En los últimos 12 años, 279 niños perdieron la vida mientras trabajaban. Un promedio de 23,2 muertes por año, según datos del Sistema de Información de Agravios de Notificación del Ministerio de Salud (SINAN).
Para combatir esa realidad, el Ministerio Público del Trabajo (MPT) lanzó el martes pasado (6) una nueva campaña contra el trabajo infantilcon historias verídicas de adultos que guardan graves secuelas físicas y psicológicas como resultado de accidentes mientras trabajaban en su infancia.
El contenido divulgado en las redes sociales y en las radios de todo el país alerta sobre las graves consecuencias de la práctica ilegal. Además de las víctimas fatales, de las 46.507 notificaciones de agravios a la salud relacionadas al trabajo entre personas de 5 a 17 años, 27.924 fueron accidentes considerados graves. Los datos comprenden el período de 2007 a 2019.
En entrevista al programa Bem Viver, de la radio Brasil de Fato, la fiscal Ana Maria Villa Real, coordinadora nacional de Combate a la Explotación del Trabajo del Niño y del Adolescente (Coordinfancia), del MPT, resalta que la protección integral a la infancia está fijada en el artículo 227 de la Constitución Federal y en el Estatuto del Niño y del Adolescente, y que la práctica ilegal del trabajo impide que los niños tengan un desarrollo pleno.
Los impactos en el futuro de esos niños, en su mayoría en situación de vulnerabilidad social, son inmensos.
“El adolescente que trabaja va a tener peor rendimiento escolar, va a tener menos oportunidades de calificación, de escolarización, y con eso, en el futuro, puede se convertirse en un adulto con menos calificación y sujeto a empleos mal remunerados. A partir de ahí, la historia se repite en el ámbito de su familia. É lo que llamamos de ciclo intergeneracional de pobreza».
De acuerdo con la fiscal, los efectos de la crisis socioeconómica agravada por la pandemia del nuevo coronavirus, el desempleo, la informalidad, y principalmente la posibilidad de aumento de la evasión escolar, anuncian índices aún más graves que los actuales.
“Tendremos una explosión del trabajo infantil. Para se tener una idea, estamos con niveles de empleo próximos a 1992, cuando el trabajo infantil era altísimo en Brasil. Es una alerta para la sociedad, pero sobre todo para el Estado, para la adopción de políticas públicas. Estamos en un momento crucial. O tomamos medidas ahora en el sentido de fomentar la protección social, la promoción de derechos, o tendremos un Brasil asolado por el trabajo infantil”, afirma Vila Real.
Lea la entrevista entera.
Brasil de Fato – ¿Cual el objetivo principal de la campaña próximo al dia de los niños?
Ana Maria Villa Real – El objetivo de la campaña, en la línea de todas las otras, es concientizar la sociedad de que todos los niños son iguales. Que todas las infancias tienen valor. Que todas las infancias imponen una protección especial, que niños y adolescentes son personas en peculiar condición de desarrollo.
Esta campaña del 12 de octubre es una continuidad de la campaña del 12 de junio, el Día Mundial de Combate al Trabajo Infantil, pero da un enfoque en las consecuencias del trabajo infantil a partir de historias reales de adultos que fueron víctimas del trabajo infantil, y que se accidentaron o enfermaron por trabajo desarrollado cuando niños y adolescentes.
Vamos a mostrar a la sociedad la nocividad del trabajo infantil, la potencialidad de generar accidentes graves inclusive, hasta fatales, con secuelas irreversibles. Vamos a contar la historia de Cíntia, que perdió un brazo a los 14 años en un moledor. Vamos a contar la historia de Gedeão, que perdió un ojo a los 10 años y que comenzó a trabajar a los 8. Vamos a contar la historia de Ramón que, aunque comenzó a trabajar a los 17 años, quedó tetrapléjico debido al trabajo.
Son consecuencias que van más allá de la infancia robada, porque son tiempos que no vuelven, traen secuelas irreversibles tanto del punto de vista físico cuanto psicológico.
¿Cuál es la perspectiva de futuro para un niño que es víctima de esta realidad? Mas allá de los accidentes, ¿cuáles son otros impactos?
Toda niño y adolescente que trabaja siente impactos. El trabajo trae perjucio al rendimiento escolar, perjudica los momentos de ocio, de descanso. El trabajo, por más que sea permitido a partir de 16 años, y entre 14 y 16 como aprendiz, impacta la vida de aquel adolescente.
El adolescente que trabaja va a tener peor rendimiento escolar, va a tener menos oportunidades de calificación, de escolarización, y con eso, en el futuro, puede se convertirse en un adulto con menos calificación y sujeto a empleos mal remunerados. A partir de ahí, la historia se repite en el ámbito de su familia. É lo que llamamos de ciclo intergeneracional de pobreza.
Aquellas niños o adolescentes víctimas del trabajo infantil tienen baja escolarización o desertaron de la escuela muy pronto, y acaban siendo adultos con baja remuneración y calificación profesional.
Entonces, además de las infancias perdidas, del potencial que ocurran accidentes de trabajo, que puede dejar secuelas irreversibles, está también la cuestión de la perpetuación del ciclo de la pobreza.
¿Cuáles son factores estructurales que continúan llevando a los niños al mundo del trabajo tan pronto?
La pobreza es uno de ellos, pero está vinculada a otros factores como el racismo estructural, La mayoría de los niños y adolescentes que están en situación de trabajo infantil son afrodescendientes, la mayoría de familias de bajos ingresos. Brasil es un país racista, clasista.
Está la cuestión de la informalidad también, que tiende a ubicar al niño en el proceso de trabajo por ser una mano de obra más barata o hasta gratuita, lo que es muy común en algunos núcleos familiares. Eso perpetua también el ciclo intergeneracional de la pobreza y del trabajo infantil.
La necesidad de consumo también sería uno de los factores, así como la escuela. Mucho más que el acceso, la manutención de niños y adolescentes en las escuelas, sobre todo de adolescentes, ha sido un reto. Fuera de la escuela, buscan trabajo.
Son varios factores conjugados que llevan al trabajo infantil. Claro que pobreza y la miseria social, para mí, son los preponderantes.
Y con relación a las modalidades de trabajo infantil, ¿cuáles son las más comunes? Tenemos mucho la imagen del niño en el semáforo en las ciudades, pero también hay registros en el campo, ¿no es cierto?
El trabajo infantil en las calles es realmente lo que tiene mayor incidencia, y, por increíble que parezca, es el más invisibilizado, a pesar de ser el más visible. Tenemos el problema del trabajo infantil en la agricultura, que es gravísimo, sobre todo porque la mayoría de los niños y adolescentes que trabajan en el campo tienen edades inferiores a 14 años. O sea, están en una franja etaria en la que el trabajo está totalmente prohibido.
Y ellos trabajan con sustancias como agrotóxicos, están próximos a animales venenosos… Los peligros en el trabajo del campo también son inmensos, no podemos minimizar.
Otra cuestión gravísima es el trabajo infantil doméstico, que, además de naturalizado, es invisible, porque ocurre en el ámbito familiar, sea en el del propio niño o en el hogar de terceros.
Pero sin duda el trabajo infantil en calles, vías públicas y ferias libres es la mayor incidencia que tenemos en Brasil, sin descuidar que el trabajo infantil en el campo es una tragedia.
La deserción escolar en medio de la pandemia es una gran preocupación. En este contexto, ¿el coronavirus puede agravar el cuadro general del trabajo infantil en el país?
Sin duda. No sólo del punto de vista socioeconómico, del aumento de la vulnerabilidad, de la precariedad, sino también hay varios estudios que señalan que varios adolescentes, sobre todo en la franja etaria de 14 a 17 años no volverán a la escuela.
Eso es asustador, en verdad. Es gravísimo. E sólo va a aumentar el abismo social que tenemos en Brasil. Son dos factores vinculados en este contexto de mayor vulnerabilidad en que están las familias.
Tendremos un 2021, que por coincidencia es el año internacional para la erradicación del trabajo infantil, dificilísimo del punto de vista del trabajo infantil. Habrá una explosión del trabajo infantil.
Para tener una idea, estamos con niveles de empleo próximos a 1992, cuando el trabajo infantil era altísimo en Brasil.
Es una alerta para sociedad, pero sobre todo para el Estado, para la adopción de políticas públicas. Estamos en un momento crucial. O tomamos medidas ahora en el sentido de fomentar la protección social, la promoción de derechos, o tendremos un Brasil asolado por el trabajo infantil y muy lejos de la meta de 2025 que es erradicar todas las formas de trabajo infantil.
Entonces ¿esa meta internacional no podrá ser alcanzada? ¿Por qué?
La meta es como si fuera un ideal que nos impulsa. Sin embargo, el Estado brasileño está retrocediendo. No se puede hablar de la Agenda 2030 sin hablar de algunos puntos, por ejemplo:
La Agenda 2030 no fue incorporada al plan plurianual 2020-2023. Eso es gravísimo. No tenemos ni presupuesto y ni política pública diseñada para concretar los objetivos de la Agenda 2030.
Tenemos el problema de la asistencia social. Desde 2017 la Asistencia Social viene pasando por un proceso tenebroso de desinversión. Para tener idea, en 2017 la asistencia social tuvo un déficit de presupuesto del 21%. En 2018, más del 37%. En 2019, casi 30%. En 2020, más de 35%.
Para 2021, según el Proyecto de Ley Presupuestaria anual, hay un recorte de casi 60%. O sea, de los R$ 2.500 millones (US$ 445 millones) sólo fue concedido R$ 1.000 millones (US$ 178 millones). Claro que ese escenario puede cambiar en el Congreso, pero esa fue la propuesta enviada al Congreso Nacional.
Eso es gravísimo. Un recorte de 60% que va a tener impacto ya calculado por el Consejo Nacional de Asistencia Social, de 60% en la protección social básica y de 60% en la protección social especial. Estamos caminando hacia el abismo social. Estamos retrocediendo. No estamos consiguiendo hacer frente a la pandemia.
En medio de los recortes, ¿la fiscalización del trabajo infantil también fue afectada?
Debido a las medidas de distanciamiento social y por el hecho de de muchos auditores fiscales están en el grupo de riesgo, las fiscalizaciones in situ básicamente están paralizadas y fueron dirigidas a los adolescentes, especialmente aprendices, insertados en el mercado de trabajo.
En un primer momento, eso fue orientado en conjunto con el MPT, hubo la separación de los adolescentes de las actividades presenciales debido al riesgo de contaminación, y la fiscalización de empresas que estaban rescindiendo ilegalmente los contratos.
Teníamos 480 mil contratos de aprendizaje en vigor antes de la pandemia. Al inicio de la pandemia hubo la rescisión de más de 6 mil contratos de aprendizaje. Muchas empresas fueron multadas y tuvieron que reintegrar a los aprendices.
El enfoque de la fiscalización laboral quedó más en esa perspectiva del aprendizaje. Claro que necesitamos hacer otro trabajo, nosotros del sistema de garantía de derechos, que es la búsqueda activa de niños y adolescentes en situación de trabajo infantil. Ese trabajo será fundamental para poder orientar las políticas y hacer a los niños volver a las escuelas y suplir las vulnerabilidades socioeconómicas de varias familias.
Lo que hemos visto mucho es una apología al trabajo infantil hecha por diversas autoridades y empresarios en Brasil. Tenemos varios casos, pero voy a citar uno de Rio Grande do Norte. Un niño que está siendo conocido como joven emprendedor y tiene 11 años de edad pero en verdad es un niño de acuerdo con la legislación brasileña.
Se creó una red de solidaridad a su alrededor y se alistaron hasta para colocar una banquita en la casa de su madre, para que el no tenga que vender agua en los semáforos y en las calles, y poder estar cerca de su madre, o sea, para quedar en una situación de supuesta protección. Ese niño está hace 4 años fuera del colegio. Es analfabeto. ¿Qué está conmemorando la sociedad? ¿Qué están estimulando los empresarios?
Hay mucha incomprensión sobre el trabajo infantil. El trabajo infantil en Brasil es realmente visto como una solución para familias pobres y afrodescendientes, y afirmo eso porque el racismo es un factor estructurante de la fuerte desigualdad social presente en nuestro país.
Por: Lu Sudré | Traducción: Pilar Troya |Fuente: Brasil de Fato | Edición: Leandro Melito | Foto: Marcelo Casall/Agência Brasil