Un orden político que se agota: El peronismo frente al saqueo

Por: Roberto Candelaresi

Introducción

En 2019 Alberto Fernández despertó interés y expectativas, que se apagaron bastante antes del final de su mandato.

La percepción colectiva acerca de la ‘clase dirigente político-partidaria’ es muy negativa. Los valorizan como ineptos para cambiar la realidad socioeconómica, incluso, perciben que se implementan “programas” que, en esencia, son versiones de la misma receta, -aplicadas con matices – ya que nada estructural cambia, y de allí, las muletillas “los políticos son todos iguales”, “los dirigentes son una mierda”, y otras igualmente mordaces. 

Esta sensación produce un distanciamiento de las dirigencias partidarias con las ‘bases’ y la consiguiente crisis de representación.

La POBREZA, ya convertida en característica endémica, sigue creciendo, mientras el excedente productivo sigue alimentando el sistema financiero internacional.

El bloque dominante impone -sea cual sea el color del gobierno- una distribución regresiva del ingreso, y, a nivel político, apoya a quien someta a la clase asalariada a sus propios intereses, revestidos de “generales”, ante la opinión por sus comunicadores aliados [proverbialmente su alianza con Cambiemos y medios hegemónicos].

El orden económico iniciado por la dictadura del ’76 (con un jalón previo en el “rodrigazo” de 1975), se sigue reproduciendo hoy, la incesante fuga de ingresos y divisas, para formar capitales en el exterior y gozar de cómodas rentas financieras, lo demuestra.

El ahorro nacional se transforma en capital financiero para beneficio de una clase burguesa que no se reintroduce ni como inversión en el país, y, por la apropiación paulatina de la renta vía precios incontrolados, los formadores de precio monopólicos, capitales altamente concentrados giran a diario esa masa de dinero convertida a divisas. No menos de un PBI se considera que representan los capitales de argentinos en el exterior.

La contracara es la asfixiante deuda a la economía nacional. Es decir, el ahorro local está transformado en capital financiero global (pues participa de un sistema mundial de fondos especulativos y rentísticos), lo que constituye en un problema para el orden democrático. La renta en pocas manos y fuera del alcance del control estatal de nuestra sociedad. El SISTEMA DEMOCRÁTICO deviene en meramente formal.

La depredación

Este saqueo, tiene dos herramientas clásicas para producir la exacción de la riqueza producida desde la masa asalariada. La inflación o la amenaza del default. Normalmente cuando escasean las divisas, y se pretende estabilizar la estructura productiva (que el capital productivo no se quede sin divisas para importar insumos, por ejemplo), se producen AJUSTES, con devaluaciones que lo que hacen es ABARATAR EL COSTO DE LOS SALARIOS EN DÓLARES, bajando el consumo momentáneamente, con lo que se controla la inflación, mientras quedan dólares excedentes para vender a los ‘deudores’ [la mayoría de las veces las empresas se ‘endeudan’ con la caza matriz, o con otras filiales, para justificar su salida de divisas “a precio oficial”] o a los importadores. 

Todos los gobiernos – con matices, y por periodos- tienden a ser “generosos” con los empresarios privados para conseguirle esas preciadas divisas, sin muchos controles ni previos, ni posteriores, rara vez se imponen restricciones al giro de utilidades al exterior. La administración del cambio no es del todo común, como se esperaría de un país del capitalismo periférico y semicolonial como es Argentina.

Lo que sí es evidente, que un denominador común de diversos gobiernos, es que los programas que aplican, se concentran en gestionar deuda. La estabilidad como hemos visto en estos últimos 47 años, resulta ficticia, o al menos, frágil.

Los ‘estallidos’ son sistémicos. Las empresas medianas y grandes fugan capitales, y todo “justificado” por la “falta de confianza” en el sistema político (corrupto, clientelar y populista). El cinismo al palo, resulta eficaz ante una opinión pública sin valores, criterios ni referencias éticas. El sentido común ya ha sido ganado por el neoliberalismo, que justifica cualquier defensa del capital y repudia lo comunitario.

Los ajustes se repiten. Claro que el impacto (su morigeración, su secuenciación) de los que aplican difieren bastante de gobiernos liberales de los populares. La paridad cambiaria es el resultado de un juego de pocas manos (y como conocemos los argentinos, no siempre institucionalizadas), pero con impacto general en la economía. Como consecuencia, en una hacienda ‘bi-monetaria’ como la nuestra, la inflación suele acompañar sus vaivenes.

Ni siquiera en época de la convertibilidad (conversión de paridad fija con el dólar), la inflación estuvo ausente, sí, muy morigerada, en referencia a nuestros récords históricos. Como sea, por el alto endeudamiento, se corta el circuito de ingresos, fallan las asistencias (FMI, Plan Brady, BM, etc.) y pese a ello, las reservas internacionales se esfumaron del BCRA (24.000 mill. de U$D).

Se volvió a romper el patrón de distribución, que durante el periodo ‘45/’75 la renta de los salarios había rozado cerca del 50% del PBI. Pero téngase presente que en ese lapso (gobiernos de distintos credos) rigió el control de cambios como política de Estado.

Cuando existen altas deudas, se requiere del saldo exportable crecientes sumas de divisas, para aplicar a los intereses al menos, pero también se debe atender la demanda de importaciones de equipamiento e insumos industriales. Y, además, las empresas pretenden dolarizar sus ganancias, con lo que el saldo siempre resulta insuficiente. El llamado estrangulamiento del sector externo.

La falta de servicios de comercio exterior, como fletes nacionales, seguros y otros insumos conexos, agrava la escasez de divisas, no solo porque no se producen desde el país y así se facturaría, sino que se paga a extranjeros para exportar nuestros propios productos. Ausencia de un Plan Estratégico Nacional.

La falta de regulación portuaria privada y navegación interior, dominada por capitales extranjeros, no contribuyen a mejorar las reservas de dividas tampoco.

Las ganancias no se reinvierten en su mayoría en el territorio argentino, sean de empresas nacionales y menos en caso de extranjeras. Y eso a despecho de la ideología del presidente de turno. La hemorragia cambia de intensidad, pero no para.

Cuando no se recauda apropiadamente para cubrir el gasto estatal, y en vez de mejorar los ingresos con impuestos eficientes y progresivos, se emite deuda en títulos destinada a enjugar el déficit fiscal. Pero si las tasas son demasiado atractivas, lo que ocurre es que las empresas (e inversores en general) se abocan a esa renta financiera, desatendiendo inversiones productivas. 

Por otra parte, se agiganta la deuda pública. 

El ciclo que recicla

Este desbalance ocurre además cuando un gobierno gerencial como el de M. Macri, toma un préstamo para que los inversores financieros puedan realizar sus altísimas tasas de ganancias en dólares (ciertamente el nivel más alto en el mundo, cuadruplicando la tasa de los títulos de la Reserva Federal de EE.UU.) baratos del BCRA, y regresarlos al sistema financiero internacional, así convertían deuda en pesos (títulos comprados en el país) a deuda en dólares (al FMI).

La ganancia neta de algunos se corresponde con el empobrecimiento sistemático de muchos. Los dólares cuando ingresan y no permanecen en reserva como respaldo para lograr la estabilidad de la propia moneda, sino que se conceden para girar utilidades y rentas al exterior, provoca la escasez de divisa que dispara su cotización. Esto lo sabe cualquier principiante de la disciplina económica, mucho más lo consideran los mercados, que, además, advierten anticipadamente los estrangulamientos e incapacidades de repago debido a esa práctica de no cuidar reservas, por eso suelen cortar las inversiones y los préstamos al país, repotenciando el problema. 

Es sabido el impacto en el sistema de precios relativos internos que se termina ‘rompiendo’. Los que más sufren son los individuos con ingresos fijos, pues la pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios y jubilaciones es notoria e inmediata. Su recomposición siempre es atrasada y no siempre vuelve al nivel original.

Persistente como es el fenómeno (cíclico), nos demuestra que los modelos aplicados no son de desarrollo (mas allá de sus enunciados), sino que son de negocio. El programa económico que presentaron las distintos coaliciones o partidos a lo largo de los 40 años, en la práctica concreta difieren solo en matices, pero no cambia la matriz productiva. En efecto, la producción de commodities sigue siendo el núcleo productivo del país, un esquema extractivista con una renta concentrada en pocas manos. Para peor, por ejemplo, la soja, desde la gestión menemista se transformó en casi un monocultivo, que deja al país a merced de ese mercado, y sus precios especulativos, que ciertamente se determinan fuera del país, en Chicago, EE.UU.

Mientras, continúa vigente la Ley de Entidades Financieras sancionada por la dictadura que abre el mercado de capitales a la circulación irrestricta, y permite endeudar al país para garantizar sus salidas eventuales (drenaje permanente, en verdad).

Desde el retorno de la democracia, el modelo productivo central [desde ya tiene complejidades y ramificaciones] que no incluye a toda la población en su crecimiento, demuestra la inexistencia de un Proyecto de País. 

Dominantes y dominados

La clase dominante actual ya no es la clase dirigente de otrora, que, aunque cuestionable que fuera su proyecto, contaba con una prefiguración de nación y un destino deseado. Hoy, teniendo mandatarios en el ámbito de la política, que no alteran significativamente el modelo productivo (en rigor, de negocios), ya no requiere de un proyecto nacional democrático viable. 

Simplemente observar un gráfico con la composición de la estructura impositiva del país, es definir la comodidad con que los ricos viven en la Argentina. Pagan muy pocos impuestos en relación a sus ingresos. Pese a lo cual reclaman la abolición o reducción de algunos gravámenes, como si significaran algún peso para la evolución de sus rentas.

La Argentina sostiene su presupuesto de créditos (ingresos) fundamentalmente sobre los impuestos al consumo como el IVA, o Ingresos Internos. Una distribución injusta desde la teoría, y peor desde la práctica, con tantos privilegios y exenciones para el capital y los ricos.

A nivel regional no estamos mucho mejor, ya que la fuerza política de los bloques conformados (MERCOSUR, por ejemplo) no se la explota para imponer visiones localistas, y una verdadera integración con políticas comunes de sus Estados. La moneda común (que daría estabilidad a su valor por las reglas estrictas que impone) aún está lejana en su factibilidad. 

La miserable miseria

Volviendo al modelo social, recalcamos el fracaso del lema impuesto al sentido común por la prédica neoliberal, “la posibilidad para cualquiera de sumarse al crecimiento”, que la realidad desmiente a diario, los sobrevivientes del sistema caen en la pobreza, y cada vez menos se suman a la escuadra de los victoriosos. El modelo es una fábrica de pobres, pues aún cuando crece la “torta” productiva, la precarización y el consecuente empobrecimiento se incrementa. Claramente un problema distributivo.

Hoy en el sector productivo campea la informalidad laboral con muchos cuentapropistas, o sujetos beneficiarios de planes sociales, intercalando ‘changas’. Bajos salarios generalizados, incluso en la economía “en blanco”.

Desde el ámbito del capital, particularmente el financiero, ni bien advierten algún potencial desorden en las cuentas públicas, giran sus activos financieros al exterior, restando recursos en el mercado local, incluso contribuyendo a desfinanciar al Estado. A veces se apela a los “blindajes” que ofrecen las potencias, solo para salvar la coyuntura sin cambiar el sistema de siempre. Es solo cuestión de tiempo para un nuevo estallido.

Permitir, inducir o fomentar esas salidas sin solución [meros asientos contables], especialmente cuando el progresivo deterioro económico-social es diario y evidente, es otra forma más de corrupción.

Por otra parte, el sistema judicial argentino, que suele ser invidente ante los abusos de algunos poderosos, suele tratar con caricias a los mandatarios [funcionarios contratados] de aquellos. No se trata de la falta de pruebas (algunas son elocuentes para el público), sino de la nula voluntad política para alterar la impunidad de los que representan el “poder real”.

Téngase presente que el sr. Carlos Menem, declarado culpable por esa lenta justicia (que tuvo que rendirse ante tanta evidencia) en el caso “la voladura de la FM de Río III” con muertes [léase homicidios], y en otras menores como “sobresueldos”, fue investido con fueros en el Senado y enterrado a su fallecimiento con todos los honores de un presidente democrático, según dispuso el Pte. A. Fernández en un decreto. Alta corrupción, no desprolijidades como se dice para lavar el peculado

Conclusiones

“Votes a quien votes, el Partido Nacional del Ajuste ya ganó” enuncia el Dr. Alejandro Horowicz en un tono decepcionante, y ello, luego de un desarrollo intelectual que interpreta la continuidad de lo que él llama la “democracia de la derrota”. [“El kirchnerismo desarmado” (Ariel – Editorial Planeta)].

Somos levemente más optimistas, pero coincidimos con su mirada en que el sistema político argentino, o más apropiadamente el “orden político”, se está agotando. Lo señalan claramente los guarismos decrecientes de todos los candidatos [y esto incluye a la líder y estadista más reconocida por la sociedad; CFK, con un número irreductible de adeptos duros, pero de legitimidad decreciente en el contexto social general].

También rescatamos de la obra de A. H., la noción de la encerrona que nos plantea el “Partido Nacional del Ajuste” de cara a las próximas elecciones. El proceso de degradación social iniciado en la dictadura ha sido constante desde aquel hito, y, aunque sosegado el grito de los perdidosos por un sentido común impuesto por el neoliberalismo, que arraiga como la única realidad posible, se advierte por la irrupción del libertarismo utópico (irrealizable), una búsqueda popular de alternativas, incluso de romper el sistema (aunque resulten los propios chivos expiatorios).

El tema – nos parece – es que los verdaderos beneficiarios del sistema, llamémosle mandantes de los políticos, están bastante ocultos a los ojos populares. Nada se puede cambiar si no se conoce quien es el verdadero oponente. De hecho, aún hoy, a 40 años de la democracia recuperada, la percepción más común es que los militares fueron exclusivos responsables de ese gobierno autoritario y genocida, casi excluyendo a los verdaderos beneficiarios de ese Plan impuesto. Las fuerzas armadas (y no por eso menos responsables), fueron meros instrumentos del bloque de la clase dominante [burguesía empresaria] para transformar la matriz distributiva del país, masacrando y desapareciendo opositores a ese objetivo.

El fracaso según nuestra opinión, del actual ensayo peronista, es que tampoco fue capaz de utilizar la posibilidad para producir verdaderas reformas. Nótese que, en 2020, promediando la pandemia, la figura del P. E. contaba con un inédito 80% de aprobación según los sondeos de opinión.

Aún así, la población y la ciudadanía en particular, no debe pensar que no hace ninguna diferencia al votar. No todos representan lo mismo. Aunque sin radicalizarse, hay un candidato pragmático que pretende REFORMAS – que alterarían el modelo hasta acá aplicado –, mientras que la derecha en sus dos versiones, pretenden RATIFICAR o incluso, AGRAVAR las condiciones socioeconómicas de las mayorías, en pos de un pretendido bienestar futuro.

La abstención o el voto blanco en esta coyuntura histórica del país, entendiendo que no hacen a la diferencia, creemos que es equivocado. No todo es continuidad del “ajuste” y del mismo modo. 

La POLÍTICA tiene una autonomía relativa que no es ficción. Se requiere liderazgos que se atrevan a expandirla y no simplemente abocarse a la ejecución del programa del bloque de clases dominantes.

Nos resta esperar que la sociedad pause solo hasta la unción de un nuevo presidente 2024/27 el necesario juicio político a sus dirigentes, verdadero atributo democrático. Pero ello para ser eficaz, debe incluir a la TOTALIDAD DE LA DIRIGENCIA, no solo del ámbito político, que como dijimos son meros representantes de poderosos. La discusión política debería ser algo más que los cargos a ocupar. Los cínicos y los ignorantes que se postulan, deberían ser castigados en las urnas, para dar oportunidad a quien parece oír a todos y se compromete a dar cuenta.