La génesis de la serpiente (Parte 2)

Por: Roberto Candelaresi

El origen del desencanto

Es evidente que el Frente de fuerzas populares gobernante a nivel nacional, ha visto alterada su semblanza con el peso de la gestión en una época por demás dura (pandemia, crisis geopolítica y consecuencias económicas, etc.), y con condicionamientos como la deuda externa, que le impidieron ejecutar decisiones más drásticas para verdaderamente cambiar el rumbo del y aspectar al país de otra forma, más afín a cierto “imaginario nacional y popular”

Esa desviación de la expectativa “media” de sus votantes, significan un paulatino desencuentro con esa voluntad popular. En el escenario electoral, ello se traduce normalmente, en descreimiento acerca del futuro que pueda proponer, lo que daña severamente su condición de éxito.

Como comentamos en la primera parte, las condiciones materiales de existencia actuales, lejos de ser óptimas para el desarrollo personal del mundo del trabajo, reciclan la decepción, atentan contra la integración de “clase” porque la lucha por la supervivencia, atomiza y rompe consensos de solidaridad, que otrora distinguieron a la sociedad de masa argentina.

En este punto, la brutal inflación, consecuencia de una pugna feroz por la apropiación de la riqueza, que desatan los actores hiperconcentrados de la economía nacional contra trabajadores y consumidores, corroe los ingresos de las clases populares, proyecta un futuro incierto (que demuele sueños colectivos de prosperidad) y, genera y reproduce un estado mayor de “anomia” que de por si afecta como característica a nuestra sociedad (lazos sociales debilitados, fidelidades disueltas, creciente impugnación a autoridades y procesos, con extremos de desprecio a la ley y desobediencia civil).

El fastidio cultural

Si a ese marco, le agregamos la aparición de esos adalides de la “incorrección política” y pseudo antisistema con discursos disolventes, obtenemos una combinación explosiva de insatisfacción generalizada. A su vez, esa situación se traduce más que en pretensión de cambio, en furia, o; resignación (igualmente peligrosa para la cultura política).

Como sea, el sistema político está mutando nuevamente, desde un paradigma de participación popular y preponderante esferas colectivas, a otro que enfatiza los intereses particulares; la privacidad por sobre lo comunitario. La desilusión suele ser el causal de la inclinación popular pendular. 

Las relaciones regidas por intereses (especialmente en el mundo de lo real, donde prevalecen las diferencias de riquezas y privilegio) nunca garantizaron el progreso y bienestar de las sociedades, tal como –nuevamente– vivimos con la experiencia de Cambiemos 2016/2019, sino en todo caso, el beneficio de unos pocos. Esto contradice algunas tesis de filosofía política, que atribuía al capitalismo (racionalidad sobre ímpetus) una condición pacificadora, al ofrecer el mundo de los negocios que acerca, amiga e integra, a diferencia de las sociedades donde rigen las pasiones, que dividen, enconan e incitan a la violencia. 

Aquel supuesto atributo sanador, garantizaría el sendero al “orden y progreso”. Como bien nos demostró la historia, las sociedades capitalistas no se desarrollaron necesariamente en forma más integrada y armónica. Lo que también podemos tomar como un axioma válido, es que las sociedades regidas por pasiones, sí son propensas a la disolución, o al menos a la violencia.

Brevario del fenómeno político de los “ultras”

Lo que observamos a nivel mundial, y ciertamente no escapa a nuestro propio sistema, es que el anti progresismo y la anti corrección política están construyendo un nuevo sentido común. La extrema derecha [ultra reaccionaria] pretende cambiar definitivamente el mundo occidental con una propuesta combinada antiestatal, racista, misógina, etc., que parece estar logrando adhesiones masivas, y todo ello ante la pasividad o la impavidez del progresismo, que parece así subestimar al “fenómeno”.

Algunos autores (el historiador Pablo Stefanoni entre otros) se cuestionan si la rebeldía no es ahora un atributo de la nueva derecha o derecha alternativa, con lo cual esa bandera habría sido arrebatada a los movimientos de izquierda, populares, revolucionarios.

Actualmente los libertarios están gestando una revolución antiprogresista. Los transgresores ahora serían de la derecha “cool”, mientras que los rebeldes de antaño paradójicamente son los que defienden el statu quo (aunque en realidad pretenden sostener el Estado y al sistema democrático, al que atacan los anarcocapitalistas). Lo que expresan en realidad son insatisfacciones y enojos.

Particularmente para la juventud (no militante, ni avezada políticamente), expresarse contra el sistema (que no le ofrece porvenir) en una suerte de rebeldía es cool.

Todo aquello que sea transgresor y vaya contra consensos establecidos, es mejor aprehendido por los jóvenes. Esto es aprovechado por la derecha en la batalla cultural (siempre sostenida), para señalar “excesos” del progresismo en distintos ámbitos (cierto discurso pretendidamente hegemónico impuesto), o repudiar el consenso keynesiano (intervención oportuna del Estado) de la economía.

Un nuevo discurso con ejes en lo antipolítico, anti impuestos, en defensa de la “gente común” contra los “políticos ladrones”. Ese sentido común que edifican con el anti progresismo y la anti corrección política, no cuenta con un contra discurso que oponga un proyecto transformador por ahora, es decir, no hay un elemento que entusiasme por oposición. Aunque desde el campo popular se subestima aquella retórica, porque hay una sensación de cierta superioridad moral en los ámbitos intelectuales y directivos de la progresía. Hasta ahora lo han subestimado. En política, no ponderar debidamente las fuerzas de tu enemigo/adversario, puede ser estratégicamente fatal.

El aumento del consumo en las clases populares naturalmente es un objetivo a lograr, pero se debe paralelamente construir instituciones efectivas del bienestar y agrandar el sistema económico, para que esa situación deseada sea permanente. Por otro lado, el descontrol de la inflación atenta contra cualquier progreso material porque lo relativiza y lo torna vulnerable. Si no, todo reside en el voluntarismo de los gobiernos.

Por ejemplo, si los servicios son deficientes, la crítica anti impuestos permite expandir a la derecha en la sociedad. Los gobiernos “centristas”, no osados o no-transformadores, no ofreces alternativa frente a un panorama sombrío o distópico que plantea la extrema derecha. Aún así, la derecha busca que la población critique a las élites políticas (no económicas), a la casta, a las conspiraciones de la izquierda, pero sin buscar liberación del statu quo y su clase dominante (ver Philippe Corcuff). 

Parecería que las fuerzas populares y progresistas deben ser conscientes que no pueden caer en posiciones defensivas conservadoras de lo institucional, si es incapaz de canalizar los inconformismos de la sociedad y especialmente los más vulnerables. Los discursos de extrema eran marginales o periféricos, pero hoy son centrales en la opinión pública. No se los puede subestimar. 

La alianza Cambiemos hizo una lectura importante del impacto de esta nueva derecha de libertarios, y es por ello, que se desplaza hacia ese sector para no perder adeptos, especialmente entre el nuevo público joven. Los candidatos cambiemitas, están pasando de un discurso propagandístico de Gestión y post ideológico (que tuvo/tiene muchos adeptos), a una oferta mucho más jugada ideológicamente. 

Destino común

as sociedades nacionales, son comunidades con una organización política común dada, que comparten vínculos históricos, culturales, etc., y que tienen consciencia de pertenecer al mismo pueblo. Cuando fracasan los paradigmas, especialmente aquel que propone un progreso inexorable, se genera un marco de fragmentación y fragilidad, ambiente propicio para la germinación de tristes pasiones, allí suelen aparecer retóricas políticas que explotan eficazmente los rencores, miedos y antipatías. Si el sistema no me ofrece mejores expectativas o esperanza concreta, merece ser destruido, parece ser la consigna insuflada por el discurso del odio. 

Un oficialismo deshilachado

En el marco de ese resurgimiento de una derecha “derechosa”, incluso con un prospecto de ajuste, austeridad y pérdida de derechos sociales, en apariencia al menos (léase sondeos de O.P.), el Frente en el Ejecutivo no logra recomponer su otrora sólido capital social y favorable opinión pública.

No entendemos que la continuidad del gobierno peronista /kirchnerista enfrente un drenaje electoral demasiado importante hacia las bandas derechas o izquierda en las próximas elecciones, si bien parte de su juventud adherente –aunque no militante–, pueda migrar a las costas del extremo libertario. Pero si su gestión económica no logra un cambio de rumbo (para favorecer a trabajadores y consumidores) en los próximos meses, el destino puede ser dramático por la deserción de simpatizantes al peronismo vía la abstención (agravada cuantitativamente desde el 2021).

Si esa evaporación de lealtades ocurre, se imputará al fracaso de la gestión voluntarista del gobierno del FdT, su falta absoluta de audacia, imaginación política transformadora, e incluso a su descoordinación interna. Como resultado, sobreviene la desilusión y sensación de desprotección que experimentan sus votantes originarios, e implica que la desmovilización propiciada desde la orgánica partidaria y la subsecuente crisis de representatividad (posible vacancia) para sectores populares, fueron factores determinantes, y, la descomposición de la fuerza frentista que los aglutinara se torna verosímil pudiendo concretarse prontamente, con secuelas por años.

Para remediar un tal fracaso, se hace imperativo una nueva promesa de futuro para reganar la representación política de un importante sector de la sociedad, que aspira a conocer un nuevo y osado programa que tuerza el destino de opacidad que padecemos hasta hoy, y aleje al país de hado de castigo que promete la derecha ultra conservadora.