El complejo fenómeno de los tibios en la política

Por: Roberto Candelaresi

PARTE I

INTRODUCIENDO A LA TIBIEZA

Para un pensador como Antonio Gramsci, la indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida (sic), dado que era su convicción que «vivir significa tomar partido».  Asimismo, razonaba que la indiferencia opera pasivamente, pero con fuerza en la historia. 

Las empresas heroicas intentadas por pocos, resultan obstaculizadas por la propia indiferencia de la masa, por absentismo de los muchos, por ello, le llamará el peso muerto de la historia

Antonio Gramsci. (19811-1937)

Cuando los hombres abdican de su voluntad y dejan hacer [leyes, ilegitimidad en el poder, instituciones corruptas, etc.], construyen involuntariamente grandes dificultades futuras para cambiar el estado de situación indeseado. A la postre, no muchos asumen su responsabilidad por su inactividad en el proceso, por su falta de solidaridad con quienes sí combatieron los males.

El escepticismo también es un mal invalidante para construir una sociedad más justa, el descreimiento en todo ideal, redunda en la desconfianza de cualquier programa. Lo que no existe es pura inocencia, cuando no hay involucramiento en la lucha, y peor aún, cuando se vitupera al luchador que ha fallado en su intento.

¿QUÉ PASA CON LA NUEVA POLÍTICA?

Admitamos que podemos hablar de una “vieja política” que agoniza, pues observamos -desde hace un tiempo ya-, que se definen nuevas tendencias que contrastan con toda experiencia histórica, y desde ya, los partidos tradicionales en las democracias liberales occidentales, que durante décadas sostuvieron la alternancia en el poder, parecen extinguirse paulatinamente, para dar paso a otras formaciones con muy diferentes actitudes y propuestas. La participación electoral ha bajado considerablemente en Occidente, lo cual habla de cierta … DISCONFORMIDAD con el sistema o … INDIFERENCIA.

No más programas teñidos exclusivamente de discurso ideológico que describe un país que ya no existe. No más promesas que nunca terminan de cumplir (no llenan ni la heladera ni el alma), ni una dialéctica inútil porque no llega a la gente. En las generaciones más jóvenes hay un cierto hartazgo de fracasos del “centro”, pues la realidad es que la concentración económica empobrece cada vez más a las mayorías, cebada – para peor – por un sistema consumista hasta el paroxismo. 

Desde cierto pragmatismo racional se concluye que un buen consejo para las nuevas dirigencias políticas sería: las prioridades y las respuestas deberían ordenar las reivindicaciones, no solo acumular ‘denuncias’ sobre el statu quo. Cuando se carece de propuestas concretas y sustanciales, la derecha (el conservadurismo por definición) toma la delantera y coopta voluntades. Garantizan la preservación del sistema tal cual está.

La conquista del poder cultural es previa a la del poder político”

Antonio Gramsci

Una vez más nos referimos a la apatía ante una tal clase política que no brinda respuestas eficaces, y esa misma desazón, salpimentada por la inestabilidad y la pobreza que obnubila la lógica, funda el abandono del deseo de grandes epopeyas ideológicas colectivas, e incluso, la pérdida de algunos valores humanos. 

La discursiva será en el futuro determinante en el ámbito social. Solo un discurso razonable en cuanto a metas (simples y cumplibles) podrá movilizar a los numerosos apáticos. En definitiva, creemos que una nueva forma de hacer y formular la política se consolida en el mundo.

TIBIO Y SU CONNOTACIÓN POLÍTICA.

Tradicionalmente se entendió en nuestro ámbito, que a una persona que no asume posiciones se podía calificar como “tibio”. En algunos sistemas políticos, sin embargo, tienen un significado distinto y ciertamente no descalificante, tal como una categoría aplicada a quien no cae en radicalismos.

Una forma de reivindicar salidas políticas con «liderazgos no mesiánicos» y posturas claras ante ciertos valores universales. Esta tesitura ‘centrista’, se vincula directamente con el antipopulismo y reclaman para sí, el expertise de la “buena administración”.

La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”

Aristóteles

Un nuevo giro interpretativo nos lleva a aclarar que, respecto a la dirigencia política, un tibio no necesariamente se refiere a un ‘moderado’ de centroizquierda o centroderecha, que mal que bien tratan de construir su identidad en torno a ciertas ideas fuerza para construir políticas públicas, sino a quienes declarándose «de centro», ostentan posiciones tambaleantes, siempre dispuestos a complacer a quienes tenga como interlocutores [el famoso “todo suma”].

Esos mismos personajes, llegados al poder, sacrificarán todo lo necesario para evitar cualquier conflicto en nombre de la ‘estabilidad’ y la ‘gobernabilidad’. Existe una concepción del poder que se observa en países de la región también (Perú es emblemático), aquello que el sociólogo británico Tariq Ali llamaba ‘el extremo centro’. Políticos que terminan haciendo irrelevante la ideología de su partido, ya que se ajustan a excesivos formalismos, y no se atreven a salir de un conjunto de lineamientos de política pública «de obligatorio cumplimiento» por la situación del país [Emergencia, conmoción, etc.]. Por tal razón, hay quienes ven a la tibieza como un camino a la traición.

Tariq Ali: El extremo Centro

Como sea, en las experiencias comiciales posteriores, esa conducta de «extremo centro» suele ser castigada con un rechazo contundente, y con crecimientos electorales de perspectivas de anti-votos (aunque de diversos orígenes ideológicos). Los descafeinados pierden ante los sustanciales.

La moderación ya no paga tanto.

LA GÉNESIS DE LOS TIBIOS

Los partidos políticos o, en general, las corrientes políticas de cualquier naturaleza, deben tener en claro un pensamiento común ante la sociedad, para lo cual no puede haber sino matices insustanciales entre sí, nunca pensamientos tan disímiles dentro de sus estructuras, aun siendo coaliciones (alianzas). La polarización y la controversia, sirven para que la sociedad, pueda evaluar con claridad las posturas de los contendientes, y poder así optar conforme su propio criterio.

Sus postulados son los votados, y sus líderes, los RESPONSABLES de hacerlos cumplir, no de seguir perennemente tratando de conseguir votos o apoyos.

  • Además de los tibios políticos camaleónicos que tratamos de caracterizar hasta ahora, y, dependiendo del medio en que se insertan o el rol que cumplen en la sociedad, existen otros de diversas clases.
  • Así tenemos al ideológico, que trasmuta por todo el espectro a lo largo del tiempo, sin incomodarse. Hoy apoya lo que mañana se opone. Muda de camiseta como deportista profesional.
  • Otro tipo es el tibio técnico-económico, como analista es capaz de reposicionarse en la teoría económica tantas veces como cambie de empleador o mandante. Troca liberalismo por socialismo y puede volver a su posición original en un giro permanente.
  • Finalmente podemos incluir al Tibio moral, tan abundante en la actividad política, son aquellos, que, sin tener antecedentes personales de corrupción, disimulan las actividades ilícitas de otros, cierra sus ojos a la corrupción a cambio de apoyos, de puestos y de poder. A veces hasta cohabita con sus contradictores. Su discurso en todo caso es siempre conciliador y de tener políticas de “puertas abiertas” (justifica así su cercanía con personajes o aliados non sanctus).

Como señalamos antes, la máscara ideológica de estos actores tibios es una imagen centrista, buscando el supuesto “equilibrio” propio del centro en el imaginario colectivo. Su retórica es «construir respetando». La realidad es más compleja y conflictiva y, por tanto; ¡otra!

El Camaleón cambia de color para camuflarse.

La ciencia política nos enseña, que posturas moderadas o ‘sobrias’, alejadas de todo radicalismo, suelen distanciar al político “de centro”, de ciertas soluciones que exigen decisiones fuertes o posicionamientos enérgicos, frente a actores e intereses poderosos para con temas coyunturales del país. No obstante, reconozcamos que, en un país polarizado, el discurso de centro tiene sus adeptos.

¿TIBIO ES SER INDIFERENTE?

Según la Real Academia Española, ser tibio es ser “templado, ni frío ni caliente”. También es ser indiferente o poco afectuoso.

A veces, el centro es indiferencia, pero también es la aprensión de sus dirigentes a perder opciones para crecer en el mercado electoral. Evitan las discusiones conceptuales, y solo discuten (critican o ponderan) los programas o las políticas públicas en vigencia. 

Esa “tibieza” califica como una política de cálculo (verifican las tendencias de opinión encuestadas, o las conclusiones del focus group para prenderse en esas corrientes mayoritarias). Podemos decir también, que se trata de políticos o dirigentes “coyunturales”, sin compromisos reales.

Focus Groups: Una herramienta cada vez más utilizada en Política

Desde esa misma perspectiva, la justificación es alejarse de todo radicalismo, puesto que estos no tienen una visión con matices, solo creencia (o fanatismo) en ciertos líderes caudillistas. El laicismo prevalece sobre lo “religioso”. 

Sin embargo, como apuntamos más arriba, cuando se trata de solucionar temas relevantes y candentes para la opinión pública, las estrategias tibias o indefinidas, no suelen pagar. Ahí vuelve a tomar fuerza en un escenario de polarización, las posiciones duras o propuestas fuertes. Cuando la ciudadanía demuestra cansancio frente a los problemas, las salidas más votadas por la gente son las “contundentes” (aunque sean escasamente argumentadas).

DESCRIBIENDO AL CIUDADANO TIBIO

Básicamente es el individuo que es perezoso para pensar. No quiere profundizar sobre los fenómenos políticos y ni siquiera se esfuerza por valorizar conscientemente sobre las propuestas, el marco ideológico de los candidatos o la visión de país que implican cada cual.

La indiferencia actúa potentemente en la historia. Actúa pasivamente, pero actúa.”

Antonio Gramsci

Esa irresponsabilidad ciudadana, los lleva a concluir lo que la máxima (falaz) dicta: «los extremos son iguales», por ejemplo. Es decir, mezclar y confundir todo, como si generar derechos es igual a cercenarlos. En esta suerte de sujeto indefinido, ideológicamente vacío, no se puede pretender argumentos y menos proposiciones, y, en su egoísmo, es incapaz de depositar realmente la confianza en dirigente alguno pues “ninguno me representa”.

Normalmente es un supino ignaro de la Historia, ni de los procesos actuales que solo contempla como espectador sin protagonismo alguno, solo un ambiente insípido con frases motivacionales y rutinas de entrenamiento físico. Es, al decir de los griegos, un IDIOTA. Desconoce que la democracia es un ejercicio de representación de intereses colectivos y no de caprichos individuales. Por esto último es que toda determinación para posicionarse ante un asunto por parte de cualquiera, le parece casi un extremismo y un estímulo a la “polarización”.

Sin lecturas profundas, un tal sujeto tiene un escenario acotado rodeado de indiferencia y con escasa vocación de cambio. La realidad es que los opuestos son determinantes para la construcción del mundo, eso exige dirimir con contrarios todo el tiempo, guste o no al ‘indiferente’.

LA MODERACIÓN Y LA TIBIEZA NO SON EQUIVALENTES 

 “Los partidos expresan valores e intereses; y la lucha por sostenerlos y representarlos y defender esas posiciones no sólo es válida, es también democrática”, aclara la politóloga Mara Pegoraro al advertir la trampa que encierra utilizar como sinónimos moderación y tibieza.

En efecto, la moderación referida a posturas en la discusión pública, también es un signo de tolerancia y comprensión de los matices que se da en la política, pero siempre que parta de una base clara y firme del ideario de quien la ejerce. Por otra parte, es virtuoso advertir que las posiciones maniqueas [sí / no; blanco / negro], cuando existe polarización extrema, se trata de una simplificación de la realidad, y es inconducente hacia la democracia. 

La histórica “Grieta” en nuestro país constituye un obstaculo para el funcionamiento de la Democracia.

La moderación en la conducción de un país, también suele ser una virtud, si ella no implica renunciar a los principios que se postularon para llegar al poder. En tanto, cuanto más al margen del poder, más posibilidades de radicalizar posiciones. Para conjurar las adhesiones electorales a esto último, Fernando H. Cardoso decía que «gobernar es comunicar».

En los discursos actuales, por ejemplo, en Argentina, los líderes formales de las alianzas mayoritarias, son reconocidos por moderados, en el sentido que no suelen adoptar discursos demasiado confrontativos (al menos en época de no proselitismo), o adoptar posturas que sus conglomerados en sus núcleos duros exigen. Alberto Fernández o Horacio Rodríguez Larreta por igual. Hacia el interior de esas fuerzas (de cualquiera, en rigor) esas actitudes pagan un costo político.

Horacio Rodriguez Larreta junto al Presidente Alberto Fernández

Desde ya, los discursos moderados y conciliadores, -recordemos que los separamos de los “Tibios”-, no concitan tantas adhesiones en un marco electoral, donde lo emotivo tiene un peso decisivo, por lo que prosperan las peroratas combativas, que contribuyen a perpetuar la grieta de modelos enfrentados.  A su vez, la raja absuelve a los espacios políticos de sostener una producción intelectual importante, todo se presenta en modo reduccionista y simple. Esto puede ser una “comodidad” para la clase política, pero es un DETERIORO A LA DEMOCRACIA REAL.

El electorado tibio que bien podría adherir a la moderación, se inclina al momento del sufragio por uno u otro lado de la “hendidura” según cada oportunidad, por más radicalizados que sean los discursos de todos. Este fenómeno, explicado en la Teoría Política gracias a Anthony Downs, que analizó comportamientos electorales, concluyendo [‘teoría del votante mediano’] que las ideologías de derecha o izquierda hacen posible subsumir las múltiples posiciones de los votantes en un único espacio, simplificando la toma de decisiones para escoger SEGÚN LA CERCANÍA RELATIVA DE SUS POSICIONES a cierta oferta partidaria. Esto como resultado, -pese al supuesto corrimiento eventual al centro del partido o alianza-, momentáneamente les hace ganar protagonismo a los núcleos duros de cada espacio, pues con estos votos ‘prestados’, quedan «sobrerrepresentados». OTRO DAÑO A LA DEMOCRACIA.

Anthony Downs. (1930-2021)

Huelga decir que, la posición izquierda – derecha – centro, depende de la cultura política de cada sociedad. Y de sus “corrimientos” en el espectro [eje Mercado / Estado céntrico], según las épocas.

Como sea, a los conglomerados políticos, les conviene definirse con claridad en muchos temas, especialmente los nuevos, que están en la agenda ciudadana, tales como medioambiente, los derechos humanos y la libertad de decisión individual (minorías), so pena de la aparición de ofertas con expresiones políticas más nítidas por esas preocupaciones, que llamarán la atención de los electores.

La no definición de las organizaciones políticas en torno a los temas de agenda, el no “jugarse” por una posición, crea la condición de “Tibieza” y generan la sensación del electorado, de que da lo mismo votar por cualquier partido o candidato. La indiferenciación de los contendientes en el debate público los termina desapareciendo: DECEPCIÓN DE LA DEMOCRACIA. Por ello, la polarización (sin violencia política ni radicalización extrema) es riqueza para la democracia.

LA TIBIEZA SE TRANSFORMA EN CONFORMISMO

Podemos adelantar que, constatando las experiencias históricas de inclementes tiranías, el conformismo de mayorías estuvo presente habilitando su acceso y sosteniendo tales regímenes. Un ejemplo icónico sería Alemania con el nacionalsocialismo.

Curiosamente, en el dogma cristiano se inscribe duras condenas hacia los tibios [en tanto indecisos y por tanto no firmes en sus convicciones (Apocalipsis, cartas de los evangelistas, etc.)], éstos siguieron proliferando en la civilización cristiana.  

La abundancia de los tibios explica la duración de los regímenes de sumisión; asimismo, los apáticos facilitan la continuidad entre las mayorías de signo distinto en los regímenes de libertad. Por esto último, algunos teóricos conservadores ponderan la actitud de los “fríos”, en tanto el CONFORMISMO es un factor poderoso de uniformidad social.

Siguiendo esa línea, se pondera el “comportamiento homogéneo” de la ciudadanía, con poco espacio para “originalidades y pretensiones individuales”, producto del conformismo dominante en las sociedades modernas [refiéranse básicamente, pero no exclusivamente, a las naciones del “primer mundo”], aunque –acotamos nosotros–, a partir de las contingencias políticas de este siglo XXI, convendría revisar las variables, y/o el postulado. 

Adolf Hitler con Ernst Hanfstaengl y Hermann Göring, 1932

Arriba citamos el caso del NAZISMO y el liderazgo de Hitler en Alemania, con un alto porcentaje de la sociedad teutona que, sin ser entusiasta del dictador, no fueron enemigos de su régimen, con actitudes tibias (ni a favor, ni en contra), millones de alemanes colaboraron con el mantenimiento del III Reich.

De la misma época, podemos citar el caso de Francia ocupada [1940/44], cuya sociedad mayoritariamente se sometió al gobierno pronazi del mariscal Pétain en Vichy. Los escasos (y heroicos) elementos de la RESISTENCIA, fueron magnificados con propósito de PROPAGANDA, y para ocultar que, durante la ocupación de 4 años, los «colaboracionistas» (pasivos) en mayoría, fueron encarnados por los tibios de esa época. Sólo se persiguió, juzgó y condenó a las personas (activas) con ostensibles cargos en la administración, o vínculos con los alemanes en una suerte de “expiación de culpa” para toda la nación francesa.

Ocupación de Francia en manos de las Fuerzas del Eje. (1940)

Es obvio que los agravios a los derechos humanos en una sociedad o en la otra en esos hitos históricos son distintos o de diversa intensidad, pero ambas comunidades soportaron desde el conformismo abusos de todo tipo, por lo que es muy difícil de preestablecer en teoría, cual es la línea que el sujeto tibio promedio considera frontera insalvable, el “máximo” de lo aceptable. ¿Cuánto? ¿Cuándo?

Hay una discusión teórica de juristas que se abrió en tiempos del juzgamiento de crímenes de guerra en Nuremberg, donde aceptándose las dificultades que entraña oponerse al cumplimiento de las leyes que la mayoría ha aprobado, algunos sostienen que, ante situaciones de extralimitaciones del poder, cabe la DESOBEDIENCIA CÍVICA, para no favorecer la continuidad o profundidad del autoritarismo. Admitiendo a su vez, que la misma implica un coraje ejemplar. En la actualidad, los ordenamientos constitucionales y el derecho Internacional Público, prevén el DERECHO A RESISTIR contra quien pretenda destruir el Estado de Derecho y los principios democráticos.

La HISTORIA ha avanzado a costa de rebeldías, la desobediencia que, aun acatando (respetando su existencia obligatoria en principio) las leyes abusivas [aquellas decisiones arbitrarias de la tiranía], no cumplen sus mandas hasta desencadenar una situación crítica que fuerce a la autoridad a derogarlas o modificarlas. De estos activistas, nunca formaron partes los “Tibios”.

Tengamos como cierre de este acápite, las dos conclusiones ratificadas en nuestras consideraciones: que los tibios APOYAN LAS DICTADURAS y, que también los tibios PARALIZAN LAS DEMOCRACIAS.

… (Continúa)

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