La situación habitacional y su precariedad llevaron a que 13 organizaciones de la diversidad iniciaron una campaña para contribuir a su sostenimiento y mostrar la vulneraciones de derechos.
Norma Castillo (79), personalidad destacada de la Ciudad de Buenos Aires por haber integrado el primer matrimonio legal entre mujeres, fue desalojada violentamente de la casa donde vivía a menos de una semana para el Día de la Visibilidad Lésbica, denunciaron organizaciones sociales.
A resguardo en casa de unos amigos, la situación habitacional de Norma, quien enviudó en 2018, sigue siendo muy precaria, por eso 13 organizaciones de la diversidad iniciaron una campaña para contribuir a su sostenimiento y mostrar la vulneraciones de derechos al interior de la comunidad lésbica, como el derecho a la vivienda digna, un problema que se acentúa en la vejez.
Pese a ser un emblema del activismo LGBTIQ+ y de haber sido nombrada en 2015 personalidad destacada en el ámbito de los Derechos Humanos por la legislatura de la Ciudad, Norma se habría quedado en la calle el pasado martes si no fuera porque unos amigos suyos la recibieron en su casa, después de que fuera desalojada de la pensión donde vivía y a pesar de que rige la prohibición de este tipo de medidas durante la pandemia de coronavirus.
Sin más ingresos para hacer frente a un alquiler que la jubilación mínima y lo que le entra ocasionalmente por cuidar a otra persona adulta mayor, Norma se quedó sin lugar donde vivir.
Ante este caso que consideran “no es un hecho aislado”, 13 organizaciones LGBT+ iniciaron una campaña para reunir fondos para Norma y sumar voces para reclamar por una vivienda digna para ella, visibilizando al mismo tiempo que “¡la vejez lésbica existe y resiste!” y que la atención de sus derechos básicos es más acuciante en pandemia.
Norma contó que la única llamada que tuvo por parte de un organismo estatal provino desde del Ministerio de Mujeres y Diversidades de la Nación, desde donde prometieron estudiar el tema para ofrecerle algún tipo de asistencia.
“Ya pasó lo peor, que era el momento de violencia que uno no esperaba, porque legalmente tampoco tenía derecho (a expulsarme) por la edad que tengo” y por estar suspendidos los desalojos, dijo.
Explicó que desde hace casi dos años “yo estaba viviendo en un lugar que primero me ofreció como ayuda” una persona que se decía su amiga y a la que “luego le pagaba todos los servicios” de la casa compartida, pero que después le empezó a reclamar también 17 mil pesos por mes. “Era mucho para mí”, contó la mujer, sobre todo luego de haber enviudado hace tres años y no recibiendo ninguna pensión por esta condición ni por haber tenido que exiliarse en los ’70.
“No teníamos nada firmado, solo tengo los recibos de los servicios que pagué y cuando conseguí un trabajo para cuidar un adulto mayor, le fui pagando lo que podía por semana, pero no puedo pagar 17 mil”, relató.
“Y estábamos en esas negociaciones, cuando de repente llamó a una gente amiga mía diciéndoles que mandaran un flete porque no me querían ver un minuto más en esa casa. Con ayuda de ellos y de una abogada logramos sacar las cosas para hacer la mudanza en paz”, contó, aunque en el proceso su ex casera se quedó con su televisor.
Norma asegura estar bien “en un lugar donde me reciben” y agradece la ayuda que le están dando también otras personas, aunque no se siente con derecho de pedirla, más allá de la campaña que iniciaron las organizaciones en su nombre.
“No quería pedir ayuda a nadie porque si yo estoy en esta condición a esta altura de la vida es porque yo misma me lo fabriqué. No supe prever, siempre con la lírica de luchar por los ideales… Acepto el reconocimiento pero igual me lo recrimino porque es muy feo estar así”, aseguró.
Superada la peor etapa del duelo por la partida de su amada Cachita, Norma volvió a pintar y retomó la escritura del último capítulo del libro que está escribiendo sobre la historia de casi cuatro décadas de amor que vivieron las dos, un sentimiento que floreció en el exilio, cuando ambas estaban casadas con varones y vivían en Colombia.
“De su muerte no me voy a consolar nunca, porque cada día cuando abro los ojos y veo que ella no está, es un dolor enorme”, afirmó.