La derecha latinoamericana vuelve siempre al ruedo: caso Ecuador

Por. Roberto Candelaresi

“Desde la noche de los tiempos, los seres humanos conciben el mundo que los rodea a partir de su propia realidad. Siempre creen que se encuentran en el centro”.

Históricamente, la derecha accedió al poder formal a través de golpes jurídico-institucionales y mediáticos, como en Brasil, Paraguay, Honduras, otras, recurriendo a la estrategia de la tensión, como en Venezuela.

Pero en su largo caminar en la región, logró reconfigurarse distanciándose del proyecto de “modernización conservadora” de los ‘80 y ‘90, que a la postre fracasara y por lo cual una parte importante del electorado latinoamericano giró a los gobiernos progresistas (o de “izquierda”) viéndolos como más atractivos para sus demandas. En los últimos años, hubo un retorno al poder formal, como el caso de Macri en la Argentina, al que acceden por el sufragio.

Este nuevo giro de ciclo se puede explicar porque los gobiernos pro-Estado (para caracterizar los de corte socialista, distinguiéndoles de los pro-Mercado o liberales), padecieron de crisis económicas en sus gestiones, al padecer, – luego de una primera década de incrementos sostenidos de precios en los commodities, que explota y exporta la región -, una caída mundial de la demanda de materias primas, privando sus economías del combustible al motor de las políticas redistributivas aplicadas por aquellos.

Vuelta del desempleo, la inflación, la pobreza, ¡Al incremento de las desigualdades!, tema este último que el propio progresismo se encarga siempre de politizar, y en torno al cual genera “coaliciones latentes por el igualitarismo” al decir de David Brady, que forman núcleos de apoyos (cuando se mejora).

Estos periodos de progresos considerables concluyeron cuando los gobiernos que los habían promovidos, tuvieron que optar por reajustes de sus políticas económicas y sociales. Los números terminan imponiéndose.

Otro factor explicativo es el “Descrédito fabricado” ejercido con diatribas por la derecha, mediante la difusión de supuestas prácticas de nepotismo o clientelismo de los gobiernos populares. También, por el reverdecer del resentimiento de las opiniones públicas frente a los reiterados escándalos de corrupción (reales o artificiosos) en un período económico difícil donde la sociedad está más sensibilizada, y se aprovechan la concentración de medios de comunicación, redes sociales incluidas, que suelen poseer para canalizar estas tácticas.

Por otra parte, y valga como crítica, las fuerzas progresistas, ocupadas en la gestión, no hicieron evolucionar su reflexión estratégica, (plan de Estado comprometido por la sociedad, o su mayoría) para poder modificar o corregir su acción teniendo en cuenta la nueva configuración regional. Esto es, estar alertas a los cambios de humor social y a la marcha del plan de gobierno, para poder enmendar el curso adecuándose -en lo posible- a las demandas que van emergiendo.

Cuatro temáticas principales que la derecha incluyó para renovar su forma de comunicar, aplicadas en los momentos del proselitismo, que se alejan a su tradición neoliberal, (retomadas muchas veces solapadamente una vez en la administración) son:

1- Reconocer las conquistas sociales del período progresista y comprometerse a consolidarlas.
2- Prometer refundar las relaciones entre los poderes públicos y la sociedad, proclamando el fin del clientelismo, del “populismo”, del “intervencionismo” (Estado como amenaza para las libertades individuales e insistiendo al mismo tiempo en la lucha contra el narcotráfico y la inseguridad).
3- Impulsar la unidad nacional frente a la polarización de la sociedad que habría provocado la izquierda.
4- Por último, cambiar al personal político: rejuvenecerlo y seleccionarlo entre los actores de la sociedad civil. [Desplazan militantes de aparatos partidarios y sociales por empresarios y miembros de ONGs]

La renovación de las derechas latinoamericanas se “fabricó” desde consultoras con múltiples habilidades: Marketing, Encuestas, Psicología de Masas, Reflexión ideológica y principalmente COMUNICACIONES. Es decir, mas que la utilización de Think Tanks, los que en realidad se abocan más bien a la reflexión, a investigar, y a una producción ideológica, simplemente no de utilidad práctica inmediata.

Estos nuevos asesores, materia gris de los candidatos (y ejecutivos eventualmente), se conectan con el consenso económico liberal de la región. Formados en la escuela norteamericana, no se dedican a la ciencia política, sino a la Política Aplicada, pero quieren dar rigor científico a su trabajo, de encuestas, investigaciones sistemáticas y sistematizadas.

Su propósito es hacer ganar al candidato, para lo cual deben conocer sus potenciales votantes y como «determinarlos». No se dedican a las creencias políticas, ni a convencer a la opinión pública de épicas empresas políticas. Solo a ganar el poder.

La herramienta central de este enfoque se llama “encuesta cualitativa” (sondeo profundo), su arma-clave, “grupo objetivo” (permanente). Los Focus Groups son personas seleccionadas en función de su perfil social. Con el grupo focal se indaga en las actitudes y reacciones de un grupo social específico frente a un asunto social o político.

Se mide todo tipo de reacciones, respuestas y sentimientos (también resentimientos). Con el conocimiento de las opiniones obtenido, perfilan al candidato. Se trata de calmar la angustia de los problemas que tienen en mente la “gente”, mediante un discurso ad hoc [con “promesas de campaña”].

En este punto se hace necesario puntualizar, que, para vertebrar una campaña exitosa, se requiere de mucho trabajo y tiempo, prueba y error ya que el plan se revisa permanentemente y se adapta a las contingencias, por lo que necesariamente el vínculo con los dirigentes asesorados suele durar años.

Desde la teoría del pluralismo democrático, (destino común entre democracia y mercado // individuo y consumidor) a la cual adhiere la nueva derecha y sus consultores, se debe replantear la percepción clásica de la función de la POLÍTICA; ya no contiene una carga de ideal al servicio de una trascendencia colectiva, de allí el creciente distanciamiento entre votantes y representantes. Se trata en cambio de exaltar el amor por la realidad, revalorizar las formas concretas de lo cotidiano.

Toda la estrategia política, se hace a partir de las percepciones, necesidades, la vida diaria del común de la gente. El ciudadano promedio en la actualidad, es un “votante nuevo”.

“La política es cuestión de pasiones, de afectos, de sentimientos y de resentimientos mucho más que de racionalidad y de programa. Esos son los motores que mueven a los votantes”.

Convencidos los liberales del FIN DE los Ideales, del clivaje derecha-izquierda y de la lucha de clases como registros de movilización política, desechan al Pueblo como categoría, por la visión englobadora del término (No hay construcciones inmanentes).

La democracia sería el sistema donde grupos de distintos intereses se alían puntualmente ante contingencias, para ganar el ejercicio del poder. De allí que su consigna (como definición de acción política) sea: “Constituir coaliciones, mantenerlas vivas y restarles vitalidad a los demás”.

En esta perspectiva, es una nueva etapa histórica, una sociedad naciente, en la que la política tiene que incorporar los temas y los valores “nuevos”. No se trata de una política sin ideas.

Mientras exalta la eficiencia económica a la que pueden aspirar todos bajo su conducción, puntualiza las paradojas del progresismo, tal como cuando los gobiernos populares dirigen a su electorado pobre hacia el consumo, y fomenta la utopía de las clases medias, pero sin política específica para proponerle a ese grupo y, que en general, y apenas no se puede sostener aquel consumo, terminan apartándose de la alianza gobernante para volver a su rol reivindicativo y de protesta, especialmente luego de apropiarse de un derecho (al consumo, por ej.) que creía garantizado en el tiempo. Sin cambio real de matriz económica, no hay cambios permanentes posibles.

En las últimas décadas, se han producido ciertas modificaciones en las sociedades latinoamericanas, no sincrónicas – pues hay diferentes niveles de desarrollo entre los países -, que impactan necesariamente en la forma de acción política.

De las primeras podemos citar al crecimiento demográfico, la masificación de la participación electoral, la intensificación de la urbanización, y al aumento del acceso a la educación, a las que podemos adicionar las transformaciones de nuevo cuño: la autonomización de los individuos por las revoluciones tecnológicas, y, en una porción creciente, particularmente con epicentro en las nuevas generaciones (juventud y mediana edad), el fenómeno de la desintegración de los lazos sociales tradicionales jerárquicos (familia, religión, patriarcado, clientelismo).

Un fenómeno adicional, que es contrastante con la última caracterización de la novedad acontecida, pero igualmente significativo en el acervo político de la región, es el creciente avance del evangelismo, especialmente en su versión pentecostal, que capta adeptos particularmente de la grey católica, que así se desgrana, perdiendo su preminencia de siglos en las cuestiones sociales y políticas del continente.

Ese crecimiento ha fortalecido su capacidad de influencia en la agenda pública a través de partidos evangélicos o, más a menudo, mediante asociaciones “Provida” y “Profamilia”. Sus posturas en contra de derechos conquistados por minorías lo acercaron a los conservadores de todo origen en las comunidades nacionales.

Sus convicciones religiosas los acercan en afinidad a los discursos (y actores políticos) más refractarios al cambio social, a la vez que – fieles a su tradición protestante – exaltan la meritocracia hija del esfuerzo individual, y aspiran a alcanzar riqueza material individual, del modo que solo respondan solo a Dios.

La mayoría de estas vertientes evangélicas, son una fuerza que la derecha (o el conservadurismo) no pueden desdeñar al momento de formar alianzas. Especialmente porque tienen la pragmática capacidad de negociar “valores morales”, a los que solo considera como instrumentos en la coyuntura política.

En la estrategia de los Pro Mercado para perfilar el futuro adherente, simpatizante o militante, se halla en intensivo uso del “data mining”, obtenido no solo de encuestas, sino de seguimientos en plataformas sociales, y Bases de Datos diversas, de las que se definen los potenciales ‘simpatizantes’ o adversarios y se los categoriza para identificar a los posibles aliados o a convencer (que les gusta/que rechazan).

Estas personas, suelen estar poco informadas y poco formada en militancias, lo cual – conociendo de antemano sus tendencias y preferencias – las hace más susceptibles de ser cooptadas con un discurso apeteciblemente apropiado. Se le suman una vez ‘reclutados’, líderes movilizantes a nuevos horizontes que también han sido seleccionado con similar método.

Finalmente, se genera un discurso INÉDITO para abarcarles. Apuntar a sus sueños, la “utopía de las pequeñas cosas”, a su confort, con lo que aumente su bienestar y el de su familia. El poder de seducción material, invisibilizando al mismo tiempo a la élite (siempre la hay, son los que verdaderamente conducen) para protegerla.

Podemos concluir que el votante emergente (que procura y suele conseguir la derecha) es: Individualista, autónomo, informado en su metier, consumidor, guiado por el principio de la búsqueda de su propio placer, directamente conectado con sus centros de afinidad, rebelde a la autoridad y a las élites tradicionales, (perfil núcleo “de la clase media baja y de la clase media”).

Este perfil de un gran grupo social, también conocido como “independiente”, suele ser ignorado casi siempre por las fuerzas del socialismo nacional que sigue pregonando su ética de la solidaridad y los beneficios (hipotéticos para quien no los percibió) de la comunidad organizada.

Caso Ecuador: ¿Scioli 2015? Apuntes sucintos para su análisis en profundidad.

Andrés Arauz, pierde en 2ª vuelta por 5 puntos frente al conservador Lasso, habiendo aventajado con holgura en las primarias, de allí la (sorpresa). Candidato nada carismático, delfín de Correa, que significó ventaja al poseer un piso duro, y desventaja al tener un 50% de electorado contrariado, por considerar a Correa como “autoritario” [ rótulo impuesto desde los medios hegemónicos (y adversarios) del país].

En UNES fueron incapaces de articular una alianza con el movimiento indígena, de relación histórica tensa con Correa que juntaron una considerable porción de votos en la 1ª vuelta.

Tampoco pudieron cerrar acuerdos con otras organizaciones sociales. Para peor, las protestas de 2019, fueron desde el gobierno (“traidor” de Lenin Moreno ) estigmatizadas como amenaza terrorista, lo que asustó a la clase media.

Pero estas contradicciones no serían nada si no fuera porque votantes progresistas de esos orígenes, se volcaron a favor del banquero conservador, sumando diferencia y dándole el triunfo. Con el núcleo duro correísta no era suficiente. Los partidarios del “centro” no se coaligó por el ‘modelo autoritario’ que dividió a la sociedad.

Las izquierdas marcharon divididas, un desencuentro fatal del nacionalismo y el indigenismo. Heridas que no sanan. Antigua rivalidad y la demanda de una autocrítica de Revolución Ciudadana sobre el pasado. Distrayéndose del contendiente Lasso, por subestimarlo como no ‘competitivo’, impregnado de un pasado rumboso (banquero y ex funcionario denunciado) que la sociedad “no olvidaría”. GRAVE ERROR.

Como apuntamos más arriba, el contexto había cambiado. La crisis económica y el malestar social traen una derechización a la sociedad (orden en la economía y mano dura para la inseguridad), impacta negativamente a la opinión pública y a los medios de comunicación.

El “pueblo profundo”, sin una cultura política de militancia y perpetua concientización, no se vuelca a la reivindicación de sus derechos, sino que pretende que ‘alguien’ los restaure por ellos, y en quien prometa, confían.

Pero no todo fue error del progresismo nac. & pop ecuatoriano, justo es reconocer los aciertos de Lasso, y precisamente ya describimos algunas de las herramientas desplegadas por la nueva derecha en el continente – y que pretendemos darle valor universal – , a las que el banquero conservador echó mano.

En la segunda instancia del sufragio, Lasso incorporó las fórmulas del marketing político. Su discurso fue refinado, y ya no hizo alusiones a grandes diferencias ideológicas o problemas internacionales con otros países o corrientes mundiales, que lo identificaran con marcado sesgo (y pudiera perder así algún neutral), sus últimos discursos solo estaban concentrados a problemas concretos de la gente.

Aprovechando una mala imagen construida de años respecto al jefe del partido contrincante, por parte de los medios y la práctica del LAWFARE en el país, Lasso se presentó como opción de “encuentro” frente a la “polarización” y la “beligerancia” de Correa.

Finalmente, el banquero incorporó el uso de las redes sociales logrando instalar especialmente entre la juventud un perfil personal como moderno y no distante. En las plataformas, a través de una serie de fakes y opiniones, logró asemejar a Lenin Moreno, (hoy altamente impopular), con la figura de Arauz, aprovechando que en efecto, tenían el mismo origen partidario.

Es obvio que se trataba de un brulote ya que es harto conocido el giro de 180° que Moreno hiciera una vez asentado en el poder, que representó una escandalosa traición partidaria y una defraudación electoral. Pero en política se aprende que los cambios son tan rápidos como sus olvidos, al menos por gran parte de las sociedades.

La izquierda progresista, ¿Habrá asimilado estas experiencias?