Por: Roberto Candelaresi
Prefacio
El fenómeno Milei, en tanto outsider de la política [tradicional], un influencer sin demasiados créditos académicos ni éxitos profesionales, gana (cuantitativamente) elecciones primarias sin estructura partidaria y por encima de las coaliciones que dominaron las últimas elecciones presidenciales, creemos merece un detenido análisis, porque de pronto, desnuda una transformación política, social y cultural que se cristaliza al cumplir el 40° aniversario de la democracia moderna en la Argentina.
No podemos considerarlo como un evento eleccionario puntual. Cuando se verifican irrupciones de “nuevos líderes” con dimensiones significativas, muestran siempre un deterioro del sistema político de que se trate. La crisis económica que gran parte de la sociedad padece, refuerza la aparición de algún carismático con soluciones prestas. Y si profundizamos minimamente el análisis de su discurso, extremo individualismo y la “destrucción” de todo lo dado que propone, descubrimos la desagregación de los vínculos sociales que nuestra sociedad sufrió en los últimos años.
El «clima de época» global pospandemico, donde las derechas radicalizadas irrumplen en muchos países, sirven de marco – pero no es determinante – para los cambios que pretenden , aprovechando la inestabilidad y falta de certezas de un mundo, cuyo balance de poder está en plena transformación.
Es un escenario candente, donde además por la coyuntura eleccionaria en nuestro país, grandes masas sociales parecen despertar de cierta abulia, pero son sometidas a pseudoanálisis, encuestas, actividad frenética en redes y operaciones mediáticas de todo tipo, que ofrecen más posverdad que algún esclarecimiento que humildemente, los menos, pretendemos divulgar para contrarrestar algo de aquella incidencia en el escena política.
El “fenómeno”
Si bien en las P.A.S.O. acudieron solo el 69% de empadronados [versus un 85% en 1982], parecería que el surgimiento de J. Milei como potencial exitoso contendiente, modificó (en teoría) la abulia o el rechazo de muchos a la participación política, y la sociedad está en discusión y debate.
El bloque opositor [JxC], entretanto, ataca cualquier intento de fortalecer el interés y la autonomía nacional. Se alía con intereses extranjeros automáticamente – aunque estos sean controversiales con los de la nación – y esta actitud es tolerada por una parte importante de la sociedad civil. Ello entendemos que es producto de la pedagogía de desprecio por el interés nacional que vienen machacando los canales de información hegemónicos (y que sería una anomalía argentina, ya que no se obvserva lo mismo en otras derechas), que también incide sobre el votante irresponsable de Milei, por lo que han migrado muchos de ellos desde el ámbito cambiemita.
Es una sociedad fragmentada, movida por oscuras pasiones y una evidente falta de horizonte para la inmensa mayoría, se reproduce un candidato con propuestas que no resisten ningún análisis desde lo empírico, moral o hasta religioso. Algunas encuestas recientes parecen detectar un amesetamiento en las adhesiones al anarco-libertario, pero sin duda, desde hace un par de años, ha venido prosperando su proselitismo.
Frente a esta derecha y ultraderecha apátrida y desinteresada por lo popular, se requieren análisis serios y reflexiones difundidas para evitar dilapidar los costosos logros democráticos que hemos acumulado en estas cuatro décadas de democracia recuperada. Tenemos que vencer la inflación, consolidar un esquema de crecimiento con distribución del ingreso, solucionar carencias básicas para las grandes mayorías y cuidar el interés nacional y nuestra soberanía en los recursos claves, todo eso para garantizar la continuidad del desarrollo soberano e inclusivo.
Solo es posible aquello si el próximo gobierno asume con autonomía de los intereses corporativos y de las presiones externas, y con el valor de encarar un proyecto de nación independiente. No es tarea de minorías (intensas o apacibles) sino producto de una construcción política que abarque todo el arco democrático popular del espectro, que represente nuevamente las grandes mayorías.
A los especialistas y técnicos comunicacionales e informáticos, les cabe el diseño de nuevas estrategias para enfrentar el contenido nocivo que se difunden en las redes, y que corre lo ‘decible’ siempre un poco más. El consumo digital tiene una gran incidencia en la formación del sentido común, que no parece haberse considerado con profundidad y estratégicamente desde el campo popular.
Hay un submundo de precarizados, fragmentados, sin representación formal ni interlocutores, producto de transformaciones en el mundo laboral, para lo cual no hubo políticas públicas específicas sino hasta ahora, impulsadas por el ministro y candidato Massa.
Dos ‘gramáticas de democracia’ se oponen, la progresista y la neoliberal. No hay grandes novedades más que liderazgos ‘carismáticos’ y estilos nuevos de comunicación. Los programas que representan una y otra forma, son los mismos. La prueba está, cuando desde la derecha se pretende reflotar cuestiones históricas ya saldadas, renovando posturas que ya fueron rechazadas, tanto en DDHH, cuanto al sistema económico liberal (dictatorial o popular como el menemato).
Nuestra democracia, tiene puntos fuertes y frágiles a la vez. El armado siempre debe cuidarse.
La salida siempre es política
Discrepando con el Mariscal Clausewitz, nos inclinamos a pensar que la Política es la posibilidad de que no haya guerra. Los conflictos – siempre existentes en toda sociedad – deben enfrentarse y resolverse siempre mediante el diálogo y procurando síntesis. El pensamiento único y las ‘rebeldías destructivas’ son solo obstrucciones a la solución de los problemas.
Decía Hannah Arendt, que la Política “es el arte de hacerlo todo de nuevo”. Reconstruir desde las condiciones dadas en un momento determinado de la sociedad. Hay momentos decisivos en la historia de los pueblos.
Los cimientos del sistema democrático han sido horadados por la derecha con todo tipo de herramientas durante este largo periodo democrático. Le problema parece ser hoy, un elemento novedoso que es casi un renovado afán por la ignorancia, la voluntad de no saber y la obsesión por el dislate y el arrebato. Dirigentes libérrimos (y no tanto) profiriendo cotidianamente en todos los medios, disparates en secuencia y sin rubor alguno.
Hasta la actualidad, el gobierno popular recibió todo tipo de ‘males’, naturales, geopolíticos, sanitarios, y sabotajes internos, por lo que, frente a la avidez del gran capital, no supo prevenir que la balanza se incline hacia un puñado de multimillonarios, que además, habiendo acumulado todas las armas a su favor, Vgr.; complicidad de órganos financieros internacionales, poder judicial supremo y federal, redes sociales, monopolios mediáticos, mecanismos de extorción económica [balanzas comercial y de pagos], oligopolios productivos, servilismo de la oposición política, etc. desataron una “guerra sin cuartel” contra las políticas públicas del oficialismo, ni bien cedió la pandemia.
El producto a nivel social son millones de almas solitarias e hiperconectadas, burbujas cognitivas, relaciones mediatizadas, lenguajes empobrecidos, imágenes incendiarias, horcas y guillotinas, sacrificios y castigos, cárceles y persecuciones, y, lo peor: un enemigo interno responsable de todos los males, una serie de gobiernos populares (peronismo/kirchnerismo) que provocó la credulidad de que la sociedad puede gozar de bienestar.
A su vez, la propuesta de ambas expresiones de derecha (Milei o Bullrich) es ‘eliminar’ esa fuerza popular que engaña al pueblo, haciéndolo vivir mejor por tiempos. Seamos conscientes de que NO HAY NADA NUEVO, solo una estética adecuada a esta era, pero no ofrecen soluciones económicas creativas a los problemas económicos (que, dicho sea, una de esas alianzas; Cambiemos, fue la generadora del desaforado endeudamiento que padece el país, con sus consecuencias de pobreza, atrasos en el desarrollo y efectos altamente inflacionarios).
Los experimentos que reivindican, son menemistas o de la Alianza (1999/2001) que terminaron con los mitos financieros y destruyeron el aparato productivo nacional dejando al país con menos capitales y muy endeudados.
La engañosa publicidad, y mucha juventud ignorante de la experiencia histórica, juegan a favor de esta derecha que solo tiene capacidad en marketing y estrategias comunicacionales novedosas. Parecen ser la reencarnación de un antiguo virus, el del capital financiero transnacional que carece de vínculos e interés en crear trabajo y producir riqueza para los argentinos.
Concluyendo y Propuesta de Acción
Cuando se vive en cierto caos económico y aparentemente sin alternativas, las ideas estrafalarias pueden ser vistas como atractivas por disruptivas frente a algunas propuestas progresistas que tal vez suenen desgastadas, pero el concepto de “justicia social” debe ser siempre reivindicado como soporte de igualdad ante la ley. Verdadera garantía de estabilidad, paz y prosperidad de los pueblos. Ningún interés debe resultar inmutable para la verdadera Justicia, por eso resulta extraño cuando se denosta a la “casta política” sin criticar a la verdadera “casta judicial”, perpetradora de arbitrariedades.
Quizás, sea hora de cortar todo el cinismo y sadismo que se verifica en amplios sectores sociales (no solo en cierta dirigencia), y ello se logra con un plan político de regeneración social, acciones concretas que desarmen las políticas de resentimiento que crecen sin piedad ni compasión.
Los diálogos entre hipócritas insensibles y cínicos sádicos no son tales, pues esa interacción entre sectarios acaba como proceso en tragedia si se sostiene por años. La responsabilidad sería de toda la clase política sedicente democrática para tratar de evitarla.
Un fenómeno que quedó patentizado en las últimas elecciones, y mucho más aún en las recientes PASO, es que a nivel provincial, se advierte por parte de los votantes, que abandonan en gran número los partidos tradicionales para elegir autoridades nacionales, guardando cierta lealtad con los postulantes locales. Esto implica que en realidad, mas que estructura política nacional, las fuerzas tradicionales mutan en provincialismos o localismos, que luego pasan a conformar una suerte de federación de peronismo o radicalismo.
Los resultados nacionales parecen perder importancia para preservar los poderes distritales, para influir desde el nivel subnacional al orden nacional. Un claro ejemplo lo desarrollamos en otro trabajo, describiendo al “Cordobesismo”. Es claro que esta importante porción de la sociedad también elige haciendo caso omiso a las lógicas de poder provincial, cuando lo hace a favor de fuerzas distintas o incluso opositoras a sus candidatos locales o provinciales.
Un tema a considerar también, es que aquellos que expresan ira en su opinión (y voto) repudiando a lo que considera casta, podrían eventualmente encausar esa irritación hacia los “nuevos líderes”, quienes si quieren trascender lo que es una irrupción anecdótica [pronta a desaparecer] de la historia política del país, deberán volverse una estructura política [burocracia] capaz de mantenerse en el tiempo y gestionar poder. Es decir, convertirse en «casta».
El ecosistema mediático actual en que se forman las voluntades y adhesiones requiere mucha creatividad, no solo para contrarrestar discursos que estimulan sesgos cognitivos de todo tipo para manipular y convencer, sino, además, para impulsar dinamismo en la propia narrativa y verdadera acción, porque cuando la idea-fuerza arraigada en el sentido común es el CAMBIO; lo estático pierde.
Para un proyecto nacional y popular que requiere de un estado independiente, actor protagónico en la arena política y otras esferas del quehacer social, existe un peligro concreto: una coalición de facto entre cierto proletariado lumpen al que le da igual la continuidad o no de lo institucional, y la corriente individualista y antipopular de la clase media acomodada que dio sustento al PRO como fenómeno político después del 2001. La dirigencia política de esa fuerza política [macrismo], es altamente extranjerizante y no vacilaría en propiciar una nueva coalición de derecha abandonando a sus antiguos socios.
Los problemas estructurales de la nueva configuración social deben ser atendidos, para lo cual se requiere capacidad teórica y política. Una eficacia que el gobierno saliente no demostró ser capaz de producir, con diálogos formales y ‘acuerdos’ con la oposición y con el poder económico que llevó a cabo infructuosamente, sin contar – para peor – con un Plan de Contingencia que adoptar, cuando aquellas herramientas se advirtieron inconducentes.
Si alguien más está expresando la frustración de la sociedad, la responsabilidad del actual gobierno y la “liga” que lo sustenta, es que hasta ahora no se presenta un proyecto claro a futuro. Reivindicar el buen pasado para volver a gozarlo es poca oferta. Por lo demás, hay amplios sectores de la sociedad sumergida (núcleo duro de la pobreza) que las alternativas – de no haber un real cambio a un futuro inmediato – les da igual.
A los perdedores hay que hablarles. Proponerles un proyecto para aumentar sus capacidades productivas, mejorar sus ingresos y condiciones de vida. Por ejemplo, a los millones involucrados con la “economía popular”. En otras palabras, se requiere desde el peronismo un nuevo proyecto de transformación esperanzador hacia el futuro próximo. El costo cultural de no hacerlo será intolerable para el movimiento.
Frente al régimen de democracia social que impone el justicialismo, se alzan como enemigos la derecha política, el poder económico, el poder mediático y, como experimentamos desde el gobierno de Cambiemos; el poder judicial.
La continuidad de la democracia progresista está en manos del candidato Sergio T. Massa, quien más allá de su sinuosa trayectoria política, se ve [voluntariamente] hoy en el lugar de la Historia como salvaguarda de la democracia inclusiva, en un marco de una sociedad crecientemente fragmentada, desigual y con un potente odio en el discurso político.
Para defender las conquistas es menester desarticular todo rencor, aunque sea irracional o artificial [sin causas reales], pero para ello, toda la dirigencia y militancia tiene que evitar la autocomplacencia y salir de la zona de confort para capturar voluntades de los extraviados [y olvidados], pues la derecha más radicalizada [encabezada por Javier G. Milei] aprovecha la ira de estos sujetos populares pauperizados para atacar al Estado y pretende demoler sus capacidades de planificación y dirección estratégica, para ponerlo en definitiva al servicio de la burguesía exportadora y aliados extranjeros.
Una UTOPIA audaz, que genere expectativas nuevas con vocación de mayoría, es el as del triunfo.