Cambios de configuración del poder en el sistema internacional del siglo XXI

Por: Roberto Candelaresi

Aunque admito influido por muchos colegas y analistas en general, comparto por momentos la mirada que explica al mundo actual como la recreación de la “Guerra Fría”, donde claramente –hoy en ciernes– se enfrentaban dos grandes visiones filosófico-políticas que, siento antitéticas, hegemonizaron sendos hemisferios del globo. Una pugna en un juego de suma cero.

En otros términos, la representación de una bipolaridad central entre colosos, donde sus disputas materiales se concretan más bien en territorios de terceros, para evitar – mediante un pacto tácito – un choque directo entre ellos, dado el albur de que podría escalar hasta evitar opciones racionales. Mientras reina la paz entre superpotencias; prevalece el equilibrio.

Sin embargo, ideológicamente, también encuentro más similitudes con el período de Entreguerras. Como entonces, desde la crisis financiera de 2008, y precisamente por su ambigua resolución, algunos ciudadanos han sentido que la democracia no funciona como debería.  En esta situación, en el “occidente liberal”, surge el deseo de un hombre fuerte y antisistema que pueda deshacer o enderezar lo que la clase política tradicional no ha logrado deshacer o corregir. 

El anhelo de seguridad que proporciona el “nuevo hombre fuerte” [líder/conductor] es tan intenso, que incluso después de una presidencia tumultuosa y controvertida, sigue conservando muchos partidarios, tal como nos enseñan las experiencias de Trump y Bolsonaro. Por estas latitudes, los tenemos a los Milei, Bullrich, Espert –entre otros– rodeados de íncubos y súcubos adláteres, debatiendo la candidatura por ese puesto.

En el período de Entreguerras, el nazi/fascismo y el comunismo ofrecían una alternativa a los ciudadanos desencantados con la democracia. Dos opciones claras. Hoy – aunque no se delibere abiertamente – la alternativa sería el modelo chino, que intenta legitimarse a través de la eficiencia económica y la elevación del nivel de vida de los ciudadanos.

Un tal modelo, es muy apreciado por algunas élites atlánticas y periféricas. El atractivo mayor resulta en que el requisito de someterse a elecciones con regularidad, no es perentorio. Si un sistema basado exclusivamente en resultados económicos sea suficiente para sustentarse en el poder a largo plazo, es otra cuestión.

Teniendo en mente la teoría de la pirámide de Maslow (jerarquía de las necesidades humanas), que explica las motivaciones de los individuos, una vez que una sociedad ha visto colmadas sus expectativas económicas, tiende a ir más allá en sus demandas y satisfacer otro tipo de expectativas éticas y espirituales menos tangibles.

El período de Entreguerras fue un período caótico a nivel geopolítico, un reacomodamiento de potencias de todo orden. Las democracias liberales, también en esa época, se vieron desprestigiadas por su incapacidad de evitar la pauperización de gran parte de las sociedades (¿suena alguna campana?) por ello, muchos ciudadanos de la clase trabajadora se orientaron al socialismo/comunismo que procuraba equilibrio y justicia social, en tanto que la burguesía prefirió las opciones de orden y estabilidad de otros regímenes elitistas-autoritarios. 

Puesto que algunas potencias declinaban su esplendor (Inglaterra, Francia) y otras surgían para disputarles el poder (Alemania, Japón, Italia), los Estados, se vieron más liberados para actuar conforme sus propios intereses, sin tutelas, es decir, con mayor margen de maniobra política y militar.

Dada la época de crisis hegemónica que vivimos hoy, y, la emergencia de otras potencias medias o grandes (Brasil, Turquía, India, Japón, Rusia, etc.), siendo Estados que tienen recursos para alterar significativamente el juego geopolítico, entendemos que el sistema mundial está evolucionando hacia un modelo multipolar, parecido al de Entreguerras.

Nuestra experiencia histórica nos enseña, que además de lo descrito en el siglo XX, ciertos otros periodos de estructuras mundiales multipolares no resultaron paradigmas de armonía y concordia, pues no hay patrones que impongan su orden y justicia. Para el equilibrio múltiple las relaciones se complejizan, sosteniendo la estabilidad sistémica, pero, todos los actores tienen la posibilidad de poner en juego sus intereses. Nuevamente, al decir de Platón, se requiere el gobierno de los sabios, no de los demagogos.

La pregunta necesaria que debemos hacer, es si, la época actual nuevamente se resolverá en una conflagración mundial reordenadora, ocasionada voluntaria o involuntariamente por los líderes ultramontanos (y, por tanto; irracionales) que están emergiendo en todo el mundo, o ¿prevalecerá el capitalismo centralmente cuasi administrado al estilo asiático? 

Yo optimistamente, apuesto a la multipolaridad que es también sinónimo (simbólico) dedemocracia, a la que vamos a necesitar para debatir entre todos, sin hegemonías intelectuales o axiológico-culturales, soluciones posibles a la autonomía de los pueblos para optar por el “Buen Vivir” de cada cual, y, por sobre todo, consensuar los mejores caminos que nos exige la Tierra (cambio climático, agotamiento de recursos, superpoblación, etc.)  para permitirnos continuar nuestra … “evolución” como humanidad.