¿Capitalismo progresista en una democracia débil?

Por: Roberto Candelaresi

INTRODUCCIÓN A LOS DESVARÍOS ARGENTINOS

En las casi 4 décadas desde el retorno de la democracia en el país –el más largo periodo de regularidad cívica desde el siglo pasado–, la sistematicidad del voto cada dos años se hizo carne en la ciudadanía, tanto, que a muchos desencantados por los morosos y “escasos” logros de la democracia (en clave subjetiva), ya no les motiva concurrir a sufragar en todas las ocasiones habilitadas. Tal vez porque, además, intuyen que su participación es solo formal, su voluntad termina siendo indirecta para las autoridades electas, pues el sistema de representatividad es «inorgánico» y sin gran contenido social. 

Mientras tanto, por el derrotero errante que siguió la patria, las antiguas diferencias de concepción respecto al tipo del Estado (promercado o regulador), que debe contener a toda la sociedad y, asimismo, por las divergentes miradas hacia la constitución de esta última [jerárquica-meritocrática-individualista u horizontal-popular-comunitaria), se profundizaron en una grieta separadora de este carácter ideológico cada vez más robustecida, lo que desde ya plantea un serio problema de gobernabilidad y resquebraja el concepto de Unidad, que cementa toda nación organizada.

El “problema” se agrava cuando como en el presente, surgen consignas de las formaciones políticas tradicionales que son contrarias a su misma esencia, o definición estatutaria, digamos. Todo lo cual contribuye a la perplejidad de algunos y a la confusión de muchos. En concreto; una fuerza centenaria como la UCR abrazando lemas ultraconservadores, o acompañando acríticamente gestiones de corte neoliberal y mercado céntricas a las que se opusieron desde su misma creación. 

Por otro lado, su oponente desde el campo popular, ergo, el Justicialismo (en sus distintas variantes), pregona en la actualidad principios individualistas y desorganizados como la autopercepción, las identidades de género alternas, el derecho a vivir “como se te cante” (sic), claramente opuestas al sentido de “comunidad organizada” [unión de personas que adhieren a ciertos valores comunes y buscan su realización personal y colectiva apoyándose mutuamente], núcleo doctrinario de esa filosofía política, cuyo unidad elemental es – conviene aclararlo – la familia.

Sabemos que la evolución social en su dinámica cambiante cada tanto pone en juicio ciertos valores o conceptos, hasta reemplazarlos por nuevos. Es una tarea necesaria, si queremos el progreso, o el cambio idiosincrático si es para incorporar beneficios o contribuir al “buen vivir” de las mayorías.  Lo que cuestionamos es que se trasmutan unos en otros, sin una discusión participativa seria. Es decir, alejada de la adopción de modas circunstanciales, o ajenas a nuestro marco histórico o bien, ante la falta de ideas propias, se suele adscribir acríticamente a la social democracia europea, lo que habla de la colonización cultural que padece gran parte de la dirigencia política y empresaria argentina, o la colonización pedagógica que sufre “asintomáticamente” nuestra academia, todos los que –voluntaria o involuntariamente– reproducen nuestra antigua condición de semi-colonia extranjera.

Sin perder su esencia personal hasta los ’70, prevalecía la semántica del nosotros porque los habitantes interactuaban con organizaciones que los contenían, llámese clubes, sociedades de fomento, sindicatos o parroquias, como marcos de confianza. El culto impuesto desde la dictadura cívico-militar al individualismo, y haber obturado la conciencia nacional, por no estimularla en amplios ámbitos tal como otrora, producen el presente ganado por la materialidad, las relaciones líquidas, la falta de sueños.

Por el lado de la “oposición”, encontramos a dirigentes y tecnócratas con pensamientos estériles porque no comprenden el país profundo. Aunque en su discurso vacuo se ensalce al federalismo padecen las mismas taras que el centralismo porteño – que ha sido insuflado en todos los rincones del territorio – solo que estos, además, padecen un odio hacia las clases trabajadoras y menos favorecidas que reivindica aquello de “civilización y barbarie” de Sarmiento. Su receta para los profundos males que aquejan a la sociedad nacional: la aplicación de formalismos republicanos. O “cartón pintado” como suelo citar. Pomposas declaraciones de etiqueta, que, o no llegan nunca a la acción, o peor, con tamaño error de diagnóstico, sus acciones agravan los problemas.  

El escenario se completa con un neoliberalismo extremo, que se ve favorecido acaparando votos por su discurso crítico a toda la “casta política”, un sentimiento de desazón que es convenientemente exacerbado y consignas adolescentes [objetivos utópicos, románticos, inalcanzables o para los que carecen de facultades], que a los gritos, capta la atención de aquellos que así, se sienten representados por quienes expresan su bronca. Las ideas económicas, es decir, el CENTRO de esta propuesta economicista por antonomasia, no suelen ser explícitas al menos en las concentraciones multitudinarias, seguramente le costaría grandes porciones de adhesión. 

La izquierda por su parte, prefiere horadar al movimiento popular antes que atacar el conservadurismo o las expresiones oligárquicas más pura, resultando como es tradición, en funcionales a la derecha en general. 

El resultado social, que se refleja en la política, importante cambio de matriz que hay que considerar estratégicamente por parte de los partidos políticos, es que lo que alguna vez fue “el Pueblo”, aunque sea figurativamente por incluir grandes mayorías, hoy se presenta como un conglomerado de islas, es decir, su antónimo. El narcisismo prevalece por sobre el amor al colectivo, al barrio, al club, al colegio … reconociendo que la libertad personal es un don, sepamos que su furor ilimitado redunda en inmolación.

La tarea es volver a amalgamar esos pedazos, antes que la implosión nos alcance. 

Persona confundida en el centro de la discusión política.

LAS TENDENCIAS DE LA ÉPOCA. QUE ES LO EFÍMERO Y QUE LO ESTABLE.

Gran parte de la gente movilizada en la actualidad, lo hace tras consignas que ciertas “vanguardias” [vigentes hoy, caducas mañana] proponen, muchas de las cuales tienen el atractivo de lo novedoso, poderoso imán para aquellos sujetos que, disconformes con las ‘cosas’ tal como son hoy, buscan impacientemente un cambio, una “revolución”, sin importar demasiado el signo (curso). El ‘core’ de la cuestión, son los nuevos valores que se proponen, pues ellos son las anclas que fondean los cambios en el transcurso del tiempo. Cuando no existen en un proyecto, es garantía de caducidad; es solo una moda.

Revisemos las posiciones [proyectos] que mayoritariamente representan a la ciudadanía en el actual escenario político, y que, confrontando desde trincheras enfrentadas fundamentalmente por el control del poder formal, suponen disímiles ideologías sin ocupar los extremos, para tratar de entender su esencia:

Desde el LIBERALISMO, se expone sus ideas fuerza tales como: el culto a la libertad individual, las bondades del capitalismo, el desprecio por el vulgo y la autorrealización como meta suprema.

Su principal (y exitosa a juzgar por sus resultados) táctica comunicacional para sus dirigentes y referentes, consiste en auto presentarse como ajenos a la clase (¿casta?) política tradicional, de la que abjuran por corrupta, indolente y espuriamente motivada.

Al mismo tiempo, defienden ciertos valores culturales tradicionales mostrando su faz conservadora, pero con gran arraigo especialmente en el interior del país, tales como el “derecho a la vida” (como antónimo del aborto), la prevalencia del matrimonio hetero, la escolaridad «sin sesgos ideológicos», etc.

Este aggiornado (neo) Liberalismo complementariamente puede analizarse resumidamente en tres aditamentos fundamentales, a saber:

  • Un culto doctrinario al individualismo. La noción de colectividad que alberga la del Bien Común, queda relegada por la devoción hacia el individuo. Su libertad individual y privada son absolutamente inviolables, su autorrealización se perfecciona desde su personalidad y propio esfuerzo. Ciertamente en esta tesitura contradice el viejo apotegma peronista de “Nadie se realiza en una comunidad que no se realiza”.  Sin embargo, pretende ser garante de la ortodoxia moral del pueblo, como vimos más arriba.
  • Una frívola idea de libertad. La reivindicación de la libertad se refiere a la falta absoluta de coerción a las propias ideas del individuo, y a la intangibilidad de sus bolsillos. No se sostiene sobre una visión metafísica, sino sobre el postulado de la utópica autorregulación del hombre por su razón. Por otra parte, la fuente del progreso sería la libertad de comercio, sin importar la “historia” y la licitud de lo que se ofrece y demanda, todo en una suerte de religión según el evangelio friedmaniano. Finalmente, la libertad funda la soberanía del pueblo, ficción que solo se daría si se cumpliese realmente la igualdad de sus miembros.
  • El capitalismo bienhechor de la sociedad. La realidad es analizada con reducción desde la perspectiva económica y centrada en la subjetividad de los actores. Siendo el dinero un bien superior de la vida humana tiene esa lógica. Pero las personas son complejas y multifacéticas, cuentan con muchos valores, anhelos y preconceptos, muchos de los cuales entran en contradicción con el culto al capital y su poder omnímodo, verdades para el (neo) liberalismo, que abjura de la idiosincrasia local, del ethos cultural del pueblo forjado con muchos solidaridad y compañerismo histórico. Eso genera tensiones dentro de la sociedad; el concepto del genius loci romano, versus una ideología importada desde la Globalización. Por otra parte, empíricamente no está demostrado que el capitalismo asegure una vida en equilibrio como pregonan, sino todo lo contrario. 

Dentro de la Izquierda Posmoderna o del Progresismo, se verifica la existencia de dirigentes que, animados o no por una sincera preocupación social, se motorizan por causas a veces superficiales, perdiendo de vista que sus postulados, que otrora calaban hondo en su sujeto histórico; EL TRABAJADOR.  Progresivamente pierde adeptos, pues el mundo del trabajo en sus interrelaciones, modos de producción y contraprestación por la fuerza laboral, proporción de agremiación, etc., han cambiado rotundamente, la mística revolucionaria ya no es la misma. 

La vocación emancipadora y antiimperialista aún no se perdió del todo, pero el riesgo hoy –en el que el campo cultural es el principal escenario agonal– es que desde la “contracultura” del progresismo y del campo popular, se adopten incautamente causas para militar que, tal como expusimos en algún trabajo anterior, responsan a objetivos de los ‘dueños del mundo’ y no a la pulsión popular. Ese desentendimiento básico produce la atomización de los pueblos, viejo anhelo de los dominantes. 

Como vemos, la vieja dialéctica entre izquierdas y derechas está ya perimida, por el intercambio de conceptos que se roban mutuamente que llevan a confusiones ideológicas, ni narcisistas ni sujetos sin rostro. Además, porque hay transversalidades que deben considerarse ahora, son otras las dicotomías para fijar la atención y posición. Identidad Nacional versus Globalismo, por ejemplo. Excedentes y Hambre puede ser otra. 

En resumen, todo aquello resulta en discursos anacrónicos de los partidos políticos de todo el espectro, que no interpelan a todos, y menos con una sociedad fragmentada. Algunos más que otros, los proyectos ofrecidos suelen estar desacoplados de la realidad juvenil en particular.

Severi
HABIENDO RECORRIDO EL VECINDARIO, ¿QUÉ PASA EN EL CENTRO?

La pandemia dejó al descubierto no solo otras debilidades del capitalismo en modo neoliberal -recordemos que el sistema ya se resquebrajó en la crisis financiera del 2008-, sino que las vulnerabilidades de ese modelo, solo impactan negativamente en las masas sociales, de los trabajadores, profesionales independientes y PyMEs, tanto por las consecuencias directas del hundimiento de sus ahorros, o la pérdida de sus préstamos, sino porque el ESTADO (en EEUU, Europa y Japón) lanzó un salvataje a las irresponsables entidades financieras, sustrayendo ingentes sumas al presupuesto, con lo que se deterioran las prestaciones y beneficios estatales.

Mientras eso sucedía, los negocios multimillonarias de la especulación continuaron sin pérdidas patrimoniales propias en un carrusel obsceno y con tufo de corrupción. Por todo lo cual, en los países centrales al menos, el modelo hubo de cambiar a otra versión del capitalismo [the great reset], pues resultaba intolerable para las mayorías, y hubo en estos años, numerosas manifestaciones de hostilidad para con el sistema en los propios países centrales también.  

Vimos una suerte de giro que, por sus características, podríamos denominar hacia el Neo Keynesianismo global, un regreso del Estado a la primera línea, desplegando instrumentos propios y regulando conductas sociales, liderando inversiones para recomponer los sistemas sanitarios públicos. 

La pauperización de cierta clase media desplazada por la relocalización de empresas, particularmente en los ’90, implantadas en otros países en desarrollo, es decir, la desindustrialización de commodities para dar lugar a la financiarización de las economías centrales y reducir la producción local a ítems sensibles (por la Defensa) o tecnológicamente complejos (resguardando patentes), mientras las élites de los países continuaron reproduciendo fortunas y reconcentrando recursos de todo tipo.

Por corrección política, hoy nadie reivindica el Consenso de Washington, líderes políticos, los altos empresarios, economistas, tanto como los académicos de los países centrales, predican ahora una economía social, más “humanizada”, en definitiva; más «Progresista». Muchos políticos transformistas dejaron de pregonar el decálogo de Williamson, para adherir al consenso “progresista” de Davos (Agenda 2030). Otro tanto practican ciertos billonarios “filántropos”, cuyos objetivos estratégicos hemos descrito en otros artículos. 

También los hay «disidentes», que otrora fueran formuladores ideológicos de neoliberalismo [autores intelectuales] y sus recetas de ajustes estructurales, y hoy auspician una “globalización más humana”; un reformismo progresista (pero sospechoso), encontramos en ese orden a Paul Krugman, Jeffrey Sachs y Josep Stiglitz.

Hoy, con pandemia rebelde a la vista, piden un “nuevo modelo para el capitalismo global”, con mayores regulaciones supervisadas por organismos supranacionales o la construcción de un Estado transnacional (para una economía global). Hasta se suma el magnate especulador financista George Soros convertido en filántropo y decidido a criticar al “fundamentalismo de mercado”, (del que se nutrió hasta amasar una fortuna), convocando a instaurar un modelo de “gobernanza global” y a la regulación financiera.

Reuters

¿SE VIENE EL CAPITALISMO PROGRESISTA?

Si algo es destacable del sistema capitalista, es su capacidad para reaccionar ante las amenazas de impopularidad que le pueden socavar el sustento, que cada tanto se manifiestan. El régimen tiene herramientas inmanentes, pero son los hombres que más gozan del poder y sus beneficios, los que despliegan las estrategias para reencauzar su rumbo, para continuar con la legitimidad, es decir, con el respaldo de las gentes y minimizando la protesta de los excluidos o desposeídos. 

Así, alguna vez Bismarck introdujo beneficios y relajó condiciones laborales ante el avance del socialismo entre los trabajadores alemanes a fines del siglo XIX. Keynes ideó herramientas de intervención para amortiguar los efectos de las crisis cíclicas del capitalismo, que estimuló el intervencionismo estatal en lo socio-económico como en el caso del New Deal de Roosevelt, o frente a la amenaza de la expansión del comunismo de la posguerra, se estableció un sistema de intervención conocido como el Estado Benefactor.

En la actualidad, los gobiernos de derecha, o los organismos supranacionales (celosos guardianes del sistema) y sus pléyades de tecnócratas, se afanan por propuestas “humanizadas” que impulsan tratando de imponerlas culturalmente para aquietar conciencias, y seguir sometiendo al sujeto de a pie. Es el “reformismo preventivo” gramsciano que ya ejemplificamos antes. Estos cambios, a veces inocuos, pero simbólicamente convincentes, son promovidos ante la crisis de sustentabilidad y por el temor al Populismo que surge o resurge como contestación a ellas. Esa vía popular suele pretender soberanías nacionales por lo que confronta con la globalización impuesta: de arriba hacia abajo.

Las reformas que surgen del poder [establishment], destinadas a aplacar una crisis de legitimidad, suelen ser gatopardistas. Cambios cosméticos, pero dejando incólumes las bases del modelo, en este caso Neoliberal. Se trata como dijimos, de lograr el consenso de las clases populares hasta reorganizarse en un nuevo bloque, hegemónicamente progresista en lo ideológico (agenda con puntos polémicos, pero que no cuestionan la esencia del poder); políticamente expresado en la (adocenada) socialdemocracia y económicamente orientado por un neokeynesianismo

El cambio se produce entonces, desde un mundo globalizado preeminentemente neoliberal a una globalización progresista. En la salida de la crisis, económica-occidental y a la pandemia, el Estado vuelve con más fuerza, pero no para intervenir controlando el mercado sino como soporte e incentivador del gasto y la producción. La hegemonía no se altera: la gobernanza económica sigue siendo globalista y bajo el mismo dominio; los Estados para esta visión, siguen siendo un “mal necesario” pero subordinado, indispensable gestor administrativo y policial de control social, pero no se lo (re)empodera como arena de la POLÍTICA.

CONCLUSIONES

En definitiva, el capitalismo progresista que está emergiendo, viene en auxilio del modelo neoliberal, hibridado entre cierto socialismo y principios liberales es un arma en la esfera de la conciencia, pero no soluciona los verdaderos problemas de la economía, como son la impar distribución de las riquezas, el exceso de consumismo, los endeudamientos inhabilitanes para el desarrollo, los problemas ambientales, la incertidumbre laboral, etc.

La toxina del globalismo ya fue absorbida por todas las expresiones políticas mayoritarias, los medios hegemónicos que la difunden, los organismos internacionales, todos. El gran peligro de su dogma es que pretende someter a la Política y a la Cultura al primado de la ECONOMÍA, una economía que es en realidad la expresión de un poder elitista y antidemocrático.

La POLÍTICA, sin embargo, es una actividad esencialmente humana que compete a todos los miembros de la sociedad, no se la puede reemplazar por un sistema decisorio que establezca un cierto orden público, sin diálogos, sin propuestas de solución a los conflictos sociales (que siempre han de existir), dirimir controversias o seleccionar el camino a recorrer hacia el bien común. En definitiva, las acciones que le son propias, siempre dinámicas, no pueden ser suplidas por un sistema de producción, consumo y distribución rígido

En política nada está escrito, cada día se construye a sí misma con el ser y el hacer de los hombres, y eso, es LIBERTAD.