En su discurso el primero de mayo, en San Pablo, Lula propuso la adopción de una moneda única que acelere el proceso de integración en América Latina.
La propuesta del exmandatario se basa en un artículo publicado por Fernando Haddad, excandidato del PT a la presidencia de Brasil y actual candidato a gobernador de San Pablo, y por Gabriel Galípolo, joven economista universitario, en Folha de S.Paulo.
Los autores mencionan que, frente al proceso lento de avances en la integración e, incluso, por momentos de retrocesos, la creación de una moneda sudamericana podría impulsar ese proceso, fortaleciendo la soberanía monetaria de los países de la región, que enfrentan limitaciones económicas por la fragilidad internacional de sus divisas.
“Si dentro de cada nación, el Estado y sus monedas son soberanos, en la relaciones internacionales la lógica es distinta”, dicen los autores. La jerarquía entre monedas nacionales en el sistema financiero internacional, con el dólar ocupando el tope, confiere a Estados Unidos el privilegio de emitir moneda internacional.
El uso de la moneda en el ámbito internacional, tema insoslayable con la guerra de Ucrania y las sanciones a la Rusia, renueva el debate sobre sobre la soberanía y la capacidad de autodeterminación de los pueblos, especialmente para países con monedas no convertibles. Como en amenazas bélicas, las reservas internacionales funcionan como una defensa de las monedas domésticas. Pero con países emergentes, todos sufren limitaciones económicas dada la fragilidad internacional de sus monedas.
El inicio de un proceso de integración monetaria en la región es capaz de generar una nueva dinámica a la consolidación del bloque económico, ofreciendo a los países las ventajas del acceso y gestión compartida de una moneda con mayor liquidez. Una moneda emitida por un Banco Central Sudamericano, con una gran capitalización inicial hecha por los países miembros, proporcional a su participación en el comercio regional. La nueva moneda podría ser utilizada tanto para flujos comerciales como financieros entre países de la región.
Los países miembros serían acreditados con una dotación inicial del SUR, teniendo libertad para adoptarla en sus países o mantener sus monedas. Las tasas de cambio entre las monedas nacionales y el SUR serían fluctuantes.
La creación de una moneda sudamericana es la estrategia para acelerar el proceso de integración regional, constituyendo un poderoso instrumento de coordinación política y económica para los pueblos de la región. Es un paso fundamental en la dirección del fortalecimiento de la soberanía y la gobernanza regional, que seguramente se mostrará decisivo en un nuevo mundo.