La investigadora Cinthia Hamlin fue protagonista de un hallazgo histórico: encontró fragmentos de lo que fue el primer diccionario de castellano-latín en una biblioteca de la Universidad de Princeton. Los especialistas pudieron determinar que las hojas fueron impresas entre los años 1492 y 1493 y pertenecen al humanista Alfonso de Palencia.
El histórico hallazgo de dos hojas del primer diccionario de castellano/latín tiene su punto de partida en el año 2018.
Estaba trabajando en la Firestone Library, una biblioteca de la Universidad de Princeton, cuando el curador Eric White me facilitó un tomo del Universal Vocabulario de Alfonso Fernández de Palencia, que contenía dos hojas de un diccionario que no correspondían a dicho ejemplar y que, hasta el momento, nadie había podido identificar”, comentó la doctora Cinthia Hamlin, investigadora adjunta en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Crítica Textual (CONICET-IIBICRIT), a la Agencia CTyS-UNLaM.
Es así que, gracias a este evento fortuito, y a la colaboración posterior de un investigador alemán que se dedica al catálogo de incunables y tipos móviles, se pudo definir que los folios fueron impresos en Sevilla, entre los años 1492 y 1493. Hasta ahora, el más antiguo era el Vocabulario Español-Latín de Antonio de Nebrija, realizado entre 1494 y 1495.
“Las imprentas antiguas trabajaban con tipos móviles, es decir, pequeños moldecitos con la forma de las letras, que se colocaban en la prensa y, como eran artesanales, se renovaban cada dos o tres años. Cada imprenta tenía sus propias tipografías, lo que permitió que un equipo de investigadores alemanes pudiera catalogar todas las letras que existen de estos impresos antiguos, para ahora consultarlos”, explicó Hamlin.
Y agregó: “Otra pista que teníamos era el prólogo del vocabulario, en uno de los folios conservados, pues está dedicado a Isabel la Católica y se la llama Reina de Granada. Esto dio la pauta de que, como para ese momento ya se había efectuado la toma de Granada -que sucede en enero de 1492- estas hojas se tuvieron que imprimir posteriormente, entre 1492 y 1493. Pertenecen, por tanto, a un libro del que no se tenía conocimiento, específicamente, un incunable”.
Se denomina incunables a aquellos libros que fueron impresos entre mediados y fines del siglo XV, entre el momento en que Johannes Gutenberg inventó la prensa de imprenta con tipos móviles y el año 1501. Según los investigadores, “encontrar un incunable es algo notable, es algo que no sucede mucho, cada diez años aproximadamente en cada lengua”.
La segunda parte del estudio, que se publicará este año en el Boletín de la Real Academia Española, consistió en la tarea de identificar su autor.
“Desde un principio, tuve la intuición por las características del prólogo, por el método léxico-gráfico, y su particular ortografía, que el autor podría ser Alfonso de Palencia, el mismo autor del Universal Vocabulario, donde se encontraban estos folios”, amplió la investigadora.
“Pude probarlo a partir de un cotejo entre los lemas del Vocabulista y el Universal vocabulario en los que se insertan las mismas citas de autoridad (Virgilio, Terencio, Lucano), lo cual ya es sintomático, pero lo importante es que encontré errores comunes, no registrados en la tradición lexicográfica anterior”, aseguró Hamlin.
Otra de las características de este incunable castellano/latín, que plantean los investigadores en el artículo publicado en la revista nortemericana Romance Philology. es que presenta algunos lemas, entradas, que, en donde debería incluir la definición del término, hay un espacio vacío, lo que da la pauta de que se trata de un vocabulario que no estaba del todo terminado.
En esta misma línea, la científica aseveró: “La pregunta es por qué llegó a la imprenta algo sin terminar. Y esto también se explica desde la hipótesis autoral: Palencia muere en marzo de 1492. Este texto probablemente se llevó a la imprenta de manera póstuma”.
“También surge la duda de porqué estas hojas se conservaron en un ejemplar del Universal Vocabulario. Lo que sucedió es que este ejemplar del UV de Princeton perdió su prólogo y entonces seguramente quien quiso comercializarlo, para poder venderlo completo (en apariencia), le insertó estos folios que cuentan con un prólogo de castellano latín, al revés que el prólogo del Universal Vocabulario, pero de características similares”, esbozó.
Por su parte, el doctor Juan H. Fuentes, investigador adjunto del CONICET, se dedicó a la transcripción y posterior edición de los folios en cuestión.
“Cuando Cinthia vuelve de Princeton, me propone trabajar con estas hojas y enseguida accedo. Trabajamos en la transcripción y en el análisis de las fuentes utilizadas por el autor de este primer diccionario para la elaboración de sus definiciones”, aseguró.
“Comparamos las 77 entradas de estas hojas con las de un códice manuscrito anónimo del siglo XV, que se conserva en la Biblioteca del Escorial y que transmite un vocabulario castellano-latín de la A a la Z, y descubrimos que coincidían ”, expresó Fuentes.
“El descubrimiento e identificación de las hojas de este vocabulario es un hecho de suma importancia no solo en lo que atañe a la Historia del Libro, teniendo presente que el hallazgo de un nuevo incunable es un acontecimiento que se da muy rara vez, sino también en lo que refiere a la historia de la Lexicografía y de la Lingüística Hispánicas”, agregó.
Asimismo, afirmó que este punto mencionado se da por “sacar a luz el primer diccionario que cuenta con el español como lengua de entrada, es decir, en el que una lengua vulgar es el elemento codificador”.
“En ese sentido, al tomar el español como punto de partida, anticipa los criterios innovadores del Humanismo y se adelanta así al proyecto lexicográfico de Nebrija”, informó.
“Todo esto nos genera una gran satisfacción, por el trabajo realizado y por toda la repercusión que generó. Nos sirve como aliento para seguir trabajando en el estudio de este tipo de textos y a la vez para visibilizar la actividad que desde hace muchos años se viene realizando de manera silenciosa y constante en el instituto fundado por Germán Orduna”, concluyó el latinista.