Por: Roberto Candelaresi
INTRODUCCIÓN
Toda vez que se trata un tema que roce connotaciones ‘raciales’, culturales o religiosas, sean éstas pertinentes para el análisis o artificiosamente incluidas, caracterizando actores en conflicto, se impone una aclaración importante: la descripción de acciones y actitudes, puede trasuntar ciertas ‘condena’ con arreglo a valores con los que el propio autor se considera comprometido, pero, no involucra ni puede involucrar un rechazo a todos los integrantes de una cultura, ni menos a todos los que responden a credos religiosos alguno. Las sociedades modernas portan en su seno heterogeneidad ideológica siempre presente, que implican incluso posiciones antitéticas, más allá de mayorías de opinión circunstanciales o apoyo a sus gobiernos. Nuestra mirada no se limita, pero se enfoca en la acción de esas autoridades y sus consecuencias.
El inicio de la “crisis” en particular – de una inacabable serie de enfrentamientos en la región – se originó por las agresiones e intentos por paramilitares extremistas de quitarles sus casas a palestinos en el barrio de Sheik Jarrah, en Jerusalén, y, la ocupación por Israel – en pleno Ramadán – de la muy sagrada mezquita de Al Aqsa. Hamas, partido dominante en el congreso palestino (por elecciones libres) que cuenta con un brazo armado partisano, advirtió y disparó cohetes como ‘represalia’ por esos abusos. Israel respondió con misiles y bombardeos.
Mas allá de cómo se presenta el conflicto, no hay Guerra porque no hay dos ejércitos enfrentados, sin perjuicio de la asimetría de capacidad bélica entre; un Estado moderno con FF.AA. harto poderosas (pertrechadas por armas y sistemas de última generación por EE.UU.) y, un bando con milicias rebeldes cuasi clandestinas por el otro.
Amén de las sangrientas acciones bélicas, de las cuales dan cuenta abundantemente los medios de comunicación, debemos señalar en este punto que, como fenómeno socio-político, a 73 años de la NABKA [gran despojo territorial, como le llaman los árabes desde la instalación de un estado judío en sus tierras ancestrales], se lleva a cabo una masiva huelga general y movilización popular palestina desde el martes 18 de mayo. Mucha juventud en levantamiento general histórico (Intifada de la Unidad), que incluso también cuestiona a sus propias clases dirigentes [Intifada de la Conciencia] y prescinden de esas líneas divisorias. Valoran las respuestas humildes (las andanadas de cohetes) como acción de AUTODEFENSA que los identifica y aúna. Pero sin duda, más valoran el “alto el Fuego” que les da un respiro en sus atribuladas vidas. El temor por estas masas – mucho más que a los cohetes del Hamas, en su mayoría interceptados por su eficiente escudo antimisil protector – es del ocupante israelí.
¿ANTISEMITISMO JUDÍO?
La Comunidad internacional ha redescubierto la miseria y el sufrimiento en los que vive el pueblo palestino. Hoy todo es un show, un espectáculo nocturno en el prime time, una serie de imágenes que horrorizan las conciencias, pero con el alivio de la distancia para la mayor parte del mundo. Pero aún esto no implica la visibilización total ni la toma de conciencia sobre la tragedia humanitaria que padece el pueblo palestino, pues omite el origen y la causa persistente que da lugar a esta desventura.
La verdadera desdicha del pueblo palestino es su soledad en la lucha por existir como Estado soberano. Para el asombro o indolencia, impotencia o indignación, Palestina es siempre noticia de manera tangencial.
En la prensa, se presenten como la justa respuesta de un Estado (Israel) amenazado constantemente en su mera existencia por una multiplicidad de enemigos terroristas, antisemitas por definición; y sus víctimas. Invisibilizan (interesadamente) los del otro término de la ecuación.
El discurso hegemónico, aparenta ser neutral, presentando “simetrías” de ambos lados. Pero hay un contenido moral inscrito; los israelíes son sujetos políticos y morales (civilizados), los palestinos por otra parte, aparecen como bárbaros, [ vestigios arcaicos] no como un sujeto político, moral e histórico cuya existencia también ha sido negada.
Los medios de comunicación le dan prioridad a Israel, por la efectividad del discurso en contra del terrorismo que ha penetrado desde el 9/11 como un sentido común ya escasamente cuestionado en Occidente. Para remarcar ese distanciamiento prejuicioso se caracteriza enfáticamente los usos y costumbres distantes a la ‘cultura occidental’ que los pueblos musulmanes en general y árabes en particular tienen.
El clásico de S. Huntington sobre relaciones internacionales diferenciadas por culturas; Clash of Civilizations, preparó la conciencia social ‘noratlántica’ para ver como enemigo a eliminar a todo musulmán. La sociedad palestina es la Otredad (como antítesis), en cambio, la percepción de lo israelí es de la raíz cultural que se comparte (judaísmo, origen del cristianismo), por lo que logra mayor empatía.
El Estado de Israel (todo el pueblo judío) cuenta con una moneda de cambio de la que no dispone el pueblo palestino: el fantasma del Holocausto [exterminio sistemático en masa]. Triunfaron en tantos años de prédica testimonial contra el negacionismo de la Solución Final al problema judío, generando a la vez, una conciencia culposa en las naciones aliadas, y mucho más, en aquellas donde el antisemitismo tuvo arraigo.
Pero la memoria universal acerca de la Shoá también se usa para justificar y legitimar sus propios excesos al configurarse como un Estado autónomo, libre y soberano, en el medio de una región habitada por árabes y musulmanes. También han explicado y justificado las diversas guerras desde 1948, explotando moralmente sus padecimientos para evitar ser nuevamente objeto de otra Shoá. A su vez, la “culpa” de Occidente – por su responsabilidad para con los totalitarismos – condena débilmente los abusos de Israel en pos de garantizar su existencia. Especialmente porque se cometen con el mundo árabe; v.g.: sociedades no occidentales, representativas de un estadio inferior cultural, histórico y civilizatorio.
La combinación del supremacismo y del fundamentalismo civilizatorio Occidental, observa el resto del mundo como disponible para ser colonizado por sus capitales, su cultura, sus instituciones y sus valores. Israel fue fundado como Estado-nación soberano incluso antes de serlo en los hechos, sobre el terreno. Palestina no fue reconocida, la solución de los dos Estados tantas veces predicadas desde el diseño original del territorio en común, no resultó sino hipocresía. Aunque la mayoría de los países en la asamblea de la ONU reconoce el status de Estado a la nación Palestina, muchas potencias no se han definido y solo admiten sus delegaciones como observadores.
La violencia brutal de Israel debe ser callada porque cualquier crítica en contra del Estado judío se da por sentado que se es antisemita, fascista o nacionalsocialista, se olvida que en Europa el antisemitismo fundamentalista incluía durante siglos a las comunidades árabes musulmanas.
Se justifican las agresiones como legítima defensa ante provocación de sus enemigos y, en su relato de injusticias bíblicas (Moisés, éxodo) que el pueblo judío padeció como siervos de otros y otras calamidades. Sin embargo, no se reconoce que (fuera de la Biblia), fueron los Estados-modernos, capitalistas y colonialistas, bajo el manto del cristianismo reordenaron casi todo el planeta de acuerdo con sus diseños geopolíticos y sus agendas imperiales.
Tal vez el humanismo occidental solo no perdona el crimen y la humillación al hombre blanco del totalitarismo [fenómeno excepcional de su historia]. Y el trazo colonialista de las fronteras de Israel, lo obligaba al despojo y la colonización. Nunca Occidente se disculpa con sus colonizados por sus campañas genocidas y esclavistas.
La comunidad internacional no debe asumir tampoco que hay una Guerra Civil, como dicen ciertos discursos mediáticos y de la comentocracia proisraelí. Ni reducir todo a un problema humanitario, que se agota en condenas ‘moralizantes’ (e hipócritas). No es un conflicto interno de una parte de la sociedad civil se constituye como sociedad política y reclama la legitimidad del poder público, y la dirección y control de las estructuras estatales y respectivos andamiajes gubernamentales, los palestinos son una sociedad aparte, de otro Estado, aunque colonizado por las FFAA de Israel.
No es una revuelta ilegítima de una parte de la sociedad que habita dentro de sus fronteras: es el Estado de Israel el que mantiene ocupada la mayor parte del territorio palestino. No es por descontento de un grupo tribal minoritario en el seno de una civilización plenamente desarrollada, [visión lineal, euro centrista y racista de la historia]. El conflicto trata de una agresión armada asimétrica. Hay condiciones materiales, objetivas, que determinan la naturaleza misma del conflicto y la violencia que lo desborda. Las críticas “morales” sobre las agresiones mantienen la situación de coloniaje que pesa a la comunidad palestina. La condena debe ser a todo fundamentalismo de propio cuño en contra Palestina.
ENTRE LOS ESCOMBROS Y LAS BOMBAS
Se debe contrarrestar la deshumanización y la presentación estereotipada de la población de Gaza en los medios masivos o hegemónicos, en contraste con los medios que solo aludían a los “intercambios de misiles” entre Hamas e Israel, como si se tratara de una guerra convencional. Gaza estará aún más inhabitable (14 años de un bloqueo inhumano y de bombardeos periódicos). Las perspectivas de reconstrucción son muy inciertas e improbables, y las privaciones materiales son inmensas.
Convertir en objetivo militar a población civil en el Derecho Internacional Humanitario: castigo colectivo; crimen de guerra que ya está siendo investigado por la Corte Penal Internacional. Israel no tiene “derecho a defenderse”: Gaza no es un país extranjero, (territorio controlado y bloqueado por Israel). Ninguna potencia ocupante tiene derecho a defenderse de un pueblo al que ocupa, ni a bombardear y destruir su territorio. Sin ocupación, colonización y bloqueo, no habría cohetes palestinos. En virtud de todo ello, una comisión internacional independiente investigará la actuación de Israel en el territorio palestino ocupado tras la última escalada de violencia. La decisión fue tomada por el Consejo de Derechos Humanos por amplia mayoría. Se investigará las presuntas violaciones y abusos de las garantías fundamentales en el territorio ocupado palestino, incluida Jerusalén Oriental, y en Israel, cometidas antes y después del 13 de abril de 2021. El texto dispone, entre otras cosas, que la comisión también indague “todas las causas subyacentes de las tensiones recurrentes, la inestabilidad y la prolongación del conflicto, incluida la discriminación y la represión sistemáticas basadas en la identidad nacional, étnica, racial o religiosa”.
Los hechos a investigar incluyen: Familias atacadas y borradas. Hospitales atacados: crisis humanitaria por el COVID-19. Vacunas prohibidas por Israel (solo el 1% de palestinos residentes en su territorio pudo vacunarse, y solo el 4% de los que habitan en Israel). Inseguridad alimentaria por las restricciones aleatorias a las importaciones. En Gaza no existe corredor humanitario porque lo impide u obstaculiza el Estado de Israel que controla las fronteras. Por ello, el grupo investigador deberá “identificar, cuando sea posible, a los responsables, con miras a asegurar que los perpetradores de violaciones rindan cuentas”.
Para que se entienda: Gaza NO es una base militar sino hogar de 2.000.000 de personas que, encerrados y controlados por fuerzas extranjeras, sin refugios eficientes, ni “cúpula de hierro” que los protejan, lo convierten en una “prisión al aire libre” donde reina el miedo y la incertidumbre. A su vez, la impunidad sistémica de la que goza el Estado judío por sus despliegues bélicos (fundamentalmente por la protección de los EE.UU.), garantiza que no hay espacios seguros bajo la ocupación israelí.
La aritmética del horror – como dijimos más arriba, por la retórica falaz de “la guerra” y, la imagen estereotipada que los medios hegemónicos dan de Gaza, coadyuba a la deshumanización del pueblo palestino, ocultando, por ejemplo, que la pobreza asciende al 50% y el desempleo al 46%. Que parte de la población son refugiados antiguos, es decir, desplazados que llevan décadas sin asentarse definitivamente, que el 80% de los gazíes son alimentados con Ayudas, etc. Datos que, de ser ampliamente difundidos, podrían conmover a la opinión pública mundial.
Post cese al fuego – La consecuencia de los bombardeos (“quirúrgicos” o estándar) dejan siempre la infraestructura civil destruida, y los servicios básicos que ya operaban al mínimo de su capacidad suelen colapsar. A su vez, no se puede reconstruir rápidamente por el propio bloqueo. Solo privaciones, el aislamiento y el terror periódico de un nuevo ataque. Es lo que se conoce en esa comunidad al “modo sobrevivencia”. La educación es de excelencia, pese a todo. La aspiración mayoritaria -tal como se expresan en compulsas demoscópicas- es a un arreglo permanente y justo. También advierten que el colonialismo [Proyecto colonial de asentamiento] israelí impide la paz duradera.
Rasgo destacable de la sociedad palestina, es la voluntad inquebrantable de sus mujeres, que hacen frente estoicamente a las contingencias de las agresiones, a sus pérdidas, a asumir las tareas que dejan vacantes los varones para sostener a sus familias con un mínimo de dignidad. Muchas de las novedades y circunstancias propias del conflicto son conocidas en el ‘exterior’, precisamente porque muchas damas se dedican a difundirlas por las redes, particularmente por la plataforma Twitter.
LA POLÍTICA ISRAELÍ DE LA DERECHA EN EL GOBIERNO… ¿IMPREGNADA DE SIONISMO?
El Sionismo, nació en Europa bajo el lema de “Una Patria para el pueblo judío”, hoy se convirtió en una orientación fundamentalista, que viola normas internacionales. Se expresa en el gobierno de derecha en Israel, que tiene importante apoyo, aunque no total desde la sociedad civil. Deberíamos partir desmitificando una frase que pretendió resumir el proyecto de creación de una nueva patria judía, promediando el siglo XX que para justificar el asentamiento en el nuevo territorio rezaba: “un pueblo sin territorio dentro de un territorio sin pueblo”. Sin embargo, este diseño pergeñado por las potencias colonialistas, resultó una ficción, ya que durante siglos estuvo poblado por naciones que evolucionaron y prosperaron, luego de que en el año 70 DC los romanos expulsaran a los judíos de la “tierra prometida” luego de vencer su rebelión, y produjeran su diáspora que duró casi dos milenios.
Hay cierto discurso en el hebraísmo que desconoce la condición humana igualitaria de los árabes, tanto de prominentes sionistas o populares. Es manifiesto que hay extremistas (radicalizados) de esta concepción. La discriminación se practica incluso a ciudadanos israelíes de nacionalidad palestina, mediante leyes y políticas públicas de distinto tipo [urbanismo, presupuesto, control de seguridad, participación, etc.], y es extensivo a toda la minoría árabe. Por una ley básica (ya que Israel no tiene Constitución) se define el hebreo como único idioma oficial y a Israel como «el hogar nacional del pueblo judío», (o sea de una sola nacionalidad).
Entendemos – y en esto coincidimos con un número importante de progresistas demócratas que rodean al presidente Biden – que en Israel existe un fenómeno de Apartheid [organización social territorial] – que en la práctica resulta en la segregación étnica y “racial” en pequeños territorios empobrecidos y separados entre sí, que dependen del Estado colonizador [ISRAEL] y cuya población ve negados todos o casi todos sus derechos. Opera separando comunidades, (divide, separa, decide y gobierna), V.gr: migran (autorizados) solo judíos, se apropian de tierras, aumentan la sobrepoblación de enclaves palestinos, restringen libertad de movimientos y niegan derechos de participación (políticos). Construyen muros de separación en algunas zonas (al mejor estilo frontera mejicana de Trump) todo lo cual resulta en Cárcel a cielo abierto, como ya describimos.
La eliminación o expulsión sistemática de la población árabe de Galilea, se parece mucho a una limpieza étnica que paradójicamente el pueblo judío en la diáspora europea padeció, y que naturalmente fue juzgado y condenado por los vencedores del nazismo como crimen de lesa humanidad. A su vez, y en este mismo orden, con la destrucción física y el terror que imponen en las zonas ocupadas, niegan los derechos humanos de los sojuzgados y, para peor, no permiten el sustento regular a esa población ni servicios dignos. Solo les aplican desplazamientos de sus históricas viviendas sin derecho al retorno. Los exiliados no pueden volver a rehacer sus vidas en el territorio. De hecho, la Asamblea de la ONU cataloga a Israel como «Potencia Ocupante» por tener el ejército en espacios ajenos. Israel aplica en consecuencia, un ilegal bloqueo aéreo, marítimo y terrestre sobre la Franja de Gaza y otros territorios (alturas del Golán de Siria, Sur del Líbano) como la Cisjordania, sobre la que practica Ilegal “anexión” de nuevos territorios mediante “asentamientos”, entiéndase como llana expropiación (y ocupación) de tierras palestinas.
EL DERECHO A DEFENDERSE Y SUS EXCESOS
Israel, bajo los auspicios de su mentor, los EE.UU.,[que le provee armas, hasta un (prohibido) arsenal atómico y bloquea orden de alto el fuego en el Consejo de Seguridad de la ONU o veta medidas punitivas contra ‘abusos’ del estado judío], parece haber adoptado la llamada legítima defensa preventiva y la nueva doctrina de la seguridad estatuida por aquella potencia en el gobierno de Bush y aplicada desde entonces, por medio de la cual, se arroga el derecho – unilateralmente , claro – de atacar un objetivo militar en otro suelo, sin previa declaración de guerra, ni autorización del país en cuestión, violando cualquier soberanía, bajo la simple razón de haber ponderado, que tal fuerza a atacar representa un peligro real o potencial a la seguridad de los Estados Unidos. Similarmente el Estado de Israel, solamente invocando su propia justipreciación de amenaza, agrede y emplea medios violentos para aniquilar tal intimidación. Así, procede según un protocolo propio que juzgamos reñido con el derecho internacional humanitario y el derecho internacional público, que podemos detallar sucintamente en:
- Homicidio ilegítimo y excesivo uso de la fuerza – crímenes masivos o selectivos son frecuentes. Se usa armas de fuego de manera intensiva, prisiones arbitrarias y también ataque a las formas de vida (pescadores).
- Tortura y prisiones arbitrarias – se actúa con impunidad. Se trasladan los detenidos a Israel. (Violación del D. I. H.). Menores detenidos arbitrariamente sin defensa, y por tiempo indefinido.
- Castigos colectivos – mediante el control de servicios básicos o libre tránsito o ingreso de provisiones, sus cortes son habituales. Destrucción militar de edificios de viviendas y desamparo a sus sobrevivientes. Daños masivos a la población o asesinato de familiares de combatientes (Crímenes de Guerra)
- Ataques a los defensores de derechos humanos – se desprestigia y acosa a las ONG y (intimidan) activistas por los DD.HH. con medios y aparatos judiciales. Hay un patrón sistemático, no son acciones aisladas. Se niega el ingreso de activistas de DDHH a los TPO (Territorio Palestino Ocupado).
- Ataque al ejercicio del periodismo – destrucción de la sede a AP y Al-Jazeera con poco aviso para rescatar material y equipo. Bajo excusa de objetivo militar de Hamas. Desmentido por los periodistas y sin pruebas.
- Violación del derecho a la salud – el acceso a la atención sanitaria queda restringida por la circulación regulada, y bombardeos a centros de detección de COVID-19. No se permite distribuir vacunas en número razonable.
TÁCTICAS ESQUEMÁTICAS
Un patrón definido de acción : se alcanza un alto el fuego; Israel lo ignora y continúa su asalto constante contra Gaza, incluido un asedio continuo, actos intermitentes de violencia, más asentamientos y proyectos de desarrollo, a menudo violencia en Cisjordania; Hamas observa el alto el fuego, como Israel reconoce oficialmente, incluso Hamas propone prorrogar ese alto, y el propio gabinete israelí lo rechaza, o , hasta que alguna escalada israelí provoque una respuesta de Hamas, y así se perpetúa el ciclo violento que congela el proceso de paz, que sí cumple con un objetivo estratégico israelí que es evitar el establecimiento de un Estado Palestino, eliminando el tema de la agenda.
Otra actividad sistemática observable es que, tanto el avance por tierra con equipos viales que destruyen viviendas y asentamientos, cuanto, mediante intensos bombardeos demoledores en los TPO, dejan tierra arrasada y servicios devastados, que resultan en terrenos inhóspitos por largo tiempo, y el impacto humano es desolador por quedarse los ex habitantes sin presente ni futuro. Claramente un objetivo político-militar.
Toda maniobra tendiente a desconectar los dos territorios palestinos [Gaza y Cisjordania] se practica, pues eso desmoraliza y tiende a desunir las respectivas poblaciones ya físicamente separadas. Ello, pese a que, según los Acuerdos de Oslo, hace 27 años, establecieron que Gaza y Cisjordania son una unidad territorial indivisible, cuya integridad no puede romperse. Pero esa cláusula contradice la estrategia como política de Estado israelí que además de la ya descripta, la existencia de un gobierno palestino de unidad socava uno de los pretextos de la negativa de Israel a participar seriamente en las negociaciones, a saber, no se puede negociar con una entidad que está internamente dividida, pretexto que desaparece ante la unidad o el acuerdo de las autoridades palestinas.
Como citamos más arriba, Hamas obtuvo la conducción de Gaza, y presencia importante en el congreso palestino, a fuerza de adhesión de voluntades plasmadas en elecciones libres, pero este acto democrático, no contó con el beneplácito ni de Israel, ni con el de Estados Unidos, cuyo mayor compromiso teórico siempre fue la promoción de la democracia en el mundo. Motivados en sus disgustos, decidieron castigar a los palestinos por tal ‘desviación’ del voto, instituyendo un duro asedio, incrementando la represión violenta a manifestaciones, y fiel a su tradición de hegemón occidental, EE.UU. organizó un golpe para derrocar el inadmisible gobierno.
Poco ha cambiado desde entonces, en los últimos 51 años, aparte de la escala de los crímenes, que continúan, sin interrupción, con el apoyo constante de Estados Unidos. Y vale la pena tener en cuenta que la expansión de los asentamientos no es realmente el problema; son los asentamientos, indiscutiblemente ilegales, junto con los proyectos de infraestructura que los sustentan, que denotan unívocamente el propósito de perpetuar el statu quo, el que inquieta a sus víctimas, y debería mover a la acción rápida y eficaz a las fuerzas democráticas y progresistas del mundo a poner un alto a tales abusos, tan propios de un régimen totalitario, travestido como paladín de la democracia en la región.
CONCLUYENDO
Es auspicioso la conformación de la mencionada comisión internacional independiente que debe rendir su informe ante la asamblea de la ONU, básicamente, porque al momento el gobierno encabezado por el sionista Netanyahu se encuentra buscando apoyo para lograr un nuevo gobierno de equilibrio. A su vez, existen voces disidentes sobre el manejo de la colonización y las violentas respuestas al pueblo palestino que han hecho sucesivos gobiernos apoyados por el Likud. Los progresistas demócratas norteamericanos ya no están dispuestos a emitir cartas blancas a Israel. Ahora bien, más auspicioso sería llevar a juicio a dirigentes responsables de las ocupaciones y sus crímenes conexos ante la Corte Penal Internacional. Esto por ahora puede parecer una quimera, dado que tanto Israel como Estados Unidos desconocen las facultades de tal cuerpo jurídico y niegan su independencia. Para ser fructifico, la legislación internacional sobre derechos humanos y contra los crímenes de lesa humanidad y los de guerra, debe aplicarse sin barreras de Estados Unidos que impida la justicia. La humanidad requiere la verdad, la aplicación de normas fundamentales de convivencia y el reconocimiento a los derechos palestinos y la existencia de su Estado.