Por: Roberto Candelaresi
EN la columna anterior, cuestionábamos si la vía del Nuevo Patrón Exportador de Especialización Productiva, idea predominante, que en buena parte de la academia y de la práctica económica sostienen, resulta idónea para lograr el DESARROLLO DEL PAÍS. Nuestra conclusión es que ese abordaje (que en realidad resultó hegemónico a través de las diferentes administraciones), dista mucho de ser la alternativa óptima.
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Nos inclinamos por el crecimiento y la sofisticación del mercado interno (acoplado al regional) con saldos exportables diversificados, para lograr el objetivo de un desarrollo equitativo para el conjunto social, y no solo el beneficio de unos pocos y para un Estado disciplinado “buen pagador”. Como dijera alguien, los números tienen que cerrar con la gente adentro.
En este artículo, trataremos de describir las dificultades u obstáculos críticos que se deben atender y salvar y así lograr una vía expedita para el crecimiento sostenible, con distribución de las riquezas generadas, que es el verdadero progreso.
Coyuntura
El país está en el proceso de aceptar un acuerdo con el FMI, que como acreedor institucional, – a diferencia de los privados, e incluso de otros acreedores oficiales –, puede «inducir» de forma manifiesta, la aplicación de ciertas políticas, tendientes solo a maximizar el pago de la deuda en el corto plazo. Por ello es menester, utilizar los tiempos de gracia obtenidos en la negociación, e imponer otros para abocarse a planificar y ejecutar acciones con exclusivos intereses nacionales.
Como señaláramos en el trabajo preliminar, una escasamente debatida característica estructural de la economía argentina, es el abultado y sistemático superávit comercial agregado de los oligopolios líderes, que contrasta con los déficits pronunciados y recurrentes del «resto de la economía».
Esa condición, es la que argumentan esos actores para apropiarse de toda la renta, si fuera posible, y negar con desdén a esos otros sectores de la producción. El gobierno [Estado Inteligente], es el que debe dar la batalla con esas corporaciones para retener una porción de la renta, recursos que, mediante políticas de fomento y mecanismos de coordinación, apuntale esta integración productiva traccionada centralmente por sectores con ventajas comparativas estáticas [agropecuario, minero, hidrocarburífero, ictícola].
Hasta ahora, la alianza gobernante no parece enfatizar otras alternativas con firmeza (aunque admitamos existen interesantes proyectos con financiación, pero destinados mayormente a la infraestructura, no a la producción para consumo local), sino más bien parece haber adoptado aquella estrategia de exportar como sea, [en el plano discursivo y en políticas concretas] y debilita así los objetivos de un desarrollo más justo y equitativo. Nos consta sin embargo, que dentro del Frente de Todos hay sectores que promueven el crecimiento interno con distribución como prioridad.
Consideraciones a resolver
En nuestro país, existen dos dificultades de base, que no son materiales, pero sí culturales, y por ello muy arraigadas.
Una, es la cuasi bi-monetización de la economía, por la propensión popular en ahorrar en dólares, y, realizar transacciones (particulares) de relevancia casi exclusivamente en esa moneda, quedan así afectados todos los precios domésticos que se referencian con la divisa (sin conexión técnica), pero lo más importante con impacto en la macroeconomía, es la FUGA DE DIVISAS, que es la sustracción del circuito económico del país, del circulante en divisas, cuyos mayores montos [normalmente de origen empresario] se transfieren al exterior donde se capitalizan y logran rentas, retaceando la INVERSIÓN PRODUCTIVA, necesaria para crecer. Con la formación de activos externos de argentinos, serían suficientes para duplicar la inversión agregada anual durante una década, lo que equivaldría a DUPLICAR el PBI al cabo de ese período.
La otra dificultad cultural, es la socialmente extendida idea de que el país [la sociedad en su conjunto] se puede beneficiar y desarrollar con la LÓGICA DE ENCLAVE. Se trata –tal lo tratado en nuestra columna precedente–, de un modelo económico en el que priman ciertos sectores productivos especializados con destino mayormente a la exportación, dominado por pocos capitales de magnitud, que en realidad no ‘derraman’ ni permiten diversidad productiva ya que absorben muchos recursos locales. EL “negocio” es para afuera, aunque participen actores locales.
Está demostrado que el crédito y las inversiones externas, por su parte, hacen un exiguo aporte neto de divisas, ya que suelen operar con un horizonte cortoplacista o de exclusivo beneficio, por lo que, al realizar las rentas, el saldo no suele ser muy significativo en capital instalado en el país (por ejemplo, cuando caducan concesiones mineras o petroleras, las instalaciones y maquinarias remanente que las corporaciones dejan detrás, están harto amortizadas y en general obsoletas).
Existe un entramado de legalidad vigente que les da sostén a maniobras no enteramente controladas de los capitales especulativos, sus ingresos y egresos libres y los desequilibrios que ocasionan en la economía doméstica. Las leyes de Entidades Financieras y de Inversiones Extranjeras, o los más de 50 tratados bilaterales de inversión en vigor, que comenzaron a aplicarse en la dictadura cívico-militar del ’76 y que ningún gobierno desde el advenimiento de la democracia derogó. Por el contrario, los gobiernos conservadores de Menem y Macri, ampliaron las potestades de los capitales financieros y eliminaron las regulaciones.
Otro tema a considerar, es que para (re)crear un mercado sólido y demandante debe revertirse invariablemente dos cosas: a)- LA POBREZA que debe reducirse sustancialmente, y b)- recuperar vía incrementos en términos reales la PARTICIPACIÓN ASALARIADA en el Ingreso Nacional (por lo menos en los 5 puntos caídos desde la gestión macrista).
Finalmente señalamos, en esta sucinta lista, que deben moderarse –si no desaparecer– las fuertes SUBVENCIONES que el Estado otorga al sector privado para explotar los recursos tal como existen en la actualidad, que es otro tema que no suele cuestionarse en los medios de comunicación. Sí en cambio, se critican los subsidios que reciben parte de la población, por su “impacto” en el déficit público, cuando en realidad, resultan MENORES que el costo fiscal de los primeros.
Crisis generalizada … ¿una oportunidad?
Aún el mundo no resolvió la pandemia del Covid-19, pero, aún con diferentes niveles de impacto, sanitario y económico, se generó una incertidumbre tal y una cerrazón económica, que visibilizó que, la desigualdad es un factor de inestabilidad económica y política, que restringe la democracia y el desarrollo, por tanto, a nuestros ojos, ese clima de época resultaría propicio para modificar rasgos estructurales que indujeron, o al menos potenciaron, esta misma crisis.
Al mismo tiempo, y como factor adverso, señalemos que el gobierno nacional, aún reclamando discursivamente en todos los foros posibles algunos de esos cambios, al enfrentar un frente externo financieramente complicado y con menguadas reservas, hizo concesiones recurrentes a los núcleos de poder exportadores a fin de obtener recursos fiscales y externos en forma dinámica.
Decidido a no confrontar, y atento el grado de concentración económica existente también en el mercado interno, el poder ejecutivo aplica una estrategia de concertación con esos núcleos del capital o actores centrales. Algunos segmentos corporativos, sin embargo, conscientes de su poder económico y “poder de veto”, practican –si no directamente, a través de sus personeros y propagandistas en los medios masivos– una resistencia y una crítica confrontativa a las políticas públicas encaminadas a morigerar impactos negativos a las clases trabajadoras. Sus armas (además de la cooptación cultural) son: corridas cambiarias, subas de precios, reticencia inversora, obtención de prebendas y colonización de ciertos espacios del Estado.
Es evidente, que se requiere de la construcción de una base de sustento en el plano político y social mayoritario de modo de contrabalancear las maniobras e influencia de los grupos concentrados. Como sea, la evolución de la correlación de fuerzas en el plano interno será la que dirimirá el escenario pos-pandémico.
El juego de “avanzar para retroceder”, que a veces se observa en el gobierno ante grandes desafíos, termina siendo de saldo regresivo, en nuestra opinión. Lo fundamental es considerar el impacto que tales tensiones tienen en las propias fuerzas oficialistas y simpatizantes, cuyas expectativas de cambio, institucionales y de acumulación, se ven hasta el momento frustradas, permaneciendo en ansiosa espera.
Finalmente agreguemos que la oposición política vinculada al anterior gobierno o incluso a minorías conservadoras y “libertarias”, se alimentan de las dificultades que ellos mismos crearon desde el poder, y generan propuestas irresponsables, oponiéndose además en general, a todo tipo de iniciativa de cambio que impulse el gobierno.
La «inexistente» burguesía nacional y su reticencia o condicionantes al desarrollo
Debe reconocerse a priori, que desde la constitución del Estado Moderno Argentino (fines del s. XIX), hubo en la vida social y política del país, una centralidad en ciertos grupos económicos concentrados que, a lo largo de la historia, influyeron en el devenir de la economía y las decisiones estatales. Es decir, el rol que el Estado jugó para el desempeño de esa élite, vía acciones u omisiones.
Otra aclaración conveniente de formular, es que, pese a contar con empresas netamente nacionales, nunca tuvimos lo que en teoría política y social se conoce estrictamente como burguesía nacional, [fracción del capital nacional que tiene un planteo de desarrollo económico que trata de romper las bases de la dependencia externa como problemática política]. Solo en forma incipiente y en alguna coyuntura histórica particular pareció florecer (Perón / Gelbard). Esto diferencia la experiencia argentina de otros latinoamericanos.
La experiencia histórica en el país, es que el poder económico [real], en distintos momentos controló el aparato del Estado para gestionar la política económica, y conduciendo el proceso económico, es que relaja todo tipo de disciplinamiento que otros gobiernos hayan instaurado. Naturalmente, eso implica que la correlación de fuerzas es dinámica, y toda vez que a los destinos nacionales no lo conducen un movimiento popular, resurge la centralidad y el protagonismo de las grandes empresas [ver Macri].
Por ello, se dificulta la implementación de políticas de desarrollo, cuya estrategia principal, frente al capital concentrado, se articula con la zanahoria y el garrote. La primera incluye distintas prebendas estatales, o franquicias que el Estado concede al capital privado a fin de lograr un objetivo estratégico de desarrollo [nueva producción sectorial, incorporación de tecnología, exportación de valor agregado, etc.]. Existen otros estímulos tales como tasas de interés subsidiadas, bajo costo de energía, etc. Como “garrote” entendemos el control estricto de metas físicas comprometidas en los planes de que se trate (creación de empleo, de inversión, de desarrollo de proveedores, exportaciones y cuidado ambiental, etc.).
En fin, históricamente la promoción a la inversión y la estrategia de fomento con eje en los grandes jugadores, no siempre resultó exitosa, porque una de las principales falencias se vincula a la incapacidad del Estado para disciplinar al capital.
Otra dificultad que enfrenta un proyecto de gobierno es que el Estado está ceñido a rígidos marcos normativos, acuerdos institucionales y políticas públicas tradicionales que son funcionales al poder económico, con lo cual difícilmente se logre aplicar estos mecanismos de disciplinamiento, y, por tanto, encausar el desarrollo con algún sentido nacional.
Por otra parte, el predominio del capital extranjero en la estructura económica en la Argentina es un dato histórico, eso implica que el espacio económico para el capital nacional está ‘retraído’. Este fenómeno se agravó desde la dictadura cívico-militar del “Proceso”, en que muchas empresas nacionales se enajenaron a favor de capitales extranjeros al amparo de la Ley de Inversiones Extranjeras, a lo que se sumó el periodo menemista, en el que posibilitado por tratados bilaterales ad hoc, se transfirió a dominio foráneo, las grandes empresas nacionales estatales de servicio y producción. Numerosos sectores estratégicos perdieron así su base de intereses nacionales para el desarrollo.
Ante la apertura económica abrupta y virtualmente irrestricta que se practicó desde mediados de los ’70, el capital nacional se vio en competencia con el transnacional de enorme escala y competitividad por lo que o migró de sector hacia otros de rango más local, generalmente vinculado a los servicios y obra pública, o directamente vendió sus empresas al extranjero. Esta fracción de capital nacional remanente, no cuestiona la inserción mundial de la Argentina, porque; o le favorece por ser proveedores de productos exportables, o directamente no le afecta por su actividad no transable o no susceptible de competencia [servicios concesionados].
En limpio, dos dimensiones: A)- Capitales nacionales capitales que están en sectores competitivos, pero que no dejan de ser la vieja inserción internacional de la Argentina y sus ventajas comparativas. B)- sectores que viven de la prebenda estatal [en algún nicho de privilegio] o de actividades subsidiadas. Por ejemplo, la explotación de Vaca Muerta donde grupos empresarios combinan ambas condiciones: la ventaja comparativa con la prebenda del Estado a través de subsidios.
En definitiva, los actores de esta pseudo burguesía nacional, retozan con el juego de las ventajas comparativas o en sectores protegidos -en distintos formatos- por el Estado, no son los campeones del desarrollo, y menos puede referirse como una élite nacional. Aquella es la lógica de acumulación de este sector prebendario, y es el proyecto político que proteja ese statu quo, al que respaldan y del que participan.
No existe más que experiencias exitosas aisladas, de start ups argentinas que se expanden incluso en el exterior, pero como resultado de su capacidad y oportunidad, no por el inexistente apoyo del Estado argentino (masivamente hablando), para lograr ser competitiva a nivel global y disputar mercados.
Sin embargo, insistimos que, para el mercado local, esa élite, que se retroalimenta de las capacidades del Estado para mantener esta posición de privilegio, resulta así empoderada (paradójicamente) para negociar y pactar con el Gobierno el desarrollo de políticas públicas. Los sectores que más poder ejercen, son los sectores que proveen divisas, o sea los vinculados a exportaciones, convirtiéndose en actores fundamentales por su capacidad para coaccionar al Estado [Poder de Veto].
El Estado Capturado
Los mismos sectores que protestan por el “déficit fiscal” y de los desequilibrios del sector público, aparecen del otro lado financiando al Estado. Lo curioso es que en parte de ese déficit tiene que ver con una multiplicidad de transferencias de ingresos a estos actores del poder económico, nacionales y extranjeros.
A su vez, aprovechan la oportunidad de un negocio financiero muy fuerte, ya que le prestan al Estado [compra de letras del Tesoro, títulos públicos, por ej.] a tasas de interés muy altas. Esta doble vinculación, como beneficiario de subsidios y compensaciones, y prestamista de oportunidad, retroalimenta ‘viciosamente’ el circuito, acentuando la centralidad de los grupos concentrados y su poder de veto sobre las decisiones estatales.
Esta capacidad para condicionar las estrategias de política pública al Estado, no es determinado por el acceso al poder formal por períodos, de miembros de esa élite, incluso a posiciones estratégicas de gobierno (ver Cambiemos). Tiene naturalmente su importancia por las decisiones de política pública que se toman en el periodo, pero no es determinante.
La captura del Estado, la centralidad de estos capitales, se da incluso en planteos políticos de fuerte carga ideológica como el del kirchnerismo, y en el actual frente del gobierno. De hecho, muchos de los ejes de las dinámicas del poder económico, y legados de la matriz neoliberal sobre la especialización productiva y la inserción internacional, lejos de haberse modificado, se amplificaron, (aunque la actual estrategia internacional del presidente Fernández tibiamente pretende cambiar). Organizados en torno a la alianza de “Juntos” con amplia representación parlamentaria, crece su capacidad de influir y de vetar -por la vía económica y política- determinadas políticas públicas.
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La conducta (o rol) de las élites económicas hoy.
La estrategia del gobierno parece apostar por un fomento productivo, como para generar un esquema de crecimiento como condición de posibilidad de la redistribución del ingreso; «Primero Crecer y luego Distribuir». Y como señalamos en nuestro anterior texto, parece basarse en la exportación de productos de “especialización”, de recursos naturales, a fin de garantizar el ingreso de dólares “genuinos” a la economía.
El cuestionamiento que legítimamente surge a este esquema de desarrollo, es que – por ejemplo – el 70% del valor exportado en la Argentina lo generan 200 empresas, y, dentro de esas, la mayoría lo exportan las 100 más grandes, con lo cual es un modelo que dispara y potencia procesos de concentración muy grandes, problema que ya planteamos.
Los recursos exportados son escasamente manufacturados, no hay encadenamientos productivos (salvo la industria aceitera), con lo que difícilmente se pueda traccionar en términos de dinámica de industrialización. Y, por otra parte, la ausencia de industrialización, implica la poca demanda de empleo, es decir, con estos sectores no se ataca seriamente el problema estructural del desempleo.
El núcleo exportador en la Argentina es transnacional. Es decir, un actor que está orientado al mercado mundial, por lo que no le interesa ni el desarrollo nacional (a menos que pretenda algún servicio específico que su negocio demande), y se desentiende de toda lógica de acumulación con un esquema de salarios altos, para estimular (y reciclar) el consumo doméstico. En otras palabras; no traccionan desde el nivel salarial ni el ingreso nacional.
Finalmente, no debemos excluir el tema ambiental, que debe necesariamente incorporarse a la reflexión del desarrollo. No se puede crecer a costa de la contaminación, aunque parezca una aporía. Todos estos aspectos no suelen ser debatidos, ni siquiera considerados, pues el esquema que se presenta respecto de “la salida económica para el país”, e incluso desde la heterodoxia que actualmente conduce la economía, es harto simple: Crecer para distribuir, generar dólares, con las ventajas que ya tenemos. Pero insistimos, soslayan las consideraciones que formulamos –y sus efectos en la economía real de país–, con las que ponemos en duda la efectividad del camino al desarrollo propuesto. Que, de nuevo, pone en manos de los vaivenes de la demanda mundial de las materias primas argentinas, su camino al crecimiento.
Lo antedicho, pretende puntualizar un eje estratégico que el país ha tomado hace décadas, de ninguna manera sostenemos en este artículo que el actual Frente de Todos, desconsidere totalmente el mercado interno. Solo enfatizamos que prevalece la mirada hacia el exterior, para expandir la riqueza nacional.
Desaprovechando
De las oportunidades perdidas, inevitablemente debemos referirnos al caso Vicentín, un caso claro de irregularidades crediticias, de evasión impositiva y fuga de capitales, a la luz del sinnúmero de demandas iniciadas contra ese holding tanto nacionales como de origen extranjero (bancos damnificados querellan desde N. York), una interesante participación en el mercado granario y aceitero, que podría haber pasado a manos estatales, y fungir como Empresa Testigo, y se frustró. Tal vez, la impericia de los gestores del gobierno nacional no pudo, o no supieron hacer una construcción política para contrarrestar la campaña de resistencia organizada desde esa corporación estafadora, asistida por lobbies del poder agroexportador, que sumaron voces de la oposición parlamentaria.
Una intervención soportada por la articulación con los productores damnificados hubiera sido muy difícil de cuestionar, en el ámbito comunicacional, o incluso el judicial, esferas que el poder real maneja o influye decisivamente. La Provincia de Santa Fe, que pretendió ser un interlocutor válido para acordar una solución razonable, para lo cual, su gobernador Omar Perotti intercedió ante A. Fernández, demostró su incapacidad para enfrentar los intereses que, por “solidaridad”, defendían la “autonomía judicial” para resolver la cuestión [téngase presente, que la mayoría de las corporaciones agroexportadoras radican en ese distrito, (Rosario)]. El fracaso y la pérdida neta para TODOS los acreedores fue inevitable. Encrucijada desatendida.
Algo semejante ocurrió con el incremento a las retenciones agropecuarias a fines del 2020, que fuera anunciado y luego desistido, claramente claudicando ante las presiones de los holdings. También podemos incluir la no nacionalización de la gestión de la estratégica Hidrovía Paraná-Paraguay-Uruguay para evitar confrontar con el capital exportador.
CONCLUSIONES
Si el empresariado nacional o “burguesía” (no orientado al consumo doméstico) como Actor Principal, no modifica la lógica de acumulación y se aboca más al mercado interno en ramas industriales que, además, generen más puestos de trabajo, representa ciertamente un problema, pero no el principal: se trata de la política económica, productiva a implementarse.
Desde el punto de vista sociopolítico, ya se han realizado ensayos para facilitar la participación de capitales nacionales en actividades estratégicas, y poder así, influir a favor de los intereses nacionales orientados al desarrollo, que fracasaron por la vocación de esos actores de priorizar su propio lucro [ver E. Eurnekian e YPF].
Hoy en el mundo pandémico, se ha logrado dos consensos básicos, aún en el seno de la economía neoliberal: A)- se debe atacar el problema de la desigualdad, B)- la intervención del Estado en la emergencia es bienvenida. Se debe aprovechar este perfume de época, para cambiar paradigmas.
Por eso nos inclinamos a una nueva lógica de intervención estatal inteligente, que replantee el destino de la plétora de subsidios que concede a la esfera privada, enfrentando conflictos, problemas y obstáculos. Será con un enfoque ambiental-productivista, promoviendo el desarrollo tecnológico y el mejoramiento de los procesos productivos, pero NO prohibiendo actividades extractivas sin medir las consecuencias socio-económicas también. Eso lidera al desarrollo, tan postergado.
Febrero de 2022