Anarcotizados

Por: Joaquín Szejer

Desde hace algunos años el político español Íñigo Errejón viene advirtiendo sobre una problemática en expansión en las clases medias urbanas, pero de muy poca repercusión político mediática: El uso de los opiáceos.

Ratas de laboratorio

En la década del 20 del siglo pasado tuvo lugar uno de los primeros experimentos sobre el uso de drogas. La prueba era sencilla: Una rata en una jaula con dos fuentes de agua, una con cocaína y otra sin aditivos. A medida que pasaban los días, el roedor tendía a volcarse más hacia el vertedero con agua y cocaína. La conclusión fue que la cocaína es adictiva y por tanto se debía terminar con su comercialización.

Ahora bien, y a modo de resumen muy acotado, en la década del 70 este experimento se puso en cuestión. La impugnación yacía en su metodología dado que la rata de la investigación estaba sola. Entonces inventaron el Rat Park, un espacio bastante más grande que una jaula, en donde varias ratas sociabilizaban entre ellas, en paralelo tenían juegos, diversas comidas y otros estímulos. Claro que también tenían las dos fuentes de agua, la que tenía cocaína y la que no.

Los resultados no sorprendieron a nadie. Las ratas a la larga preferían el agua sin cocaína. Los estímulos que encontraban en la vida social eran suficientes para no necesitar de otros, y el uso de drogas quedó descartado.

Maestro Splinter

El uso de drogas es tan antiguo como la historia misma de la humanidad. El uso productivo que el capitalismo le impregnó al consumo data de la misma revolución industrial. La cocaína o anfetaminas para “subir”, “rendir”, “estar despierto” fueron utilizadas por distintas personalidades, desde Freud hasta Roosvelt. Incluso en menor medida, la masificación del café en el siglo 20 responde a estos principios. No es casual que la cafeína sea un alcaloide que tiene mayor efecto a mayor cantidad de agua y que el café americano sea el café “aguado”.

El problema yace en la nueva etapa del uso de drogas. Hoy los psiquiatras las recetan en su fase sedante para trastornos de ansiedad, mal dormir, nervios, stress. Incluso la marihuana viene desde hace años cambiando su sentido social. La necesidad creciente de estas drogas se debe en parte al mal vivir que desde años vienen arrastrando las clases medias urbanas.

Tal como explican varios filósofos como Byung-Chul Han o Zygmunt Bauman, existe una paulatina interiorización de una problemática social, la necesidad de rendir: Si los movimientos obreros del Siglo XIX lucharon para vivir en un mundo más justo, fue porque la responsabilidad del mal vivir estaba puesta en el sistema. Hoy la responsabilidad del mal vivir recae sobre uno mismo. Todo se puede hacer. Si no se hace, la responsabilidad es individual. Hay una deuda con nosotros mismos. Y, como bien señala Nietzsche, “deuda” en alemán significa culpa.

Llamado de atención

En ese rigor insoportable en donde uno precisa consumir para ser consumido por los otros. En donde triunfar es más la norma que la excepción, y en donde la desigual distribución de la riqueza queda empañada por la culpa de no llegar nunca, el uso de drogas se vuelve una opción para aplacar síntomas.

Este artículo no es más que un llamado de atención. Un signo de pregunta abierto al debate. Si la política es el arte de administrar los asuntos de la Polis (hoy devenida al Estado), es ella quien debe transformar nuestro Rat Park, y generar una sociedad más armónica que nos estimule en otros aspectos. En definitiva, una sociedad más amable (en ambas acepciones de la palabra).