Por Javier Buenrostro
Este 1 de julio entró en vigor el acuerdo económico entre México, EE.UU. y Canadá, conocido como T-MEC (USMCA, en inglés) y que es una puesta al día del antiguo Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN o NAFTA), que venía implementándose desde 1994. En tiempos de la más grande recesión económica en casi un siglo, son noticias alentadoras para la zona norte del continente americano, sobre todo ahora que pasaremos de una economía completamente globalizada a una regionalización de las cadenas de valor.
La reorganización del mundo post-coronavirus estará marcada por el replanteamiento de las cadenas de suministro y producción o, como dicen los economistas, se relocalizarán las proveedurías cerca del consumidor final, o sea, se regionalizarán la oferta y la demanda. Esto se muestra de manera evidente en la discusión que existe en la Unión Europea sobre la reindustrialización de este continente y la propuesta de sacar varias de sus líneas de producción de China.
Si hay algo que alteró la pandemia fueron el tiempo y el espacio de la modernidad capitalista. El horizonte de expectativa se ha reducido enormemente y con ella cierta economía que jugaba con el futuro, desde los bonos y la deuda a largo plazo, hasta la industria del turismo y el ocio, como AirBnB y las líneas aéreas de bajo costo. El espacio se ha fragmentado y ese mundo globalizado no desaparecerá por completo pero se moverá en bloques, no definidos ideológicamente como en 1984, la novela de George Orwell, o durante los años de la Guerra Fría, sino por simples cuestiones elementales de conveniencia geográfica.
En el futuro cercano parecen dibujarse tres grandes bloques unificados con algunos países o zonas como enlaces. Por una lado, está lo que será el centro de la economía mundial durante el siglo XXI: la región del Pacífico asiático con la presencia preponderante de China, pero donde también participan Japón, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Australia, entre otros. Otro bloque es el de la Unión Europea, con una nueva política de reindustrialización, impulsada por Alemania después de la problemática de insumos médicos y manufactura creada por el Covid-19, y donde la mayor dificultad significa el papel del Reino Unido después de la insensatez cometida con el Brexit.
La región de Norteamérica pinta para ser el tercer gran bloque económico, sobre todo si se logra que el intercambio con Asia no se interrumpa, a pesar de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China. En este punto, México puede jugar un papel no solo como miembro del bloque de Norteamérica sino de bisagra con Asia, concretamente con China. Otros países y zonas que pueden jugar similar papel son Turquía (Asia-Europa), Rusia (Asia-Europa), Brasil (Asia-América del Sur) y el Océano Índico, con los Golfos Pérsico, de Omán y de Adén (Asia-África).
En este nuevo mapa geopolítico hay dos dudas: India e Irán. India no solo concentra una gran cantidad de mano de obra barata (la única capaz de competir con la china), sino que es un gran productor y exportador de materia prima, a la vez que puede insertarse sin problema en economía digital y la tecnológica. En varios de estos sectores tiene excelentes relaciones comerciales con Estados Unidos e Inglaterra, algo que podría seguir conservando a corto y mediano plazo.
Sin embargo, a largo plazo todo indica que la relación con China se fortalecerá debido a la cercanía geográfica, pero principalmente a la importancia que el Océano Índico tendrá para ambos en su relación con África, el espacio que promete ser el de mayor disputa y conflicto internacional para la segunda mitad del siglo XXI.
Irán también podría jugar un papel importante en el escenario internacional, pero su alto contenido ideológico y religioso a nivel estatal lo hacen un socio inestable para todos los actores internacionales, desde el evidente caso de Estados Unidos, pasando por su relación de altibajos con los principales actores de Asia Central (China, India, Rusia), y la compleja relación que guarda con el mundo musulmán, al ser un país de mayoría chiita, algo que genera tensión con los países de mayoría sunnita (casi todos), especialmente con Arabia Saudita.
Volviendo a la región de Norteamérica, para México, el T-MEC es fundamental en estos momentos ya que esta área geográfica es nuestro principal mercado de exportaciones. Estados Unidos es el destino de más del 80 % de las ventas de bienes y servicios de México internacionalmente, y Canadá es nuestro tercer socio comercial. Las nuevas reglas de origen del T-MEC tendrán consecuencias directas en la manufacturación de muchos productos, especialmente el sector automotriz, que a su vez tendrá un gran impacto en cuestiones laborales en México. Asimismo, con las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China que parece serán de larga duración, México se puede convertir en un proveedor en el mercado estadounidense de algunos productos que dejen de importarse del gigante asiático.
En la economía post-coronavirus, el T-MEC es vital para la reactivación económica en el futuro inmediato, sobre todo en lo relacionado a la generación de empleos, que es lo que más se ha visto afectado a nivel mundial. Incluso, el envío de remesas de los mexicanos en Estados Unidos representa el mayor financiamiento de dinero del exterior con casi 40.000 millones de dólares anuales, más que la inversión extranjera directa (IED) o las divisas que deja el turismo y solo por debajo de los ingresos petroleros. La reactivación de toda América del Norte es clave para México, principalmente porque es la base de la economía laboral y popular. No es de extrañar que López Obrador describa a nuestros migrantes como “héroes nacionales”.
En este contexto de entrada en vigor del T-MEC es que López Obrador visitará Washington la próxima semana, en un viaje que ha sido fuertemente criticado. Pero hay que decir que es una visita entre jefes de Estado y que muchas de las críticas están basadas en posturas ideológicas en contra de Trump, o alegando un mal momento debido al proceso electoral estadounidense y la caída del presidente estadounidense en las encuestas. Es decir, lo hacen de manera coyuntural. En ese sentido, López Obrador tiene que hacer todo lo que esté a su alcance para iniciar la reactivación económica cuanto antes, sobre todo la vinculada al mundo laboral y de los sectores populares, incluyendo los destinatarios de las remesas, a la vez que potencia el papel de México en uno de los bloques económicos más importantes en el futuro.
López Obrador actúa pensando tanto en lo local como en lo global. Esa es la responsabilidad y compromiso de un estadista, y no solo realizar acciones de oropel que satisfagan a sus acérrimos críticos, quienes además nunca lo estarán, sin importar lo hecho o dicho. Veremos pronto cómo le sale la apuesta.
Fuente: Actualidad RT