Por: Roberto Candelaresi
Un modelo de país en juego
Los candidatos electos en las P.A.S.O. reflejaron el resultado previsto de 3 “tercios” positivos, con la única “novedad” de Javier Milei siendo el más votado. La proporción se sostiene si no incluimos «ausentes», con un significativo nivel, en cuyo caso la división consistiría en “cuartos”.
Se acepta la inferencia de que la pérdida de votos del oficialismo [comparados comicios de 2019 / 2021 del Frente de Todos]. está vinculada a una abstención de ex votantes de esa fuerza -las matemáticas parecen fundar la conclusión-, que expresaron de ese modo su disconformidad con los alcances de lo actuado por el gobierno.
Asimismo, es plausible la deducción que, los ausentes parecen estar conscientes que los problemas que aquejan a gran parte de la población, no serían solucionados por las grandes dos alianzas que hoy lo enfrentan, sino tal vez sus propuestas tiendan a agravarlos, al punto de que no se inclinaron por esas opciones.
En octubre se pone en juego que modelo de país comenzará a aplicarse a partir del 10 de diciembre, o, si se mejora y reforzará el que hoy representa la fórmula Todos por la Patria. Protección de derechos y equidades con desarrollo en un marco de solidaridad, o; libertad autorregulada por el Mercado para crecer en versión individualista.
La oposición, mayoritariamente condensada en expresiones de derecha, apenas matizadas entre sí, aprovechan políticamente los problemas aún irresueltos en materia económica, para proponer un nuevo tipo de «contrato social», a puro riesgo de la iniciativa personal, y sin los “costos” de la protección social. Es claro que los únicos beneficiados en un marco tal, son los conglomerados económicos – nacionales y extranjeros –, que gozarían de «amplia libertad» para imponer sus intereses, desterrando el concepto de “justicia social” tan caro al sentir popular.
Frente a la contingencia de la devaluación requerida por el FMI, cuyo índice fue muy moderado para las pretensiones originales del organismo, pero tuvo su impacto en la ya de por sí disparada de precios, y, la feroz presión de operadores financieros locales para magnificar las diferencias en el mercado marginal, depreciando los salarios e ingresos de las mayorías, el gobierno impulsó una serie de medidas estratégicas en materia económica, financiera y fiscal, para generar un escenario de reducción de la incertidumbre y para proteger salarios e ingresos en el contexto. La apuesta estratégica con medidas – no aisladas – que se suman periódicamente, es para tratar de estabilizar la economía y lograr un crecimiento con equidad y mejor distribución de los ingresos. Esto último define un MODELO DE PAÍS inclusivo y con justicia social.
Ultraderecha peligrosa
Desde las elecciones legislativas de 2021, en la coalición opositora Juntos por el Cambio – que se impuso a nivel nacional –, comenzaron a probarse la banda presidencial. Pero en aquella fecha, asomaba una nueva fuerza política, el histriónico “economista” Javier Milei, que en esos comicios obtuvo “sorpresivos” buenos guarismos (superando expresiones de izquierda e independientes) especialmente en la CABA y en la provincia de Buenos Aires. Una nueva marca política, particularmente curiosa en distritos de menores ingresos.
Friedrich Hayek y Ludwig von Mises de la Escuela Austríaca de Economía, sus inspiradores, y seguidor a nivel local de Alberto Benegas Lynch, referente de la Sociedad de Mont Pelerin. ¿Como es que un candidato teniendo tales tutores intelectuales, dogmáticos del individualismo, comience a sumar respaldos en una población tradicionalmente solidaria?
El desgaste social de la pandemia, después de 4 años de retroceso por el gobierno macrista, vuelve a producir un cansancio y un descontento con el gobierno, una sensación de crisis en el humor social que, además, por la falta de un porvenir con salidas promisorias, repite el descreimiento o rechazo al conjunto de la «clase política» [¿casta?].
La alta inflación (duplicada por maniobras especulativas) fogonea la insatisfacción social, el «todo está mal» se expande y genera una sensación de la necesidad de un cambio de raíz en el sistema político. Esta adhesión al sentir común, es el que aprovecha Javier Milei, para ofrecer ese cambio radical.
Estrategias erróneas
J x C siguió polarizando con el Kirchnerismo (Peronismo, en rigor) y U x P (Unión por la Patria) subestimó el malestar social de la crisis económica, así, el novedoso fenómeno del 2021, triunfó en 16 de los 24 distritos electorales este año, sumando un 30% totales, es decir consolidando su 1/3.
Acercándose a la oportunidad del Poder, Milei comenzó a matizar algunas de sus inviables propuestas, aunque continúa con el centro de su estrategia, de ofrecer una vía para canalizar el malestar social creciente. Esa supuesta empatía, es relativizada hoy por las medidas que referimos anteriormente, el gobierno (y el candidato oficialista como protagonista) está tomando, en pos de morigerar efectos inflacionarios y sostener el poder adquisitivo de medios y bajos ingresos.
El oficialismo debe ser consciente de que, la situación es delicada; las ‘derechas’ sumaron muchas voluntades, y ahora el peligro de la ultraderecha está al acecho.
Un “súper ajuste” es un riesgo cierto
Ambos candidatos presidenciales de la derecha, prometen medidas drásticas de ajuste, y se atreven a adelantarlas fundados en escenarios (con matices entre ellos) hipotéticos desastrosos, si no se modifican algunas pautas y leyes. En la tergiversación o confusión que producen en el debate político, exhiben falsamente como los orígenes de las dificultades actuales, algunos derechos elementales del trabajo y de los pasivos, que habría que abolir para «estar mejor».
El Estado es estigmatizado como ineficiente, proponiéndose el rechazo a la acción del mismo o la llana neutralización de sus instancias (el Banco Central, las empresas públicas, etcétera). Se demoniza el propio ejercicio democrático de la política, con falacias sobre mal uso de recursos públicos o existencia de corrupción en la burocracia. Para “solucionar” el statu quo, se propone retornar a experiencia neoliberales (como la de Cambiemos), o planes extremos e inconsistentes de La Libertad Avanza.
Los costos de la educación, el transporte o la energía, serían prohibitivos para la gran masa, de eliminar los subsidios tal como proponen ambas expresiones opositoras. Las prestaciones sociales se verían drásticamente disminuidas, con el solo propósito declarado de bajar el gasto primario, y para colmo, pretenden disminuir la «carga impositiva», con lo que el beneficio sería al gran empresariado, mientras se desfinancia el propio Estado.
A esa salvaje “flexibilización”, el gobierno popular propende a generar compensaciones y derechos con una amplia batería de medidas en curso. Se impulsa al trabajo formal con todos los derechos laborales correspondientes, en claro contraste con aquella. Proyecto distribucionista e inclusivo.
Los intereses que antagonizan
Hasta acá hemos tratado de describir proyectos contrapuestos; derecha, ultraderecha y popular. Todos los proyectos políticos y económicos que se enfrentan, además, tiene implicancias de carácter ideológicas y culturales, inclusive de principios morales.
Esta característica de la pugna queda en estos días en evidencia, cuando cambiemitas y libertarios, que hasta ayer proclamaban la baja genérica e integral de impuestos como una concepción dogmática, hoy se oponen “irracionalmente” a las iniciativas del gobierno tendiente a favorecer a trabajadores y consumidores, con el argumento de evitar un «agujero fiscal». Esto último, sin considerar lo que el Ministerio de Economía expone como fuentes de financiamiento (impuesto País, gravamen tipo “OCDE” del 15% a las ganancias de las corporaciones multinacionales, y el aumento de la recaudación por nuevo consumo). Una controversia FICTICIA.
La verdad, es la tradicional aprensión de la derecha nacional (en ambas vertientes actuales) a ideas distribucionistas, toda vez que sus modelos se sustentan en bajos ingresos y salarios para las grandes mayorías en pro de núcleos concentrados.
La convivencia en peligro
Otras cuestiones ideológicas que atañen al proceso electoral, son relativas a los valores democráticos, ya que desde la ultraderecha – a despecho de la voluntad expresa de la mayoría ciudadana relevada en encuestas – reivindica a la dictadura, son negacionistas y reclama «justicia igualitaria» para los represores encarcelados por delitos de genocidio y crímenes de lesa humanidad. Por su parte, la derecha conservadora de J x C, a través de su candidata, P. Bullrich, descalifica al kirchnerismo al que según ella «habría que exterminar».
Se aprecia entonces que la opinión pública cuenta con más reserva democrática que estos dirigentes de las derechas, que no se afirman en valores de convivencia y de respeto a otras ideas, con la consecuente aceptación de diferencias identitarias políticas, culturales, religiosas y de cualquier otra índole.
La decisión está en el pueblo soberano. Esperemos que prevalezca el sentido democrático que importan los valores que decimos abrazar. Octubre espera la definición popular; ¿la emotividad o la racionalidad prevalecerá?