Por Susana Malcorra*
Fuente: Telam
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
Esta pandemia nos plantea una disyuntiva entre dos visiones de mundo totalmente distintas. Una está basada en comprender que los desafíos que tenemos son de índole esencialmente global, lo que nos exige pensar una nueva forma de entendernos, asumiendo que las instituciones que existen no han respondido del todo bien a las necesidades, y entendiendo que la globalización como la conocimos tenía muchos defectos. La otra alternativa es “me salvo yo, no importa qué pase”; una política de fronteras cerradas, aproximaciones xenófobas, una visión basada más que nada en la estrategia de seguridad en donde la tensión entre libertad y seguridad se incline hacia la seguridad. Me parece que Donald Trump ve al mundo desde esta última perspectiva, y esta es la forma en la que se está vinculando con el resto de los interlocutores, y en particular con China. Me parece que lo que hay para adelante son tensiones crecientes, una rivalidad creciente, que será muy difícil que se descomprima en el corto plazo.
Por el contrario, China es un país oriental. Esto hace que los liderazgos sean distintos. Por lo tanto, el esquema de liderazgo que ha tenido Occidente desde la Segunda Guerra Mundial, esencialmente guiado por Estados Unidos, será distinto hacia adelante. Primero porque Estados Unidos reniega de ese liderazgo, incluso más allá de Trump. Si los demócratas ganan las elecciones, no estoy segura de que vuelvan a ocupar el espacio tal cual lo ocupaban antes. Es poco probable que tengamos un Estados Unidos tan determinante como lo era en el pasado. Ese rol de policía del mundo que tiene Estados Unidos creo que China no lo va a ocupar nunca, porque tiene un tipo de influencia distinta. El principio que tiene China de no interferencia en las cuestiones internas de los países condiciona la forma de vincularse. El despliegue de la Ruta de la Seda es un ejemplo de cómo China está ocupando un enorme espacio, pero con influencias más sutiles.
Pienso que entramos en un período de carencia de liderazgos fuertes. Estamos en un mundo no-polar, no hay ningún polo claro, aunque existen dos que están peleando por espacios y un sentido estratégico que condicionan lo que va a pasar en el resto. Veo un mundo donde las dos potencias claras, China y Estados Unidos, no terminan de ocupar ese espacio, pero al mismo tiempo mantienen grandes tensiones entre ellos. Pienso que ahí hay una oportunidad para que existan círculos de integración regionales que den algunas respuestas a la problemática existente.
¿Cómo encuentra a América Latina en este contexto?
Estoy muy preocupada por la región. Nosotros tenemos un problema de desintegración, tenemos un serio problema de debilidad en la integración en varios aspectos, como el económico, en infraestructura y hasta político. De ser una región integrada sobre la base de la defensa de los principios de la carta de Naciones Unidas, pasamos a que todo se haya ideologizado, de un lado y de otro, y eso hace que sea tan complicado mantener algún tipo de diálogo, incluso en un situación como esta de la pandemia.
¿En qué momento identifica ese momento de desintegración de la región?
La región nunca tuvo una vocación de integración genuina en aspectos económicos ni en infraestructura. No ha habido un entendimiento político de la importancia acerca de que la región se encuentre coordinada y unida. Nunca avanzamos lo suficiente. Esto terminó profundizándose hará unos diez años, cuando se partió ideológicamente la región en dos visiones opuestas. Los objetivos fundacionales de Unasur son excelentes, sólo que terminó estando cooptada por una visión política-ideológica que hizo imposible hablar del resto de los temas que se habían planteado como objetivo.
¿Cree que México mira hacia América Latina?
No estoy viendo, a lo mejor me equivoco, un apetito por parte de México de salir a proyectarse. El presidente López Obrador está totalmente enfocado de las fronteras hacia adentro. Tiene una problemática muy compleja con Estados Unidos, que más o menos está manejando, también con América Central con el tema migratorio, y a esto se le suma la pandemia y sus efectos económicos. Cuando Alberto Fernández viaja a México, ya como presidente electo, fue con una idea de motorizar el liderazgo de México y generar un eje México-Argentina. No pasó eso.
¿Cuál cree que son los desafíos de la región en un futuro cercano?
Hay una oportunidad para que los países de la región articulen una agenda compartida para defender los intereses de la región, por ejemplo en su posición ante las instituciones financieras como el BID o la CAF. Me parece que podemos generar un espacio fiscal común a nivel regional.
*CANCILLER DE ARGENTINA 2015-2017