Por Cristian Secul Giusti
El discurso de Alberto Fernández “reúne un ideario de palabras clave que amplían la referencia a la democracia y refuerzan la noción de un estado de crisis y complejidades económicas: contrato social, solidaridad, pluralismo, ética y unidad”
A poco de cumplirse los cien días de su gestión, Alberto Fernández presenta un discurso atravesado por voces que confluyen en una narrativa muy propia e identificable. Desde ese plano, la retórica planteada (que ya podemos llamar “albertista”) reúne un ideario de palabras clave que amplían la referencia a la democracia y refuerzan la noción de un estado de crisis y complejidades económicas: contrato social, solidaridad, pluralismo, ética y unidad.
Las referencias a los expresidentes Juan Domingo Perón, Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner se encuentran muy presentes en la enunciación política del presidente (eso se vio y escuchó claramente en el discurso de apertura de sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación). En menor medida, el recuerdo de la figura de Eduardo Duhalde opera como una reminiscencia sobre el “piloteo tormentoso” (post crisis del 2001) y la alusión a Cristina Fernández revaloriza el rol de la amistad y las búsquedas de igualdad, inclusión y Memoria, Verdad y Justicia.
Sumado a eso, la narrativa también recupera el eco conceptual de Antonio Cafiero, ex líder histórico del movimiento peronista, funcionario en distintos gobiernos del peronismo y gobernador de la provincia de Buenos Aires entre 1987 y 1991. Así, la postura habitualmente alfonsinista de Alberto recrea una noción socialdemócrata en clave peronista que recuerda los desafíos del cafierismo ochentoso, ese mismo que encaró una renovación fundamental hacia mediados de los 80.
Renovación y repercusión
En 1985, Antonio Cafiero motorizó la renovación para enfrentar al conservadurismo y la ortodoxia peronista de Herminio Iglesias y Lorenzo Miguel. Ese relevo generacional dinamizó la situación doctrinaria del peronismo, emulando, quizás, la idea de “Renovación y Cambio” que lideraba Raúl Alfonsín en la Unión Cívica Radical (y que, de hecho, lo llevó a la presidencia en 1983). Así, tras la derrota peronista en las elecciones legislativas de 1985, la voluntad renovadora se convirtió en la principal opción al gobierno radical y comenzó a sumar adeptos de distintas regiones.
Más allá del revés sufrido ante Carlos Menem en la interna presidencial de 1988, Cafiero supo reconfigurar la estrategia peronista en un escenario de centralidad democrática y relato alfonsinista. Por ello, la mención al estado de derecho comenzó a tener un sentido central y su función se tornó crucial en cada declaración. “Para el peronismo la lucha es parte inescindible de la democracia con justicia social. No nos concebimos como un dique de contención de los conflictos, sino como un canal profundo y generoso que ha nacido para irrigar a toda la estructura social con la energía de las demandas postergadas”, dijo el propio Cafiero en el Documento fundacional de la Renovación Peronista.
Alberto Fernández no estuvo ajeno de este escenario de recambio y en 1986 tuvo un rol activo en el libro La renovación fundacional junto a Cafiero, José Manuel de la Sota, Chacho Álvarez y Mónica Moncalvillo. El ex interventor del COMFER (2003-2008), Julio Bárbaro, fue autor del prólogo y en un artículo en Infobae señaló que: “Aquel libro era peronista. Alfonsín gobernaba, Cafiero y De la Sota junto con otros eran la oposición”. Asimismo, sostuvo que el clima de época configuraba “un futuro de esperanzas, un gobierno democrático y un peronismo con políticos que pensaban”.
Al respecto, y a pocos días de convertirse en presidente electo, Fernández encabezó un acto organizado por militantes radicales e hizo hincapié en la complejidad que tuvo Alfonsín para gobernar luego de la dictadura: “Fue haciendo todo lo necesario para garantizar la estabilidad de la democracia, y recibió la ayuda de un peronismo que se renovaba y quería ser democrático”. Sin perder el tono de agradecimiento, también hizo referencia al papel de Cafiero ante los hechos de Semana Santa (1987) y sostuvo: “Fue lo mejor de la política lo que salvó a la democracia en Argentina”.
La ética y la unidad
Los conceptos de ética y unidad forman una constante en la retórica de Alberto Fernández. Y su inclusión refuerza, junto a la noción de democracia y patria, una relación estrecha con la idea de “contrato social” (que en términos de Cristina Fernández también se forja a partir de la “responsabilidad ciudadana”).
De hecho, en su discurso de asunción presidencial, remarcó la necesidad de “superar el muro de las fracturas”, “crear una ética de las prioridades y las emergencias” y apelar a una “ética política» para reivindicar los valores de la solidaridad y la justicia. Del mismo modo, en la apertura de sesiones ordinarias, subrayó: “La tarea que tenemos por delante supone una ética de la convicción para no renunciar a nuestros ideales y también una ética de la responsabilidad para saber que la verdad es sinfónica, compuesta de voces, intereses y miradas diversas”.
En este sentido, la narrativa “albertista” retoma fuertemente lo que Antonio Cafiero manifestó sobre el último Perón (1973-1974) y el motivo de “pacto social” y reconstrucción: “Él creía en la necesidad de un pacto histórico entre el radicalismo y el peronismo. No era partidario de exacerbar las heridas (…) La lealtad hoy es superar las divisiones internas y luchar por la unidad del peronismo. Incorporar la democracia a la vida del partido”.
La evocación a la figura de Cafiero (que puede enunciarse o materializarse directamente en la presencia de Santiago Cafiero, actual Jefe de Gabinete y nieto del líder peronista) tiende un puente con el recuerdo alfonsinista y permite amalgamar la discusión, la pluralidad y el entendimiento en el espacio gobernante con mayor flexibilidad.
El objetivo común en el Frente de Todos, sumado a la lectura atinada de contexto y la recuperación de las voces protagonistas del movimiento, constituye una matriz poderosa para atravesar la crisis. En esa trama, la voz de Alfonsín se fusiona con la de Cafiero y habilita una corriente de pensamiento que repiensa a la democracia en una clave armónica y sinfónica (para retomar lo dicho por Alberto Fernández). De esta manera, la noción de unidad robustece el cauce institucional, permite construir un bloque firme y evita sucumbir en un escenario social complejo y de amplia vulnerabilidad.
Fuente: Revista Zoom