El triunfante “pensamiento único” y el lánguido pensamiento crítico

Por: Roberto Candelaresi

Introito

Para nosotros en este artículo, emplearemos el concepto de Pensamiento Único tal como fuera reintroducido en los debates académicos y políticos, en la década de los ’90, por el sociólogo y editor Ignacio Ramonet, reconociendo, no obstante, que la expresión registra antecedentes ideológicos de antigua data que citaremos más adelante.

Ignacio Ramonet

Se trata en esencia de una ideología, un sistema de creencias, que pretende ser universal, pero, además, ser el único pensamiento aceptable, es decir, reivindica para sí, una preeminencia exclusiva ante otras ideas que pretendan representar e interpretar la realidad.

Ramonet, como intelectual de izquierdas, va a sustanciar el concepto como una ideología tributaria del economicismo neoliberal, que, en el mundo occidental luego de la caída del muro de Berlín, comenzó a monopolizar los ámbitos políticos y académicos, a la que criticará por ser –en su criterio– la expresión intelectual de los intereses del capital financiero internacional. 

En su concepción, los principales rasgos son 1.- la prerrogativa de la instancia económica sobre la política, y 2.- la consideración del mercado como el único medio para una asignación eficaz de los recursos. De esos cimientos se desprenderían la desaparición de las fronteras económicas (globalización), la competitividad, la división internacional del trabajo, una férrea disciplina monetaria y la tendencia a reducir el Estado en cualquiera de sus formas. 

Antecedentes 

El concepto de «pensamiento único» [PU en adelante] fue empleado primitivamente por A. Schopenhauer, filósofo alemán a principios del siglo XIX, para describir un sistema de pensamiento autosustentable, una unidad lógica independiente de todo otro sistema, serie coherente, pero que se trata – en su visión –, de una herramienta subjetiva para desentrañar con la voluntad, “el enigma del mundo” (sic), descubrir al hombre y a la verdad de las cosas (no sus apariencias). Todo lo contrario, al predicamento actual de homogenización colectiva

Por su parte, el Positivismo, como teoría social, desde Auguste Comte [padre fundador] postulaba la jerarquización social, donde la cúspide debía ser ocupada por técnicos y científicos («los que saben»); una forma de pensamiento, positivo y operacional, que dio lugar a la ideología de la sociedad tecnológica avanzada, que muy posteriormente [1964] el filósofo neo marxista crítico Herbert Marcuse [escuela de Frankfurt], criticará denominándola como «pensamiento unidimensional», ya que procura el cierre del universo del discurso, impuesto por la clase política dominante y los medios proveedores de información de masas. Marcuse describe los mecanismos a través de los cuales en el discurso del positivismo se valida exclusivamente por la ciencia y la tecnología.

El inglés Herbert Spencer, dentro de esta teoría filosófica, adoptará el evolucionismo darwinista para aplicarlo a la vida social. El positivismo inglés se convirtió, con Spencer, en la expresión ideológica paradigmática de una clase social; la burguesía, y, como tal, en una doctrina individualista, darwinista social y liberal. Esa corriente anglosajona será el fundamento del Pensamiento Único ultra liberal y del consenso de Washington. 

La inadecuada aplicación de la teoría biológica para interpretar la vida social humana, en la que es ley sagrada la supervivencia del más fuerte (y de allí el reparto de funciones dentro de la sociedad), o sea; una razón “genética” sin alternativa posible, es lo que se conoce como Darwinismo Social. En esta perspectiva, la «selección natural» es un mecanismo implacable y cualquier intento de limitarlo, venido de estructuras o poderes públicos, se torna innecesario, inútil y —en cualquier caso— inconveniente. 

Volviendo a los precursores críticos del Pensamiento Único, como la Escuela de Frankfurt y Marcuse, éstos destacan el factor manipulación e instrumentalización por el consumo, la publicidad y la propaganda, que terminan imponiendo sus consignas en la sociedad tecnológica.

Ramonet define al P.U. como una traducción a términos ideológicos de la pretensión universal de los intereses de fuerzas económicas del capital internacional.

Avanzará describiendo como sus principales rasgos los siguientes:

  1. la preeminencia de la instancia económica sobre la política y
  2. la consideración del mercado como el único medio para una asignación eficaz de los recursos. La hegemonía absoluta de la economía sobre el resto de los dominios sociales.
  3. Sistemas para conseguirlo:
    • El mercado como mano invisible capaz de corregir cualquier tipo de disfunción social.
    • La importancia de la competitividad (para sobrevivir en el mercado).
    • El librecambio sin límites.
    • La mundialización (globalización), pero solo en su acepción económico-financiera.
    • La división mundial del trabajo (para bajar los costes salariales).
    • La desregulación sistemática de cualquier actividad de carácter social.
    • La privatización.
    • Y en general una reducción tendencial del Estado en todas sus formas. Según la fórmula: «Menos Estado, más Mercado».

Las experiencias históricas recientes

La Universidad de Chicago (Escuela de Chicago, Chicago Boys, etc.) desde los años ’60, en su Facultad de Economía, con el concurso de un elenco de economistas jóvenes (que luego adquirirán fama mundial), fue creando una guía de aplicación de sus ideales claves para resolver todo tipo de problemas económicos y garantizar progreso material. Entre ellas estarán el protagonismo de la Economía en la gestión de la sociedad, el Estado mínimo, y sus derivadas: las privatizaciones y las desregulaciones. Estas doctrinas, ganan hegemonía en la intelectualidad norteamericana y allende fronteras.

En cuanto a sus ejecutores, Naomi Klein en su libro «La doctrina del shock» denuncia la aplicación de otras herramientas NO ECONÓMICAS, como el lavado de cerebros, con el propósito de obtener muchos ciudadanos no pensantes (acríticos), sumisos y consumistas-productivistas. Es sabido que Chile fue la primera puesta en práctica en los ‘70, a la que siguieron las otras dictaduras del cono sur, mediante el tristemente célebre Plan (Operaciones) Cóndor y la directa participación de los Estados Unidos, aplicando feroz represión y desaparición de disidentes.

Ya en los ’80, parecen los neocón (o neoconservadores), que con su “capitalismo popular” llevan al poder a Thatcher y a Reagan en G. Bretaña y en la Unión respectivamente, que darán forma práctica y concreta a aquellas ideas predicadas de la hegemonía de lo privado, micro empresarios emprendedores, el competitivismo, el desmantelamiento de lo público, etc., esta vez, en el “primer mundo” y sin violencia represiva.

A partir de la caída del muro de Berlín (1989), el triunfo es global. Surge entonces, lo que se da en llamar El Consenso de Washington (WC) que se puede tomar como el paradigma del Pensamiento Único. Se trata de un programa realizado por el economista John Williamson, a pedido del presidente Bush (padre), con el objetivo de describir un paquete de reformas «estándar» para países en desarrollo azotados por la crisis financiera, según las instituciones bajo la órbita de Washington D. C.

Sin embargo, sus premisas, que conforman toda una ideología, fueron vistas por las dirigencias occidentales (incluso por liberales extremos) como la única posible. Margaret Thatcher hizo famosa la frase “There Is No Alternative” (TINA) – no hay alternativa – que, a su vez, fue copiada en versión germana por su par el canciller socialdemócrata alemán Gerhard Schröder: “Es gibt keine Alternativen”.

Gerhard Schröder

Resumidamente, Williamson recopiló objetivos de ideologías históricas (gérmenes del pensamiento único que citamos arriba) que se siguen aplicando como dogma, apenas matizando en sus nuevas versiones. Las cumbres y los foros económicos mundiales siguen recomendando sus proposiciones. El BM, el FMI y la OMC son los encargados de la aplicación rígida el programa del WC a nivel mundial. Y se le suma el BCE para Europa.

¿Como se presenta HOY el pensamiento único?

Dado que como anticipamos el PU trata de construir una ideología cerrada; no remite exclusivamente a la economía sino a la representación global de una realidad, afirmando que en realidad al mundo lo maneja el mercado y los gobiernos están para administrar lo que aquel dicte. De ese modo, todo “fluye más natural”.

La realidad que ya esbozamos, muestra que esta amalgama heterogénea de conservadurismo y de liberalismo realmente existente, genera tal falsa conciencia que es difícil salirse de su credo. Para ello difunde como grandes verdades los siguientes (cuestionables) asertos: Achicar el Estado es agrandar la civilización (nación); Se acabó la historia; la sociedad será siempre capitalista y liberal; El liberalismo económico lleva, inexcusablemente, a la democracia; Hay que adoptar el modelo neoliberal, que es el que se impone en todo el mundo; La economía social de mercado forma parte ya del pasado y sus defensores son dinosaurios ideológicos, etc. El lector los habrá reconocido, pues estas afirmaciones se repiten sistemáticamente desde todo el espectro de la derecha y sus medios aliados y desde hace décadas.

Asimismo, haciendo gala de un supuesto pragmatismo ‘de la era moderna’, sostienen una serie de sentencias tales como: Ya pasó la época de las ideologías; El mercado lo resuelve todo del mejor modo posible; No se pretende atacar a los débiles, sino las pretensiones más débilmente justificadas; Siempre hubo y habrá corrupción, pero en el liberalismo es marginal y en el estatismo, estructural; Siempre habrá desigualdades porque están en la naturaleza humana; Primero hay que agrandar la torta y sólo luego repartirla, etc.

Defendiendo una de sus metas esenciales, la Globalización, argumentarán: El nacionalismo económico es una expresión retrógrada que debe desaparecer; La soberanía nacional es un arcaísmo del pasado, está superada y en disolución; Las privatizaciones son la panacea; El capital extranjero es la solución; por tanto, hay que desregular sin limitaciones al sistema financiero y no poner puertas al campo; La experiencia económica chilena es el paradigma del modelo neoliberal y debe ser imitada. 

La eterna discusión

La mítica globalización (al menos la homogénea e inexorable), apuntaló al “pensamiento único”, el que, con su falso realismo y resignado posibilismo, pretende clausurar la capacidad de pensar políticas alternativas y de “ver” las perniciosas consecuencias económicas, sociales y políticas de aquellas que se están implementando.

El determinismo que lleva implícito todo “pensamiento único” es muy funcional (y no curiosamente) a los intereses de los capitales dominantes coaligados internacionalmente, todo esto es un triunfo de haber convertido al neoliberalismo en un sentido común de la época. Han convencido a mayorías que es el único modo de gestionar la economía con seriedad.

Incluso muchos teóricos que ayer desde la Libertad se oponían al determinismo del marxismo, ahora predican la inexistencia de toda otra alternativa. Es decir, negando toda utopía, siguen tan dogmáticos como siempre. Claro que esta vez, tienen un premio en oferta especialmente para países periféricos como los de nuestra región, si se adaptan a la realidad [bien venir inversiones] que imponen los países centrales, que disfrutan de la economía globalizada: ¡entrar al Primer Mundo!, tal como se prometía durante el menemato en nuestro país.

El lector avezado habrá ya en este punto advertido, que existe cierta contradicción entre el discurso neoliberal que se proclama como triunfante pensamiento único, y ciertas economías reales. Eso me permite apuntar que, los mitos incumplidos, nunca son asumidos por gobiernos neoliberales, ni menos por las grandes megacorporaciones transnacionales de las nefastas consecuencias de sus políticas enderezadas por las premisas, sino en todo caso por factores exógenos de mercado, o por falta de suficiente flexibilidad de los factores de trabajo, etc. El mismo Hayek (pensador ultraliberal) decía que las fallas de mercado eran como las fatalidades naturales, a nadie se puede culpar.

Aunque se desatiendan servicios esenciales y sociales en los países (salud, por ejemplo), la austeridad que la provoca es por la necesidad de asegurar un superávit de las cuentas fiscales que atraiga a los capitales externos, todo lo cual exige una radical reducción del gasto público.

Las variables macroeconómicas, SIEMPRE son gestionadas o influidas por el Estado: todo impacto de lo externo [una pandemia, crisis financiera, una guerra, inflación de insumos, depreciación de commodities exportables, etc.], está siempre mediado por las políticas públicas y la conducta de los gobiernos.  Las políticas concretas son decisivas para orientar, y en algunos casos neutralizar, los influjos de la globalización, por ejemplo. Obviamente también, las políticas dependen de la correlación objetiva de fuerzas políticas y sociales que existan en cada sociedad, tanto como fijar la agenda.

Siempre hay otras realidades, otros pensamientos, otros lenguajes y formas de vida; hay eternamente otros criterios de verdad. 

Pero cerrando el punto, dejo constancia que como parece ser el contra discurso antihegemónico que pretendemos presentar en este humilde texto, con un claro tizne contestatario y progresista, el término Pensamiento Único lo usa también la derecha (conservadores) contra la izquierda. En efecto, se reputa algunas expresiones progresistas, como un discurso intelectual y éticamente pretendidamente por encima de los demás.

Epílogo 

En algún foro académico aún se discute el dilema del huevo y la gallina, en este caso, suplidos por si es la conciencia la que determina la vida, o es la vida la que determina la conciencia. En cualquier caso, todos dan a la ideología un papel relevante en el análisis de cualquier grupo humano o formación social histórica. Gramsci subrayó la importancia de este asunto en repetidas oportunidades al decir que “las ‘creencias populares’ … tienen la validez de las fuerzas materiales”

Vemos en la actualidad en nuestro país, como el fanatismo niega o bloquea todo alternativa a su discurso dominante esparcido por la sociedad civil [ideología], pero concentrado en el equipo ejecutivo que lo gobierna. La reticencia al diálogo es palmaria. Pero lo más preocupante, es la penetración que el pensamiento único ha tenido en el eje social. Particularmente mi desasosiego reside en su no conciliación con la Democracia.

El pensamiento único, que deslegitima toda movida contestataria por fútil, mientras prohíja una concentración fenomenal de recursos y riquezas en muy pocas manos (o mentes), libres de todo control, siendo quienes toman las decisiones, y no precisamente orientadas al bienestar social, sino a la obtención del máximo beneficio.

Ante el fenómeno político que se desarrolla en la Argentina actual, surge imperativo el viejo apotegma que reza que La imposición forzosa de un único dogma nos conducirá de forma inexorable a la barbarie, la ignorancia, el fanatismo y la ausencia de cualquier pensamiento empírico para convalidar al conocimiento, y por supuesto, a convertir a los divergentes en herejes.

El llamado es a cuestionar, controvertir esas creencias determinadas. Seamos ciudadanos conscientes, electores en todo caso del dogma, reivindicando como mínimo, la tolerancia. Etimológicamente es el “libre de elegir”, una persona que asume la posibilidad de elegir libremente seguir un dogma diferente del que le es impuesto por una autoridad o poder. ¡SEAMOS HEREJES!