Por Emir Sader
Jair Bolsonaro llegó al gobierno con la promesa de mantener y profundizar el modelo neoliberal y de intensificar la lucha contra la corrupción. Con la primera ha ganado el apoyo del gran empresariado y de los medios. Con los segundos dio el pretexto para quienes, en verdad, lo que querían, era un pretexto para impedir que el Partido de los Trabajadores (PT) volviera al gobierno.
Esta semana las dos promesas se han diluido. Frente a la profunda recesión y el aumento del desempleo -que ya existían antes de la pandemia, pero que se han multiplicado-, un grupo de ministros, coordinado por el militar que aparece como sustituto, en la práctica, del presidente Bolsonaro, el general Walter Souza Braga Neto, ha presentado un plan de recuperación económica, en la dirección opuesta a la política de Paulo Guedes, aún ministro de Economía.
Ese plan atiende una necesidad evidente de que inversiones estatales sean las decisivas para contrarrestar la recesión y apuntan a una recuperación de la economía en la dirección opuesta a la de Guedes. Este considera que deben ser inversiones privadas más la utilización de las enormes reservas que los gobiernos de PT acumularon. Paulo Guedes ha manifestado su contrariedad por el carácter de ese plan, así como por su ausencia en la presentación del plan. Ello es señal clara de que uno de los pilares del gobierno, la política neoliberal y el ministro que la encarna, ya son cosas del pasado. Todos los indicios apuntan a que la trayectoria de Guedes en el gobierno llega a su final, junto con su política.
El enfrentamiento que ha llevado a la dimisión de Sergio Moro del Ministerio de Justicia coloca en jaque el otro pilar del gobierno, la lucha contra la corrupción. Más allá de que tantos otros fenómenos ya habían denunciado la falsedad del compromiso de Bolsonaro en la lucha en contra la corrupción, Moro representaba en el gobierno esa lucha. Su salida significa que ese compromiso formalmente deja de existir. Aún más por las causas de la dimisión y por las revelaciones de Moro sobre comportamientos de Bolsonaro. Él ha alegado varias causas para salir; primero, el no cumplimiento de dar carta blanca para nombrar los cargos vinculados al Ministerio de Justicia, entre ellos, antes de todo, el del director de la Policía Federal, ahora destituido por Bolsonaro sin consultar a Moro. En segundo lugar, los criterios políticos para destituir y nombrar un cargo tan importante. Tercero y, tal vez más importante, la confesión de Bolsonaro a Moro de que anda muy preocupado por procesos en el Supremo Tribunal Federal, en particular ha mencionado un proceso directamente en contra de su hijo. Asimismo, señaló a Moro que necesita un director de la Policía Federal con el cual pueda hablar directamente por teléfono, obtener informaciones, tener acceso a procesos, una actitud que hiere directamente la autonomía de la Policía Federal.
Detrás de la dimisión del director de la Policía Federal está la preocupación de Bolsonaro con procesos contra sus hijos, en distintos ámbitos. La actitud de Bolsonaro, nombrando como director de la Policía Federal a una persona directamente vinculada a él, confirma una intervención política.
Bolsonaro pasó a ser acusado de falsedad ideológica (firmó como si Moro hubiera firmado la destitución del director de la Policía Federal, desmentido por el exministro), de obstrucción de justicia (al querer nombrar funcionarios de la Policía Federal sometidos a él) y de crímenes de responsabilidad (por el conjunto de irregularidades).
El mandatario ha hecho un movimiento de reacercamiento con partidos de la derecha tradicional en el Congreso para ganar votos e impedir que sea posible la aprobación de un voto de impeachment en contra de él, que necesitaría dos tercios de votos. De ahí que necesitaría sacar a Moro y al director de la Policía Federal, para poder prometer a aquellos partidos de que los procesos de corrupción en contra de ellos -sí como en contra de los hijos de Bolsonaro- no avancen.
Pero los pronunciamientos de personas del Poder Judicial revelan que esa puede ser la vía para un proceso por crímenes de responsabilidad en contra de Bolsonaro. El clima de revuelta en contra del presidente se hace más fuerte porque él provoca crisis políticas en el país, en un momento especialmente difícil por los efectos graves de la pandemia en Brasil.
Bolsonaro se cree fuerte, porque tiene el poder de destituir y de nombrar, aun a los ministros de más popularidad de su gobierno, como el de Salud y el de Justicia. Pero si ello demuestra fuerza respecto a esos ministros, su gobierno se debilita. La misma ala militar del gobierno discute si sigue con él o si se sale. El gobierno de Bolsonaro pasa a otra fase, que, quizás, sea la final.
Fuente: caras y caretas