El 19 de abril de 1991 el joven de 17 años fue arrestado junto a varios amigos por “averiguación de antecedentes”, en la previa de un recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Moriría una semana después por las lesiones sufridas a manos de efectivos en la comisaría.
La noche del 19 de abril de 1991, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota tocaba en vivo en el estadio de Obras Sanitarias, en el barrio porteño de Núñez. Un show al que Walter Bulacio, un adolescente de 17 años oriundo de Aldo Bonzi, nunca podría ingresar.
Bulacio fue detenido junto a un grupo de amigos por la Policía, que llevó a cabo una razzia durante la previa al concierto. Walter y los demás fueron detenidos porque no corrieron como tantos lo hicieron: ellos se quedaron parados donde estaban porque no habían hecho nada malo ni delictivo.
Tanto él como sus amigos fueron trasladados a la Comisaría 35 por “averiguación de antecedentes”, una excusa habitual por parte de los uniformados desde los años de la Dictadura Militar.
Allí, fue golpeado salvajemente por policías hasta quedar inconsciente. Tan mal lo dejaron que, la mañana siguiente, fue trasladado al Hospital Pirovano.
En el nosocomio, en el cual le diagnosticaron un severo traumatismo de cráneo, Bulacio pudo, con las pocas fuerzas que le quedaban, decirle al médico que lo atendió lo que le había pasado: que había sido golpeado por la Policía.
Con un muy delicado estado de salud, Walter fue derivado al Sanatorio Mitre, donde falleció cinco días más tarde. La autopsia realizada a su cuerpo reveló una gran cantidad de lesiones provocadas por golpes con objetos contundentes.
La detención ilegal de Walter Bulacio (junto a la de otros 129 jóvenes) y su asesinato marcaron un antes y un después en la historia del rock y la cultura popular argentina. El joven se convirtió en emblema de la lucha contra la violencia policial.
A la Policía, cada vez más cuestionada y menos confiable para una gran parte de la sociedad, no le quedó otra que abandonar la práctica de las razzias (afortunadamente).
No obstante, su crimen tuvo un único condenado: el comisario Miguel Ángel Espósito, quien fue sentenciado a la pena de 3 años de prisión ”en suspenso”, sin aplicación efectiva. Fue juzgado solamente como responsable de la razzia.
A 30 años de la detención que terminaría con la muerte de Bulacio, su nombre sigue siendo recordado y enarbolado como como bandera, además de haber sido inspiración para la canción “Juguetes Perdidos” que luego le sería dedicada en un show en vivo de su banda predilecta.
Yo sabia que a Bulacio lo mató la Policía”, sigue siendo la consigna de las marchas pidiendo justicia, aún hoy, 30 años después.
El de Walter es otro de los tantos casos de violencia policial en Argentina, aún sin resolverse. Una detención ilegal conllevó a una goñpiza salvaje que le terminó quitando la vida a un joven que sólo iba a divertirse. Una historia que parece repetirse hasta el hartazgo.
Uno de los compañeros de él, Nazareno, había dejado escrito en la pared del calabozo “Jorge, Walter, Kiko, Erik, Leo, Nico, Nazareno, Betu, Héctor, Caímos por estar parados” .En vez de correr se quedaron en sus lugares, ya que a avanzada de los policías hizo que una buena cantidad de jóvenes se dispersaran corriendo a través de la avenida del Libertador.
Bulacio nació el 14 de noviembre de 1973, en Buenos Aires y cursaba sus estudios en el Nacional N° 1, Bernardino Rivadavia, en el barrio de Constitución. Cuando cayó en coma, las marchas encabezadas por su familia se hicieron instantáneas.
Su familia, amigos y compañeros del Nacional N°1 Bernardino Rivadavia se autoconvocaron pidiendo justicia por este caso de brutalidad policial. Y la cara del joven torturado en la comisaría 35a se hizo conocida.