Por: Axel Cherem
Seguramente se pregunten por qué arranco con esta pregunta o lo hayan respondido afirmativa o negativamente. Esta nota de #microdebates busca recomponer un poco el excesivo desarrollo del análisis en comunicación política/institucional del gobierno de Alberto Fernández. ¿Por qué nos preguntamos tanto sobre la comunicación?
Si, lo que van a leer es a un comunicador que quiere plantear que no todo es comunicación. Vivimos en la mentada sociedad de la información, la de Lyotard, aquella que privilegia las formas por sobre los fondos y las interacciones por sobre los contenidos. Pero, por sobre todas las cosas, la sociedad que privilegia la transparencia, como afirma Byung-Chul Han. En esta entrega, intento dar un poco de sentido a todo esto que acabo de presentar.
¿Cuándo comenzó todo?
Si tuviera que elegir un hito de este 2020, un momento en el que la pandemia se transformó fue el pasado 20 de junio, el día de la bandera. La oposición convocó el primer banderazo contra Alberto Fernández, luego que anunciara y ratificara la intervención estatal en la empresa Vicentín. Paralelamente, el Presidente conmemoró el paso a la inmortalidad de Manuel Belgrano con una jura virtual y federal con niños y niñas de todo el país.
A partir de ese momento, algo se rompió en el contrato social que Alberto había propuesto. Dos posturas se evidenciaron: la falta de políticas que amplíen la centralidad médico sanitaria, como en la nota de Daniel Feierstein en el Cohete a la Luna, y las fallas de comunicación por parte del Poder Ejecutivo Nacional, como en la columna de Walter Schmidt en Clarín. Sobre estas dos críticas, una prevaleció por sobre otra…
Lógicamente, comenzaron distintos análisis sobre la efectividad en la comunicación de Alberto Fernández y su equipo de gobierno. Desde columnas de opinión que pedían mayor planificación y estrategia en la comunicación institucional, mediciones sobre el grado de participación de Alberto en medios de comunicación, hasta artículos que hacían parte del problema a los “medios hegemónicos” y la oposición política. La comunicación se transformó en un factor clave en la falta de apoyo masivo a las políticas implementadas.
¿Comparado con quién?
Es importante aclarar la intencionalidad política de fondo sobre esta comunicación sobre la comunicación. Algo es “malo” o “bueno” si se compara, contextualiza. Y la crítica a la comunicación tuvo correlatos por “derecha” o por “izquierda”, mejor dicho, por “Macri” o por “Cristina”.
Por un lado, el gobierno de Alberto no supo aprovechar la experiencia que dejó el macrismo sobre cómo una gestión puede aprovechar los canales de comunicación disponibles para generar un mensaje claro y efectivo. En esta crítica, la utilización de herramientas como el focus group, el coaching o la data science aplicado a la comunicación institucional se podría transformar en una oportunidad única para que un gobierno aproveche técnicas utilizadas por otra gestión.
Si nos remitimos al otro lado, Alberto Fernández se mostró permisivo ante el anuncio de grandes medidas intervencionistas que podrían haber pasado desapercibidas. El anuncio de créditos a tasa 0 para empresas, el desembolso de miles de millones de pesos en la Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), la entrega de viviendas mediante el PROCREAR y la incorporación de 1 millón de niños y niñas al pago de AUH perdían su efectividad al no ser comunicadas de una forma adecuada. La imagen de Cristina Fernández de Kirchner anunciando medidas en cadena nacional se transformó en la contra-propuesta por excelencia ante la incapacidad manifestada por sus detractores en lo comunicacional.
El dilema de la comunicación institucional
Las autoridades universitarias de Quebec le encargaron al sociólogo francés Jean-François Lyotard redactar un informe que dé cuenta de cómo se estructuran las prácticas del saber en un momento de profundos cambios económicos, sociales y culturales como lo fue el año 1979. Así nació un libro de cabecera denominado “La condición postmoderna”. En estas páginas, el escritor teoriza sobre el saber y lo coloca como un factor clave en el ordenamiento social. Experimentamos la emergencia de la sociedad de la información, un conjunto de individuos que condicionarán gobiernos con el objetivo de llegar a la transparencia comunicacional.
En línea con este informe, se posiciona el filósofo coreano Byung-Chul Han, al hablar cómo se desenvuelve la sociedad de la transparencia, aquella que parte de una crítica a la corrupción y privilegia la libertad de la información. Según el escritor, la transparencia forzada es la que habilita el sistema dado porque no admite tensión, no admite color. En base a esta apreciación, la transparencia no es lo mismo que la verdad ya que la primera es en sí misma positiva y la otra es negativa, porque implica que existe una falsedad. Con la transparencia se plantea una postpolítica, una sociedad sin ideología ni conflicto.
Si el primer autor establece un panorama general sobre el saber, el segundo identifica un problema en la sociedad: la comunicación (la interacción) no lo es todo y promueve un vaciamiento del análisis político que puede tener intenciones políticas de fondo.
Discutir política
En el final de estas palabras quisiera destacar dos análisis que fueron por el camino que propuso Daniel Feierstein el pasado 21 de junio, aquel camino que critica desde la política y no desde la forma. En primer lugar, la nota que escribió el economista Emanuel Álvarez Agis donde, fiel a su estilo, plantea repensar las bases sobre la cual se plantea el problema del dólar, al proponer pensarlo como un problema económico y derribar una tesis cultural sobre el mismo.
En segundo lugar, no podemos evitar la famosa carta de Cristina Fernández de Kirchner en donde no hablaremos de los sentimientos sino de las certezas que expuso en vísperas del 27 de octubre. La actual vicepresidenta repasa, en su primera “certeza”, una evaluación sobre las críticas que recibió ella y recibe el actual presidente y sentencia: “A esta altura ya resulta inocultable que, en realidad, el problema nunca fueron las formas”.