El modelo de desarrollo extraviado y la oportunidad para reencausarlo

Por: Roberto Candelaresi:

Presentación 

Si algo queda claro revisando la historia económica argentina de las últimas décadas, es que no existió un MODELO DE DESARROLLO que se sostuviera en el tiempo. La variación de alternativas, o peor aún, etapas con ausencia de modelo integral alguno, trajeron como inevitables consecuencias, erráticas conductas por parte de los agentes económicos, secuencias de incentivos y desincentivos en un mismo rubro económico, en definitiva; un ralentizado crecimiento del desarrollo productivo y tecnológico nacional, que, hasta épocas no muy pretéritas, significaba un jalón de orgullo identitario frente a la región y el mundo.

Por lo demás, la ausencia de un marco general tal como un Proyecto Nacional consensuado por las mayorías, dificulta la adopción de un determinado modelo económico de crecimiento y distribución.

Los datos son contundentes. Desde el golpe cívico-militar del ’76, Argentina fue uno de los países con peor desempeño económico y social. Un magro crecimiento promedio del 0,5% anual hasta el 2019. Muchos años de ese periodo fueron recesivos (al menos 20). Es por esa razón que el país descendió de un nivel de vida semejante al sur europeo que supo tener con una amplia clase media, a un promedio latinoamericano, con una inequitativa distribución de la riqueza como padecen nuestros vecinos, y con un importante sector bajo la pobreza (+35%).

Uno de los factores claves, es la fuerte desindustrialización (una caída del 23.4% desde 1975), mientras en el mundo desarrollado (EE.UU., Alemania, Japón, etc.)  o, en desarrollo (China y Corea del Sur, por ejemplo) multiplicaron varias veces sus productos industriales brutos. Es bien sabido en la ciencia económica, que cuando se achica el sector manufacturero, aunque crezca el primario o los servicios, se deterioran los ingresos, y se resiente la estabilidad laboral (proyección a futuro), hay expulsión de mano de obra, etc.  por lo que los indicadores sociales caen inevitablemente.

José Alfredo Martínez de Hoz, y Jorge Rafael Videla, iniciaron el modelo de destrucción de la industria nacional en 1976. Foto José Manuel Fernández/Télam

Con una administración de tinte peronista como la actual, se trata de generar un ambiente macroeconómico estable, especialmente después de la recesión por pandemia, pero para que el crecimiento pos-pandémico se consolide y revierta el proceso de caída de los últimos años. Desafortunadamente, y como consecuencia del altísimo (inédito) endeudamiento del país, legado por el ‘gobierno’ de Cambiemos, no hay en disponibilidad todos los recursos deseados para estimular y subsidiar inversión, tecnología y exportaciones industriales, pero la ingeniería económica se ha desplegado para satisfacer ese propósito en la medida de lo posible.

UN MODELO DE POLÍTICAS PRODUCTIVAS

Es clave para bajar la pobreza y precarización laboral o el desempleo, en definitiva; mitigar las desigualdades en la sociedad en forma permanente, EL INCREMENTO DEL INGRESO PER CÁPITA. En otras palabras, el crecimiento económico que demande puestos laborales formales [registrados con acceso a servicios sociales] para mejorar el ingreso de las familias. Mientras, se puede ensayar, una mejor y más eficiente recaudación para que el Estado redistribuya esos ingresos en asistencia social y gastos de infraestructura (son mejoras momentáneas). El control de rentas extraordinarias a grandes corporaciones formadoras de precio, morigera el impacto inflacionario en su alto componente especulativo [sin justificación macroeconómica o de costos directos], para mejorar inmediatamente el poder adquisitivo de salarios e ingresos personales.

Ante el cuadro de escasez de divisas como el actual, tan necesarias para el crecimiento del aparato productivo y demanda de insumos, es menester acrecentar las exportaciones, con las promociones y fomentos necesarios, y también, mediante la sustitución de importaciones. Hay capacidad instalada en el país y conocimiento tecnológico como para concretarla en muchos rubros. Pero las inversiones requieren CONFIANZA, que debe proveer el gobierno con el Estado.

Industrialización, Factor clave para el desarrollo.

Muchos bienes y servicios exportados, alejan la necesidad de devaluaciones por las suficientes entradas de divisas. Esto sostiene el bienestar y evitan sobresaltos en el sector familias (además de permitir programar a las empresas).

El estancamiento se rompe también, evitando por todos los medios la FUGA DE CAPITALES, que en el país es anormalmente alta [en términos relativos con su PBI]. Ingentes capitales que se pueden reinvertir en nuevos mercados y sectores productivos. Una vez más, el Estado debe concurrir con estímulos fiscales adecuados y asistir a las empresas para abrir nuevas oportunidades en el mundo para la oferta argentina.

Las Políticas Productivas deben orientarse a resultados eficientes, sectores capaces de crear puestos de trabajo de calidad, bien remunerados y con componente intelectual a desarrollar con creatividad. Para los trabajadores menos instruidos, deben darse formaciones profesionales y de oficios asistidas por el Estado. Las salidas que producen rápidamente resultados, tales como las “fábricas ensambladoras”, pueden ser un comienzo para entrenar al capital humano, pero con un régimen extendido de proteccionismo, el costo fiscal puede ser enorme, asociado al costo social, ya que sus productos tienen un elevado nivel de precio relativo que a la larga se termina consolidando. Y esta modalidad, si no tiene al menos transferencia de tecnología, es muy magra en cuanto a beneficios. [Una ensambladora puede reclutar y mantener a 500 obreros, pero si sus precios son altos, perjudican a la mayoría consumidora].

Por lo demás, el desarrollo siempre está vinculado a la producción con creciente complejidad tecnológica, donde la productividad es alta y los productos competitivos, no solo a nivel doméstico, por lo menos para un mercado regional o de menor desarrollo [África]. 

Finalmente, el aspecto de la territorialidad debe estar siempre presente en la estrategia gubernamental de desarrollo. El equilibrio económico debe ser paralelo al equilibrio demográfico, para que el crecimiento elimine (o amortigüe los desbalances de riqueza y poblacionales entre regiones nacionales), y, considerar el aspecto ambiental.

En esa última dimensión, está la arena propicia para el debate. Nuestra posición es que, si bien para el posible desarrollo debe ser ambientalmente sustentable –conforme la sabia mirada actual-, esto es, métodos productivos innovadores, reductores sistemáticos del impacto ambiental, [energía eólica, nuclear, hidro génica, y la electromovilidad que se abre paso arrolladoramente por su demanda global] debe confrontarse con el subterfugio “prohibicionista” de impedir actividades (minería metalífera, ganadería de establo, agricultura de genética alterada, hidrocarburos, etc.) que son capaces de dar mano de obra calificada en algunos casos y muchas divisas, en todos. El impedimento en muchas zonas, perpetúa la pobreza de los habitantes (si no la aumenta) y quita potenciales recursos fiscales. Se trata de exigir prevenciones, estudios de impacto ambiental, el uso de implementos de seguridad de última generación, aplicación de métodos descontaminantes, uso responsable de recursos, etc. pero no es aceptable la no explotación de posibilidades, pero pretender al mismo tiempo, contar con la disposición de lo que la tecnología actual ofrece, o esperar que los ingresos se equiparen a como si se estuvieran empleando los recursos naturales productivamente es un absurdo.

La minería, las reservas de gas, la proteína animal y la agricultura proveen hoy las divisas necesarias, pero se requieren más. Los recursos naturales deben ser complementados con provisiones de servicios para las distintas actividades primarias, industrias de base tecnológica y nichos de conocimiento aplicado (creatividad y diseño), por ejemplo. 

Fundamentalmente, no obstante, tenemos que lograr una integración en los procesos productivos [un encadenamiento hacia atrás y hacia adelante] tales como en la maquinaria agrícola de precisión satelital, biotecnología, agroquímicos y fertilizantes, productos veterinarios, genética de semillas, extracción de gas y proyectos petroquímicos nacionales. Esto requiere de proveedores NACIONALES, sofisticados en cada área.

En cuanto a la minería, el litio y el cobre (que dejamos de exportar), son de creciente demanda por la transición energética global, con lo que abre una gran oportunidad para el empleo formal de altos salarios, además del ingreso de divisas que se puede multiplicar varias veces (el actual saldo exportable), a despecho de la mala prensa que la actividad minera tiene. Una externalidad positiva de acrecentar la minería “dormida” en Argentina, es el desarrollo de proveedores nacionales (ya existentes pero sin despegar por el bajo nivel de actividad).

Un ejemplo de la pérdida que se ocasionan cuando la activación social no es bien conducida por intereses locales, es el caso de las pasteras, en que la Argentina, con una foresto-industria sub aprovechada, quedó fuera del juego de la industria celulósica regional. Cuando los países vecinos, como Brasil, Paraguay y Uruguay recibieron las grandes inversiones que, en estos últimos 15 años se tradujeron en mayores exportaciones y nuevos puestos de trabajo, SIN INCIDENTES MEDIOAMBIENTALES.

Hoy en la Argentina se producen reactores nucleares (el CAREM es precursor mundial en su tipo), molinos eólicos y turbinas hidroeléctricas, todo con alta integración nacional. Estas actividades deben ser apuntaladas como políticas de Estado. 

Reactor Nuclear CAREM, trabajo conjunto de la CNEA, el INTI y la empresa IMPSA

En plena reestructuración global y transición tecnológica (hacia vehículos eléctricos) la industria automotriz debe ser otro eje relevante de la política productiva. De hecho, existe la posibilidad de radicación de Chery para fabricar localmente autos eléctricos. Una llamada para los proveedores autopartistas de actualización, para formar parte del HUB para exportación que será Argentina en la región.

Los servicios basados en el conocimiento, dentro del campo de la alta tecnología, han sido muy dinámicos en la economía reciente y con algunos altibajos, sigue creciendo a nivel exportación. El gobierno actual ha dispuesto una serie de normas (economía del conocimiento) y programas (Plan 111, etc.) que estimulan su desarrollo. La formación y capacitación en este ámbito, requiere un doble esfuerzo de las instituciones académicas. La alta demanda mundial garantiza una salida laboral creciente. 

La biotecnología nacional quedó patentizada en su alta calidad, no solo porque la industria farmacéutica local produce un sinnúmero de especialidades medicinales, sino por la creación de vacunas y reactivos contra el Covid-19.  La industria 4.0 (automatización de procesos) y la satelital [INVAP] ya han dado sobradas muestras de su capacidad e idoneidad. Las inversiones han retornado a esos sectores, después de la nefasta negación del macrismo.

Representación Satelite SAOCOM 1B, lanzado en agosto de 2020

Tal vez se requiera una revisión de las políticas de estímulo, para reorientarlas y difundirlas para su máximo aprovechamiento, en nuevos nichos o actividades productivas en desarrollo, y en todo aquello que el país ya tiene con potencial productivo. Las metas serán la generación genuina de empleo, la competitividad exportadora para traer divisas y continuar con el desarrollo tecnológico del país, que ya cuenta con un rico acervo.

La inserción de la Argentina en la división económica del mundo no ha variado en décadas, pese a contar con extraordinarias potencialidades productivas. La Primarización sigue rigiendo en la matriz de exportación, por ello el desempeño económico no es del todo satisfactorio y mucho menos la evolución social, que claramente sufre un retroceso significativo comparativo a las décadas del ’50 y ’60.

Se requiere un CAMBIO ESTRUCTURAL Y UN NUEVO DESARROLLO PRODUCTIVO, que solo se puede dar organizado desde el Estado. La Historia demuestra que las derivas conforme a las fuerzas del mercado, son siempre imperfectas y casi nunca atienden el bien común, sino que acrecientan intereses particulares que amplían la desigualdad social, antes que menguarla a pesar de su propaganda.

Contexto Internacional y Condicionalidades al Desarrollo.

Es claro que, para lograr un crecimiento positivo e igualitario en una nación, ésta debe manejar con autonomía sus recursos naturales, que fungirán precisamente como materia prima de cualquier proceso productivo que agregue valor. Entendemos por “manejar”, el ostentar la capacidad de acceder a los recursos, detentando la propiedad estatal de esos bienes, o sus derechos a percibir impuestos y tasas sobre su explotación, la declaración de sus existencias como recursos estratégicos nacionales, administrar su usufructo controlando el impacto ambiental, regulando su saldo de stock, y determinando el destino final de su producido. Finalmente, debe tener la capacidad de garantizar la seguridad y defensa territorial para resguardar los recursos de toda dominación ajena a lo nacional.

Dicho aquello, veamos como operan las fuerzas (particularmente) de las potencias para hacerse del control sobre materiales críticos. En primer lugar, digamos que históricamente, los estados protagonistas de las eras, siempre desplegaron estrategias agresivas (incluso bélicas) a fin de no perder el control sobre los insumos críticos o imprescindibles para su propio desarrollo. 

Hoy, utilizando el llamado poder blando perpetúan su expansión y dominio sobre aquellos recursos. Petróleo barato para que sus industrias sean competitivas, o para financiar la propia globalización. Por ejemplo, los poderes mundiales occidentales favorecieron al núcleo atlántico absorbiendo todo lo producido en las periferias (algo muy parecido al tradicional saqueo americano o africano), hasta que China y otras naciones emergentes desafió la productividad occidental, lo que retrotrajo las economías occidentales a sí mismas, y tratan de imponer a los países pobres que producen materia prima sensible, sujetos a su hegemonía, restricciones a sus vínculos con oriente [la nueva estrategia trasatlántica de dominación]. Hasta ahora, por lo que se ve en Latinoamérica, sin eficacia tal prédica, ya que los lazos con China, Rusia e India, son cada vez más fuertes y estratégicos, para ambas regiones. Las cadenas mundiales de producción sufrieron menguas, por aquella decisión política del ‘imperio anglosajón’, y por efectos de las restricciones pandémicas.

Además de los hidrocarburos, la economía mundial marcha hacia las nuevas fuentes energéticas (o la magnificación de las alternativas), por lo que la avidez se dirige también hacia minerales necesarios para el almacenamiento eléctrico. El desembarco de grandes corporaciones del 1er mundo en la región (y en África) es una prueba de su alto interés en litio, níquel, cobalto, grafito, manganeso, alúmina, wolframio, estaño, coltán-tántalo, magnesio y vanadio, todos elementos demandados en la fabricación de baterías y vehículos eléctricos. 

En el continente africano, los occidentales aprovechan los enfrentamientos entre grupos locales “guerra económica por los recursos”, y a una débil burocracia, para explotar los materiales críticos; una industria extractiva sin demasiado controles ni gabelas. No obstante, la GUERRA HÍBRIDA [ conjunto de hostilidades entre rivales geopolíticos explotando sus vulnerabilidades con el fin de debilitar al otro] cuasi mundial en curso –que precipita el fin de la globalización–, produce rápidos realineamientos en África. 

Las naciones del oeste y centro del continente se están alejando cada vez más de las antiguas metrópolis coloniales de Francia y Gran Bretaña y giran hacia Rusia y China (que transfieren finanzas y tecnologías). Al mismo tiempo, mientras Occidente va detrás de China en la transición hacia la energía limpia, las potencias norteamericanas (V.g. Estados Unidos y Canadá), defienden su dominio en modo a veces bestial, sobre los minerales estratégicos del continente negro, y no dudan en intensificar aquellos enfrentamientos.

Huelga decir que muchos insumos importantes (agro, minerales, hidrocarburos, etc.) dispararon sus precios desde el comienzo de la guerra en Ucrania, y los que ya se estabilizaron, lo hacen en un nivel superior al histórico. A propósito de esa contingencia y la escasez en general, aunque sea circunstancial, motiva a los países centrales a diseñar ESTRATEGIAS ESPECÍFICAS, por ejemplo, a fin de asegurar insumos para “aplicaciones de energía renovable y tecnologías limpias” y garantizar la primacía económica en los campos de “tecnologías de defensa y seguridad, electrónica de consumo, agricultura, aplicaciones médicas e infraestructura crítica.”

YPF, la empresa argentina puede ser un eje importante para el desarrollo nacional.

Para las corporaciones occidentales el mercado latinoamericano como proveedor de materias primas ha sido no solo confiable sino también muy rentable. De allí su interés de continuar vinculados a todo tipo de extractivismo en la región. Sin embargo, por ahora, incursionan en África por que la extendida falta de normativas medioambientales adecuadas abarata los proyectos de todo tipo, especialmente los mineros.

La apetencia de las potencias occidentales [incluye a Australia], viene dada no solo por asegurarse el aprovisionamiento de los insumos críticos, sino para incrementar sus reservas minerales y petroleras, que, sirve al doble propósito geopolítico, de sustraérselas a rusos y chinos, que también anhelan esas materias primas y están realizando inversiones en el terreno. 

En este punto cabe destacar, que la alta tasa de crecimiento de la explotación de recursos naturales, motivada por los cambios tecnológicos y la guerra de competencia por el mercado global, no se explica solo por el capital privado de los estados centrales, sino por el amplio apoyo gubernamental que reciben todos los nuevos proyectos, en forma de subvención y fomento a las inversiones extranjeras directas (IED) en los países periféricos. El Estado interviene en ambos lados de la “grieta”.

A su vez, dada la visión estratégica que los países principales le conceden a las materias primas críticas, disponen de políticas restrictivas con respecto a las asociaciones con sociedades estatales extranjeras (sean locales o de terceros), e imponen medidas de supervisión bajo criterios de seguridad nacional [la de ellos naturalmente]. De hecho, los gobiernos se reservan la potestad de bloquear o cancelar emprendimientos en otros países que no satisfagan sus criterios de seguridad.

Un ejemplo de actividades en OTROS PAÍSES que las potencias legislan, se experimentó en Argentina: en enero de este año, un comité del Parlamento Federal canadiense, citó al ministro de Industria François-Philippe Champagne, para que aclare porqué el gobierno de Trudeau permitió la adquisición de una empresa canadiense con activos de litio en Catamarca, Argentina (Neo Lithium) por parte de una empresa minera estatal china (Zijin Mining), sin llevar a cabo una revisión completa de las implicaciones de seguridad nacional. O sea, el poder legislativo canadiense se arroga el derecho de autorizar o no una venta de una empresa privada en territorio argentino.

En territorio norteamericano, las empresas chinas con activos críticos o tecnología de punta propia, son obligadas a desprenderse de sus inversiones, invocando los gobiernos criterios de “seguridad nacional”, en clara violación de normas internacionales de comercio y mercado.

Mientras, en Latinoamérica han tomado control de muchos recursos que manejan como propios, ante la pasividad o permisividad de los Estados como el argentino o el brasileño. Al mismo tiempo, ejercen presión sobre los gobiernos locales para evitar u obstaculizar el acceso a China o Rusia a la provisión materias primas estratégicas, o para integrar sus productos a los mercados domésticos.

Síntesis y CONCLUSIONES

La competencia mundial por los recursos naturales (gas, minerales y metálicos, proteínas) vitales para la tecnología actual y para la seguridad alimentaria, tiene connotaciones estratégicas, universales y críticas por la guerra en curso entre las potencias atlánticas y las euroasiáticas. Una clara CRISIS de oportunidad para el país (y la región).

La guerra sin cuartel, está motivada por la voluntad del hegemón de no ceder al Multilateralismo (donde prima el consenso), y continuar con su Unipolaridad, es decir, su capacidad de imponer, quitar o interpretar las REGLAS INTERNACIONALES. El otro aspecto que tratamos más arriba, parte de la misma moneda, son las batallas geográficas: el control de insumos básicos para sustraer su acceso a las potencias enemigas.

El conflicto multidimensional de los EE.UU. contra China comenzó en el ámbito del COMERCIO desde la gestión del presidente Obama, con propuestas de acuerdos excluyentes de la potencia oriental, el hostigamiento de grandes empresas chinas en los mercados occidentales [caso 5G de Huawei] y continúa hasta hoy. La posición norteamericana es como ya dijimos, invocando anular amenazas a su seguridad nacional, la de imponer normas a las que el resto de países debe ajustarse [ver “Iniciativa de Transparencia sobre Industrias Extractivas (EITI)”; estándar de informar obligatoriamente la gestión de los recursos], pero que paradójicamente los EE.UU. suelen incumplir, autoasignándose un rol de fiscal mundial, o al inscribir sus disputas geopolíticas como la lucha de “las democracias contra las autocracias”.

Las cadenas de suministro exclusivamente nacionales, no pueden desarrollarse en términos inmediatos en los países del “primer mundo”, pues tales naciones no cuentan en sus territorios la totalidad de insumos críticos, por ejemplo, para producir bienes de transición energética. Por ello, bajo la tutela de EE. UU. se han coaligado para intercambiar inversiones excluyendo el eje euroasiático Sino-ruso. Se trata del mundo anglosajón y la participación de Japón y Corea del Sur, países “amigos”, que se disponen a controlar todas las materias primas de las regiones de su “influencia”, incluso para la industria de la defensa.

La advertencia formulada por la jefa del Comando Sur, Gral. Laura Richardson a las autoridades argentinas, en torno al peligro que puede representar aceptar inversiones chinas en la región, [ya que su propósito sería socavar las democracias (¿?)], patentiza aquella estrategia, la de reservarse los espacios “amigos” para las potencias occidentales.

Señalemos que EE.UU. importa el 90% del litio que consume, mineral que en los dos años últimos incrementó su precio al 900%, y su mayor proveedor es la Argentina (55%) país con el que NO TIENE Tratado de Libre Comercio, lo mismo que otro proveedor top de la región, Bolivia. Sí cuenta con acuerdos con Chile, del que importa el 36%. En cambio, Argentina se sumó a la iniciativa global de China “La Franja y la Ruta” (y está pronta a ingresar al BRICS con respaldo oriental). Dato que tanto la Casa Blanca como el Pentágono tienen en cuenta.

Esta observación destaca que sin duda el hegemón americano, para suplir esa falta, desplegará una estrategia con la que tratará de acaparar la mayor cantidad posible de yacimientos para inversores yankis. La mayoría en nuestro país, con la intermediación de las provincias que dominan el recurso, y por LA AUSENCIA DE PLANIFICACIÓN GEOPOLÍTICA NACIONAL, ya está en manos privadas (chinas en algunos casos).

La política nacional en la administración y preservación de los recursos como el litio, el petróleo o el gas, que para el resto del mundo (Norteamérica, Europa o China) es calificada como oportunidad económica generacional, NO PARECE TENER UN EJE RECTOR, ya que existen iniciativas disociadas o divergentes para el tratamiento de la materia, como, por ejemplo; entre el ministerio de Economía, YPF y las provincias productoras. Tampoco parece haber conciencia de que el poseer estos importantes y críticos recursos hoy altamente demandados por el mundo desarrollado (y militarmente poderoso) puede posar como amenaza a la seguridad nacional.

Hasta el presente, ningún gobierno argentino ha declarado alguno de los commodities críticos un bien estratégico para el desarrollo nacional. Una deuda con la democracia, con la tradición del Peronismo y con la preservación del patrimonio de todos. Tal vez, esa falta de voluntad política tenga que ver con otro TIPO DE DEUDA y sus condicionalidades. Una deuda de por sí espuria cuyos acreedores valoran los recursos naturales habidos como garantía de repago. Una vez más, la Historia se repite como noria.

Noviembre de 2022