Nacionalismos populares: Una mirada hacia el futuro (Parte II)

Por: Roberto Candelaresi

Estado de cosas

Está claro que la recuperación del gobierno por las fuerzas populares, no implica una recuperación robusta y consolidada de sus componentes, particularmente en un marco de una mayor fragmentación del electorado, sino por el retroceso puntual de las alianzas y partidos conservadores que gestionaron precedentemente en los países aludidos.

Los cambios en las preferencias del electorado y el nuevo sistema de alianzas, puede ser una oportunidad para liderar las transformaciones, si se tiene una propuesta con un diseño a futuro. Por de pronto, hay que atender las sensaciones de la incertidumbre y la inseguridad que se han multiplicado por la pandemia, además de las sufridas economías populares. Se debe lidiar con la frustración, impotencia, enojo y miedo.

Manifestantes marchan en Argentina contra cumbre del G-20 • Actualidad •  Forbes México
Manifestación de organizaciones populares. Foto: Forbes

A ello se debe revertir – con acciones concretas ejemplificadoras – la sensación bastante difundida en la sociedad, que la política no es útil pues no protege a vastos sectores de ella (especialmente de las continuas crisis económicas). La secuela es la desconfianza hacia las instituciones y la desafección política, que se traduce obviamente, en una desconfianza en el sistema democrático. El camino de los gobiernos progresistas e inclusivos será el de proveer seguridad, prosperidad, servicios sociales eficientes y mayores grados de igualdad, que la gente reclama, para conjurar la incertidumbre y el miedo al futuro.

El contexto actual, empeorado por las sombras de la guerra híbrida en Europa, con incertezas económicas, ecológicas, tecnológicas, etc., crea temor social y ansias de protección. Quien convenza de estar en capacidad de ofrecer confianza y protección; gana (conducir) el futuro.

La globalización fallida, o modelo inadecuado.

Las macrotendencias dibujadas en el contexto actual, contando la inteligencia artificial aplicada cada vez más, la extensión de las tecnologías de la comunicación, el cambio climático, los crecientes conflictos armados, que derivan en desplazamientos y enormes migraciones, etc. tienen siempre una dimensión global.

El fracaso, por ejemplo, en materia de tratamiento inicial de la pandemia por parte de las grandes potencias occidentales, demostró la asimétrica interdependencia actual (los grandes necesitando a los “chicos”), y que las hegemonías pueden tener pies de barro. 

Esta situación debería estimular a los movimientos populares a pensar otro modelo de globalización capaz de plantear políticas globales, pero partiendo de la diversidad de lo local y tornando en protección lo que ha podido ser percibido como una amenaza. El comercio internacional, como gran vector de la globalización, también debería ser reconsiderado para obligar integrar a los acuerdos, el respeto y la preservación de los derechos laborales y ambientales. La multiplicidad de estos acuerdos bilaterales garantizaría un futuro de un multilateralismo con valores.

SEGUNDA OLA DE LA GLOBALIZACION - Issuu
Foto: Issu

Nuevo contrato social

Es hoy de criterio público que la recuperación en América Latina será posible por el impulso de fuertes inversiones públicas, lo que supone toda una impugnación de las gestiones neoliberales, con recortes en presupuestos públicos y el abandono de la población a un «sálvese quien pueda», con su consecuencia de ampliación de las brechas de desigualdad. Contrariando lo que se había logrado en el periodo progresista previo. ¿Estaremos frente a un cambio de paradigma? ¿Será el momento de transformar el modelo económico para asegurar la resiliencia de las comunidades nacionales, ante tantas crisis, y de paso, fomentar una prosperidad inclusiva?

Como fuere, parece ser necesario la testación de un nuevo contrato social, que solo puede gestarse con un fuerte liderazgo popular, que propenda a equilibrar las fuerzas.

Es el “como” se implemente la solución a los retos, donde emerge la propuesta ideológica ínsitas en cada modelo. El progresismo, desde ya, aportará su perspectiva de retomar el camino a luchar contra la desigualdad y la apuesta para redistribuir la riqueza (que fue la esencia del Estado de Bienestar). Las propuestas se materializarán con la articulación de políticas fiscales progresistas, y de la asistencia a fortalecer las capacidades de las personas y desarrollar sus talentos en igualdad de condiciones.

Repensar la idea de progreso

Como hemos planteado previamente, un mundo cambiante que ofrece nuevos fenómenos como la pobreza energética que padecen muchos, ya sea ante la escasez objetiva de recursos (dispendiados) o como consecuencia de la posibilidad o no del acceso al consumo por motivos económicos, es un tema que debe tratarse desde los movimientos populares, en el mismo tópico de sostenibilidad y desarrollo. Por lo menos un gobierno progresista debe promover el debate frente a estas crisis, para paliarlas o solucionarlas. En general, se presentan dos posturas antitéticas (como en la mayoría de las visiones), una tecno-optimista (la tecnología todo lo puede) y otra decrecentista (proponen baja el consumo de todo).

La síntesis seguramente arrimará a la solución dentro del nuevo paradigma de sostenibilidad, y esto implica diseñar un proyecto de desarrollo/crecimiento estratégico, donde se consensue qué tecnología se apoya para crecer y que consumo (sector) debe desestimularse para decrecer. O sea, el progreso ya no debe ser tomado como un vector rectilíneo con caóticas líneas paralelas que surgen como posibilidad de mercados [y de lucro empresario], sino concentrarse en objetivos planificados [para asegurar el bien común]. Algo caro para el capitalismo controlado, pero aborrecible desde el liberalismo mercantil.

Va de suyo que un gobierno popular asiste activamente a los trabajadores para una salida justa de alguna actividad inviable, y la transición a otra recomendable. En Europa estos programas se los denomina la «transición justa».

La pobreza en Argentina subió a 44,2% y alcanza a 18 millones de personas
Foto: Ámbito

Revolución digital

Otro tema que promueve la desigualdad, y por tanto merece ser abordado, es la brecha digital, problema que, dado la celeridad de los cambios tecnológicos, tiende a acrecentarse, entre hábiles usuarios y analfabetos analógicos. Urge una propuesta seria en este campo, por parte de las fuerzas populares.

El impacto concreto de aquel fenómeno, no es solo la falta de acceso a las posibilidades de comunicaciones e informaciones, de los excluidos de las redes digitales, sino especialmente el efecto en el empleo y dentro de este, la posibilidad de escalas de mayores remuneraciones.

En cuanto a su administración, el Estado – en la concepción democrática-popular – debe garantizar la transparencia y control de los datos, o sea, avalar entornos digitales seguros, velar por la privacidad y, por otra parte; compartir abiertamente aquellos datos que pueden ayudar a mejorar a la sociedad. Para asegurarse la democratización del uso de la “gran data”, la sociedad civil debe debatir cuales son las mejores herramientas para controlar a los grandes proveedores, y regular el uso de las redes con criterios democráticos (que hoy carecen).

Todo ello en procura del objetivo que nos planteamos al principio para los movimientos nacionales y socialistas; de generar mecanismos de protección social que ayuden a acotar la incertidumbre y generen seguridad. Esto les garantizará a esas corrientes, recuperar la centralidad que otrora gozaron, en el destino de los pueblos.

Los dilemas y tensiones que plantea el bienestar

En los últimos tiempos, se generó un auténtico cambio de época, y ello debido a la reconfiguración de muchos escenarios, individuales y colectivos, tales como: transición tecnológica, financiarización del sistema, nuevas y más complejas formas de desigualdad y exclusión social, ciclos vitales más largos, etc. y, como consecuencia, nuevos ejes de conflicto político y social.

Ese contexto de nuevas complejidades, produce un desajuste con respecto al sistema de protección con un fuerte contenido homogeneizador que construyeron los Estados-Nación en gobiernos populares y benefactores. Hoy, hay fuertes exigencias de emancipación y autonomía, y también de reconocimiento de la diversidad. De allí la necesidad de nuevos pactos sociales como señalamos arriba.

Para esto último, se impone la participación junto a las instituciones estatales de entidades sociales y de acción comunitaria, y descentralizar el proceso de defensa por las condiciones de vida dignas de todos, vía acciones mutualistas y comunitarias fomentadas por el Estado.

¿Políticas sociales adecuadas para la época?

El bienestar general, siempre ha sido el objetivo último de los gobiernos de corte popular, por ello es menester seguir sosteniendo políticas sociales de alcance universal, como expresión del poder democrático organizado, para atenuar los efectos de la economía de mercado. La diferencia filosófica con las perspectivas mercado-céntricas, es que éstas son de bajo gasto social y sus regímenes de protección social son de tipo social-caritativas.

Para las corrientes populares, la situación actual es aguda, dado que la desigualdad global e interna entre ricos y pobres ha aumentado (mundialmente), con impactos negativos en la desocupación y en el ascenso social. Con menos recaudación –producto de gestiones neoliberales precedentes– se debilitan (o rompen) los ‘pactos redistributivos’, que es lo que aseguraba las políticas de bienestar.

Honorable Senado de la Nación Argentina
Foto: SNN

Hasta hace unos años atrás, la lógica de producción se centraba en el capital físico + el capital humano. Hoy, la sociedad del conocimiento y la comunicación busca el valor diferencial, la fuente del beneficio y de la productividad en el capital intelectual y en la conectividad. Por los vertiginosos cambios en los procesos productivos [tercerización] y de comercialización [venta a distancia], el trabajo, que siempre es local, se torna más volátil [menos permanente] y siempre sujeto a la movilidad del capital.

Como es fácil apreciar, todo este cambio signado por la «flexibilización» y la «adaptabilidad», que implican fragmentación y segmentación, deteriora la estructura de las relaciones sociales. Por eso sostenemos que las políticas sociales han de ser también repensadas e implementadas con nuevos parámetros. Por dar un ejemplo; en la actualidad, existen colectivos que, pese a estar trabajando, permanecen en situación de pobreza [pobreza laboral].

Para nosotros, es evidente que la gran mayoría de los parámetros socioeconómicos y culturales que fundamentaron durante muchos años la sociedad industrial, están quedando atrás. Hoy también nuestras sociedades padecen el fenómeno multidimensional de la exclusión social, que debe ser conjurada con acción pública más pronto que tarde, para preservar la cohesión nacional.

Nuestra época es, tal como dijimos, de rápidas transformaciones de fondo. Los vectores de cambio prevalecen sobre los factores de estabilidad. También quedan obsoletos los elementos analíticos para dar cuenta de la nueva realidad. La intelectualidad de los movimientos populares debe generar nuevos conceptos y estrategias de intervención, tanto como asistir en adaptar las instituciones estatales, todavía sesgadas según la concepción weberiana del Estado.

El conciente colectivo | Instituto para la Producción Popular
Foto: IPP

Respuestas eficaces para la Igualdad, la Diversidad y la Autonomía

La gestión para el bienestar ya no puede ser meramente burocrática, las demandas como esbozamos son cada día más heterogéneas, y de una multiplicidad tal que exigen formas de gestión flexibles. Ya la diversidad es un valor clave. En cuestiones culturales, religiosas, lingüísticas, alimenticias, pero también de identidad y opción sexual aparece la cuestión de la diversidad.

La aportación analítica gordiana debe ser ayudar a entender los escenarios de cambio y de fluidez de situaciones que contrastan con visiones más fijas y esencialistas. Sin perder de vista que el eje del conflicto es el sistema capitalista y su intrínseca consecuencia inequitativa.

La democracia en crisis, solo puede ser reformulada por un gobierno popular

Es indiscutible que cuando los trances negativos para el desarrollo de los pueblos son recurrentes, y las políticas sociales paliativas resultan insuficientes, su población se interroga y cuestiona el funcionamiento democrático por ineficaz. Advierte sus esfuerzos dispares y asimétricos con respecto a los sectores minoritarios materialmente beneficiados, y excesivamente influyentes en las decisiones generales, lo que a su vez, corroe el valor de “igualdad” y riñe con la representación deficitaria del “nosotros” ante las instancias del poder real.

La democracia siempre ha tenido muchos adversarios, que nacieron junto a ella, pero nunca como ahora ha sido puesta a prueba con tanta desigualdad, y hasta con veladas propuestas terminales para con esta forma de gobierno. Por eso calificamos esta crisis como aguda.

En el marco social de la explosión de la diversidad antropológica, como describimos antes, se requiere que el temor que produce la segmentación en la sociedad, sea conjurado desde el gobierno popular, con un mensaje claro y una perspectiva creíble y sólida. Las políticas deberán atender como siempre principios generales, pero ahora diseñadas para proteger cada colectivo o atender a cada situación emergente.

Por qué a la izquierda de América Latina le cuesta tanto el recambio de  líderes - BBC News Mundo
Foto: BBC

La democracia en su complejidad de hoy, será vivir en igualdad, sin ser homogéneamente iguales. Los distintos que se aceptan mutuamente, y ello sin necesidad de ningún autoritarismo, ni populista ni jerárquico-tecnocrático.

La propuesta de los gobiernos nacionales, socialistas y populares, será llevar a las sociedades hacia la economía del conocimiento y la innovación digital (este proceso es global, por tanto, irreversible e inevitable) en el nuevo parámetro del desarrollo, preservando los valores democráticos en su marcha y sosteniendo el equilibrio social.

Si al proceso de modernización no lo conduce el Estado, quedará librado a la dinámica competitiva inherente al capitalismo, y aplicará su lógica de «destrucción creativa», que desconsidera el «tiempo humano» [lapso en que se produce pobreza, hambre, ausencia sanitaria, escolaridad perdida, etc.] que llevan los «ajustes de mercado» hasta la nueva configuración productiva, en que vuelven a ocuparse todos los factores.

El Estado conducido por un movimiento popular, regula y acompaña la transición, articulando una economía plural, de mercado y social. El empresario que amenaza o se va hacia otro mercado “más competitivo por menos regulado”, pierde su sitio en el ámbito local y nacional.

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Foto: Canalabierto

Cuando una sociedad o parte de la misma, sufre padecimientos vinculados a la supervivencia, (consecuencias lógicas de periodos de “economía de mercado”), tales como incertidumbre, desprecio, discriminación, en fin, todo tipo de injusticias, requiere de una representación política más cercana, más fraternal y menos sistémica y delegativa.

Representar a la sociedad, compartiendo esas penas e infortunios, conectando con esas emociones y razones, es solo posible desde la política popular, nunca de una respuesta tecnocrática. Veremos si los movimientos progresistas están a la altura de estos desafíos, para procurarnos un futuro mejor.