más relevancia al suceso.
Este intento de magnicidio no puede ser considerado como un hecho aislado, sino como producto de un contexto de crispación social, construida y fogoneada por demasiados medios de comunicación con DISCURSOS DE ODIO, para dar paso a una experiencia NEOFASCISTA, que aplaste definitivamente al peronismo como corriente política contestataria al poder real, por lo que acallar a su conductora eminente sería un paso determinante.
Creo que el gobierno en funciones, no ha tomado el tema del crecimiento de la ANTI POLÍTICA y su probable impacto en el electorado y en la sociedad en su conjunto, con la gravedad y hondura que se merece. Hay sectores sociales fértiles para la germinación del (neo)fascismo como las elecciones de medio término mostraron favoreciendo propuestas de ultra derecha [J. Milei, J. L. Espert].
Con una maniobra clásica del fascismo, se denuesta a toda la clase política como “privilegiada y parasitaria”, cuando no corrupta, pero no se critica a quienes detentan verdadero poder, especialmente económico y productores de desigualdad. Así, el foco no se posa en lo estructural, sino en lo contingente, burócratas y políticos que pasan en la rueda del tiempo. Pero al hacerlo, deslegitiman a la POLÍTICA como actividad mediadora de los intereses de la sociedad, y solo consolidan a la “aristocracia”, como si fueran “neutros” para el desarrollo social.
Los denunciadores de la “casta política” – que terminan incorporándose a ella, pero como “rebeldes” una vez que obtienen posiciones en el sistema institucional– en general son financiados por «fundaciones» norteamericanas, que hemos referido en anteriores artículos [Atlas, Heritage, Libertad], y se montan en una sensación generalizada en el pueblo argentino, del DERROCHE ocasionado por algunos políticos en algunas etapas, y los AJUSTES sobrevinientes para el conjunto.
I – GOBIERNO POPULAR BAJO AMENAZA
Aunque el kirchnerismo fue una experiencia disruptiva, en el sentido de revalorizar a la política como herramienta de transformación y mejora objetiva de las condiciones de vida de amplias mayorías, no logró ensamblar a toda la clase dirigente en su proyecto de desarrollo, por lo que la derecha aprovechó para reavivar el fuego en el rescoldo del odio y de la anti política, dirigiéndolos hacia el oficialismo de ese entonces. El multimedio Clarín, aliado a otras fuerzas como las del capitalismo rural, produjeron una ruptura al incentivar un CONFLICTO GOBIERNO/CAMPO que fue un hito en 2008.
La realidad es que las gestiones “K” nunca afectaron seriamente a sectores económicos concentrados, sí produjeron una REDISTRIBUCIÓN beneficiando a los más desposeídos, pero dentro del mismo cuerpo social [sin afectar rentas empresariales]. Eso entre cierta clase media, fue el foco de disconformidad que aprovecharon los medios concentrados para DIVIDIR. La muletilla: la presión impositiva asfixiante. Actividad recibida con beneplácito por los detentores de riqueza, que no ven cuestionados sus estatus (ni sus exiguas cargas tributarias), sino que obtienen una clase media que acompañan sus privilegios, tal vez por mera aspiración.
Surge el mito de que “los ricos no roban”, por eso, pueden gobernar con eficiencia y sin corrupción. El sr. M. Macri, antiguo numen de la «patria contratista del Estado», fue al gobierno como resultado, y el severo RETROCESO EN LA DISTRIBUCIÓN del ingreso para la mayoría, su consecuencia.
En el periodo pandémico se pudo observar cómo, desde una elevada ACEPTACIÓN original por las políticas sanitarias del gobierno, se fueron desarrollando una serie de actividades callejeras críticas con él, – incluso imprudentes por lo anti higiénicas y con reclamos insensatos – que merecieron una tardía reacción de parte del ejecutivo, y ello mermó el apoyo popular, a la vez que aseguró en algunos sitios (especialmente en CABA) la supremacía de las ganancias económicas por sobre el cuidado de la salud, para los sectores dominantes.
Ni en la cúspide del apoyo social, el gobierno, distraído por lo sanitario u otras prioridades, tocó al poder real o a sus resortes (la justicia, los monopolios mercantiles, los subsidios, corridas cambiarias, Vicentín, etc.). El gran empresariado argentino se sintió una vez más en posición de expresar su voluntad e imponerla por encima del pueblo, aprovechando el creciente sentimiento antipolítico. Y cuando en el escenario político un actor avanza, los demás, retroceden.
La identidad de los poderosos suele estructurarse en la desigualdad. Eso es lo que practicaron durante la pandemia, pues no toleran someterse a las normas que rigen para las mayorías. Estas conductas no reprochadas desde el Ejecutivo, promueven una grieta de resentimientos. Pero mucho más, si miembros del oficialismo, incurren en privilegios, que precisamente cuestionan. Esa defraudación, cuando sucede, no suele “perdonarse”. Y todo ello, contribuye al crecimiento de la antipolítica.
La gravedad de las expresiones que se empezaron a testificar en marchas, arengas, en dichos y entrevistas de algunos personajes, en la producción de figuras o alegorías mortuorias, no ha sido registrada por el oficialismo, o al menos parece carecer de voluntad de reacción. Muchas veces, ni se pronuncia sobre esos hechos o actúa con normativa existente para lenguaje discriminativo, u ofensivo, por ejemplo, o cuando un “comunicador” estimula la violencia o estigmatiza a otros actores sociales y políticos.
La agresión sufrida por CFK vino providencialmente a darle un SACUDÓN A LA POLÍTICA, movilizando grandes masas en torno a su figura, pero tomando, además, una clara posición en contra a la persecución mediática y judicial que viene sufriendo desde hace tantos años. Voluntad callejera que sacudió el sinsabor y el escepticismo que se percibe incluso a las huestes del oficialismo, muchas veces desilusionadas por la lentitud de ciertas reformas. La movilidad en la calle tiene dos efectos: retrocede a la antipolítica, y, demuestra un compromiso de multitudes a confrontar con el poder real.
Ciertamente el resultado electoral del año pasado no le permitió al oficialismo reconstituir mayorías parlamentarias o agrandar una primera minoría para facilitarle el quórum para sesionar siempre. Por otra parte, el entramado judicial y estado económico dejado por el macrismo, produjo una DEBILIDAD que hasta ahora el liderazgo político necesario para revertirlo no aparece. Los intereses del poder económico avanzan, o al menos no ceden, en este estado de situación.
A ello, se suma a la VAGUEDAD de un discurso de proyecto político en el oficialismo, de escaso tono confrontativo, pese a la hostilidad desplegada tanto por el establishment, la oposición neoliberal y los operadores de la ultra que estamos describiendo, no resulta esperanzador para la clase trabajadora que siempre fue leal al peronismo, pero mucho menos a la clase media ideológicamente oscilante que, pauperizada en el anterior gobierno, pero demorada en su recuperación con el actual, buscan a un culpable de sus penurias. Los medios hegemónicos se encargan cínicamente de señalar el CHIVO EXPIATORIO.
La DISCONFORMIDAD colectiva está en el aire, y es ‘masa fértil’. El rechazo a la dirigencia – incluso de todo color político – por su falta de capacidad de entender de nuevas subjetividades es un hecho. Por eso a veces, obtienen triunfos pasajeros algunos políticos simplemente con slogans [pescadores de estanque], que interpreten estados de ánimo, sin necesidad de compromisos concretos.
Se requiere conocer la SUBJETIVIDAD DOMINANTE en este tiempo, que subyace al «clima de época», para conjurar la apatía de muchos y la desmovilización que hasta la semana pasada pareció reinar en las filas populares. Se trata de sostener una nueva mística para volver prestamente a las calles con entusiasmo cuando la lucha lo aconseje. Pero lo más importante a nivel desafío es que la dirigencia, al menos del campo nacional y popular no se divorcie del electorado (militante, adherente o no). La empatía con la gente siempre debe ser manifiesta, para evitar su alienación de esas mayorías con la política y que puedan medrar entonces, los del movimiento antipolítico que acechan.
II – LOS ACTORES
Ya nos hemos referido a la emergencia en Argentina de una derecha radical, que, resulta de la fusión de dos derechas muy distintas: una liberal y otra reaccionaria nacionalista. Se fusiona el discurso del libre mercado con uno muy conservador, anti género y anti izquierdista. Esto impacta en el sistema político y la sociedad argentina (que se desplaza progresivamente hacia ese sentido), como manifestación de una tendencia o fenómeno global. Ese reflejo, es aprovechado por algunos individuos con ambiciones de poder, que aparecen recurrentemente en las pantallas de tv (amistosas u hostiles) hasta posicionarse [hacerse conocidos] ante la OPINIÓN PÚBLICA.
Caso paradigmático, es el economista (U.B.) ultraliberal Javier Milei, devenido en clown mediático – dado sus continuos exabruptos públicos y opiniones amorales y disparatadas –, pero que, observando analíticamente sus intervenciones se advierte que su desmesura retórica y su desarreglada actitud, son probablemente ejercicios actorales. No obstante, careciendo de un pasado “rastreable” [esto es, antecedentes públicos] su personalidad es aún enigmática.
Nos interesa, sin embargo, caracterizar al prototipo de nuevo dirigente del espacio “antipolítico”, que ciertamente abarca a otros emergentes de la política de los últimos años, que actúan en la misma sintonía, y con cierta eficacia discursiva para un creciente sector social. Solo a título de ejemplo citamos a José Luis Espert y Martín Tetaz, como los más reconocidos e «institucionalizados». Ambos también economistas, y que por supuesto, sus abordajes discursivos tienen un enfoque economicista, tanto como antipolítico.
Las insatisfacciones en el plano económico (por ejemplo, la inflación que horada poder adquisitivo del salario), no determinan el marco ideológico que encuadrará una salida programática al malestar, no implica una orientación predeterminada. Debe haber siempre una previa construcción ideológico– política para canalizarla.
Entre las CAUSAS ESTRUCTURALES sobre las que reposan y crecen los nuevos dirigentes de la «no política». estarían: desplazamientos ideológicos de la opinión pública, climas de época, procesos sociales de carácter global y transformaciones del espacio público.
Va de suyo que la expansión y auge de la EXTREMA DERECHA, siendo un fenómeno global, como lo reconoce la abundante bibliografía académica, se explica con análisis sociológicos y politológicos universales, no estrictamente locales (aunque existen variaciones del fenómeno en cada país, por cultura, tradición política, conformación social e historia). Lo que podemos afirmar es que existe una visible “coincidencia de época” en este tipo de discursos y liderazgos.
DEL REBAÑO
Los discursos apelan a la audiencia desde la esfera de lo emocional. Promueven y representan la ira y resentimiento por las frustraciones y la segregación que sufren los “no triunfantes”, número creciente de la comunidad. Van configurando una subjetividad en muchos de esos individuos (preferentemente jóvenes) políticamente sesgada por la intolerancia. El discurso «libertario» se apunta al Estado, la casta política y al socialismo como objetos del “Mal”.
El nuevo ambiente social, pos-pandémico, es uno en que los lazos sociales se han debilitado, el sistema de valores comunitarios mutó desde el favor hacia la solidaridad y la protección estatal, a una vida asociativa de menor confianza interpersonal, producto tal vez, de temores sanitarios y encierros relativos que atomizó la vida social, enmarca las posibles salidas hacia adelante en las expectativas, y todo ello, sobre una crisis económica distributiva severa.
El resultado de tal deterioro en el tejido social, es que permea la aparición de una rabia nihilista y percibir al otro como amenaza [todo lo contrario al solidario slogan La Patria es el Otro]. Menos solidaridad implica más INDIVIDUALISMO RADICAL. La democracia no se asimila ya mayoritariamente con la aspiración de igualdad. Un imaginario de menos Estado; más meritocracia y “libertad”. Este cambio de valores, es lo que nos define el viraje hacia la derecha de cierta parte de la opinión pública [electores].
Las desigualdades se agravan en Occidente, pero crece el reclamo por LA LIBERTAD. El igualitarismo es continuamente desvalorizado. Esta tensión resulta en un reto a la estabilidad política, claramente, ya que las sociedades en conjunto se manifiestan ya muy fragmentadas. Pero es un dato a considerar en nuestro país, con una fuerte tradición popular y una matriz de pensamiento Estado-céntrica.
Estamos frente a un giro a la derecha de la misma derecha. El PRO sentó las bases (anti política, anti regulaciones, estado agobiador, etc.) en la competencia política nacional, que ahora los “nuevos emergentes” vienen a profundizar. Por ahora los seguidores son cuantiosos pero minoritarios comparados con las grandes coaliciones que protagonizan la pugna del poder. Pero el nuevo “tercer espacio” puede crecer, previsiblemente parasitando a TxC (Alianza Todos por el Cambio), pero también incorporando desilusionados sin grandes compromisos ideológicos (el nihilismo en expansión).
Lo que sí parece ser irrefutable, es que la emergencia de estos nuevos liderazgos libertarios ha provocado una exacerbación de los principios de la derecha organizada, que se va corriendo en el espectro para no perder adeptos. La precipitada lucha interior al PRO por las candidaturas, y sus discursos crecientemente ultramontanos para distinguirse unos líderes de otros, es una evidencia.
Se expande la pasión desigualitaria en una sociedad ya desequilibrada, una retórica reaccionaria en escalada, dirigentes que promueven la intolerancia y cuestionan principios democráticos tradicionales [igualdad, convivencia y cultura común]. La era de las redes con creciente incomunicación [aislamiento] interpersonal. Es un tiempo difícil.
Lo interesante es precisamente que la predestinación no existe en la vida de los pueblos (por más que algunas naciones lo proclamen), pues, con imaginación y acción política, se pueden modificar realidades y desafiar aquellas fronteras de lo posible, como decíamos de las utopías.
III – LOS MEDIOS
Quien puede dudar de que nuestro país a partir de la crisis del 2001, no tuvo una deriva de transformación social y cultural, como apenas esbozamos en el área política más arriba, que, naturalmente también “transfiguró” audiencias [percepciones, intereses, miradas].
El resultado en el mundo de las comunicaciones fue una radicalización de los medios hegemónicos hacia la derecha, que en su momento constituyó un espacio vacante, puesto que cuando se expresaba ganaba mucha audiencia [caso Radio 10], por lo que el primer interés de las corporaciones informativas fue el comercial. Mas tarde, divorciados de los intereses del gobierno popular, su interés giró hacia lo político, como actores importantes marcando agenda. Netos factores de presión primero, y poder después. Hoy los multimedios exhiben una programación tan sesgada, casi sin relación con la realidad.
Ya señalamos que las derechas en general, tienen una forma de construir discursos vinculada con la reproducción de creencias profundas y en general primitivas, apelando al ODIO, al TEMOR, la INCERTIDUMBRE, etc. A ello se abocan las redacciones de grandes medios. Las voces consideradas como “líderes de opinión”, fueron progresivamente absorbidas por las corporaciones comunicacionales en todos sus medios y modalidades.
Insultos, agravios machistas, racistas y negacionistas son la materia cotidiana de un discurso que se define ALT RIGHT [DERECHA ALTERNATIVA, movimiento radicalizado que emergió de las redes], y que propalan en virtualmente toda su programación los multimedios, Clarín, América, La Nación +, siendo señeras en la órbita radial las emisoras Mitre y Rivadavia.
Ese discurso en esencia discriminatorio, es lo que se utiliza para favorecer la situación de individualización, el desinterés por la desigualdad, la estigmatización de actores, etc., en definitiva, la derechización de la ‘Anti política’, que no es otra cosa que superponer las creencias a las IDEAS. Y en esa actividad, se destacan los medios masivos [Clarín] tanto como los que tienen cierto prestigio simbólico [Infobae].
UN ATENTADO DE MAGNICIDIO COMO COLOFÓN
Es evidente que la tentativa de asesinar a la Vicepresidenta superó los límites de violencia e irresponsabilidad del proceso social que estuvimos describiendo. Un proceso digamos que fue escalando, desde hace al menos 14 años, con una notoria cúspide en el régimen macrista, donde incluso hubo asesinatos de actores sociales a mano de fuerzas de seguridad, enmascarados por el gobierno de turno, y con la impunidad que la vergonzosa inacción judicial ofrece a tales actos represivos ilegales. Eso marcó una ruptura con los consensos sociales básicos alcanzados desde la restauración de la democracia.
Para conjurar la supervivencia de ese estado de situación y evitar la repetición de actos de tal magnitud, garantizando la lógica de la PAZ, se hace menester un NUEVO ACUERDO entre todas las fuerzas políticas y sociales de la nación, estableciendo límites de acción y respetos inamovibles. Sin mezquindades ni oportunismos. De lo contrario, enfrentaremos un quiebre político del sistema. Al día de hoy, la fuerza que lidera la coalición opositora [PRO], como nueva expresión política institucional (no existía al momento del regreso de la democracia), y otras agrupaciones libertarias de reciente conformación, no parecen estar interesadas en participar de un tal pacto.
Las fuerzas de derecha, por otra parte, parecen de recostarse en la impunidad que ya comentamos, dado que la realidad demostró que las muertes por represión de militantes populares, no les ha traído consecuencia política alguna, en términos de caudal de adhesiones. Tan es así que muchos de sus representantes políticos institucionalizados, promueven violencia y hostigamientos a sus adversarios dirigentes, con lo que la inmunidad acordada entre políticos multipartidarios de otrora, ya no estaría vigente. La condición de convivencia dentro del sistema se ve así, debilitada.
Es de destacar, asimismo, que el “bajar las armas” no es justo ni siquiera en su enunciación cuando se habla de «bandos». El campo nacional y popular, o el progresismo de izquierda, siempre puso las víctimas. En los 40 años postdictadura, no hubo fatalidades en individuos de derecha tradicional o nueva derecha –sean políticos, periodistas, o personalidades–, como consecuencia de atentados o ataques, ni siquiera represores del terrorismo estatal.
Claramente, la radicalización violenta es unidireccional: de derecha a izquierda. No se debe igualar o equiparar las responsabilidades de la dirigencia política de todas las expresiones, si se quiere abordar el tema con seriedad. Las expresiones ante la conmoción del atentado a CFK en repudio, se hicieron oír prontamente, incluso desde el espectro de la derecha (PRO, UCR, Coalición Cívica), pero, las excepciones sirvieron para identificar a la dirigencia ultramontana y anti sistémica. No solo porque algunos personajes dentro del congreso y en jefaturas partidarias, no adhirieron al repudio, sino que propalaron versiones dudosas acerca de la autenticidad del atentado. Otros políticos o militantes reaccionarios, esbozaron públicamente “justificaciones” por descuidos de seguridad o por haber generado tanto odio (¿?), o teorías conspirativas de montaje o autoatentado.
Así planteado, se puede comprender las dificultades para concertar siquiera un comunicado conjunto de la asamblea parlamentaria, para no hablar de un pacto de concordia, ya que la coalición opositora contiene esos remisos a consagrar la vida y repudiar toda tentativa de homicidio. “A Cristina hay que fusilarla!” (diputado del PRO).
CIERRE EXHORTANDO A LEVANTAR LA GUARDIA
Quitarle magnitud al evento acaecido con la vicepresidenta de la nación (y ex presidenta constitucional de dos mandatos), es harto peligroso, pues invita a profundizar la ruptura de lazos sociales entre simpatizantes y opositores. Destruye además el vínculo de reciprocidad entre políticos de todo color, en pos del equilibrio sistémico.
El neofascismo con su instrumentación del ODIO y su difusión capilar, es una amenaza seria a la DEMOCRACIA; a la POLÍTICA tal como las mayorías conocen: como herramienta de “potencial” transformación. Todas las expresiones que se hicieron visibles los últimos años, sean amenazas, alegorías de horcas o guillotinas, cuerpos mortuorios identificados con dirigentes populares, ataques con antorchas a la casa de gobierno, incluso golpizas que patotas propinan a sujetos indefensos o inermes, son manifestaciones inequívocas de neofascismo.
Los discursos antidemocráticos no son neutros o inocuos, en ninguna parte del mundo. Ni en la toma del Capitolio en Washington, ni en la ostentación de armas por un custodio en un acto de Milei, ni en la muerte de un jugador juvenil de fútbol a manos de la Policía de la Ciudad en Bs. As., estuvieron ausentes sus efectos perlocucionarios.
La irrupción de la ultraderecha en el país, condicionó la AGENDA de los debates políticos, así aún como minoría, instalan en la asociación de “Cambiemos” posturas corridas de sus orígenes, para no desentonar y no perder adeptos, especialmente jóvenes.
Lo que sugerimos desde esta humilde columna, es que se le ponga un freno ipso facto a toda muestra pública de intolerancia, de pronunciamiento odiosos, es decir, legislar sobre las herramientas lícitas de la confrontación política proscribiendo contenidos de difusión, que no alienten a la concordia, aún naturalmente resaltando las diferencias de opiniones y proyectos.
El odio se expande y se hace carne en muchas personas susceptibles de EMOCIONES FÁCILES. Muchos inescrupulosos lo instrumentan políticamente, pues en un clima generalizado de odio, cualquier propuesta denostando al objeto odiado por amoral que sea, resulta aceptable, sin mayores reflexiones.
Desde la estrategia, advirtiendo que el fenómeno viene creciendo desde hace unos años a través de redes sociales, encuentros y charlas y que su núcleo reside en jóvenes (menores de 30 años), un objetivo democrático sería poner más atención al contenido que circula por las redes, para eventualmente contrarrestarlo (si es negativo al sistema), y al mismo tiempo generar un contra discurso político que logre interpelar a esos jóvenes.
Atender y tratar de dar respuesta sus reclamos materiales como acceso a la vivienda y empleo estable, ya que eso genera enojo e indignación ante la imposibilidad de planificar a futuro el curso de sus vidas. El discurso antidemocrático cala hondo porque como ya describimos, apela a sentimientos simples, transmite sensaciones de injusticia que llega incluso a sectores de escasos ingresos, que no “sienten” diferenciación alguna con aquellos beneficiarios exclusivos de aportes del Estado, por ejemplo, de allí la rabia.
Tomando distancia de los “militantes”, los “librepensadores”, como prefieren llamarse los seguidores libertarios, emergen en medio de una crónica crisis de representación política, que además se renueva cuando la convocatoria electoral obliga a millones de jóvenes a rebuscar una identificación partidaria. Es en este contexto en el cual las nuevas juventudes tal vez ya no se sientan seducidas por políticos tradicionales, o interpeladas por llamados de consensos de un puñado de puntos básicos.
En definitiva, los actores de la anti política están creciendo. Deben ser CONSIDERADOS para generar estrategias que los contengan. Los verdaderos demócratas tienen el reto frente a sí.
Septiembre de 2022