Por: Roberto Candelaresi
Para abundar el tratamiento sobre el tema que nos ocupa, van estos apuntes que pretenden aclarar algún aporte anterior, o simplemente enriquecer el panorama de un problema que quisimos dar cuenta por su gravedad antropológica, socioeconómica y política que se difunde vigorosamente por el mundo occidental …
Retomando la introducción
Sostuvimos en el artículo precedente, que existe una corriente de acción política que, como proceso internacional, se va difundiendo por el hemisferio occidental, propiciada por una sociedad despolitizada, desobediente, inorgánica y autoconvocada en la protesta, y un crecimiento político del conservadurismo popular en las elecciones de los últimos años.
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En nuestro país, ni el modelo de libre mercado, ni el pseudo progresismo respondieron acertadamente al nuevo escenario político, económico, tecnológico y social que demanda la sociedad hoy. Con especial mención a una clase media en declive, amalgamada como usuaria de redes sociales, carente de una ideología política uniforme y con diversidad de reclamos, que resulta vulnerable –aunque no exclusivamente– a los ‘cantos de sirena’ de un discurso prometedor, con consignas que atienden (retóricamente) a demandas social y culturalmente transversales, y prometen una “transformación” beneficiosa para quienes se lo merecen (¿?) Eso es lo que hace el populismo de derecha habitualmente, que encarna con tanta fidelidad Javier Milei.
Profundizando Características
La Corrupción, la Otredad, y la (in)Seguridad son temas fundamentales con los que se ensambla el discurso de la Derecha populista, y figuran siempre en la agenda. Para desarrollar esos ‘issues’ [asuntos] siempre aplican la lógica binaria, estableciendo una escala moral reduccionista. Lo contrario es todo lo malo, enemigo o amenaza, podría decirse.
Al tratar a aquellos temas, en el discurso se relaciona con el concepto populista del amigo-enemigo, nosotros-ellos, la gente-la elite. Desde luego, el líder populista es quien interpreta la voluntad general y pretende eliminar todo lo corrupto, o lo diferente, justamente lo que “los de arriba” pretenden defender, dado que la élite está corrompida y se sirven del “otro”, y, además, no respeta lo que necesita la gente.
Tienen así los populistas de derecha un doble rechazo: el vertical que refiere a las élites, y el horizontal, que es al otro, el distinto, el inmigrante, el pobre.
En cuanto al tema de la SEGURIDAD, emplean como un marco conceptual muy potente, la amenaza latente. Téngase presente que los frames o marcos conceptuales son las estructuras mentales a partir de las cuales seleccionamos, interpretamos y evaluamos la información recibida. Los medios y las redes pueden predisponernos mal o bien a ciertos actores, actividades, ideas, etc. En ese orden, dentro del populismo se suele emplear la noción de «seguridad» como disparador del miedo.
Cuando existe TEMOR SOCIAL, por una amenaza (real o ficticia) o peligro colectivo, se genera una sensación de inseguridad que, a su vez, da base [justifican] a dispositivos de excepción. Es decir, la sociedad acepta se restrinja el Estado de Derecho (como ignorar algunas garantías constitucionales). Aclaremos, además, que, el discurso populista de derecha, se nutre de TEORÍAS CONSPIRATIVAS, que activan distintas estrategias gubernamentales.
Aquellas teorías son poderosas ante ciertas audiencias, porque son intrínsecamente coherentes, pero se basan en un prejuicio como premisa inicial, y, además, son incomprobables y dependen de creencias preestablecidas. Para la derecha, es vital mantener y alimentar los miedos, los prejuicios y la polarización de la sociedad. Solo así pueden imponer sus valores autoritarios, y ese es el verdadero peligro.
Finalmente mencionemos que, para sostener su narrativa, el populismo suele practicar la manipulación estadística, exhibiendo datos de dudosa procedencia, inexactitudes, o relaciones espurias entre variables sin respaldo ni teórico, ni empírico. En otros términos, la realidad se compone de su interpretación de los hechos. La evidencia no es importante. Lo relevante es confirmar los prejuicios, las creencias preestablecidas, la propia narrativa. El resto no existe.
Por todo esto, el dialogo y el consenso como herramientas para la transformación y mejoras en la sociedad, son relegados o incluso eliminados del menú. Prevalecen promesas vacías, un discurso de odio y visiones antidemocráticas, riesgoso en un contexto donde las sociedades como la nuestra, han perdido el sentido de la deliberación pública, de la consulta popular y de la búsqueda del bien común.
La representación política se diluye porque total, el líder actúa en nombre del pueblo, “encarna sus intereses”. Además, el estilo populista – al menos en el caso argentino – aprovecha la era en la que vivimos, de cibercultura y prescindencia de mediadores, para lograr adeptos. Por eso las comunicaciones vía redes sean tanto o más importantes que los medios tradicionales, y, que se estimula demagógicamente el IDEAL POLÍTICO de la democracia directa.
Su aceptación es porque puede parecer la receta perfecta en situaciones de crisis, y hoy además de lo material, hay una crisis de la democracia representativa. El populismo aparece como síntoma de ella.
Mas que ideología, es un estilo de gobernar. Nadie ha propuesto todavía una teoría conceptual detallada del populismo, y parte de la razón es que el populismo es menos una ideología que una herramienta retórica. Remite más a un estilo que a un contenido.
A la opacidad de las élites, se le contrapone la transparencia. También se redefinió el juego político toda vez que, mediante redes sociales, se desinforma y se presentan reducciones simplistas de la realidad, repitiéndolas hasta viralizarlas, después de lo cual, adquieren el status de «verdades» indisputables.
La matriz de concentración no cambia, e incluso se incrementa. Surge como “solución” ante una democracia agónica, prometiendo un “CAMBIO” esperando que la gente crea para que no estalle el conflicto.
Y esta última, siendo la verdadera meta de los liderazgos populistas, siempre intrínsecamente reaccionarios, es la peligrosa contrariedad con el sistema democrático y con la posibilidad de revolucionar las condiciones materiales de vida de las mayorías hoy sojuzgadas, de la Humanidad.
Tome el pueblo la consciencia de la realidad.