La verdadera educación no da a nadie por perdido

Por: Luis Dib

Los últimos dichos de la ministra de educación de CABA pueden horrorizar pero no sorprender; de esta funcionaria se han escuchado dislates parecidos en varias oportunidades.

Soledad Acuña no es docente, nunca estuvo frente a un aula. Y si bien con esa mirada es una suerte que no lo haya estado, la verdad es preocupante que esté a cargo de una gestión en educación. Lo de ella no parece que sea ignorancia, no es un tema de falta de información. Es una persona que está hace tiempo en el cargo, que seguro debe haber escuchado teorías sobre la educación, la adolescencia, la educabilidad, etc. Y parece una persona empeñosa en su trabajo, lo cual en este caso, no la hace mejor, sino todo lo contrario. Lo que dice, lo hace con plena convicción: concibe que así es la realidad. Pensar que los pibes no tienen posibilidad de reincorporación / recuperación, es de lo más terrible que se puede decir en educación.

Esto no es ignorancia, es una concepción ideológica que piensa que los sujetos una vez que son afectados por algunos estímulos negativos o por una experiencia muy fuerte, ya casi no tienen vuelta atrás; conductismo se llama desde lo psicológico educativo. Esta concepción es muy compatible con el neoliberalismo, modelo económico y social que desecha, descarta, aquello que le significa demasiado costoso. Lo que dijo la ministra de educación de CABA tiene varias consecuencias. Estigmatiza: para los pibes que se “perdieron “, que ya, según esta idea “no podrían volver a la escuela”, lo único que queda es una situación de exclusión que el estado solo resolvería con la represión policial, porque se han vuelto peligrosos. El “gatillo fácil” o la cárcel, serían la “solución final”, para los pibes que se le “perdieron”.

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Foto: LN

En esta concepción no tendría sentido un estado que de alguna ayuda porque ya es tarde. Una vez desechados, son sacados de circulación. Por supuesto, ningún funcionario o funcionaria admitiría esto explícitamente, pero es lo que hacen con sus políticas tanto de educación como de seguridad.

Lo contrario a esta postura es una educación inclusiva que confía (y promueve) que la educación y la escuela pueden hacer, y mucho en pos de contener y reincorporar niños, niñas y adolescentes que por alguna razón, habitualmente ajena a ellos, se han extraviado: pero que tienen (y deben saberlo) siempre otra oportunidad respetando su historia, su trayectoria, y entendiendo a la educación como las herramientas que se brindan, y del cual el Estado es rector, para que se pueda crecer y realizar un proyecto de vida.

Esto, aunque algunes como la ministra Soledad Acuña y quienes sostienen políticas de exclusión lo nieguen, decíamos, se ha demostrado que funciona: El éxito del plan Fines que ha permitido que miles de jóvenes y adultes construyan un proyecto de vida que había quedado trunco; el estímulo que ha dado el Plan Progresar para que miles de adolescentes y jóvenes puedan continuar y terminar el secundario; el programa Conectar Igualdad, que incluye desde la cultura digital y tantas otras políticas socio educativas.

Todo eso es un gasto para funcionarios como Acuña, Larreta, Vidal y Macri. De ahí los recortes y sub ejecución de los presupuestos educativos, el cierre de cursos y de escuelas en la gestión de Vidal. La persecución de docentes identificados con una educación inclusiva y popular, el descuido en el mantenimiento de escuelas que ha provocado tragedias. Agreguemos el vaciamiento del ministerio de educación en el periodo de 2015 al 2019 consistente en la eliminación de políticas socioeducativas, claves para incluir a los sectores más vulnerados, siendo la más conocida la eliminación de conectar igualdad.

Si esta política se hubiera sostenido durante los años de macrismo, la brecha digital no hubiera sido tan grande y muchos pibes no hubieran quedaron fuera de la escuela durante la pandemia. Esta desatención a la educación fue sostenida por palabras de los mismos funcionarios quienes, desvalorizando la educación pública, con expresiones tales como “caer en la educación pública”, utilizadas por el entonces presidente Macri, o decir que “¿para qué tantas universidades si los pobres no llegan a ellas?” están en la misma línea discursiva. Un discurso que expresa una ideología que descarta, que deja afuera.

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Larreta, Acuña y Macri. Foto: Tiempo Argentino

No es casual que la ministra Acuña haya utilizado la expresión “deserción escolar”. Fue usada durante mucho tiempo para designar a aquellos que no iban o dejaban la escuela. “Deserción” es un término militar, que habla de un delito de guerra que merece hasta la condena a muerte y el estigma de traición a la patria, entre otras cosas. Tampoco fue casual su aplicación metafórica en la educación en una época fundacional del sistema educativo.

Hoy es una expresión estigmatizante porque pone la culpa en aquel que queda afuera del sistema y no habla del carácter expulsivo del sistema y de una sociedad no igualitaria.

Pero una verdadera educación no da a nadie por perdido. Hoy es importantísimo buscar a les niñes y jóvenes que se distanciaron de la escuela durante la pandemia, y para ello es indispensable presentar a la educación pública como un lugar donde se pueda estar, donde los pibes y pibas puedan ser recibidos, acogidos, reconocidos como personas , donde se le den nuevas oportunidades y sean valorados. No donde se le diga: “te perdiste, ya es tarde para vos”.