“Ya no se dan las condiciones políticas, operativas y jurídicas para continuar de forma efectiva su actual compromiso militar en la lucha contra el terrorismo en Mali y, por tanto, hemos decidido iniciar la retirada coordinada”, sostiene una declaración conjunta.
Tras nueve años de presencia militar para luchar contra el yihadismo, Francia anunció este jueves la retirada de sus tropas de Mali, una decisión que se preveía inminente ante la ruptura de relaciones entre París y la junta militar gobernante en el país africano.
La decisión fue plasmada en una declaración conjunta firmada por Francia, sus aliados europeos en la operación Barkhane, Canadá y sus socios africanos en el Sahel y en el golfo de Guinea. “Ya no se dan las condiciones políticas, operativas y jurídicas para continuar de forma efectiva su actual compromiso militar en la lucha contra el terrorismo en Mali y, por tanto, hemos decidido iniciar la retirada coordinada”, sostiene el texto.
La declaración, subraya la “voluntad” de seguir su lucha en la región, “en estrecha coordinación con los países vecinos” de Mali. El anuncio coincide con una cumbre en Bruselas de líderes de la Unión Europea (UE) y la Unión Africana (UA) sobre una nueva relación con África, un continente rico en materias primas donde China, Rusia y Turquía se libran también a una batalla de influencia.
Casi una década después de ser recibidas con vítores por liberar al norte del país de los salafistas, las tropas francesas han generado un creciente rechazo popular entre los malienses, expresado en manifestaciones durante los últimos años.
La retirada, adelantada esta semana por el Gobierno francés, llevaba varios meses barajándose ante el continuo deterioro de las relaciones entre Bamako y París, que también afectó a otros aliados europeos. Si bien la ruptura como tal se dio a fines de enero con la expulsión del embajador francés de Mali, los cruces entre ambas naciones venían intensificándose desde mayo pasado después de la asunción de una junta militar al frente del país africano, tras el segundo golpe de Estado en menos de un año.
El primero se dio cuando Francia anunció en julio pasado que para 2023 reduciría a la mitad los 5.000 soldados de la operación militar Barkhane, que combate a grupos extremistas y yihadistas en la región africana del Sahel. Este hecho fue calificado de “abandono” por el Gobierno de Mali, donde están presentes casi la mitad de esas tropas.
En consecuencia, Bamako desoyó las advertencias de sus aliados europeos y decidió contratar a los paramilitares de la cuestionada empresa rusa Wagner, acusada de enviar mercenarios a países en conflicto con un modelo similar al usado años atrás por la estadounidense Blackwater.
Wagner ya cuenta con una importante presencia en Sudán, Mozambique, Libia o República Centroafricana, donde la ONU ha acusado a la firma rusa de cometer abusos.
Este acercamiento a Rusia, sumado a la decisión de la junta gobernante de quedarse en el poder al menos cinco años y no iniciar la prometida transición civil, provocó nuevos roces con Francia, pero también con socios europeos y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao).
Bamako expulsó en octubre pasado al representante de la Cedeao por imponer sanciones al poder castrense, mientras que las hostilidades con los militares llevaron a Dinamarca y Suecia a retirar sus tropas de la fuerza especial europea Takuba, puesta en marcha para reducir el despliegue francés. Todo ello en un contexto regional cada vez más complejo, con un aumento de 70% de los ataques de los grupos yihadistas en el Sahel en 2021, según el estadounidense Centro de Estudios Estratégicos de África.
Ante el riesgo de dejar la vía libre a Moscú en Mali y descuidar una región clave para contener el yihadismo y la inmigración hacia Europa, los miembros de Takuba, Reino Unido y Estados Unidos lograron un consenso sobre cómo continuar en la zona, según reportó la agencia de noticias AFP. Este frente unido representaba un imperativo político para Francia, en un contexto de creciente recelo en el Sahel hacia el antiguo colonizador y para evitar las comparaciones con la caótica retirada unilateral de Estados Unidos de Afganistán en agosto pasado.
Según una fuente próxima del Gobierno del presidente Emmanuel Macron, París prometió coordinar su retirada con la misión de la ONU (Minusma) y la de la Unión Europea (EUTM) en Mali, que seguirán beneficiándose de un apoyo aéreo y médico francés, antes del traslado posterior de estos medios.
A dos meses de las elecciones y en plena presidencia francesa del bloque europeo, una retirada forzosa de Mali, donde 48 soldados franceses perdieron la vida -53 en el Sahel-, representaría un revés para Macron, que debe confirmar aún su candidatura a la reelección.
Francia aboga por continuar la lucha contra los yihadistas en la región y el vecino Níger, un aliado regional fiable que alberga una base aérea francesa, podría desempeñar un papel de primer orden en el nuevo dispositivo. Además, París prevé proponer sus servicios a los países del golfo de Guinea, como Costa de Marfil, Togo, Benín o Ghana, para ayudarlos a frenar la propagación del yihadismo.
“Sería importante aprender de los errores del Sahel, donde soluciones contraproductivas llevaron a la reprobación de las políticas de seguridad de los Estados y de la intervención de sus socios internacionales”, estimó el director regional del Timbuktu Institute, Bakary Sambé. Para el especialista, el reto de los próximos meses será hacer que la presencia francesa sea menos visible a través de una mayor “cooperación” reforzada, sin reemplazar las fuerzas locales.