Por: Roberto Candelaresi
Introducción
Creemos, en base a la experiencia histórica, que para sostener y profundizar un proyecto político en el tiempo hace falta organización, convicción y audacia. Tanto más, si se trata de enfrentar problemas estructurales a escala (la pobreza y le educación, por ejemplo), sobre algunos de los cuales comparten el diagnóstico diversas fuerzas políticas en el sistema.
Es regla aceptada en la ciencia política, que la prudencia rige cuando se toman decisiones audaces con una cierta visión. Esa visión debe permear a la sociedad civil de modo de ganar margen de maniobra en la gestión de los gobiernos, en esa suerte, sus intervenciones públicas son una convocatoria a la audacia y la virtud política.
La política siempre es conflicto, aunque la estabilidad de las instituciones se consolide con los consensos. En las discusiones políticas subyacen siempre intereses contrapuestos o no coincidentes, el disgusto de alguna de las partes, es una consecuencia posible, y esto debe ser aceptado ex ante.
Frente a crisis profundas, si la voluntad es reconstruir cierto statu quo deseado del pasado, se debe poner todos los recursos disponibles al servicio de ese empeño. No es admisible resignarse a la presencia de fuerzas éticamente inaceptables o antidemocráticas en el juego social. Por ejemplo, cuando uno de los poderes del Estado persigue a dirigentes políticos bajo la técnica conocido como el “Lawfare” o, ampara y brinda impunidad a otros.
Las crisis económicas, naturalmente alimentan el malestar en la población, y cuando el ánimo colectivo es de irascibilidad, ciertas fuerzas políticas aprovechan para imponer dogmatismos salvadores (aunque no resistan revisiones históricas). El antídoto en estas circunstancias, es un relato oficialista completo, con proyección hacia el futuro, con valores populares alternativos y probados y, debidamente difundido.
La síntesis en la política económica lograda al nombrar a Sergio Massa al frente de todas las carteras económicas, plantea un escenario de mayor cohesión en la toma de decisiones al gobierno, que venía totalmente desordenado por la crisis política y por la falta de audacia para atacar los problemas estructurales de la economía durante la gestión Guzmán, quien se ocupó de ordenar cuentas y renegociar deudas (ajenas) sin prestar demasiado atención a otras variables macroeconómicas, o situaciones sociales. Lo de hoy es UNA SOLA VOZ que exprese el rumbo ayuda a mejorar expectativas. El ‘tema’ es, que ese rumbo incluya el beneficio popular, y no solo el crecimiento de los capitales, para ‘tranquilizar” a la economía.
A ese respecto, la presidencia no ha sido vaciada de poder como algunos parecen pensar, resigna cierta gravitación, pero conserva el poder “de la lapicera”. Maneja los tiempos de las grandes decisiones y de su ejecución, por eso se espera cierta proactividad en el cumplimiento del programa que ofreció para obtener el cargo.
El ejecutivo unipersonal
El Dr. Alberto Fernández reconoce su origen peronista desde la militancia en el PJ Capital. Un partido local acostumbrado a acomodarse desde la oposición, ya que la victoria en la ciudad autónoma de Buenos Aires, le ha sido esquiva la mayoría de las oportunidades. Eso le ha dejado una impronta a su dirigencia propensa a la negociación con el poder de turno (centro derecha desde hace décadas). A lo que se suma otra característica concurrente: la toma de decisiones en representación de afiliados y adherentes se realiza en una mesa chica, siempre. De hecho, hace un par de décadas que no existen las elecciones internas en el PJ porteño.
La omisión se excusa con la validación que da las PASO, pero como sabemos, es un sufragio de otra característica, general, donde concurren al voto del partido, personas ajenas a la vida institucional del mismo, que no expresan corrientes de pensamiento internas (mucho menos disidentes) e, incluso, por mera conveniencia electoral ciudadana circunstancial. Las autoridades (y candidatos) son electas y reelectas por los “cuerpos dirigentes”.
Aquellos mismos rasgos, y siendo su masa dirigente tan capitalinos como los demás oficialistas y sus aliados, lo aproximan a la particularidad compartida con la derecha en general, que es el desapego a la movilización callejera, esencialmente popular.
Finalmente, a fuer de referencia, digamos que el staff del PJ capitalino, proveyó de numerosos funcionarios a la experiencia neoliberal menemista, periodo en que la doctrina justicialista se vió estrechada significativamente. Uno de esos funcionarios, fue precisamente el actual presidente Fernández [Superintendente se Seguros de la Nación].
Esa proximidad con el liberalismo puede haberle influido, pero sería impropio calificarlo como ‘de pensamiento liberal’, a su vez, con el Kirchnerismo, militó como un funcionario ejecutivo (no como un jefe político), y lo hizo con responsabilidad y lealtad, hasta el principio del mandato de Cristina Fernández, en el que, manifestando discrepancias con la primera magistrada, dio un paso al costado, que lo ubicó finalmente por un tiempo, al frente, esto es, como opositor.
Podemos calificarlo por su propia declaración, como un humanista, y en tanto tal, enraíza con el peronismo. Por sus modos, y de eso profundizaremos a continuación, lo acercan imaginariamente a la socialdemocracia europea.
Su perfil, en definitiva, no es del “revolucionario en paz” que idealizaba Perón.
Finalmente, considérese que el Dr. Alberto Fernández accede a la candidatura a la primera magistratura, y luego es ungido por el voto popular, como resultado de una estrategia electoral diseñada por la lideresa del peronismo, la actual vicepresidenta de la nación, Dra. Cristina F. de Kirchner.
El objetivo –cumplido– fue correrse de la escena, y proponer un hombre técnico, de buena llegada a los sectores comunicacionales y empresarios, con reconocidas dotes de negociador (gestión NK), con una imagen “positiva” y que representara el centro del espectro, asegurando la participación de su aliado Sergio Massa para consolidar el concurso asimismo de los peronismos provinciales.
Un estilo de conducción
Cuando se declama la pertenencia a un cierto corpus doctrinario, pero la práctica no se ajusta enteramente a sus términos y a la tradición histórica partidaria, es fácil advertir cuando existen “disonancias”. Parece ser el caso.
El Presidente Fernández, parece tener un respeto sacrosanto por la formalidad de las instituciones, a pesar de las IMPERFECCIONES y DISFUNCIONALIDADES de éstas, y también, por su conducta (activa u omisiva) respeto por la autoridad extra democrática del poder económico, algo que está reñido en principio con el imaginario “K”.
Por diversas experiencias de gestión, algunas de las que expondremos más abajo, y tal vez, para distanciarse de la imagen de “conflictiva” que la oposición (y el PODER REAL) construyo en torno a la ex presidenta, pese a las expectativas en contrario, parecería una vuelta a la obediencia a los dictados de las corporaciones.
En esa actitud, hallamos a muchos colaboradores que, (paradójicamente) no renegando de su condición de peronistas, rehúyen la confrontación de intereses con otros actores, y se resignan a maniobrar en reducidos espacios, que el Poder Económico/Comunicacional y Judicial les dejan.
No existe en el gobierno actual un Proyecto Nacional ni siquiera en la dirigencia partidaria, lo que nubla los ejes estratégicos declamados (cuando existen), y DESMOTIVA, para consolidar la HEGEMONÍA y acumular poder hacia el futuro.
Los funcionarios actuales parecen conformarse con una PARIDAD entre factores, despreciando el mandato MAYORITARIO de la sociedad para impulsar y defender sus intereses (generales) y por lo tanto, por imperio de las reglas democráticas, IMPONERSE.
En cambio, el Ejecutivo se guía por la noción de cooperación social voluntaria, V.g. la disposición de los actores para prestar su apoyo espontáneo a un orden social y político. Fue explorada por clásicos del contractualismo y retomada por Rawls e incorporada a su teoría de la justicia social.
En su campaña para mostrar su “buena voluntad” y “neutralidad” ante intereses económicos privados, recordemos que en dictado de una Ley de Emergencia Económica, al inicio de su mandato, el gobierno del Frente de Todos, y pese a la crisis material a consecuencia del desmanejo de Cambiemos, se autoimpuso una traba legislativa en materia recaudatoria como gesto de buena voluntad hacia “el campo” (oligarquía rural y agroexportadoras), renunciando a un instrumento eficaz además para regular los precios internos como son las retenciones.
No parece clara la orientación política estratégica del gobierno. Aunque se puede colegir que el Frente de Todos hasta ahora [es decir, la tentativa de homicidio contra la Vicepresidenta, hito que puede implicar un parteaguas para el futuro], ha estado dominado en su dirección por el centrismo, pese a la mayoría de votantes progresistas o llanamente de izquierda nacional. Un hecho que patentiza esa percepción, es que la gestión Fernández no recurrió al default para una renegociación total con el FMI, y negoció nuevas condiciones gravosas (solo dilatadas en el tiempo) para el país, sin revisar o denunciar las condiciones ilícitas del acuerdo y préstamo de 2018 ejecutado por otras autoridades en ambas ‘partes’.
Algo similar observamos cuando el gobierno con objetivos populares, en pos de – suponemos – la gobernabilidad económica, despliega una estrategia dialoguista y acuerdista con los representantes del capital concentrado, quienes, como factores de poder, están acostumbrados a imponer sus propias condiciones.
Ya hemos hecho mención, pero es oportuno remarcarlo en este punto, que el gobierno padece una debilidad frente a los poderosos, por carecer de un discurso alternativo y propio respecto de los problemas económico sociales, para sostener sus convicciones de parte en la confrontación de intereses.
A fin de no verse como amenaza y sí como un interlocutor «confiable», ante monopolios e inversores (locales y extranjeros en ambos rubros), la administración de AF evita la confrontación directa, y a la vez, desmovilizó a su base social lo que le resta fuerza de negociación, pero además de lo actitudinal, como último mensaje a la derecha en retirada del ejecutivo, dejó muchos funcionarios macristas en posiciones claves dentro de la estructura estatal, o tardó mucho tiempo (semestres, años) en removerlos, y colocar a profesionales idóneos pero de extracción partidaria de la alianza profesando la ideología peronista u otro sesgo aliado.
Aquellas acciones, no hacen más que empoderar a la derecha, que, en sus diversas manifestaciones, se mostró cada vez más agresiva, o sea; la moderación fracasó para ganar confianza. Siguen exigiendo rumbos como cuando detentaban el poder formal, pero desde la cómoda oposición. Como decía el profesor Linares Quintana; el establishment dicta, pero no se responsabiliza de los resultados.
En ese mismo orden, la declamada reforma judicial – tan necesaria a la vista del déficit republicano de ese poder – no pasó de la mera enunciación, con lo cual el statu quo corporativo de ese Poder sigue siendo respetado (esperando una cándida autodepuración). Esa inacción también es visible respecto del poder concentrado en los medios informativos audiovisuales, cuya ley conseguida laboriosamente, y mutilada sustancialmente mediante DECRETOS del anterior gobierno, no fue repuesta en ningún aspecto, teniendo el P.E. actual, las mismas prerrogativas normativas para hacerlo [un decreto anula otro decreto, sin trámite parlamentario].
Los aumentos de precios de alimentos y medicamentos han subido por encima del promedio inflacionario, e incluso, en el rubro farmacéutico, los valores se duplicaron en dólares. No existen variables objetivas que lo justifiquen, sin embargo, desde los organismos oficiales con competencia, no accionaron con firmeza con lo que pasivamente CONVALIDARON esas especulaciones egoístas y dañinas para el pueblo consumidor. El ex ministro Matías Kulfas es señalado como el freno de medidas punitivas propuestas por diferentes funcionarios responsables de Comercio, tal como la Dra. Débora Giorgi y el Cdor. Roberto Feletti, que terminaron renunciando sucesivamente ante la censura política interna de iniciativas, en la entonces cartera de Desarrollo Productivo.
La economía en estos dos años y medios de gestión del Frente de Todos, sufrió varias corridas cambiarias. Todas maniobras especulativas, que si bien, no lograron sus metas de máxima, promovieron la suba de las divisas, que naturalmente implica una DEPRECIACIÓN del peso, o sea; pérdida de poder adquisitivo en moneda local.
El resultado, es que se traslada el aumento de costos –o de ganancias pretendidas- al precio de los productos. Los especuladores siguen manejando corridas. En este contexto; el gobierno impávido.
No solo nunca fueron sancionados los especuladores y promotores de las devaluaciones, –a quienes el BCRA tiene individualizados–, sino que por ejemplo a fines del 2020, se cortó el IFE [Ingreso Familiar de Emergencia] a la población necesitada, escuchando el FALAZ argumento de que tanto dinero en la calle licuaba el valor del peso. Tesis de la ORTODOXIA LIBERAL, que reniega de la experiencia histórica. Sin embargo, Guzmán apuró la finalización del programa, que tuvo que ser reabierto el año subsiguiente. ¿Falta de sensibilidad social o colonización ideológica de los responsables del equipo económico?
Pese a ser una medida tomada en común en los principales países capitalistas del mundo, para contraer un poco el expandido déficit fiscal (endeudamiento) por gastos sociales de la PANDEMIA, en la Argentina, y aún con la eventual venia del FMI para aplicar tasas e impuestos extraordinarios, solo se obtuvo una discreta contribución POR ÚNICA VEZ de las grandes fortunas.
Finalmente, un actual ejemplo es la mora en implementar la Ley de Góndolas. Si bien existen algunas cuestiones logísticas que atender, el tiempo transcurrido desde la promulgación de la norma ha sido más que prudencial como para exigir su instrumentación inmediata, con las salvedades que se puedan justificar.
Todo lo antedicho contribuye a nuestra tesis de que la administración Fernández, tiene como eje estratégico no irritar a los «mercados» [léase monopolios y oligopolios], pero entendemos que esta estrategia claudicante conlleva un severo riesgo de ingobernabilidad, más temprano que tarde.
Podríamos concluir con que el contexto económico es llanamente ANÓMICO, el Estado [Gobierno] no pone el ORDEN que existe en todos los países para el normal desenvolvimiento del mercado, ni se usan los instrumentos económicos disponibles para moderar precios o garantizar abastecimientos, con fuerte intervención estatal. Por último, digamos que, dado que nunca se disciplinó a los actores predatorios del bienestar de mayorías, en la población existe una SENSACIÓN DE INDEFENSIÓN COLECTIVA, y de desazón ciudadana [política] hacia la alianza en el gobierno. Al liderazgo presidencial se lo considera endeble y cuyos rasgos más salientes resultan la ambigüedad y la tendencia a postergar decisiones.
La Opinión Pública en el Gobierno “Popular”
Ya nos hemos explayado en otros trabajos, acerca de las características de la formación de la opinión pública, sus múltiples canales, y las formas sutiles, y no tanto, que aplican los medios que responden a sectores concentrados para convencer a los sectores subordinados de adoptar visiones sesgadas, creando un “sentido común” que obnubile y aliene, para evitar cuestionamientos al sistema de poder fáctico.
En tiempos extraordinarios como el que vivimos [pandemia, crisis económica, guerras, reacomodamientos geopolíticos, cambio climático, etc.], se requieren medidas heterodoxas, que, a su vez, sean entendidas por las grandes mayorías, para legitimarlas y llevarlas a la práctica, a despecho de fuerzas contrarias.
No vemos que el gobierno trabaje políticamente el consenso social. Solo gestiona y anuncia sus actividades, como dando por descontado, que obtiene un automático acompañamiento, porque el quehacer gubernamental tiene la necesaria RACIONALIDAD.
Creemos que es una pésima estrategia. Existe una “opinión pública” construida por años de fakes, opiniones sesgadas y parcialidades. La POSVERDAD campea en los medios (incluyendo los digitales) desde hace años. Se genera así amplios sectores dóciles al ideario de proyectos social y económicamente excluyentes.
No se aprecia una batalla comunicacional para discutir ese “sentido común” artificial. Se carece de una difusión planificada de una visión alternativa, que garantice al menos, si no un consenso, cierto pluralismo de ideas, tan caro a la DEMOCRACIA.
No hay un discurso público claro, coherente e íntegro, explicando la realidad internacional, local, macro y micro con la visión del Estado/gobierno. Las reacciones comunicativas del gobierno son parsimoniosas, y, por tanto, poco efectivas, NO CONVOCANTES. Hasta en eso se trasunta una moderación que resulta inadecuada.
Se percibe un enorme conservadurismo. Finalmente, no se entiende la persistencia de la distribución de la pauta publicitaria oficial que sigue beneficiando notoriamente a medios decididamente opositores. Si es por temor a potenciales fallos o cautelares, al menos no se intenta modificar la matriz de fondos, y empujar hacia el futuro eventuales medidas adversas. Hoy el gobierno de A. F. financia abundantemente medios opositores.
Continúa…