Trump, Geopolítica Mundial y el Futuro de Argentina: ¿Qué Cambios Trae su Regreso?

Por Roberto Candelaresi

Una vez más las “polls” y estimaciones de ‘expertos’, yerran con vaticinios de ‘empates’ y equilibrios, y Mr. Trump en su nueva versión reloaded, sube al podio presidencial de EE.UU. por una importante diferencia tanto en el colegio electoral, como en el voto popular, a su favor. Y, desde ya, por el poder que dimana de tal posición, comenzó un nuevo cambio mundial, una nueva reconfiguración del globo que implica una nueva forma en la geopolítica mundial.

En general, la política exterior de Estados Unidos, es como ya delineada en sus trazos gruesos desde la entronización de ese país como 1ª potencia mundial desde la segunda guerra mundial [léase política de Estado], y la variación de su derrotero no ha sido nunca demasiado significativa.

Sin embargo, los estilos, y las prioridades de sus ocasionales gobernantes, van moldeando las sucesivas etapas con sus respectivas improntas, y esto implica cambios en las relaciones internacionales con los países del orbe. Lo inalterable en todo caso, es su pretensión de sostener su hegemonía cultural, económico-financiera y militar, que exteriorizan su propio destino manifiesto de guía mundial [y gendarme] tal como lo perciben. Es la doctrina con que los estadounidenses cimentaron su expansionismo durante el siglo XIX y a posteriori. Téngase presente que, en geopolítica, al igual que en economía, todo es percepciones y expectativas.

Algunos ejes de sus intereses ya declamados en campaña, señalan un posible recrudecimiento de la guerra comercial y económica con China; una postura divergente con lo actuado hasta el presente por su país respecto a Ucrania y a Taiwán, que implica un no involucramiento directo en los conflictos; una política migratoria más rígida, y una reconcentración de la industria americana en su suelo, para lo cual, habrá estímulos y protección a través de altas tasas de importación (especialmente a China). Y tal vez, lo más importante, es que se propone recortar el poder del Estado Profundo [Deep State] concepto que involucra a un cierto funcionariado en posiciones claves de la burocracia estatal federal, cuya permanencia en las administraciones trasciende los mandatos presidenciales, y que supuestamente [es una teoría], tiene poder operativo e influencia para condicionar aún las decisiones presidenciales, o su implementación.

Lo que sí podemos aportar nosotros, es que, en efecto, existe un tinglado de organizaciones para estatales, que sirven a propósitos estratégicos de tipo ideológico, tales como fundaciones, think tanks, ONG, agencias de programas de intercambio, de consultorías, de asesoría financiera para terceros países, etc., que en general, responden a intereses demócratas, y en la hipótesis trumpista republicana, están controlados, financiados y por ello vinculados a ciertos burócratas de aquel Deep State.

Todo ello genera incertidumbre en los actores internacionales, por lo que grandes decisiones, se ven por ahora paralizadas. Veamos cómo se acomoda el mundo frente al nuevo advenimiento del empresario presidente, en una época tan convulsionada como la presente, y tratemos de elucidar el reacomodamiento argentino que resultase óptimo en el gran cambio del Poder, en ciernes.

Un poco de análisis

La posibilidad de una 2da vuelta al poder del Sr. Trump, no era un evento imprevisto, pero su nueva irrupción regresando incólume a la alta política, a despecho de sus cuantiosas causas judiciales pendientes, no deja de tener su impacto en muchos actores, aunque algunos analistas pudieron haberla anticipado.

Convengamos que el presidente electo, tiene ciertos rasgos de imprevisibilidad, un pragmatismo que puede confundirse con rumbo errante y un pensamiento no demasiado complejo, que no siempre garantiza coherencia. En definitiva, anticipar su derrotero es tarea ardua, pero al mismo tiempo, su experiencia en la oval y promesas de campaña, nos permiten trazar alguna dirección probable.

Sus equipos – a juzgar por los ya designados en puestos ‘clave’ – presentan algunas diferencias de «visiones»; los hay moderados [v.g.: Tulsi Gabbard] y también radicales [como Marco Rubio], por lo que sus respectivas influencias en la marcha del futuro gobierno se verán con las políticas convencionales o fundamentalistas que finalmente se apliquen.

Lo que sí conocemos también, es el enfoque hacia las relaciones con otros actores (al menos sociales, económicos y políticos), que el propio D. Trump tiene, por lo que sus actos se ponderan siempre en el marco “financiero” o empresarial. Esto es, con sus comunicaciones y comportamiento busca pactos registrando costos y beneficios, o eventualmente pérdidas, en cuyo caso, cesa el vínculo. Característica que suele confundirse como ‘realismo’, sin embargo, las verdaderas amenazas que enfrenta el mundo, no necesariamente se advierten en las relaciones bilaterales de los actores en el juego. La complejidad (al entender de Edgar Morin) y la teoría del caos de los sistemas complejos, rigen más bien al mundo, por lo que para comprenderlas hay que aplicar sus conceptos en el análisis.

Decisiva será la actitud que tome la administración republicana con Ucrania, que, según los anticipos, pretende “abandonar” (materialmente), y con China, la súper-potencia emergente, endurecer su enfrentamiento, al menos en el plano económico, financiero y comercial. Lo que, sin duda, traerá graves consecuencias en el orden mundial.

Mientras, como ya insinuamos, habrá funcionarios de los grupos más influyentes, dogmatizados por centros de pensamiento como la “Heritage Foundation” y del “América First Institute”, que procurarán destruir el ya antiguo sistema de formulación de políticas estadounidense (como si no hubiera sido eficaz para preservar los intereses de ese país durante los últimos 80 años). Se esperan purgas en la maquinaria burocrática, o amenaza de ellas (de las que disciplinan “disidentes”).

Una conmoción geopolítica

Con un retorno al aislacionismo, y en el marco de una hegemonía ya muy cuestionada, Trump tal vez ponga fin a lo que se conoció (hoy una ironía) como «Pax americana».  En rigor de verdad, esto solo puede afectar (directamente) a sus aliados noratlánticos, ya que el resto del mundo más bien padeció un intervencionismo unilateral del hegemón, toda vez que pretendieron contravenir los intereses norteamericanos.

Concretamente afectada resultará la OTAN, que ha sido financiada principalmente por EEUU durante décadas, cuando su misión de proteger a Europa (básicamente occidental) de la ex URSS, no tiene demasiado sentido en un contexto donde los países miembros son potencias, con un PBI y población mucho superior a la Federación Rusa, y aún así, requieran de los americanos para defenderse. [Barak Obama ya se había pronunciado sobre esta sinrazón llamando a los europeos free riders (viajeros gratuitos)]. Posiblemente se experimente una revaluación del propósito y la misión de la alianza.

En cuanto a Asia, ya mencionamos la intención de implementar altos aranceles para productos de ese origen, especialmente los de China, con lo cual, le produciría trastornos productivos a los orientales, pero suba de costos directos para consumidores estadounidenses también. En materia tecno-militar, EE.UU. condicionará la ayuda defensiva a Taiwán, a que este país (provincia rebelde de China continental, tal como la perciben) multiplique varias veces su gasto en defensa.

Después de la era de la bipolaridad de la última mitad del siglo XX, la reciente unipolaridad, y la emergencia de la multipolaridad geopolítica actual, los cambios mundiales en todo orden (climáticos, tecnológicos, genéticos, I.A., etc.) son exponenciales, fragosos en algunos casos, y con velocidad también, se reconfiguran los mapas de recursos estratégicos (de alta demanda) por todo el globo, lo que da lugar a nuevos intereses y reacomodamientos. Los conflictos armados que estallaron en estos tiempos, tienen siempre ese sustrato de demanda material de bienes que suele ocultarse ante la opinión pública mundial.

Que papel jugarán los EE.UU. en el futuro orden mundial, hoy es una incógnita, especialmente a partir del momento de inestabilidad y fragilidad que vivimos en las relaciones internacionales. Pero, recurriendo a la máxima bíblica de cosecharás tu siembra, podemos decir que las futuras crisis son resultados de decisiones o acciones actuales. Siguiendo con la figura retórica, en su giro popular se dice que, si se siembran tormentas, se cosecharán tempestades, este puede ser el caso con Israel.

Trump se inclina (varios de sus allegados más próximos, son lobistas sionistas) por darle luz verde al gobierno israelí, especialmente en su reyerta con la teocracia de Irán, con la pretensión de aislarlo en la región. Sin embargo, téngase presente que hoy el país persa es una potencia militar, capaz de contestar cualquier tipo de agresión.

El ataque indiscriminado y genocida a Gaza se lo justifica – a pesar de los reclamos unánime del concierto de naciones que deja el liderazgo yanqui huérfano –, en tanto Hamas no devuelva los rehenes aún en cautiverio. Mientras que, la invasión al sur del Líbano por los judíos también es ‘bancada’, pero los resultados hoy no le han sido gratuitos, sino bastante onerosos en términos de bajas y represalias en propio suelo hebreo.

Las incursiones israelíes sobre suelo sirio tampoco han merecido críticas aún. Ello a veces en términos diplomáticos, implica consentimiento. En este punto es de destacar que Estados Unidos ocupa algunos territorios en Siria desde hace varios años, en campos petrolíferos y gasísticos usurpando recursos del país árabe.

En cuanto a la eventual participación directa de los marines (fuerza de intervención fuera de sus fronteras), según el panorama actual, el presidente electo declaró: «Yo no voy a iniciar ninguna guerra, las voy a parar», tal vez esto incluya una renovación de su pacto de no agresión y retomar el diálogo por la cuestión nuclear con Corea del Norte, que experimentó en su primer mandato. En cuanto a una potencial recuperación (invasión según la óptica) de Taiwán por parte de China, Trump promete correctivos de tipo comercial (200% de aranceles), que virtualmente imposibilitaría el comercio chico a Norteamérica, antes que una defensa militar de la isla.

La guerra ruso-ucraniana

Ya adelantamos la intención de reducir la ayuda a Zelenski –hasta ahora el principal aliado de Kiev fue Estados Unidos– bajo el argumento que, siendo un problema circunscripto a territorio europeo, la asistencia a los ucranianos debe recaer en los propios vecinos europeos. De cualquier modo, no renegando sus amables vínculos con Putin, admite Trump tener «un plan muy exigente» para acabar con la guerra, sin brindar detalles que, si fueran conocidos, podrían conspirar contra el éxito del mismo. Sin embargo, algunos lineamientos trascendieron por el propio vicepresidente electo, JD Vance, que en principio conceden una victoria territorial a Rusia y compromiso ucraniano de desmilitarizar zonas, garantizar neutralidad y no integrarse a la OTAN, todo a cambio de conservar su soberanía en el resto del territorio no ocupado.

Y por casa, ¿en qué andamos?

El mandatario argentino apostó – con cierto riesgo según las primeras encuestas en que aventajaba K. Harris, admitamos – por la candidatura de D. Trump en plena campaña, con lo que su victoria de algún modo lo posicionó en el círculo de simpatía del electo presidente de EE.UU. De hecho, que, para garantizar la calidad de ese vínculo, hubo exitosas gestiones para un encuentro entre ambos, que finalmente se concretó en sendas reuniones (cena de gala y conferencia) de conservadores y de futuros miembros de gabinete, en Palm Beach, Florida.

Pero acaso, la buena relación entre estos líderes, incluso sumando las que J. Milei tiene ya con Marco Rubio, el senador apuntado para Secretario de Estado, o con Elon Musk a cargo del novedoso departamento [ministerio] de Eficiencia Gubernamental, ¿significa una ganancia para nuestro país? No necesariamente.

La Historia nos enseña, que el alineamiento automático no suele traer muchas recompensas para un país subordinado, pero sí lo contrario; aislamiento con ‘pares’ o vecinos, convertirse en blanco de los enemigos del país que lidera [Embajada israelí, AMIA], y desprestigio externo e interno en el ámbito político.

Sin embargo, desde la percepción “libertaria” de Milei y adeptos, se reafirma el estilo político (forma de hacer política local) caracterizado en semejanza con Trump, o Nayib Bukele, por caso, como disruptivo, frontal, polarizador, lo que seguramente lo impulsará a profundizarlo, no solo mantenerlo. En su concepción, para llevar a cabo sus pretendidas «reformas fundacionales», debe acumular poder a como de lugar, y ello a desmedro de la Democracia, que pasa a un segundo plano.

Lo disruptivo también se patentiza en el plano internacional, donde la Argentina rompió con una respetada y tradicional postura en la ONU, votando negativamente en solitario a iniciativas humanísticas. Parecería que el objetivo del presidente anarco-libertario es resaltar su figura como «diferente» ante el mundo, a despecho de la imagen respetada que logró construir la Argentina en los últimos 100 años.

Algo semejante ocurrió en la cumbre del G-20, donde el presidente argentino fue el único remiso a firmar el documento final consensuado [un protocolo de rigor], que sin embargo terminó rubricando a pesar de su disidencia con un par de puntos del texto, como producto de la presión diplomática del anfitrión Brasil.

El presidente libertario, tal vez con el propósito de llamar la atención de Trump como aliado, o constituirse en referente de la derecha dura (¿celebridad de esa postura ideológica?), retiró a la delegación argentina de la cumbre del clima COP 29 en Bakú, Azerbaiyán, decisión fundada en argumentos negacionistas del cambio climático y absurdos. Esta actitud en ese ámbito, sin embargo, no alterará la irrelevancia de Argentina en la política exterior de Estados Unidos.

El marco real, más allá de similitudes de estilos o posiciones ideológicas (que tampoco son demasiadas), es que se trata de una relación desigual y asimétrica. Las políticas exteriores inteligentes conllevan basarse en un cálculo sagaz del interés nacional y en políticas a largo plazo que trascienden a gobiernos concretos. Todo lo contrario, a lo que estamos apreciando.

Geoeconomía

Es claro que los enfoques económicos entre Trump y Milei distan de parecerse siquiera, amén de las diferentes problemáticas que enfrentan; la primera potencia económica mundial (aún) y una economía secundaria; la que ostenta la máquina de imprimir dólares y enjuagar su alto déficit (7,3% del PBI), y otra altamente endeudada, evasora, carente de reservas que pretende llegar al déficit “0”.

Trump no comulga ni con el “anarco-capitalismo” o los impulsos libertarios, y tampoco necesita un plan de austeridad radical como el impuesto en Argentina. Además de realidades diferentes, tienen distintas miradas sobre la economía.

Trump es intervencionista en el sentido nacionalista, proteccionista y recaudador, todo lo contrario al Minarquismo [reducción al mínimo del Estado] de Milei. Como consecuencia, al levantar barreras arancelarias generales, EEUU perjudicará a las exportaciones de América Latina también. A lo sumo, la cercanía política entre ambos presidentes podría destrabar e incluso garantizar cierto trato preferencial hacia Argentina, pero de manera moderada (caso de los limones con Macri).

En un contexto de recrudecimiento de guerra comercial sino-yanki, y, la fuerte disputa mundial por el acceso a recursos naturales, la Argentina podría – siguiendo los designios del presidente disruptivo – liderar una cruzada a favor de EE.UU. en América Latina, pero lo más sabio sería esperar el despliegue de la potencia asiática de oportunidades convenientes para nuestro país, como la preferencia para comprar insumos. Ya hay antecedentes del tipo, China en 2019 optó por aumentar la compra de soja argentina, para bajar el precio FOB de esa oleaginosa de origen norteamericano.

A su vez, hoy la Argentina es poco lo que le puede brindar al gigante mercado estadounidense. A lo sumo, puede ofrecer –por ejemplo– litio, por el solo efecto de sustraer parte del stock de la avidez de adquisición china, que ya ha concretado inversiones en explotación del mineral. Estados Unidos posee reservas, que eventualmente podría preservar parcialmente para un futuro, mientras consume nuestro carbonato. Con esta misma inteligencia (acaparar para resguardar lo propio) podría absorber exportaciones argentinas de productos alimenticios y de energía, además del oro, cobre y aluminio que ya importan. Estos rubros, son también codiciados por los orientales. La posición transaccional de nuestro país, puede verse fortalecida, según la estrategia desplegada y la habilidad política de sostenerla.

Deudores expectantes

Como es público y notorio, el gobierno libertario tiene cifradas expectativas de una “asistencia política” del futuro gobierno yanki para concretar un aporte sustancial de divisas a préstamo, para fortalecer las reservas, que es la esfera que se presenta como más crítica en la macroeconomía. Esa necesidad tal vez explique ciertas prácticas genuflexas de la administración Milei hacia el gobierno norteamericano, y muy particularmente al que asuma el 20 de enero de 2025.

Sin embargo, es poco probable que la ayuda o refuerzo sea sustantivo por medio del FMI (donde la mayoría del directorio se muestra reticente a liberar más fondos para Argentina). Ocurre que esa entidad transformada casi desde su creación, rinde dos propósitos claros, pero nunca declamados: servir como herramienta de los intereses geopolíticos norteamericanos, y sostener los intereses del capital financiero. Pero ambos designios no siempre compatibilizan, por ello, la política del Fondo muda con el tiempo (según prevalezca uno u otro) y se percibe como pendular.

Bajo esa consideración, Milei apuesta a que el respaldo pueda venir del Tesoro, para lo cual promete su disposición para establecer un acuerdo de libre comercio con EE.UU. con implicancias también financieras.

Por las mismas razones, remarcando las necesidades financieras del país sobreendeudado, no podrán cortar los lazos con los chinos, más allá de la verborragia estéril del presidente libertario. El pragmatismo se suele imponer, aún entre los entenados. Las contrapartes siempre evalúan el real comportamiento económico de cada país, todo otro interés es subsidiario.

Concluyendo

El escenario actual claramente ya es distante del mundo unipolar resultado de la caída del muro y el consenso de Washington. Hoy el entorno mundial se encuentra atravesado por una disputa geopolítica que incluye una Europa sin recursos naturales y con un futuro más que incierto.

La incomprensible renuncia argentina a los BRICS emergentes como polo de poder que, ampliado, suma más de la mitad de la producción de petróleo, la mayoría de los recursos energéticos a nivel global, con un poder adquisitivo que supera al G7 y, especialmente, comienza a posarse como amenaza real al patrón dólar, por ahora nos coloca en un lugar estéril para aprovecharse de la sinergia, de las facilidades financieras, del gran mercado común, etc.

En nuestro entorno regional (América Latina), los enfoques respecto a la posición geopolítica norteamericana, están dividios entre el sometimiento/seguimiento y la resistencia. No obstante, las potencias locales como Brasil y México mantienen políticas autónomas con respecto a Washington, lo que sería facilitador para que una potencia intermedia como nuestro país, se posicionara con cierta emancipación.

Sin embargo, por ahora, el «gobierno libertario» parece estar dispuesto a entregar sus ingentes recursos minerales, energéticos y alimenticios, e incluso uno de los mayores acuíferos del planeta al mejor postor del “mercado”, lo que desde el punto de vista estratégico suena como una ‘candidez’ propia de inexpertos, pero en verdad, la fundamentación se encuentra en la visión financiera que tiene el presidente, su obsesión por pagar la deuda externa a toda costa. Su empeño en balancear las cuentas fiscales sin importar el sacrificio popular. Sin embargo, podría cobrar un rol protagónico tanto ante el bloque occidental como el oriental. 

Ese es el peligro de nuestra soberanía y ciertamente de nuestra democracia. La disposición de someter las riquezas del país al gran capital o al eufemísticamente llamado «mercado internacional», ciertamente será escuchada tarde o temprano por los grandes fondos que volverán a ofrecer más dinero para compensar intereses, pero a cambio de recursos que hoy y hacia el futuro son estratégicos. El patrimonio es de los argentinos en su conjunto, no de intermediarios y comisionistas, y menos de extranjeros con cipayos rentados.

La oportunidad geopolítica es histórica, la definición se dará si hay lucha entre el bloque de poder local dispuesto a sacrificar los “recursos” necesarios para «ordenar al país» mediante una apertura indiscriminada, y, el campo nacional y popular movilizado con sus representantes para impedirlo.

Esto debe formar parte de la Batalla Cultural, y resolverse antes de que sea demasiado tarde; potencia emergente o factoría extractivista.

Noviembre de 2024

Por Roberto Candelaresi