Por: Quimey González
A fines de diciembre del año pasado, Pichetto tenía el siguiente intercambio con el periodista Iván Schargrodsky:
-¿Le reconoce algo en el triunfo políticamente a la vicepresidenta?
Todo. El diseño, movimiento táctico, giro al centro, moderación, salir del debate. Todo.
El ex senador, quien luego de la derrota del FPV en las presidenciales de 2015 había intentado construir un peronismo de “centro nacional”, reconocía la derrota en términos netamente políticos. Sin embargo, lo más interesante no es eso, sino que se trata del mismo Pichetto que hoy, lejos de disputar ese centro, despliega con soltura un discurso propio de la (¿extrema?) derecha. La pregunta que nos surge es si trata de un fenómeno particular o si engarza con algo más general.
La izquierda al Centro
Desde la implosión de la URSS y el avance del neoliberalismo, los movimientos populares y las izquierdas de Occidente en general vieron casi evaporarse las posibilidades reales de disputar Hegemonía. El Capitalismo devino indestructible, la Democracia liberal se consolidó como único sistema político legítimo y las izquierdas adoptaron posiciones de Centro, como “terceras vías”, abandonando la Revolución. El paso de los años convirtió a ese Centro político, en una indistinción ideológica y política. Los bipartidismos europeos y americanos convirtieron a izquierdas y derechas en un “son todos lo mismo”. Lo que Chantal Mouffe llamó la “pospolítica”.
Crisis económica y política mediante, la aparición de gobiernos populares en Sudamérica pareció revalorizar la distinción ideológica y la narrativa de otro horizonte. Con el “giro a la izquierda” de la región, las izquierdas sudamericanas volvieron a ocupar el Centro político pero en un sentido diferente al de los ´90. Triunfaron electoralmente movimientos nacional-populares y progresistas que, de forma heterogénea, cuestionaron la hegemonía neoliberal. Sin embargo, encauzaron sus proyectos políticos en los marcos del Capitalismo y de la Democracia liberal. Aunque se retomó la épica de liberación o dependencia, esto no implicó una vuelta los “métodos” revolucionarios. El Centro que buscaron ocupar –y que en muchos casos ocuparon- se diferenció de la idea de “equilibrio”. Buscar el Centro no implicó ya la idea de “desideologizar” y de ponerse en el “medio” del escenario político-ideológico. En definitiva, la política estaba de vuelta.
En los últimos años, sectores progresistas y de izquierdas de los países desarrollados de Occidente se han visto influenciados por la experiencia Sudamericana. También de forma heterogénea, surgieron liderazgos y movimientos como el laborismo de Corbyn en UK, Podemos en España, La Francia Insumisa de Mélenchon o la campaña de Sanders en EEUU, que buscaron vías alternativas a la Socialdemocracia y la Tercera Vía.
La Derecha se corre del Centro
Es interesante observar que algo ha cambiado para las derechas de Occidente desde la exitosa “revolución neoconservadora” de Reagan y Tatcher en los ´80 y el “fin de la Historia” de los ´90. El Centro que aceptaron compartir las socialdemocracias en los 90 no era otra cosa que la explicitación de la victoria política de las derechas. Incluso el “giro a la izquierda” de los gobiernos sudamericanos no logró instaurar un escenario “posneoliberal”. Sin embargo, hoy las derechas de Occidente parecen desatender la disputa por el “centro democrático”. Desde hace algunos años, observamos cómo se acentúa en esos sectores un corrimiento hacia posiciones cada vez más en los márgenes del “acuerdo democrático”. El fortalecimiento de agrupaciones que reivindican el nazismo, el fascismo o el falangismo y que rechazan la ampliación de derechos civiles, políticos y sociales, al tiempo que actualizan posiciones xenófobas, racistas y machistas, es un fenómeno que recorre varios países europeos. A su vez, en Sudamérica coaliciones de derechas han ocupado los Ejecutivos de la mayoría de los países de la región. Con los votos o las botas, y con importantes matices entre los gobiernos, pero en todos los casos con un marcado discurso anti-populista y anti-progresista.
Jorge Alemán plantea una idea muy interesante: “Las derechas se han desinhibido”. Han abandonado el corset ideológico de los buenos modales democráticos. Para el escritor, la gestión ante la pandemia permite ejemplificar el fenómeno: “El quedate en casa es el reverso del tomar las calles de las izquierdas. Es el ´68 al revés. Ahora las derechas exigen gozar de la libertad”.
Una pregunta sencilla sería ¿por qué se radicalizan las derechas si las izquierdas no sólo han abandonado su espíritu jacobino-setentista, sino que han internalizado al Capitalismo y la Democracia liberal como teatro de operaciones?
Ocupar el Centro: Alberto presidenta
Dar respuesta a ese interrogante requiere un análisis multidimensional que no podemos abordar aquí. Sin embargo, sí es posible introducir algunas reflexiones preliminares de cara a nuestra coyuntura política nacional.
En los anteriores artículos de Microdebates veníamos insistiendo en este fenómeno de radicalización de sectores de la Derecha argentina. Antes que un proyecto alternativo al gobierno, parecen encarnar un archipiélago de “antis” (cuarentena/ vacunas/ derechos/ Estado…). En ese marco, cada acción de gobierno genera una reacción extrema. En pocas palabras, pareciera que, se haga lo que se haga, el gobierno es siempre el otrx, un enemigo.
¿Por qué se da esto? ¿Por qué las derechas argentinas eligen acusar a un moderado confeso como Alberto Fernández de dictador comunista? Y más importante, ¿cuál es la respuesta política ante tamaña irracionalidad política?
Quizás parte de la respuesta esté en una de las características intrínsecas de las derechas: su componente reaccionario. Las derechas reaccionan. Por supuesto no se reducen a ello, pero lo reaccionario es asociado irremediablemente a las derechas. En ese sentido, las derechas en general, y las argentinas en particular, están reaccionando. ¿A qué? Al corrimiento al Centro con el que Cristina lxs excluyó del gobierno y recuperó la posibilidad de “volver mejores”.
En este sentido, y como venimos señalando, la apuesta a “desagrietar” no debe leerse como una nueva Tercera Vía, sino como un aprendizaje político del movimiento nacional, popular y democrático. Orden y Progresismo, en palabras de Martín Rodríguez. La apuesta de Alberto y Cristina de ocupar el Centro no nos lleva a creer en el fin del antagonismo, sino la comprensión de la necesidad de reducir la capacidad opositora de articular una mayoría. El antagonismo no tiene que ser necesariamente una división 50 y 50. Ahí está el quid de la cuestión.
Hoy un importante sector de Juntos por el Cambio asume con desinhibición una posición de Derecha. Lo interesante es que, al menos hasta ahora, no han podido liderar al conjunto de intendentxs y gobernadorxs del espacio, pero tampoco a la heterogénea base electoral que acumuló el 51% en 2015.
El Centro lo ocupa Alberto. Porque lidera a lxs propixs, articula con adversarixs –lxs “opositorxs que gobiernan”- y antagoniza con lxs miserables, lxs “anti”. Sin embargo, no es un escenario estable. La radicalización de las derechas a nivel regional y global es un fenómeno preocupante.
Por eso, mantener el Centro político implica un gran desafío en un contexto muy adverso. No se trata solo de sobrevivir a la pandemia y la crisis económica, sino de articular un proyecto que convoque a una nueva epopeya. “Te cuida el Estado” puede ser una narrativa que se plantee más allá del escenario actual. La incorporación decidida del feminismo y el ecologismo a la agenda de luchas históricas permite actualizar y complejizar al movimiento popular. En definitiva, el movimiento se ordena al andar y es hora de ir avanzando.