Se cumplieron 34 años del femicidio de Alicia Muñíz

El 14 de febrero de 1988, el histórico boxeador Carlos Monzón asesinó a su pareja. En ese momento, el hecho se entendió como crimen pasional y se relativizó. Hoy, tras un largo recorrido, la violencia de género no se naturaliza: un femicidio no se comete por amor.

Cuando aún no existía la definición femicidio, cuando aún no se había cambiado la ley, cuando la violencia de género era silenciada, se cometía el primer crimen contra una mujer por una persona con conocimento público. El “Día de los Enamorados”, pero de 1988, el ex boxeador Carlos Monzón estranguló y tiró por el balcón de Mar del Plata a Alba Alicia Muñiz, la modelo y actriz uruguaya.

“Nos caímos con Alicia del balcón. Tuve una discusión con mi señora, que se quiso tirar por el balcón, me agarró a mi y nos caímos los dos”, dijo Monzón en su primera declaración.

La autopsia lo contradijo, reflejaba que el boxeador había hecho “presión digital sobre el cuello hasta producirle un estado de inconsciencia para lanzarla luego intencionalmente al vacío en una actividad dirigida ostensiblemente, de manera directa y efectiva por su modalidad y desarrollo a lograr la muerte de la misma”.

Susana Giménez: «Me tuve que abrir de la vida de Monzón para no ser yo Alicia  Muñiz» | La Banda Diario
Foto: LBD

Monzón fue declarado culpable por “homicidio simple” , no fue agravado por el vínculo porque estaban casados en otro país. Lo condearon a once años de prisión, de los cuales solo cumplió 5 y 6 meses. Estaba a días de obtener la libertad condicional por “buen comportamiento”, cuando murió en un accidente automovilístico en 1995.

Al momento del crimen, llevaban nueve años de relación con varias separaciones en el medio. Él tenía antecedentes violentos. Ella presentó dos denuncias que fueron desestimadas. Para su amiga Myriam Caprile fue la “crónica de una muerte anunciada”.

Muñiz tenía 32 años cuando fue asesinada. Había actuado con Jorge Porcel y Alberto Olmedo. Compartió escenarios como vedette junto a Moria Casan, Mimí Pons y Adriana Aguirre. También había participado de varias películas.

En 1978 conoció a Monzón. Ella en un gran momento de su carrera y él estaba retirado del boxeo. Se había separado hace unos meses de Susana Giménez, que había denunciado públicamente sus arranques violentos. Antes, Mercedes Beatriz “Pelusa” García, exesposa, había sufrido agresión física 11 veces.

A menos de un años de comenzada la relación, Alicia quiso separarse, pero volvió con él. Los celos posesivos complicaban su carrera y se elejaba cada vez más. Se puso una peluquería y bajó su perfil público. Como la mayoria de las mujeres víctimas de violencia de género le creia cuando le decía que iba a cambiar o le pedía perdón. En 1981 se casaron en Miami. El diciembre de ese mismo año nació Maximiliano, el único hijo de la pareja.

“Carlos está tomando mucho”, dijo Alicia a la prensa en 1983. “Monzón es como un chico que lo quiere todo. Es un hombre que no admite la verdad de los otros. Tapa los problemas, no los quiere ver. Y cuando tiene uno, reacciona agresivamente”, fue otra de sus declaraciones a la prensa. Dicen que ella llegó a decirle en un boliche: “Estoy harta de que me pegues”.

El 12 de agosto de 1986 lo denunció por violencia doméstica. Había escrito una carta: “Yo, Alba Alicia Muñiz Calatayud conviví con el señor Carlos Monzón desde mayo de 1979 hasta el 12 de agosto de 1986. Mi separación se dio por problemas de agreciones (sic) en situaciones críticas, estando Carlos siempre en estado de ebriedad”.

Foto: Crónica

El 12 de octubre de 1987 lo volvió a denunciar. Pero la mirada sobre él era la del campeón y así lo trataban los policías, y las denuncias se cerraban.

Finalmente se separaron y ella se fue a vivir a Uruguay buscando retomar su carrera. Pero las peleas continuaban. Incluos tuvo que iniciarle una demanda por la cuota alimentaria para el hijo, ya que él no le pasaba dinero.

En febrero de 1988, Monzón pasó las vacaciones junto a su hijo en Mar del Plata, en la casa alquilada por su amigo Adrián “Facha” Martel. Hacía un mes que Alicia no veía a su hijo y Monzón le prometió entregarle al niño si ella iba a buscarlo. Ella viajó a buscarlo y pedirle un aumento en la cuota alimentaria.

Legó el sábado 13 a la casa ubicada en la calle Pedro Zanni 1567. A la noche se dirigieron al club Peñarol para seguir festejando todos juntos. A la madrugada tomaron un taxi para regresar. Según las declaraciones de Rafael Crisanto Báez, un cartonero que estaba por la zona, la pelea comenzó antes de ingresar a la casa. Hubo golpes y gritos que terminaron con la vida de Alicia.

Fue el primer hecho de violencia de género que tomó relevancia pública en Argentina. En su momento, el suceso fue abordado periodísticamente como un “confuso episodio” ocurrido tras una “riña”, e incluso se responsabilizó a la víctima por su asesinato. Hoy, la conciencia social y la cobertura mediática dan cuenta del cambio: lo que antes se naturalizaba hoy se denuncia.

El boxeador concluyó su carrera deportiva en 1977 y se estima que allí comenzó la vida de fiestas y lujos que derivó en el alcoholismo. Con la reconocida vedette y actriz, Susana Giménez, también reprodujo sus agresiones: Susana llegó a decir que Carlos solo le pegaba cuando tomaba alcohol, pero –por su adicción– esas palabras no aliviaban la situación.

Carlos Monzón y Susana Giménez. Foto: Filonews

La cobertura periodística de aquel momento no refirió el femicidio como violencia de género (ni tenía las herramientas para hacerlo). Los medios reprodujeron la versión del asesino de que murió al caer y hasta la responsabilizaron por su asesinato. Hablaron de “pelea con final trágico”, “confuso episodio”, “apareció muerta”, “crimen pasional”, “final anunciado para una historia de amor tormentosa”.

Un cartonero llamado Rafael Báez apareció en los medios y dijo haber visto toda la secuencia. Relató la agresión, el asesinato, el salto desde el balcón. Sin embargo, las instituciones, la sociedad y la prensa protegían al boxeador. Ante la jueza Alicia Ramos Fondeville, Monzón quiso quitarse responsabilidad mediante la naturalización de la violencia: “Siempre les pegué a todas mis mujeres y nunca les pasó nada”

Hoy sabemos que las mujeres no “aparecen muertas”, sino que son asesinadas por varones que, en una sociedad desigual, reproducen su posición de poder mediante la violencia. Lo doméstico ya no es una excusa para justificar la violencia. Las víctimas de femicidio son víctimas de un varón, claro, pero al mismo tiempo, del poder patriarcal y del Estado que no garantiza la vida y la seguridad de la mitad de la población.

Queda mucho por deconstruir, pero los medios –casi– ya no hablan de crímenes pasionales, al menos, no sin un rechazo social. Con dificultades, las agresiones por violencia machista quedan al descubierto, las excusas son desarticuladas y los femicidios se visibilizan como tales.