El recurso de la “Teoría de la estupidez” para explicar la realidad política

Por: Roberto Candelaresi

Introducción

El diccionario de la RAE define la estupidez como “torpeza notable en comprender las cosas”; la etimología del concepto hace referencia a dos acepciones: el verbo latino “stupere” (quedar paralizado) y “stultus” (necio). 

En nuestro abordaje se trata de un concepto político y social elaborado por Dietrich Bonhoeffer, un teólogo protestante alemán opositor al nazismo, que fue asesinado por el régimen en 1945 en el campo de concentración de Flossenbürg, cuyas argumentaciones, formuladas a partir de la observación reflexiva de la propia sociedad alemana en su conversión al totalitarismo (cómo su país de poetas y pensadores se había convertido en un colectivo de insensibles, impiadosos ladrones y atroces criminales), lo llevaron a concluir que es más importante temerle a los “estúpidos” que a los “malvados”, o, en otras palabras; la estupidez es más peligrosa que la malicia para la sociedad.

Toda persona sabe identificar la maldad (es decir, generar sufrimiento a otros conscientemente), por lo que no debería dudar en actuar contra ella. No obstante, ante la ignorancia hay indefensión, porque esta no atiende a razones y suele a propagarse de manera silenciosa.

En el plano mundano y coloquial, el «estúpido» es identificado normalmente cuando alguien en una conversación o debate, no comprende un aspecto que podría parecer obvio, o también, otorga veracidad en un momento dado a la idea más inverosímil, a la conspiración más ridícula y a la proclama más peligrosa. En este mismo orden, cuestiona la veracidad de hechos ampliamente corroborados por la comunidad científica. Estas expresiones de irracionalidad se notan también con frecuencia en redes sociales.

El problema está en que las voces irracionales se contagian, se vuelven virales y se difunden en una sociedad que descubre con desconcierto, cómo la ignorancia es, en un momento dado, más amenazante que la propia malicia. 

Nuestro propósito en este trabajo no es abocarnos al uso como adjetivo que connota la conducta [necia o falta de inteligencia] de un individuo por otro, utilizado únicamente con el propósito de denigrar u ofender (metier de la psicología en todo caso), la nuestra será siempre una mirada política y social. 

Elementos de la teoría: ¿De qué forma se orquesta este singular fenómeno?

Reiteramos una deducción central de la proposición de Dietrich Bonhoeffer: la estupidez es peor que la maldad, debido a que la primera puede ser manipulada y utilizada para los fines de la segunda.

Una consideración básica es que, aunque la estupidez puede parecer divertida, suele generar problemas en la vida cotidiana. —

Otro aspecto a considerar es que el “mal” tiende a operar de manera oculta, en la vida real, a diferencia de las expresiones artísticas donde los villanos son más claramente identificables (como estereotipos incluso). Lo más arduo para identificar es cuando la maldad se invisibiliza por ir acompañada de la estupidez.

Los individuos de buena fe, tienden a ser más tolerantes con la estupidez, dado que no suelen tomarse en serio los dichos de quien [el “estúpido» ] suele omitir argumentos confeccionados desde un razonamiento lógico. La falta de seriedad condena como fútil esas expresiones, suponen.  

El concepto de “La estupidez” aplicado al terreno político

Según interpretamos de la hipótesis tratada, la estupidez como tal no sería una amenaza seria para la sociedad, pero se convierte en tal cuando se encuentra con intenciones de “maldad” en el poder político.

En este plano es cuando desde el poder (de naturaleza política o religiosa) se coopta individuos (infectados de estupidez, dirá el autor) que, pese a falta de criterios razonables propios, no están inhabilitados para cargos públicos o representativos. Solo que, por la misma naturaleza del poder, se les exige a esas personas que renuncien a ciertas facultades necesarias para el pensamiento inteligente”, tales como la reflexión, el pensamiento crítico y la independencia.

En otros términos, cuanto más se integra alguien en el establishment, menos individuo se convierte, dado que se limita su control para operar bajo sus propios criterios (fundamentados o no). Se les provee un guion para “leer”, a despecho de sus propias inteligencias o sentido críticos. Los slogans y lemas prevalecerán en pro del ‘sistema’. 

Una de las conclusiones más destacadas de la “teoría de la estupidez” de Bonhoeffer es que esta tiene un enorme potencial para afectar a las personas que forman parte de un sistema, como se ve en las dictaduras y los grupos de personas que defienden ciegamente las violaciones a los Derechos Humanos.

Reiteramos que la estupidez que aludimos en el ámbito socio-político que nos interesa, no se refiere a esa figura con un potencial cognitivo limitado. «estúpido» es aquel que no cuestiona lo que le dicen, que acata órdenes sin pensar y que, carente de criterio, no atiende otras ideas.

Bonhoeffer se acerca al pensamiento de Edmund Burke, que dijo en el siglo XVII: «para que el mal triunfe solo hace falta que los hombres buenos no hagan nada». Las amenazas en crisis sociales y humanitarias llegan cuando la estupidez actúa en grupo – «comportamiento manada»-; el mal entra por la puerta grande, pues para imponerse en esencia, la maldad necesita como llave de paso a las mentes rebaño regidas por la ignorancia. 

Los canales de difusión

Como ya señalamos, se tolera más la estupidez que la maldad, y en vez de combatirla, sonreímos ante la conducta ingenua, el razonamiento simplista y el comentario irreflexivo y ni lo debatimos por “no merecerlo”. Las redes sociales son una clara plataforma del fenómeno. Los tuits “estúpido» s pululan por doquier y se procura no darles importancia; se toleran. Hasta que, de pronto, se vuelve viral una noticia falsa [fake], se da pábulo a una teoría de la conspiración y las ideas sin base científica ni lógica se expanden sin control [Sucedió durante la pandemia por COVID-19].

Existe otro hecho similar en el ámbito de las organizaciones (no políticas), es lo conocido como estupidez funcional. En muchas empresas, los empleados ya no cuestionan los procedimientos ni las normas imperantes. Solo se dejan llevar. La universidad de Uppsala en Suecia ha conducido estudios sobre el particular. Esa dinámica es también de interés politológico, porque quien se convierte en un agente pasivo sin reaccionar ni reformular aquello que le condiciona y le rodea, da paso libre al totalitarismo y la coacción. Normalizar y permitir que fluya la conducta estúpida afecta a todos, porque actúa como facilitadora de la maldad.

Los zombis sociales abundan

En el entorno social podemos visualizar cotidianamente personas arrastradas por consignas y pancartas que no ponen en duda. Y cuanto más llamativas, extremas e ilógicas, mejor. Es evidente, con más frecuencia, en movimientos dominados por ideologías extremas.

De repente, aparecen líderes que ofrecen soluciones simples a problemas complejos, personajes amenazadores y populistas que rápidamente ganan un gran número de seguidores que les otorga poder. La teoría de la estupidez de Bonhoeffer nos advierte contra esto: cómo las mentes ingenuas se tragan estas historias absurdas y las siguen al pie de la letra. Como almas sin cerebro racional.

El verdadero peligro

Como postula la teoría, las mentes malvadas (mal intencionadas) tienen en la estupidez difundida [el no razonamiento ni la mirada crítica], su escalera al poder. En ese caso la estupidez, vence a la razón, y pierden las mayorías sus defensas.

En la sociedad actual, crece la aceptación de ideas como veraces en modo automático, es decir sin ser cuestionadas por pensamiento crítico. La velocidad de las comunicaciones (e informaciones) de red domina la realidad, sin dar tiempo a dudar o analizar lo que se nos presenta como cierto. Por lo demás, es más fácil aceptar lo que llega y obedecer, imitar o hacer lo mismo que hacen los demás. El resultado del Brexit y fenómenos similares, son prueba de esto.

Y el verdadero problema, como ya anticipamos para ‘combatir el fenómeno’, es que resulta muy complicado tratar con la estupidez, aunque se la haya reconocido analíticamente en individuos o grupos. Rehúyen el debate, porque sencillamente están cerrados a la razón, y denunciar a la ignorancia – y menos ridiculizar – no suele ser bien aceptado por la cultura de la sociedad, o sea, la estupidez es improtestable. Lo paradójico, además, que complica el cuadro de las percepciones sociales – pues confunde –, es que uno de los hallazgos de esta teoría reza que es la estupidez, y no la maldad, la que somete a las mentes inteligentes. Y esto parece ser su ventaja imbatible.

La conducta del “Estúpido” 

Con hechos, datos o argumentos no se combate a quien no quiere aceptar la realidad, pues simplemente la ignora, o acepta hechos irrefutables como algo intrascendente e incidental que no modifica para nada su posición original, su visión del mundo, la que, por otra parte, está construida con eslóganes, consignas y falacias. Incluso sus reacciones cuando abiertamente confrontados [contraargumentados], suelen ser virulentas. Ello es así porque un «estúpido» es una persona satisfecha de sí misma, y cuestionarles sus creencias implica desestabilizarlos, lo que los irrita. 

El «estúpido» renuncia a la razón y abraza el avasallamiento. Pero es igualmente importante, que, en el cuadro descripto por la teoría, la estupidez no es una tara intelectual, es un defecto moral. De hecho, ‘caen’ en ella personas sumamente inteligentes (ágiles intelectualmente), mientras que otras con menor nivel intelectual, no presentan ningún síntoma de estupidez.

Desde la Psicología sabemos que los individuos solitarios tienen menos propensión a desarrollar conductas referidas como estúpidas, a diferencia de aquellos con experiencias colectivas recurrentes, más propensos al contagio. Podríamos concluir que la estupidez es un problema sociológico más que psicológico.

La Teoría de la Estupidez remarca que; a mayor incremento de poder de los líderes de movimientos políticos (o religiosos), sus seguidores estarán dispuestos a renunciar libremente a su individualidad. En un colectivo, el poder del liderazgo, necesita súbditos fanáticos para que su legitimidad se propague con facilidad. 

La estupidez solo es derrotada por ‘auto liberación’, genuino interés subjetivo por liberarse de la alienación que padecen. Cuando se trata de forzar un cambio de mentalidad desde ‘afuera’ suele reconcentrarse en la terquedad. El malicioso en cambio, maneja su propia agenda (fines) y es pragmático. En todo caso impondrá sus designios sobre los «estúpidos».

En definitiva, tengamos presente que un tal individuo nunca es independiente, sino subyugado, por ello su “liberación” depende del corte abrupto del vínculo que lo liga con un poder dominante. Simples personas comunes sesgadas por una corriente de pensamiento.

Aportes de la Psicología y la Sociología

La adhesión acrítica a cierta creencia o ideología, se conoce como la satisfacción vicariante (mi proyección de carencias y necesidades en otro superior); renunciando la autonomía al depositar entera confianza en un líder.

El fanatismo (pasión exagerada, anormal) de pertenencia a partidos, grupos, sectas, etc. son neoideologías emergentes vinculadas a la necesidad de pertenencia del ser humano, en esos colectivos donde son aceptados suelen adoctrinar, aumentando el nivel de estupidez. Al sustituir su identidad o conciencia, deja de funcionar como sujeto único, despoja a los demás o enemigos de su condición humana. No valoran las formas de pensar ajenas. Su imaginación obsesiva es confundida con la realidad. Por ello no aceptan críticas constructivas. Ya poseen “la Verdad”.

En definitiva, la estupidez se caracteriza por su espíritu maniqueo y por ser un gran enemigo de la libertad. En el ámbito donde prevalece difícilmente prospere el conocimiento. 

Conclusiones

El mal es un maestro de marionetas. El legado del mártir Bonhoeffer es una teoría atemporal, sus reflexiones advierten que las personas ignorantes, con su pasividad y escaso juicio, dejan la puerta abierta a la fatalidad del totalitarismo. A juzgar por las experiencias contemporáneas, donde pululan sujetos caracterizados por la tesis revisada, podemos concluir que la estupidez de una parte de la sociedad podría llevar a todos al desastre.

Debemos tener en cuenta que, si la estupidez vence a la razón, avanza el sinsentido y se retrocede como humanidad. Y tenemos razones para pensar que tal vez la estupidez está mucho más extendida de lo que todos creemos, aunque esté mimetizada en toda la sociedad.En nuestra clase dirigente apreciamos en plena campaña eleccionaria, como el comportamiento de algunos de sus miembros, avanza en una especie de loca espiral en la que, evidentemente, prevalece la estupidez humana por encima de la razón. Por ello es necesario más que nunca, formular críticas, movilizaciones y campañas de voces populares, fomentando el pensamiento crítico en todos, especialmente en los jóvenes … para no perder nuestra LIBERTAD.