Por: Roberto Candelaresi
Introducción
Una de las herramientas más importantes para administrar un país, y más importante aún, para gobernarlo, son lo que se da en llamar «Reservas Internacionales». Por tal razón, todas las naciones que pretenden estabilidad, gobernanza y consolidar sus progresos materiales, se afanan por acrecentar el volumen de este recurso.
Desde el punto de vista analítico, su conformación y manejo, constituye una fuente –inclusive siendo una perspectiva parcial– indispensable para sindicar la Economía Política [cómo el Estado administra la economía, tomando en consideración variables sociales y políticas, o sea; la relación entre el poder político y la economía] adoptada en el país, y, el rumbo de sus Políticas Económicas en pos de sus objetivos.
Nos estimula a abordar el tema, el debate acerca del manejo precisamente de este instrumento, que se superficializó en el seno de la coalición gobernante. La discusión resulta particularmente interesante, pues se trata de visiones similares –o aún idénticas, ya que provienen de un marco ideológico común (al menos declamativamente así) de facciones que sustentan la actual administración gubernamental en la Argentina; el Frente de Todos.
Reservas Internacionales. Descripción
Básicamente las reservas constituyen el componente más importante de los activos del Banco Central (autoridad monetaria) y se utilizan –por ejemplo– para financiar los pagos al exterior o para intervenir en el mercado cambiario. Son también activos financieros que el banco central invierte en el exterior.
Están compuestas por monedas convertibles, oro, colocaciones a plazo (en el exterior), swaps y Derechos Especiales de Giro (DEG), [“moneda” del FMI que sirve para que los países cancelen deudas que tengan entre sí o con el Fondo, originadas en comercio o en financiamiento].
En definitiva, las reservas son los fondos en dólares (u otras monedas extranjeras) que tiene el país para poder importar, pagar deuda o hacer turismo en el exterior, entre otros propósitos. Las divisas provienen de las exportaciones, o de los préstamos que recibe el país y que controla el BCRA. Su característica principal es la LIQUIDEZ; es decir, la facilidad de uso para saldar rápidamente obligaciones de pago fuera del país o a un actor internacional.
Por último, por su dinámica, las reservas se incrementan o disminuyen de acuerdo a los saldos netos del comercio internacional, y de los compromisos crediticios y financieros del país.
Crecen la exportaciones pero el BCRA acumula menos dólares
A pesar de batir récord por ingresos de exportaciones, precios y cantidades, este año en el 1er trimestre el Bco. Central solo pudo comprar mucho menos divisas (u$s) netas que el mismo periodo el año pasado para incorporar a las reservas. Entre otras cosas, una de las consecuencias es que de seguir así, se incumpliría una de las metas acordadas con el FMI, al finalizar el semestre.
En lo inmediato, existen expectativas positivas, ya que por cuestiones climáticas (lluvias y sequías), las cosechas agrícolas se atrasaron este año, por lo que próximamente se liquidarán sus ventas para el ingreso en las reservas que se abultarán promediando el año.
Sin embargo, con el actual esquema de control de las divisas también se generan otros interrogantes, toda vez que por ejemplo, el nivel de importaciones en este año es mucho superior (un 40%) al del año pasado, parte se explica por el rubro energético, cuyos valores crecieron vertiginosamente al compás de la guerra en Europa que impactan en nuestras compras, y otra parte, aunque “virtuosa” por tratarse de la incorporación de bienes de capital [maquinarias para la producción e insumos industriales], y, movilizadas como demanda por la reactivación económica el año pasado, no obstante, naturalmente implica un drenaje de divisas.
Un impacto negativo adicional, fue que en los últimos meses, y a consecuencia del conflicto desatado en Europa del Este, el costo de los fletes más que duplicaron su valor (135% de suba). En este orden, recordemos que el país ya no cuenta con flota marítima (ni fluvial) propia, por lo cual se drenan miles de millones de dólares que podrían parcialmente permanecer en el país, [amén de constituir un recurso de soberanía estratégica, para no depender de disponibilidad o intereses de extranjeros].
La temporal contracción de la pandemia, así como estimuló el consumo local, tiene su contraparte negativa en relación a la acumulación de reservas, dado que en la cuenta de SERVICIOS, se hizo notar el despegue de turismo al exterior (casi x 3) de parte de argentinos respecto al año pasado, que gastan miles de millones de dólares fuera del país.
Pero el verdadero problema se sitúa en la cuenta CAPITAL, donde se registran los dólares financieros y los desembolsos por pago de intereses al exterior. Aquí encontramos el verdadero meollo del drenaje de las reservas internacionales. A modo de ejemplo; con un saldo favorable en la balanza comercial (Exportaciones-Importaciones) en lo que va de la gestión del Frente de Todos de u$s 25.800 millones, el BCRA perdió u$s 7.830.
Este último monto se conforma sumando la venta a los privados a valor oficial (poco más del 50% del valor del dólar financiero), para supuestamente liquidar vencimientos de deudas de las empresas y privados por casi u$s 20.000 millones[2/3 de capital; 1/3 de intereses]. Esta sangría de reservas fue avalada por el Fondo Monetario, en tanto que sugiere la disponibilidad de divisas al requerimiento para saldar pasivos de los particulares. Para una mayor comprensión de los legos, digamos que la Deuda Externa Financiera del sector privado es la que surge de la emisión de bonos, obligaciones negociables de las empresas o de la contratación de un préstamo en dólares, en tanto que la Deuda Comercial, es propia del giro de las importaciones y sus plazos de pago.
Volviendo a las DEUDAS FINANCIERAS, señalamos que el grueso está en cabeza de empresas, que “casualmente” fugaron divisas en años recientes, totalizando unas 850, y cuyo monto girado al exterior suma unos u$s 40.000 millones, y, que además, se endeudaron (o al menos así lo declaran) por aquellos 20.000 millones, que ahora exigen pagar por el mercado oficial (BCRA) demandando esas divisas, las que cada tanto –cuestionablemente– cede el Banco Central. La deuda total del sector privado es de algo más de u$s 76.000 millones, de los que el 42% (31.900) corresponden a deudas “intrafirmas”.
A esa cuenta, obviamente ha de agregarse los pagos que regularmente se efectúan a los organismos internacionales y préstamos bilaterales, tal como se hizo y hace con el Fondo. Los ingresos de parte de esas entidades, que los hubo, no llegaron a cubrir los reembolsos que efectuó el país. Adicionalmente, conforme el cálculo del BCRA en este último periodo económico, la formación de activos externos (fuga) demandó 4.200 millones de dólares. Entre todos fagocitan las divisas ingresadas al país. En tanto que en la columna POSITIVA, podemos citar el ingreso por inversión extranjera directa, que ascendió a algo más de 2.000 millones de dólares, y, a nuevos préstamos frescos de organismos multilaterales por otros 500 millones que se sumaron.
Tengamos presente que, conforme el acuerdo con el FMI, el compromiso argentino es de acumular u$s 5.800 millones para el ejercicio 2022. Todo un desafío a la luz de lo precedente. Devaluar el peso, como se hizo muchas veces ante un escenario deficitario de divisas, agravaría el menguado poder adquisitivo de los actuales bajos salarios [una de las consecuencias de las políticas neoliberales del macrismo, fue producir una baja promedio de un 30% en salarios netos] e impactaría negativamente en el índice inflacionario, con lo que se fijaría un círculo vicioso. La dinámica del drenaje debe ser atendida desde otro ángulo obviamente.
En resúmen, las cifras actualizadas del balance cambiario y deuda externa privada, dan cuenta del destino de saldo positivo comercial de los últimos dos años y medio. Asimismo, “contablemente” podemos conocer que la cuenta de comercio de bienes y servicios (que es de donde obtenemos el superávit) con un saldo neto de intercambio de u$s casi 30.000 millones en bienes, se restan casi u$s 9.000 de déficit comercial por servicios.
¿Escasos Controles? Regulación Cambiaria
Tantos dólares genuinos (por exportaciones, no por endeudamientos) que no se pueden atesorar por datos que ya enumeramos, son sin embargo filtrados con algunos cepos para menguar la sangría: límites para el giro de utilidades, para el ahorro, e incluso para ciertos rubros comerciales e industriales (que importan). Pero como ocurre en una economía parcialmente bimonetizada, la menor disponibilidad incide en mayor cotización del dólar paralelo, y al subir esta, es un estímulo más para la inflación.
Paradójicamente, el Gobierno sostiene un “seguro de cambio” a los grupos económicos endeudados en el periodo de “Cambiemos”, ya que les permite adquirir divisas con bajas limitaciones y al menor precio de mercado: el tipo de cambio oficial es un 40% o más inferior a los paralelos (solidario o de bolsa).
Dadas las condiciones actuales, con el boom de precios (28% +) de materias primas que Argentina exporta en cantidades importantes, y el incremento de los volúmenes de esos rubros, el ingreso de dólares debe permanecer decisivo. Por otra parte, el marco financiero, luego de la renegociación exitosa con bonistas y con el FMI, y su conveniente reprogramación de vencimientos, el problema estructural de la «restricción externa» (falta de dólares estacional) debería minimizarse.
Ello no ocurre así por lo que apuntamos; el grueso de tantos dólares ingresados se liquidan al menor precio para que el sector PRIVADO cancele sus “compromisos”, una parte importante de los mismos (40.7%), figuran como deudas intrafirmas (multinacionales con sus casas matrices). Esta modalidad de las autoridades monetarias, puede calificarse como privilegios concedidos a ese empresariado ya que para otros actores y agentes económicos, no se flexibilizan las restricciones para la adquisición de divisas (la demanda del dólar ahorro con cupo representa un 7% del superavit anual) , precisamente por la escaséz que se genera después de satisfacer aquella demanda.
Esta situación descripta, de priorizar la liquidación de deudas privadas, con una serie de impactos negativos que citamos, mayores cotizaciones del paralelo y consecuencia inflacionaria, dificultad de girar utilidades que desaniman inversiones, problemas de faltantes en procesos productivos, etc., nos hace reflexionar acerca de porqué no se reestructuró en profundidad, también la deuda privada. Restricciones para la población que son razonables cuando la vara es común, de lo contrario, genera un malestar, que puede eventualmente atentar contra la implementación de alguna política económica.
Los funcionarios financieros contrargumentan que algunas reglamentaciones para limitar el uso de reservas para el pago de deuda privada fueron instrumentadas, pero que tratan de que las empresas no caigan en default por las perturbaciones que pudieran producir en la plaza local. El cuestionamiento que subsiste es que; se utiliza un monto mayúsculo (u$s 6.200 millones) para atender obligaciones de compañias que otrora compraron dólares a bajo costo (pre devaluación) con cuya diferencia de cambio se beneficiaron enormemente o trasladaron al exterior.
La coyuntura de la Crisis Bélica
El escenario no es el mejor en la actualidad, ya que con la amortiguación mundial de la pandemia, las economías retoman la demanda, pero los precios internacionales de los insumos difundidos se proyectaron, lo que provoca que se requieran más dólares para su compra. Compensando en gran parte el beneficio que obtienen nuestras ventas.
Ya mencionamos las subas de fletes, conexos con el del incremento de la energía (gas y petróleo), y la lenta recuperación del consumo interno que demanda bienes importados. Todo esto conjugado, si no se contabilizara el crédito del FMI (refinanciación del stand by de 2018 en rigor) ingresado en marzo último, las reservas actuales se ubicarían en los mismos niveles de diciembre de 2019.
La Política Económica del gabinete de A. Fernández
Al decidirse en basar el crecimiento de la economía para mejorar posteriormente la distribución de la riqueza, el gobierno actual adopta no el consumo (mayor porción del PBI) como caracterizó los gobiernos peronistas precedentes, sino a las exportaciones y las inversiones, es decir, su meta es atraer dólares y no gastarlos en bienes importados o insumos, sosteniendo que con el crecimiento de ambas variables, se generará más empleos formales, ampliado la masa salarial, y fundando una recuperación de los salarios en términos “reales”, en el ámbito de las negociaciones paritarias.
Es una apuesta, fuerte, pues tiene sus riesgos. La primarización actual que prevalece en nuestros rubros de exportación, combinado con tecnología aplicada a las explotaciones, no demandan significativamente mano de obra, y en el agro, tampoco demasiada “formalidad” pese a ser el sector con ganancias fenomenales.
Por otra parte, para hacer internacionalmente competitivos a productos industriales y del conocimiento, actividades productivas que efectivamente ofrecen escalas salariales superiores, el Factor Tiempo (de maduración de inversiones, de reconversión o incorporación de tecnología) juega determinantemente en el nivel político. Si no se consigue una pronta mejora para el consumo (que impacta directamente en el bienestar), los otros procesos pueden caer a ‘destiempo’ para el apoyo ciudadano, y quedar truncos (o ser continuados pero bajo otra administración).
De hecho, la gestión de A. F. ha sido exitosa en reducir la desocupación, pero los promedios salariales de Argentina hoy, son uno de los más bajos de la región, contradiciendo la tradición histórica de ser netamente superiores en dólares respecto de nuestro subcontinente. De allí que muchos trabajadores formales o informales sienten insatisfacción pese a contar con empleos.
Conclusión
Creemos haber dejado asentado en nuestro recorrido, la relevancia de un óptimo manejo de las reservas internacionales del país, siendo ellas un elemento primordial a disposición de las autoridades, tanto para para satisfacer necesidades de financiamiento de la balanza de pagos, como para intervenir en los mercados cambiarios a fin de influir sobre el tipo de cambio, y para otros fines conexos (confianza en la moneda y la economía y, base para el endeudamiento externo), con todo lo cual, se provee de SOBERANÍA MONETARIA a la nación.
Siendo más concretos, digamos que las reservas internacionales coadyuvan a ENFRENTAR CONTINGENCIAS derivadas de crisis causadas por la contracción en la actividad económica (pandémico 2020), las fluctuaciones o alteraciones en el comercio internacional como las actuales, las insolvencias bancarias sistémicas que enfrentamos (2001), las restricciones en el acceso al crédito (2012-2015) y la escasez de liquidez en los mercados financieros como padecemos con frecuencia. En otros términos; útiles ante todo evento que manifieste desequilibrios macroeconómicos y financieros internos o externos, que suelen reflejarse en disminución de flujos comerciales o de capital y repercuten en la disfunción de la economía.
En definitiva, la existencia de reservas netas en todo país, es uno de los instrumentos más destacados que funge como “cobertura” ante desequilibrios, “respaldo” de la moneda nacional, y “garantía” por los ahorros de las personas, (V.gr. para proveer estabilidad monetaria, financiera y cambiaria a un país), por tanto merece ser problematizado, debatido y consensuado a modo de síntesis en el elenco gobernante, para legitimar las funciones de la autoridad monetaria, dando así confianza y previsibilidad a la sociedad.
Concluyendo, es tarea de la Política, seguramente para adoptar medidas audaces, pero en acuerdo, al menos cerrando fila (a modo de síntesis), tras un Proyecto Económico y Normativo que ponga en caja las conductas de los grandes actores económicos –siempre desapegados a las épicas nacionales y dedicados exclusivamente a la especulación y supervivencia de sus privilegios–, recapturando parte de las rentas fugadas que por cuantiosas, demuestran la inexactitud de la sentencia: “la Argentina no es capaz de generar dólares para financiar su crecimiento”, u$s 440.000 millones de argentinos depositados en el exterior y retaceados a la inversión nacional, lo desmienten.
Las políticas económicas estarán –como deben– al servicio de la economía política, y ésta de la POLÍTICA con mayúscula, pues sus variables y soluciones exceden largamente el ámbito de la Economía.