La dura alborada de la derecha chilena

Por: Roberto Candelaresi

Prefacio 

El domingo 19 de diciembre, Gabriel Boric Font [Apruebo Dignidad] se transformó en el presidente electo más joven en la historia de Chile, con una amplia mayoría del 56% (algo más de 4.600.000 de votos). Luego de un incremento en la asistencia ciudadana al comicio desde la primera vuelta, se trata también del mandatario que más votos ha logrado en una elección presidencial. Desplaza a los políticos y partidos tradicionales coaligados centristas o de derecha, e impone su proyecto de clara orientación progresista, de izquierda moderada.

La política chilena enfrenta tanto un cambio generacional, como también, la terminación del largo ciclo político de la transición que había concluido con el estallido social, y la turbulencia produjo que cambien los sujetos, cambian los temas y cambian los condiciones.  La acertada interpretación que supo hacer Gabriel Boric de la idea de CAMBIO desde el plebiscito del año pasado (2020), le rindió bien, pues la sociedad le entregó – con una contundencia muy significativa – el voto de confianza para llevar adelante ese cambio. 

En lo institucional lo que es indudable es que también se modificó el espectro político nacional desde la primera vuelta, ya que se configuró un Congreso muy dividido. Y el momento político complejo del gran estallido social del 2019, todavía representa un desafío por la polarización que despertó, lo cual exigirá todas las habilidades del presidente electo para abordar los muchos desafíos.

Gabriel Boric: Presidente electo de chile

Mundo “diestro”

Existe hoy un forzado reacomodamiento en el espectro de la derecha chilena, a propósito del notorio triunfo del candidato centroizquierdista. Muchas formaciones de centro-derecha ahora se cuestionan lo que siempre consideraron un acto ideológicamente “antinatura” y de un riesgo altísimo, el asimilar posiciones con la extrema derecha, y, entregarse a la candidatura del ultraderechista José Antonio Kast. Pero estas corrientes sucumbieron a la tentación de ampararse bajo el mismo paraguas del anticomunismo, pero la sociedad mayoritariamente expresó otra voluntad desprejuiciada.

La coalición oficialista, apuntaba a dirigirse hacia el centro, hacia una derecha “más moderna”, que superara las rigideces de la derecha de la dictadura. Por lo que, cuando Sebastián Sichel quedó en el camino en la primera vuelta presidencial, todos y cada uno de los partidos y movimientos internos de Chile Vamos [coalición política de centroderecha a derecha, compuesta por cuatro partidos: la Unión Demócrata Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN), Evolución Política (Evópoli) y el Partido Regionalista Independiente Demócrata (PRI)], tuvieron claro que plegarse a la candidatura de José Antonio Kast del «Frente Social Cristiano» [pacto entre el Partido Conservador Cristiano y el Partido Republicano ambos de ultraderecha], iba a traer altos costos.

En realidad, con consignas tan antitéticas de las coaliciones emergentes de los últimos años críticos en Chile, se reproduce un fenómeno común en muchas democracias occidentales, que es la polarización del electorado, de elecciones “binarias”; libertad versus socialismo, mercado o intervencionismo, y otras del estilo.

La gran tensión producida por la derrota, se muestra con toda intensidad entre los partidos que conforman la alianza – todavía – oficialista, con fuertes señalamiento de culpas cruzadas entre sus dirigentes con lo cual, el futuro de la estructura de Chile Vamos, es incierto. Por de pronto se postergó una ratificación postelectoral prevista del Pacto que los unió hasta ahora. 

Si hubiera de seguirse la fórmula ya decantada en la Convención Constitucional, seguirían caminos separados, la UDI y Republicanos por un lado, y RN y Evópoli por otro. Pero no está resuelto aún. A título explicativo de la posible escisión, digamos que los más conservadores del conjunto, aun compartiendo miradas macroeconómicas y sociales, tienen un discurso cultural que es percibido por los aliados centristas como inadmisiblemente retrógrado, tal el caso de asuntos para la igualdad de género y las libertades individuales de las mujeres, por ejemplo. Esto último se refleja claramente con los resultados electorales de los grandes centros urbanos, donde gran parte de la clase media y del voto femenino, migraron hacia Boric, que naturalmente propuso una visión progresista y moderna para la sociedad. 

El candidato oficialista Sichel (Renovación Nacional), no acompañó con un apoyo explícito a José Antonio Kast, pese a que la dirigencia de la coalición se había pronunciado en ese sentido. Y ahora en el ámbito de la derecha, también se lo imputa al ex abanderado de Vamos como contribuyente de la derrota. Pero también hay entrecruzamientos de acusaciones entre otros dirigentes, un desgaste por “fuego amigo”, que puede hacer peligrar la unidad de bancas y estrategias de la derecha frente al nuevo gobierno a formarse en el 2022. 

Lo que es considerado como un error estratégico de algún dirigente (Franco Parisi de PDG quien había obtenido la tercera mayoría en noviembre, por caso), es pretender “transferir” los votos obtenidos en 1ª vuelta a Kast, como decisión de última hora, siendo que, en realidad, la mayoría de sus votos desoyeron la manda, y eso [perder votos], termina socavando la propia legitimidad como líder de un grupo o corriente.  La lección aprendida: los votos no se endosan sin pagar un costo.

La discusión sobre el futuro próximo de esta punta del espectro ideológico chileno, parece estar hoy centrada en la cuestión de exclusión o integración de ex candidatos y fuerzas políticas independientes formalmente al mismo. Es que cada cual, a partir de la experiencia del fracaso por ‘amucharse’ con los ultras y, la consiguiente pérdida de escaños y posiciones ante la sociedad, pretende evitar que sus respectivos proyectos se desdibujen, por ejemplo, los más liberales de la “asociación”. Eso además quedó demostrado, cuando ciertos dirigentes de estos espacios, no figuraron (voluntariamente) en la segunda vuelta presidencial. Una conclusión que podemos asegurar (a nuestro riesgo) es que, por las críticas recibidas, y, apoyos retirados …  “Kast no va a ser el líder de la oposición”.

Otra autocrítica que surge de la propia derecha – a la luz de los resultados del comicio – es el desentendimiento con los jóvenes, siendo esto la clave en un país como Chile, en que la sociedad reclama modernización, como quedó patentizado en sus manifestaciones populares desde el 2019.

Toda esta crisis, frente a un nuevo gobierno de sesgo claramente centroizquierdista, que hoy representa la esperanza de cambios para la mayoría, es decir, transformaciones que signifiquen conquistas reales para la gente que, atento a las condiciones de época [pandemia, recesión económica generalizada, crisis climática, etc.] y lo mucho culturalmente a desarraigar [reflejos autoritarios, prejuicios sociales, etc.] en la sociedad chilena, conforme el proyecto de gobierno ganador, se harán (si es inteligentemente) en paz y gradualmente. 

Pero esta nueva ola progresista no implica que, la derecha aminore su actividad ni su potencia. La experiencia de la campaña, con discursos convocantes al desnudo, y sus resultados, nos hablan de que la ultraderecha vino a quedarse. Solo por ahora podemos destacar que, al perder un negacionista como Kast, Chile tal vez ha escapado de repetir la tragedia del Covid como observamos la provocada en Brasil por su mentor Bolsonaro.

El progresismo y la nueva izquierda chilena

Boric, el sureño “Magallánico”, naturalmente por su juventud y funciones (es legislador) no tiene experiencia ejecutiva, pero ha agrupado personas experimentadas para acompañarlo adecuadamente en su gestión, y podrá así abordar los muchos «problemas relevantes». Por otra parte, su gobierno debería caracterizarse por convocar a la gente del común, al momento de las grandes decisiones, para que aporten propuestas de soluciones y sentirse a la vez, identificadas con y partícipes del gobierno.

Las metas más obvias (y promesas de campaña) tiene que ver con profundizar la justicia social, incrementar los derechos de las mujeres y las diversidades, mejorar las condiciones económicas de las personas, mejorar las pensiones y el sistema de pensiones e implementar la «Nueva Constitución». Esos cambios son por los que se expidió la mayoría social en el plebiscito de octubre de 2020, y el modo propuesto es el ideario de la centroizquierda, de la socialdemocracia donde abrevan el electo y sus aliados. Por tanto, para mantener la sintonía con las mayorías populares, deberá empeñarse a cumplirlas.

En la estrategia política a desplegar, podrá incluir como objetivo cooptar a muchos votantes del Partido de la Gente que también quieren cambios. Ese partido, formado por el perdidoso Franco Parisi, economista residente en EE.UU. es de tendencia claramente de derechas, sin embargo, también pretenden cambios formalizados de diferentes maneras, no todas democráticas, pero propugnan ampliaciones y modificaciones al funcionamiento del país que pueden conciliarse con el proyecto presidencial. Al fin de cuentas, el ideario de Boric es socialdemócrata (categoría que nos ayuda a ubicarlo internacionalmente), lo que lo acerca a otros presidentes latinoamericanos referentes (Argentina, Perú, Bolivia, México), y lo aleja de alguna comparación prejuiciosa con líderes revolucionarios latinoamericanos, como Maduro, Ortega o Miguel Díaz-Canel.

Epílogo 

Cerrando nuestro artículo a modo de síntesis digamos que se impone seguir de cerca el proceso político chileno, por lo novedoso que representa y por la oportunidad que tienen los gobiernos nacionales, populares y progresistas para asistir y sumar un nuevo liderazgo en la región. 

Al mismo tiempo, tengamos presente que, la derecha chilena, tan arraigada como parece y es, (a juzgar su 44% resultante de adhesión), si resuelve sus contradicciones internas y recelos, se consolida como coalición permanente, aún a despecho de perder algún socio menor en el trámite, es una fuerza ponderable a atender. No queda en el desierto. Es una masa que, si no irrita a la ciudadanía fingiendo un centrismo que no tiene en realidad, por ejemplo, o, excluye las referencias republicanas extremas y mantiene sus conductas dentro del protocolo democrático, actitud que estos días parece haber adoptado su (por hoy) máximo referente, J. A. Kast, aún en el llano, constituye en un capital político harto competitivo y expectante del poder.

Es por todo ello, que la centro izquierda ideal que logró catapultar al segundo mejor en la primaria a la Casa de la Moneda, deberá reforzar su empeño en mantener esa voluntad mayoritaria, haciendo lo que pide el pueblo. Las élites ya se empacharon durante décadas.

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Diciembre de 2021