Las elecciones municipales celebradas el pasado domingo en Brasil marcaron un hito en la política local, con más de 5.500 ciudades votando para elegir autoridades municipales y estatales. Este proceso electoral se desarrolló en un contexto de polarización, donde las fuerzas políticas enfrentadas, representadas por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva y el expresidente Jair Bolsonaro, jugaron un papel crucial en la dinámica de la votación.
En Río de Janeiro, el actual alcalde Eduardo Paes, respaldado por Lula, logró una victoria contundente al obtener el 60,26% de los votos, lo que representa un golpe significativo para el bolsonarismo en su ciudad natal. Este resultado permite a Paes comenzar su cuarto mandato, tras haber gobernado anteriormente entre 2009 y 2017, con un breve intermedio de tres años. En su discurso de victoria, Paes agradeció el apoyo de Lula, subrayando la importancia de Río de Janeiro en el contexto nacional.
En São Paulo, la contienda fue particularmente reñida. El alcalde Ricardo Nunes, quien cuenta con el respaldo de Bolsonaro, obtuvo el 29,49% de los votos, mientras que Guilherme Boulos, líder del Movimiento de los Sin Techo (MTST) y candidato de izquierda, logró un 29,04%. Ambos candidatos avanzarán a una segunda vuelta programada para el 27 de octubre. Esta contienda no solo refleja la polarización política, sino también el surgimiento de nuevas voces en el ámbito electoral, como el outsider Pablo Marçal, quien logró captar un porcentaje significativo de votos.
Los partidos del “Centrao”, un conglomerado de partidos de centro y centro-derecha, también destacaron en este proceso, consolidando su control en varios ayuntamientos a nivel nacional. Según los informes, estos partidos han ganado alcaldías en diversas capitales, lo que indica un cambio hacia posturas más conservadoras en el electorado brasileño. En total, se reporta que los alcaldes en funciones triunfaron en la mitad de las capitales del país en la primera vuelta.
Un aspecto destacado de esta elección fue la notable participación del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), que logró electar a 39 concejales en 15 estados. Este avance es significativo ya que fue la primera vez que el MST organizó una estrategia nacional para participar en las elecciones municipales, apoyando cerca de 700 candidaturas centradas en la reforma agraria y la lucha por derechos sociales. En total, el movimiento presentó candidaturas en 367 municipios, siendo la región Nordeste la que concentró el 58% de sus postulaciones. Además, el 38% de las candidaturas fueron ocupadas por mujeres, reflejando un esfuerzo por promover la diversidad en la representación política.
El contexto electoral se vio influenciado por la ausencia de acceso a la red social X, que fue inhabilitada en Brasil desde el 31 de agosto debido a acusaciones de desinformación. Aunque la situación se está regularizando, la falta de acceso tuvo un impacto notable en la dinámica de la campaña, limitando las plataformas disponibles para los candidatos.
A medida que Brasil enfrenta desafíos como incendios récord y una creciente crisis climática, la discusión sobre políticas ambientales estuvo casi ausente en los debates electorales. Esto resalta la complejidad del panorama actual, donde las preocupaciones ambientales podrían verse eclipsadas por la polarización política.
Estas elecciones son vistas como un anticipo de las presidenciales de 2026, donde se espera que Lula busque la reelección, mientras que Bolsonaro, quien ha sido inhabilitado para postularse hasta 2030 debido a ataques infundados al sistema de votación, se mantendrá como una figura relevante en la política brasileña.