¿Desarrollismo explícito u ortodoxia neoliberal?

Por: Roberto Candelaresi

En postrimerías del corriente año, tendremos el resultado del proceso electoral de nivel nacional y quedarán así definidas las futuras autoridades políticas federales del país. Cada una de las fuerzas en pugna deberá contar con un Plan de Gobierno, para continuar o tomar en sus manos la gestión del país.

Si bien es cierto que el presupuesto nacional de gastos y recursos, estará aprobado para el primer ejercicio del nuevo gobierno, no menos cierto es que cada ejecutivo toma decisiones instrumentales, que dejan improntas en la marcha y determinan el rumbo de la economía del país.

Si asumimos que las opciones políticas en el actual escenario argentino, efectivamente y a nivel relevante [esto es, con competitividad necesaria para impactar con por lo menos dos dígitos en su caudal electoral], se divide por tercios en preferencias, deberíamos conocer de cada propuesta su planteo económico, al menos desde el plano ideológico.

De Juntos por el Cambio, actualmente es el núcleo más importante y con más control territorial del arco opositor, son reconocidos sus equipos económicos, muchos de los cuales actuaron en la función pública hace poco más de 3 años, por lo que conocemos su pensamiento económico y la dirección que le imprimen a la economía nacional. Pese a lo cual, no tenemos al día de hoy un programa económico definido, dado primordialmente a la existencia de 2 líneas internas Confrontadas en la actualidad, con variantes y matices instrumentales, aunque sin disidencias de fondo.

Por su parte, el fenómeno emergente del libertarismo, burdo remedo de la ultra derecha de otras latitudes, fija sus propósitos estratégicos en materia económica en principios capitalistas, con una mirada social determinista por la desigualdad naturalizada por el resultado de la “competencia” de mercado, defensoras a ultranza de la libre actividad en este último, y el retiro del Estado de la vida social de la comunidad, etc. todas estas características lo ubican asimismo en el espectro cercado a la derecha tradicional o más conservadora como la que representa la coalición de Cambiemos. En este caso, lo que se recibe de sus dirigentes (Milei y staff) son nociones no claras, algunas contradicciones instrumentales, o semánticas, pero se descuenta su propósito de desactivación de toda injerencia estatal tanto en la economía, como en la vida social de los habitantes.

Por último, tenemos a considerar la proposición del oficialismo nacional, esto es, la alianza que ahora se llama Unión por la Patria, que gestiona la cosa pública desde hace 3 ½ años, y ahora pretende continuar ejerciendo la conducción del país, pero con un líder político (Sergio Tomás Massa) investido con fortaleza interior, y que parece además contar con la confianza de parte del establishment.

Trataremos en este artículo de desentrañar la orientación económica que el candidato oficialista representará ante a la sociedad, no tanto especulando su éxito [las cartas aún están en el mazo], sino por entender que es toda una alternativa al ideario de la derecha neoliberal, el que fuera aplicado en distintos periodos históricos [dictadura, menemato, macrismo] y cuyas consecuencias aún padecemos (si nos atenemos a los indicadores de desarrollo humano y actividad económica, propios y ajenos, de consenso universal).

Volviendo al centro

Después de 20 años de constituirse en la corriente más numerosa e influyente dentro del movimiento peronista, y habiendo ejercido el poder formal por conducto de sus líderes, el kirchnerismo, como expresión de la izquierda nacional, parece haber llegado a la frontera de su expansión política e intelectual. Naturalmente el ‘desgaste’ de 12 años continuados precedentes en el gobierno, y estos últimos gestionando en el formato de un Frente electoral sin comando unificado, produjo un desgaste importante, que afecta también la influencia intelectual ante la sociedad.

La identidad del “Kirchnerismo” a pesar de su adhesión mayoritaria en simpatizantes inorgánicos y afiliados, ha sido siempre cuestionada (aunque muchas veces soterradamente) por otros estamentos justicialistas y organizaciones asociadas, V.g.: el “pan-peronismo”, tales como gobernadores, sindicalistas, intendentes y funcionarios disidentes.

El acuerdo cupular del que resultó la fórmula de unidad en el oficialismo, ahora llamado Unión por la Patria, tiene un claro rumbo estratégico; Massa y Rossi, proponen (idealmente) un puente tendido a los poderes fácticos, pues se tratan de políticos vinculados (políticamente) con intereses empresarios y corporativos, de estilo “negociador”, y, por tanto, difícilmente susceptibles de radicalizar alguna postura anti mercado, o anticapitalista.  Son «potables», no objetivos “a liquidar”, al decir de inescrupulosos y antidemocráticos dirigentes importantes de la oposición. Esto implica, bajar la hostilidad hacia todo lo “K” del peronismo por parte de los poderes concentrados, por lo que por ahora se repliega a la provincia, en lo formal, aunque sus miembros prevalecen en los cuerpos legislativos, actuales y a elegir.

Por el otro lado, el caso testigo de Jujuy con su feroz ofensiva antipopular de su gobierno provincial, nos alerta acerca de los límites que la derecha piensa quebrantar para imponer un control social, garantizando la obediencia necesaria para el juego impune de los poderes fácticos (locales y extranjeros) en el mundo de los negocios y sus exclusivos intereses. En este punto se impone denunciar la complicidad tácita o explícita del PJ jujeño, para facilitar ese comportamiento autoritario y anticonstitucional del radical Morales. 

Massa al volante

El candidato oficialista es eminentemente un hombre ejecutivo, esto lo diferencia netamente del actual presidente, afectado por un inmovilismo pasmoso en asuntos –políticos– trascendentes. Y, siendo conocido en el mundo empresarial, en la hipótesis de recibir un aval electoral, pondrá en ejecución seguramente un plan de estabilización, cuidando las consecuencias negativas a los sectores estructuralmente más dañados de la sociedad. Varias medidas que marquen territorio, iniciativas con el sentido de asentar el protagonismo del nuevo gobierno, captando la adhesión popular al inicio de la gestión. 

Su objetivo será de estabilizar las variables macroeconómicas, tasas de interés, tipo de cambio, precios acordados para bajar la inflación (no solo apelando a la responsabilidad social de los grandes empresarios), pero más importante, volver a hacer un shock distributivo, no solo bajando el nivel de precios, sino que se abarate el costo de vida y así mejorar el salario real. Una devaluación importante atentaría contra estos objetivos por lo que deberíamos descartarla de su menú (a diferencia de la derecha que es lo que propone, junto al FMI).

La meta declarada por Massa y su equipo, es mantener el nivel de actividad que ha subido considerablemente todo el tiempo postpandemia. Aunque apele –como hoy– a medidas ortodoxas, al ser esencialmente un pragmático, enfrentará situaciones críticas con una mentalidad heterodoxa.

Lo que no debería ocurrir, estimamos nosotros, es continuar con una falta clara de conducción u orientación, que advertimos por discrepancias expresadas por funcionarios actuales frente a ciertos asuntos trascendentes. Estimamos que Massa-Rossi le imprimirán a la acción gubernamental un sentido estratégico que hoy no parece tener el gobierno peronista, y, a decir verdad, esta condición –en nuestra opinión– se padece desde parte del 2do mandato de CFK. 

Los temas que “el mercado” tratará de imponer, que hoy son propuestas por parte de la oposición de derecha se relacionan con las reformas laboral (precarizante) y previsional, esta última con nuevos afanes privatizadores, lo mismo con algunas de las remanentes empresas públicas, ambicionadas por los grupos concentrados e intereses corporativos internacionales como ocurrió en la década perdida menemista. Las concesiones de puertos que vencen este año, actualmente en su gran mayoría en manos (e intereses) extranjeros deberían volver al control estatal (nacional o provincial), pero es otro tema en disputa.

La concreción del canal Magdalena debería darse por descontado, la inversión se repaga. Y otro tema primordial que hace a la soberanía efectiva es el control directo de las exportaciones, especialmente aquellas, producto del extractivismo de recursos naturales, agrícolas, ictícolas o minerales. Las fronteras argentinas se conocen como porosas, y ello implica pérdidas importantes de ingresos al Estado.

Colegimos que, por el pragmatismo del candidato, los aprendizajes del pasado lo llevarán a no repetir decisiones “promercado” o la aplicación de fórmulas económicas “mágicas”, tan propias del ideario neoliberal. La pelea ardua será en todo caso, compatibilizar los embates del ‘capital global’ [léase inversiones extranjeras] con la necesidad de (re)industrializar a la nación.

Partiendo de la premisa sólida (que hemos desarrollado en otros textos) que los inversores (locales o multinacionales) no se enfocan en un proceso de desarrollo nacional sino en el margen lucrativo de coyuntura, estará en la habilidad del futuro gobierno enhebrar por medio de políticas públicas estratégicamente diseñadas, ciertas inversiones con el entramado productivo y de empleo local, para ampliar ambos. Es decir, la decisión siempre debe partir del Estado para asegurar beneficio público (política), no depender de la deriva de “los mercados” (iniciativa privada).

La experiencia indica que si no se posiciona un gobierno fuerte (en convicciones y respaldado por su fuerza política y gran parte de la sociedad), el Estado termina siendo un centro de convenciones para grandes negocios, que el que solo participan los que pueden acceder por su costosa “entrada”. Menem y Macri son claros ejemplos de ello.

La salvaguarda para encaminar ese rumbo requiere al menos dos condiciones: sectores políticamente organizados y movilizados, y la constitución de una mesa de acuerdos del frente oficialista, con representación de todas las corrientes relevantes de su composición. Que controle, quíe, acuerde y presione.

Escollos institucionales

Las exigencias sub desarrollantes del FMI deben ser neutralizadas en el marco de un acuerdo especial, pero solo lo puede hacer un estado fuerte con un Plan de Desarrollo Nacional y capaz de organizar un gran proceso de inversión dirigida (objetivos estratégicos), si es posible; en compañía de inversiones privadas.

Nuestras propias capacidades científicas y tecnológicas bien utilizadas, pueden producir un proceso de desarrollo relativamente sofisticado, generando actividades que las inversiones sean tentadas a acoplarse, y no continuar con la explotación meramente extractiva, con bajo impacto positivo para el país.

Luego, y tal como adelantamos, el Estado debe disolver esa sensación de “anomia” que se percibe en muchos sectores productivos de la Argentina, interviniendo con controles sistemáticos e idóneos, de lo que se produce, exporta y tributa.

El crecimiento que efectivamente sucede, debe dar paso a una mejora en el nivel de vida de la población, en todo caso debe cumplir mínimamente con la máxima de “crecimiento con inclusión”, esta meta que es resistida por la alta y media burguesía, es, sin embargo, la proveedora de legitimidad a cualquier gobierno popular. Tengamos presente, que el crecimiento de la producción y de las exportaciones per se, no necesariamente implica una mejora en el bienestar general, ello se logra interviniendo con una determinada opción política. De lo contrario, se trataría de administrar las condiciones para ciertos negocios particulares de grandes firmas multinacionales o monopolios nacionales. Garantía de crisis económica y social mas temprano que tarde. 

Leáse también: “El FMI reconoció que los altos niveles de deuda generan inflación”

Verdaderos problemas

La derecha habla directamente de un empeoramiento de las condiciones de vida “por un tiempo” debido al ajuste severo, mientras que el oficialismo apuesta a los recursos naturales a exportar para estabilizar la balanza de pagos, y por ende sucederá una estabilización general de la economía. Se reduce la tasa de inflación, y se recupera el poder adquisitivo de los salarios, ergo; aumenta el consumo. Un circulo virtuoso, según ese simple esquema.

Massa en tanto sostuvo que, el desenvolvimiento de la economía argentina debe apoyarse en “el orden fiscal, el superávit comercial, la competitividad cambiaria y el desarrollo con inclusión”. Bien, pero la acumulación de reservas puede servir para pagar al FMI o, estabilizar el mercado cambiario (des-acumulación). A su vez, es necesario contar, además, con excedentes comerciales para financiar las importaciones y expandir la economía sostenidamente.

En definitiva, es una cuestión de ordenar prioridades. Pagarle al FMI y expandir la economía con el mismo flujo, son premisas excluyentes. Esto es materia de negociación, que tasa de expansión razonable se puede lograr, regulando los reembolsos al FMI. Indudablemente la gestión de las reservas internacionales debe mejorar ya que el actual gobierno no actuó – en nuestro criterio – con la prudencia requerida en el marco de un mundo muy conflictivo y con un marco financiero inestable.

El gran interrogante es la opción que un nuevo gobierno del Frente popular tomaría entre: A). – la estabilidad macroeconómica para un moderado crecimiento desde la estructura productiva actual y sin tensionar el sector externo, o B). – si la meta será recuperar el nivel de vida general del 2015.

Desde ya que tanto para un objetivo estratégico u otro, será menester el control de la tasa de inflación, que no se podría sostener a los niveles alcanzados este mismo año. Conocido es el alto impacto que las variaciones del tipo de cambio tienen sobre los precios de los alimentos, por ello es fundamental que los deslizamientos del valor de las divisas sean lo más leve posibles. Las devaluaciones bruscas siempre se traducen en alzas de la misma magnitud en los precios de alimentos, que incluso normalmente superan al nivel general.

Por todo lo cual, y considerando que los índices de aumento de precios tienen un alto componente especulativo (más allá del circulante, las altas tasas financieras, las expectativas devaluatorias, en incremento en insumos importados o en el costo energético, etc.)  facilitado por la posición dominante en el mercado, que tienen un puñado de empresas concentradas, incluso en ciertos casos, trátase de monopolios, el gobierno deberá aplicarse a controlar efectivamente los incrementos en los valores de venta de los productos de esos formadores de precio. De lo contrario, la recomposición consistente de los salarios será una quimera.

El tema financiero, con el déficit cuasi fiscal por las altas tasas de remuneración a la gigantesca emisión de letras [consecuencias del desmanejo macrista] deberá atenderse, tanto como el desestimulo a los activos financieros en pesos.

La planificación como conclusión

Sabemos por boca de sus postulantes, que desde el neoliberalismo se proyecta que el sector del Trabajo mantenga una participación ‘rezagada’ en la renta nacional. Es decir, consolidar el retroceso en el nivel del poder adquisitivo ejecutado por las políticas macristas, como expresión de esa ideología. Lo mismo se puede decir del PBI per cápita que retrocedió durante 2015-2019, agravando cierto estancamiento previo.

El propósito declarado por la fórmula nacional y popular es –como ya señalamos–, estabilizar el nivel de precios y la tasa de crecimiento para comenzar con el proceso de recuperación del status material de los trabajadores. Pero es imprescindible, contar con estudios previos que dimensionen con realismo las dificultades a sortear.

Esperamos que esta vez, si la Unión por la Patria mantiene el poder, el equipo de gobierno elabore una formulación orgánica de sus objetivos y las necesidades de la Nación, para proyectar cambios que son imprescindibles para la consecución de sus metas. Esto se resume en un Proyecto Nacional o al menos, en un Plan de Gobierno, instrumento de menor rango, pero útil para evitar lo que ocurrió hasta el presente; las reacciones espontáneas de coyuntura, que por más bien intencionadas que sean sus medidas, no siempre aseguran coherencia en el contexto general, y, desde lo político, no tienen representatividad de los votantes, se producen vaivenes que a veces desconciertan a la propia militancia, se genera escepticismo en la población = detrae apoyos.

La ciudadanía debe recibir la propuesta de cambio estructural necesario para la economía argentina, y la militancia del campo popular, siendo consciente propalarla, para legitimar una transformación que deje definitivamente atrás la economía subdesarrollada que tenemos, para elevar las condiciones materiales del pueblo. El capital humano y los recursos naturales ya los tenemos dentro de nuestras fronteras. El destino aguarda las grandes decisiones soberanas e independientes para concretar el paso.