Por Luis Gonzalo Segura
Hoy vivimos bajo la dictadura del Capital y, quién lo iba a decir, del (Neo) Liberalismo. Un estudio de Crédit Suisse asegura que el 45% de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico y que el 90% de la población solo dispone del 20% de los recursos. Tal es la insostenible situación –parece que inexorable–, que las crisis, esas que a los ciudadanos tanto nos afectan –el 60% del planeta sobrevive con menos de 10.000 dólares–, solo sirven para aumentar el número de los millonarios. Y es que, hoy, 47 millones de personas controlan 360 billones de dólares: 24 veces el PIB de la Unión Europea, 20 veces el PIB de Estados Unidos, casi 100 veces el PIB de Alemania, casi 200 veces el PIB de Brasil y 800 veces el PIB de Argentina. El futuro es todavía más aterrador si no hacemos algo al respecto: en 2030 el 1% más rico poseerá casi el 70% de la riqueza.
Sin embargo, ningún régimen ha esbozado con tal impudicia los Derechos Humanos ni ningún régimen ha sido abrazado con tal fraternidad –y temeridad– por los oprimidos y los pobres. Y es que la realidad ha superado a la distopía: Orwell, Huxley, Zamiatin…
Junto a la opulencia de unos pocos, la pobreza extrema ahoga a la mayoría del planeta. Solo en 2019 más de 100 millones de personas estaban en riesgo de fallecer de hambre extrema, más de 800 millones vivían en una situación de hambre crónica y hasta 2.000 millones de personas padecía algún tipo de inseguridad alimentaria.
La dictadura neoliberal impuesta por los más ricos es cada vez más sólida y más perfecta: controla a los gobiernos para que la protejan y a los medios de comunicación para que los ciudadanos la amen. Quizás nunca en la historia haya existido una tiranía tan unánimemente amada, deseada y venerada
Además, se calcula que en Estados Unidos, la cuna del Paraíso Capitalista, viven unos 15 millones de niños pobres, cifra que en Europa todavía es más alta: 25 millones de niños pobres. La media, en cambio, es la misma: uno de cada cinco niños. Un dato estremecedor.
Porque para que haya ricos y empresas cada vez más ricas, tiene que haber cada vez más pobres, pobres de solemnidad y muertos de hambre.
La FAO concluyó en 2015 que para erradicar la pobreza en el año 2030 sería necesario invertir 160 dólares anuales por persona (2.400 dólares a 15 años). Para hacernos una idea: con la riqueza de Jeff Bezos, más de 59 millones de personas dejarían de ser pobres; con la de Bill Gates, más de 39 millones; y con la de Warren Buffett, más de 35 millones. Solo con estas tres fortunas, el hambre extremo, los más de 100 millones de personas que cada año están en riesgo de morir de inanición, quedaría erradicado. Si sumáramos a las tres fortunas anteriores las de Bernard Arnault (su fortuna daría para paliar el hambre 31,6 millones de personas), Mark Zuckerberg (27,3), Amancio Ortega (26,5), Carlos Slim (25), Larry Page (22,8), Larry Ellison (22,5) y Sergey Brin (22,2), esto es las diez mayores riquezas del mundo, más de 300 millones de personas dejarían de pasar hambre. Con las veinte mayores fortunas, serían más de 500 millones…
Peor aún: un millón y medio de niños fallece al año por enfermedades para las que existen vacunas. Pregunten a las farmacéuticas y estas responderán: la farmacéutica norteamericana Pfizer obtuvo en 2019 un total de 16.273 millones de dólares de beneficio, un 46% que durante el año anterior. En el colmo de la avaricia y el expolio, en muchos casos, esos beneficios se obtienen gracias a investigaciones o soportes públicos o privados. Un ejemplo perfecto sería el medicamento trastuzumab: el 50% de los ensayos clínicos fueron financiados por universidades, centros o fundaciones para que la empresa propietaria –Roche– consiguiera ingresar 60.000 millones de euros en concepto de ventas.
Un último dato, solo con el gasto militar mundial, 738.000 millones de dólares, más de 300 millones de personas dejarían de pasar hambre en el mundo.
Propuestas para un mayor y mejor reparto de la riqueza
No será fácil. La dictadura neoliberal impuesta por los más ricos es cada vez más sólida y más perfecta: controla a los gobiernos para que la protejan y a los medios de comunicación para que los ciudadanos la amen. Quizás nunca en la historia haya existido una tiranía tan unánimemente amada, deseada y venerada. Pero, quizás, el mayor sustento de esta cruel distopía convertida en realidad se base en una gran estafa, pero a la vez en una gran realidad: el sueño americano. Es decir, cualquiera puede llegar a convertirse en un tirano, de hecho, la democratización de la tiranía es tal que a día de hoy no hay un tirano que nos gobierne a todos, sino 47 millones. Y subiendo. Y la mayoría de los otros 7.000 millones de personas no aspiran a derrocar a estos 47 millones de tiranos para construir un mundo mejor, sino que compiten para llegar a convertirse en otro tirano o, de no ser posible, para servir a la tiranía con las mayores contraprestaciones posibles. Y es que es una dictadura basada en el egoísmo y la ambición. Es un pacto con el diablo.
El planeta ya no soporta el sistema económico impuesto por los más ricos, los pobres cada vez son más pobres y cualquier día pueden despertar de golpe de la distopía. Los más ricos debe decidir: reparto de riqueza hoy o colapso de imprevisible consecuencias mañana.
Aun asumiendo que el reto no resultará ni mucho menos sencillo, debemos trabajar para concienciar a la ciudadanía de la necesidad de construir un mundo mejor. Para ello, es fundamental que los más ricos paguen más impuestos, los estados vuelvan a recuperar parte de las estructuras desmanteladas, se eliminen los paraísos fiscales, se reduzca el gasto militar, se implemente una renta básica universal a nivel mundial y se establezca un salario mínimo mundial.
De todas ellas, quizás, la que más recorrido ha tenido ha sido la imposición de un renta básica universal que permita que todas las personas puedan cubrir unas condiciones mínimas vitales. Finlandia y Canadá realizaron pruebas que no resultaron concluyentes; en Irán, el gobierno ingresa, con éxito, el 29% del ingreso medio de los hogares todos los meses desde 2011; en Kenia, existe una especie de renta básica que reciben 25.000 personas; y en España, en breve se implementará un renta mínima vital de unos 450 euros mensuales que debería llegar a un millón de hogares –no es una renta básica universal–. Además, España, Italia y Portugal han impulsado el pago de una renta mínima nacional en Europa, aunque no parece que vaya a tener mucho éxito.
Por otra parte, en España se ha planteado, aunque no parece que vaya a tener éxito, la implementación de un impuesto a los ricos que conseguiría recaudar 11.000 millones de euros anuales, esto es cuatro veces lo que cuesta la renta mínima para el millón de hogares más pobres de España. De llevarse a cabo, cuatro millones de hogares, casi veinte millones de personas, podrían beneficiarse de una renta con el pago anual de un impuesto que oscilaría, de forma progresiva, entre el 2 y el 3,5% de su patrimonio, a todos los que tuvieran un patrimonio superior al millón de euros. Que paguen más impuestos unas 110.000 personas para que cuatro millones de hogares, casi veinte millones de personas, pasen menos hambre, no parece ni mucho menos una mala idea. Aunque no todas las personas piensan igual, seguramente porque los medios de comunicación que controlan, directa o indirectamente, precisamente, algunos de los 110.000 más ricos, ya está torpedeando la propuesta.
Sin embargo, la cuenta atrás avanza. El planeta ya no soporta el sistema económico impuesto por los más ricos, los pobres cada vez son más pobres y cualquier día pueden despertar de golpe de la distopía y… Los más ricos debe decidir: reparto de riqueza hoy o colapso de imprevisible consecuencias mañana.
Fuente: Actualidad RT