Con un gobierno que decidió no aplicar restricciones alojado en un discurso de “cuidar” la economía, la desocupación y el porcentaje de pobreza en el país vecino se incrementa día a día.
La pandemia ya acabó con 7,8 millones de puestos de trabajo en Brasil, según las cifras del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Además, para este año, el Fondo Monetario Internacional (FMI) espera una contracción del PIB brasileño del 9,1%.
Los sectores más afectados son el comercio, la construcción y el servicio doméstico, de acuerdo con lo indicado por el Instituto de Investigación Económica Aplicada.
Pero no es nada nuevo. Estos datos se suman a las altas tasas de desempleo que se vienen acumulando desde la crisis económica de hace algunos años y que culminó por estallar con la asunción de Bolsonaro. Hoy, cerca de 13 millones de brasileños están sin trabajo.
Un reciente informe del IBGE muestra que cuatro de cada 10 empresas que se vieron obligadas a paralizar sus actividades en la primera mitad de junio lo hicieron a causa de la emergencia sanitaria por la propagación del Covid-19, en su mayoría por la cantidad de contagios y el personal de riesgo.
En total, cerca de 1,3 millones de empresas tuvieron que cerrar de forma temporal o definitiva hasta el 15 de junio. Algunas señalaron a las restricciones impuestas por la crisis como el factor principal.
Río de Janeiro es la segunda ciudad del país con mayor número de muertos por el Covid-19, solo por detrás de Sao Paulo, ambas poseen el mayor grado de mortalidad por el virus en Sudamérica.
También son de los centros urbanos más afectados por la suspensión de contratos. Hasta el pasado mes de mayo habían cerrado al menos mil bares y restaurantes por la crisis. Además, unos 27.000 trabajadores de este sector fueron despedidos en este periodo.
Sandra Lúcia Rodrigues es una profesional especializada en marketing y estudios de mercado. Contrajo el coronavirus en marzo, durante un viaje de trabajo por el interior del Estado de Río de Janeiro. Cuando se recuperó de la enfermedad, descubrió que había quedado desempleada y sin dinero.
“Pasó todo junto. Me contagié, el trabajo paró, paró todo. No podía salir para conseguir dinero. Unos amigos me ayudaron con los alimentos, me traían canastas básicas y las dejaban en mi puerta. Desde entonces, estoy sobreviviendo gracias a la ayuda y solidariedad de las personas”, asegura.
Hoy, esta mujer de 60 años vive en casa de unos familiares porque se rompió una pierna mientras repartía folletos comerciales, un pequeño empleo que consiguió para salir al paso.
“Te sentís inútil e indigna, totalmente perdida, y yo todavía más porque siempre fui una persona activa en mi trabajo. El panorama empeora cada día y yo no tengo esperanza ni perspectiva de que lleguen cosas buenas”, afirma Sandra Lúcia.
La situación sanitaria en Brasil es crítica, con ciudades sin sedantes para intubar a los pacientes con coronavirus ante la escasez de estos insumos producto de unas cifras récord de contagios, en una grave situación epidemiológica que se extiende al resto de los países de la región.
Al menos 17 capitales de estado de Brasil están en alerta por la falta de insumos y familiares de los pacientes revelaron que en algunos lugares varios enfermos salieron de la intubación sin sedantes y atados a sus camas.
En medio de esta crisis, ciudades como San Pablo y Río de Janeiro anunciaron un alivio a las duras restricciones que impusieron (a las que Bolsonaro se opuso) para contener la pandemia, aunque se mantienen los toques de queda nocturnos así como el limite de horarios para comercios.
Se reabrieron las escuelas pero actualmente su uso es prácticamente para comedores y a partir del 24 de este mes comenzarán a funcionar hasta las 19 restaurantes, parques, clubes y gimnasios.