Kpopers: ciberactivismo y justicia social
Por Agustina Grisolía

Cuando compartimos una convocatoria a una marcha, nos sumamos a un debate en Twitter o replicamos imágenes en solidarización a las víctimas de un hecho repudiable, estamos haciendo militancia digital. A esa militancia, se la conoce como ciberactivismo.

Cuando compartimos una convocatoria a una marcha, nos sumamos a un debate en Twitter o replicamos imágenes en solidarización a las víctimas de un hecho repudiable, estamos haciendo militancia digital. A esa militancia, se la conoce como ciberactivismo. En los últimos días, un grupo de fans de música pop coreana, llamados kpopers, ha llevado a cabo, desde diversas plataformas digitales, una serie de boicots que tienen como denominador común la empatía y la masividad. La repercusión social y política de estos actos nos llevan a indagar en nuevas prácticas y culturas que desconocemos.

El k-pop es un género de música popular coreano que genera fanatismo a nivel mundial en los más jóvenes. Grupos como Black Pink, BTS o The Boyz, son los referentes de este movimiento que establece entre sus seguidores -los kpopers- una fuerte hermandad dentro del ciberespacio. Esto último es un factor determinante para comprender la coordinación y la organización de cada boicot que se engendró en el mundo digital y provocó un gran impacto en el mundo real. A continuación, repasamos -en orden cronológico- tres sucesos que idearon y protagonizaron los kpopers.

Boicot a la policía de Dallas

El primero sucedió el 1 de junio y, si bien el activismo fue cibernético, podríamos decir que tuvo lugar en Estados Unidos, más precisamente en la ciudad de Dallas, Texas. A raíz de las manifestaciones por el conocido asesinato a George Floyd perpetrado por efectivos policiales en Mineápolis, el departamento de policía de Dallas creó una aplicación para que los ciudadanos pudieran denunciar actos de vandalismo y violencia por medio de fotos y videos que servirían como evidencia. La app no cayó nada bien entre quienes se manifestaban en las calles y en las redes dado que se consideraba -y con mucha razón- una medida que criminaliza la protesta. Fue a partir de esto que un grupo de k-popers hizo un llamado masivo para que los fans suban distintas fotos y videos de sus ídolos, y así generar que la aplicación se saturara y quedara inservible. Finalmente, la aplicación IWatch Dallas, que había sido creada el 31 de mayo, fue dada de baja el primero de junio por la Policía de esa ciudad, por el constante spam que hicieron usuarios en todo el mundo.

Boicot al acto de Trump

Los kpopers no se andan con chiquitajes porque el segundo boicot fue ni más ni menos que contra el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. El mandatario estadounidense necesitaba desesperadamente revitalizar una candidatura que ya venía golpeada por la crisis económica, por su polémica gestión frente a la pandemia y todas las protestas que hubo a partir de la muerte de George Floyd, por lo que se decidió a llevar adelante un acto masivo de relanzamiento de campaña en un estadio cerrado en Tulsa, Oklahoma, el 20 de junio. Más allá de los debates y las críticas -justificadas, por supuesto- que se ocasionaron alrededor de la peligrosidad de hacer una convocatoria masiva en plena crisis sanitaria, lo llamativo de aquel acto fue ver las tribunas del estadio semi-vacías en una ciudad donde el presidente tiene muchísimo apoyo por parte del electorado. Pero más sorprendente resultó que en la previa del evento, desde el entorno de Trump, aseguraban que habían recibido más de un millón de pedidos de tickets a través de la página de internet. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Adónde estaba toda la gente? Aquí aparecen, nuevamente, los kpopers. En los días previos al acto, se viralizaron por la red social TikTok, miles de vídeos de jóvenes fanáticos de la música pop coreana contando que hicieron reservas de tickets para generar expectativas en el entorno presidencial y luego frustrarlas, creando un vacío en Tulsa. Así fue que en un estadio con capacidad para más de 19 mil personas sentadas, y muchas más paradas alrededor del escenario, solo entraron 6.200.

Desde el oficialismo culparon a los medios de comunicación por sembrar en la gente miedo a contagiarse en el acto y culparon a la izquierda radical. Pero quienes estaban detrás de esto eran cientos de miles de jóvenes que haciendo uso de sus herramientas digitales, boicotearon un evento de campaña del presidente de los Estados Unidos.

Boicot a Pornhub

El tercer, último y reciente boicot que llevaron a cabo los kpopers fue contra la plataforma pornográfica Pornhub, en defensa de Mia Khalifa, una empresaria, comentarista deportiva e influencer, que, cuando tenía 21 años, trabajó 3 meses filmando películas para adultos. Esto la llevó a convertirse, hoy en día, en activista contra la industria del porno tras sufrir toda clase de violencia, maltratos y humillaciones mientras trabajaba en ella. En algunas ocasiones, ella misma contó sobre su experiencia, el mal pago y lo poco que vale la pena adentrarse en la industria para las mujeres, y hasta buscó por vías legales que Pornhub retirara sus videos de la plataforma, sin un resultado positivo. Es a partir de esto que los kpopers y otras mujeres buscan sabotear la plataforma pornográfica para borrar todo el contenido que circula de Mia Khalifa. Además publicaron en change.org una petición para que sus videos sean eliminados y ya suma más de un millón y medio de firmas. Pero esto no es todo, los kpopers también se organizaron para saturar Pornhub con cientos de imágenes de sus ídolos titulándolas con el nombre de Mia, para que sus grabaciones sean imposibles de encontrar en el sitio si alguien los buscaba. Mientras tanto, la joven nacida en Beirut, compartió en su cuenta de Instagram el enlace de la petición y agradeció maravillada en su cuenta de Twitter a sus seguidores y a quienes la firmaron. 

Cuando repasamos cada uno de estos sucesos queda en evidencia que, más allá del fanatismo y la difusión que los kpopers buscan darle a sus artistas favoritos, el motor de este movimiento es la empatía y la búsqueda de una sociedad más solidaria. En el imaginario popular, tiende a considerarse a quienes pasan mucho tiempo detrás de una computadora como personas alienadas o retraídas, cuando en verdad, dentro del mundo digital, se construyen grandes comunidades con voluntad y convicción para cambiar un poco las cosas o -al menos- alterarlas.

Fuente: El Destape