El proyecto de la centroderecha argentina bajo presión

Por: Roberto Candelaresi

Introducción

Acabamos de concluir en Argentina con el proceso de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias a nivel nacional (y en algunos distritos subnacionales), con lo que quedó conformado el elenco de candidatos por cada formación política oficializada, para confrontar en elecciones libres en octubre, la primera magistratura del país, y algunas vacantes legislativas junto con un puñado de gobernadores.

Tras el resultado, en que el oficialismo recibió menos votos que la coalición -otrora de centroderecha- de Juntos por el Cambio, emergió además una personalidad parcialmente outsider del sistema (al menos en su retórica, ya que desde hace un par de años es legislador nacional), como el recolector del mayor caudal de votos; el libertario y sedicente anarcocapitalista Javier Milei. Claramente entonces, la derecha ocupa la mayor proporción de apoyos en la coyuntura, dado que esas últimas construcciones políticas se ubican en el extremo opuesto del espectro, del peronismo, progresismo e izquierda nacional.

Con los datos a la vista, que se suman a los resultados positivos (mayoritarios) para la coalición de derecha y otras expresiones libremercadistas ya en el 2019, podemos caracterizar a las formaciones políticas que representan el conservadurismo y el mercado centrismo, como un proyecto factible, con potencialidad, tal el caso de JxC, de retornar al poder. La centralidad en el tablero político electoral de la derecha (en sus variantes) hoy es indisputable. Esto último no implica que el camino ya esté allanado para un unívoco triunfo en las generales, pues no necesariamente pueden estar planteadas las condiciones sociopolíticas para que una coalición de derecha oriente a la sociedad en el sentido que quiere.   

Sociológicamente, es notable que, por un cúmulo de causas, –entre las que obviamente no están ausentes la influencia de los medios de comunicación y las manipulaciones en redes sociales–, la identificación con la derecha por parte de la sociedad está creciendo. De nuevo, esta tendencia verificada en los estudios demoscópicos, no implica que un proyecto de desregulación económica, apertura de los mercados y disciplinamiento de los agentes sociales organizados y sus demandas redistributivas, no encontraría resistencia en gran parte de la sociedad.

Por ahora diremos que se detecta una suerte de agotamiento social, debido a tantas administraciones sucesivas que no terminaron con los males materiales que padece el país, pese a su riqueza potencial y real. Después de una gestión lamentable en términos de indicadores socioeconómicos del macrismo (englobamos al PRO, la UCR y a la Coalición Cívica bajo liderazgo centralizado de quien fuera el presidente entre el 2016 y 2019, el Ing. Mauricio Macri) la esperanza que constituyó una alianza del peronismo unificado y fuerza menores afines [Frente de Todos], al cabo de tres años y medio, se ve marchitada. Una frustración se palpa en vastos sectores de la población, que, a fines del 2019, le dieron un mayoritario respaldo a la propuesta popular.

Realidad en 2023

La polarización que fue creciendo sin parar desde la “crisis con el campo del 2008”, se funda además de la retórica agonal entre ‘liberales’ y ‘populistas nacionales’ por sus proyectos antagónicos, en el descontento que padecen los respectivos sectores adherentes con las élites, ya que ambos reformismos de gran alcance (de derecha con Macri, de centroizquierda con Alberto Fernández) se malograron.

Ninguna de las fuerzas en pugna, tuvieron éxito en transformar económica y culturalmente el país.

Si bien la formación de Cambiemos que los aglutina, tiene ganada una importante experiencia confrontando con la realidad, a partir de su gestión de 4 años en las riendas del país, y de la provincia de Buenos Aires (equivalente a otro país, virtualmente), parecen presentar un mismo Plan Político, esta vez, en modalidad de un proyecto refundacional al que admiten aplicarían “sin anestesia” de retomar el poder formal. Su sueño declarado (que pretenden sea colectivo) es erradicar al Peronismo y a las expresiones populares vanguardistas para implantar un proyecto económico y social, de apertura pro mercado. En este objetivo concurren con las propuestas del nuevo actor emergente, líder del anarcocapitalismo.

Nuevamente por los resultados comiciales, es innegable que las fuerzas de derecha -aún radicalizándose como han venido haciendo en una competencia irracional de apuestas extremas-, se mantiene competitiva. Y esto también se debe a la gestión fallida del presente gobierno nacional. En este punto podemos sentenciar que cuando hay mala performance, reviven los proyectos latentes. En la experiencia histórica argentina de los últimos años, los problemas se arrastran en lugar de resolverse, por eso no se pueden perpetuar los gobiernos.

Breve crónica del PRO y sus aliados.

A partir de su asentamiento en el gobierno de la ciudad autónoma de Bs. As. el PRO conformó una mesa chica excluyente, desde donde Macri y su círculo íntimo, controló férreamente una pequeña e informal organización para la cosa pública. Esa es una marca partidaria nítida y diferenciada, que fue replicada a nivel nacional desde diciembre de 2015. En este caso, los otros partidos de la ALIANZA se subordinaron.

La derecha nucleada en el PRO por ser recientes es menos heterogénea, es homogéneo en términos programáticos, hay relativa coherencia ideológica. Esta característica, claramente los diferencia de los partidos tradicionales –incluso de su socio la UCR–, los que por sus largas historias evolutivas gestaron y asimilaron rasgos heterogéneos entre sus filas.

Necesitados de punteros barriales en toda la capital, convocaron a ciertos referentes territoriales peronistas dispersos, por cuyos pensamientos periféricos al Justicialismo, podríamos llamarlos neo menemistas, y lograron integrarlos como operadores (notoriamente D. Santilli, C. Ritondo, E. Monzó), todos en posiciones ejecutivas y expectantes, sin embargo, fueron empleados para la “rosca política”, pero marginados en las decisiones claves.

En cuando a las razones del éxito organizativo a la coalición “diestra”, muchos analistas coinciden en señalar a 3 factores básicamente:

– Construir una apuesta programática “innovadora”. (Limpiaron el discurso de tachas conservadoras en pos de pragmatismo). Aunque objetivamente esto sea más ilusorio que realmente novedoso.

– Usar organizaciones para partidarias tales como las think tank y escuela PRO, Fundación G25, o Fundación Pensar, para acercarse a su núcleo electoral y reclutar cuadros (incorporaron CEOs para la función pública, y fomentaron un activismo militante especialmente en ámbitos juveniles).

– Se ubicó – a fuerza de las perspectivas radical y de la Coalición Cívica, en un polo no peronista, anti kirchnerista, construyendo la idea de la «amenaza del populismo». (Esta perspectiva binaria reforzó una identidad clara ante la sociedad.)

Terminaron su mal mandato [creó severos condicionamientos futuros para las finanzas públicas y para la economía, empeoró todos los indicadores sociales] reteniendo hasta 2019 un caudal electoral nada desdeñable del 40%.

Sin embargo, como ya apuntamos más arriba, una gestión fallida (en términos de expectativas, no por sus indicadores macros) de la coalición peronista de AF, volvió competitivas a todas las expresiones de derecha, desde el centro hasta la extrema). A su favor tienen lo que la máxima define como “la Historia, cuando acumula tantas crisis, parece olvidar como remota su propio descalabro”.  

Errores del PRO & Cambiemos:

Destaquemos los aspectos que estimamos fueron errores consistentes de la derecha en el poder, que el nuevo emergente ultra de ese signo (libertarismo) parece querer repetir, de allí entendemos su significación en una proyección de futuro.

Primeramente, el macrismo con sus aliados (que no discutieron esa visión), parecieron sobreestimar el efecto que tenía su triunfo en 2015 sobre los agentes económicos, el discurso oficial dio cuenta en los primeros años de una lluvia de inversiones prometida, que nunca llegó, al menos para incorporar capital al proceso productivo. Y, como es sabido, el cálculo de los actores influye tanto en la toma de decisiones [el Plan de Gobierno], y cómo, cuando es errado, genera tantos problemas para un gobierno [exigiendo rectificaciones estratégicas].

Otro error destacable en nuestra evaluación, es que el núcleo macrista –no del radicalismo ni de otros socios de Cambiemos–, es del modo de ver la política que implica un cierto desdén por las mediaciones sociales y económicas.  En efecto, se advirtió en la gestión, que se les dificultaba la negociación con los sectores corporativos para atraerlos al proyecto o, mantenerlos. 

En Argentina las mediaciones corporativas son importantes. Sindicatos fuertes, movimientos sociales que organizan a sectores informales y otros colectivos sectoriales, empresariales, culturales, etc. que no se los puede excluir fácilmente del juego político, so pena de enfrentar conflictos institucionales y en el espacio público.

Consideraciones generales de la Derecha en el juego política

El motor siempre está asentado en nuevos actores de apoyo al proyecto de largo plazo, orientado en el caso de la derecha a una mayor desregulación y apertura de los mercados, a una prevalencia de las energías privadas por sobre la intervención del Estado. Pero ante toda fuerza política se presentan por un lado los Actores socioeconómicos participantes y actores de bloqueo, que los confrontarán.

La Política en la gestión, siempre es la resultante de fuerzas que rozan o antagonizan el rumbo propuesto, los vectores los conforman agentes que apoyan la deriva y otros que la vetan. Todos esos actores socioeconómicos que apuntalan o bloquean, usan Recursos Financieros, Recursos Organizativos y Recursos Ideacionales (los empleados en la ‘famosa’ Batalla Cultural). La relación de fuerzas determina el margen de maniobra de todo Proyecto Político.

Por ello, el conservadorismo liberal (en otro país sería un oxímoron, no en Argentina) pretende retomar la experiencia del menemato de los ’90 (periodo de neoliberalismo “peronista” que todo ese espectro admira, mientras el peronismo redivivo abjura en la actualidad), en el que se produjeron grandes reformas al estado y la economía, atrayendo grandes grupos empresarios y los sindicatos más poderosos, pero también agrupaciones sociales de base territorial (son las que organizan el descontento social). Esta convocatoria amplia la aprendió Cambiemos en sus gobiernos, con lo que maduró desde su primitiva posición principista, maniquea y simplista de la realidad, desconociendo su complejidad. 

En el caso del “fenómeno MILEI”, sin ninguna experiencia de gestión ejecutiva, al menos por su discurso, parece despreciar estos factores de incidencia en la cosa pública. Hay actores que, de acuerdo a la coyuntura o contingencia, oscilan entre el apoyo y la oposición, negociando. Siempre en el corto plazo. Esta interacción entre actores socioeconómicos con el gobierno de turno, eminentemente política, marcan siempre el alcance o los límites de programas reformistas, en otros términos, de la relación de fuerzas depende la viabilidad del proyecto.

La Coalición Política reaccionaria, tiene resiliencia. Está arraigado en el centro (agroindustrial) del país y con aliados más o menos poderosos en los otros distritos. Su Programa Promercado consolidó una oferta electoral antes inexistente. En 2021 fue primero con 42.7% mientras que el oficialismo sacó 34.56% en 2° lugar. La coalición de derecha y los libertarios tienen un caudal consistente de votos que supera el 40%.

Esta consolidación tiene lugar al mismo tiempo que creció la identificación con la derecha por parte de la sociedad argentina. (6.4 al 27.8% en 2017 según estudios), y hoy se complejizó la oferta electoral de ese espectro con el fortalecimiento de opciones más radicalizadas que el mainstream, como la oferta libertaria de extrema derecha, amplió el campo de lo decible y posible en la política nacional.

Con la radicalización de las posiciones conservadoras en lo cultural, anti-Estado y anti distributivas en lo económico, en este nuevo escenario político, pierde la moderación y se proponen explícitamente políticas más agresivas que reviertan arraigadas relaciones de poder de la Argentina industrial y, del ciclo kirchnerista. Con las experiencias neoliberales en sus distintas variantes [Martínez de Hoz, Menem, De la Rúa/Cavallo y Macri] se cerraron decenas de miles de PyMES, la mayoría del sector manufacturero y orientadas al mercado local, generando en todos los casos picos de desocupación, por lo que estas propuestas exigen ser consideradas seriamente.

Ahora plantea programas de mayor nitidez ideológica en otros campos, como la regulación de la protesta social y la cuestión de la seguridad. La pulsión en favor del mercado, la crítica al Estado y los discursos de orden ganaron terreno en la lucha por la representación. El sueño liberal sigue siendo como adelantamos: una Argentina sin peronismo.

El Hoy

El PRO como núcleo de poder institucionalizado de la derecha, cuyo diseño centralizador e “informal” aplicó también a la alianza Cambiemos, subordinando a los socios en el proceso de decisiones tal como comentáramos arriba, después de perder el gobierno en 2019, naturalmente comenzó a consultar las estrategias y consensuar operaciones con sus socios.

Con la experiencia incorporada en los últimos años, la derecha reforzó su eficaz sistema de comunicación política, una estrategia sofisticada aplicada a redes sociales y otras herramientas digitales, con la convocatoria a marchas (del “Sí se puede”, por ejemplo), ya que comenzaron a valorizar las movilizaciones que su discurso original denostaba, y así adoptaron en su arsenal, estas manifestaciones masivas – la ocupación de la calle, en otros términos – como otra forma de representación, ya que aprendieron que las plazas llenas visibilizan “liderazgos”.

Sin embargo, la experiencia de las recientes P.A.S.O. nos mostró que la lógica bi-coalicional que hizo que las coaliciones [Derecha/Populismo Nacional] funcionasen en espejo, resultó alterada con el tercio crecido del libertarismo nuevo. El equilibrio aplicado hasta ahora, que se funda en el principio de que mientras se mantenga una tiene incentivos la otra para mantenerse unida, a pesar de los problemas internos, a pesar de que diriman sus diferencias a cielo abierto. Por las heridas internas, y la aparición de un nuevo competidor desde la derecha, se verifica una ruptura por descontento con las dos coaliciones.

Sin embargo, mas allá de las candidaturas a dirimir para la efectiva conducción del país, de los tres tercios definidos en la predilección del electorado, persiste lo que llamamos un contrapunto económico-ideológico que reparte el campo de disputa en 2 unidades, por un lado, y el actual oficialismo por el otro.

La grieta continúa

Ineludiblemente en este tópico tenemos que evocar a Guillermo O’Donnell, que recurrió a la expresión del “juego imposible” para ilustrar los bloqueos que aquejaban a la política argentina desde mediados del siglo pasado. Asimismo, Torcuato Di Tella y Juan Carlos Portantiero, acuñaron la expresión de “empate hegemónico” para indicar a la lógica que alimentaba el antagonismo entre bloques opuestos. 

Sin duda, y aunque por periodos se verifican algunas hegemonías [el peronismo kirchnerista, por caso], son precisamente temporales, ya que sufrirán más temprano tarde, el boicot o la obstaculización de fuerzas antagónicas. Se trata de un funcionamiento social perverso: cuando las principales fuerzas se equilibran (en el respaldo de la sociedad y sus instituciones) no tienen la capacidad para imponerse uno al otro, pero si la suficiente para bloquearse. Desde la perspectiva de la marcha del país [rumbo estratégico] se produce normalmente un estancamiento y agravamiento de los cuellos de botella internos y externos. Claramente la Argentina no ha logrado apartarse de trayectorias en las cuales las penurias económicas y los sinsabores de la política no han hecho más que acrecentarse.

En concreto, ese arraigado antagonismo se expresa por el conjunto del Peronismo, las clases populares, el empresariado orientado al mercado interno, hoy, aunque formalmente en el gobierno, le llamaremos la Alianza Defensiva. A esta representación se le opone lo que conocemos como Alianza Exportadora, conformada por sectores agropecuarios e industriales vinculados al comercio exterior y una fuerza sociopolítica que los representa [Juntos por el Cambio], que pretende barrer al país peronista. En el fondo es “kirchnerismo/anti kirchnerismo”.

En sus discursos, y a modo de extrema síntesis, los supuestos en pugna son, para el peronismo: El proteccionismo industrial, el mercado-internismo y el control de exportaciones; para la oposición liberal / libertaria: Aumentar todo lo posible las exportaciones para poder redistribuir riqueza. 

Consideraciones Finales

Las discusiones internas de una posible siguiente gestión no son en torno al programa, sino más bien de estrategia, de tiempos, de negociación y alianzas, de modos de relacionarse con los actores, de método, no de proyecto ordenado de medidas políticas que se propone ejecutar el líder o el candidato, ya hicimos referencia a esa homogeneidad.

Ya se hizo la metamorfosis desde valorizar la GESTIÓN al LIDERAZGO CARISMÁTICO, hoy hay un electorado de centroderecha más nítido y amplio. Con pequeña estructura y centralizada (pero cuantiosos recursos) es semillero de candidatos competitivos [figuras interesantes] ya que absorbe perfiles heterogéneos outsiders y atrae con su armado y estructura de comunicación política, con diseño de campaña muy profesional y avanzado.

Ahora la agenda económica (sus consignas) está más clara que en 2015, aprovechando el cambio de escenario político (expansión semántica por los libertarios). Los radicales admiten liberalismo explícito ahora. Hay opciones de derecha mucho más radicales y esos discursos se apoyan en un tiempo largo de crisis, frustración, un contexto inflacionario, y promueven algunas soluciones drásticas que son más decibles que antes.

El descontento previo y las dificultades de la situación internacional, terminaron empeorando la coyuntura. Que la derecha reaviva cotidianamente. Hay mucha decepción, sobre todo en las clases medias bajas. De ahí viene parte del caldo de cultivo del descontento que hay en la actualidad

La crisis actual es una solución y un problema para la DERECHA. Se hace más explícito (nítido) lo ideológico, pero pueden perder votos radicalizados. A su vez, en esta nueva disputa entre la derecha organizada y la emergencia libertaria, nos preguntamos … ¿Qué diagnóstico prevalecerá? El maximalista o el moderado. Es un dilema. Si el fiel de la voluntad de las élites partidarias se orienta hacia el ultraliberalismo, ¿cuál será el posicionamiento final del radicalismo en ese entorno?

Mientras, el oficialismo “K”, es una propuesta actualizada en la dimensión cultural pero no en la esfera económica: no hubo ningún Reformismo Económico en los cuatro periodos de gobiernos Nac. & Pop. Motivo de desazón de muchos ex seguidores (en muchos distritos, ganó el ausentismo).

El sistema político argentino – ya inevitablemente impregnado por el neoliberalismo – se organiza por hipótesis de resultados: las estrategias tanto electorales como de gestión, muchas veces se basan en análisis coyunturales y superficiales para unirse y sumar números, sin mayores consideraciones éticas o ideológicas. Nuestra preocupación, que debería permear a la sociedad civil, es que toda la política del país, corra el riesgo del puro relato, sin transformación de la realidad posible.

Nos resta esperar hasta las elecciones generales, para verificar si se corrobora lo que sostienen muchos colegas respecto a la opción aplicada a un “outsider” [J. Milei] como voto castigo, pero solo como señal admonitoria al oficialismo, o; hay nuevas mayorías conformadas en el sistema democrático argentino.