Por: Roberto Candelaressi
Días pasados, antes de cumplir dos meses en la “oval”, Joe Biden con un tono temerario, (léase: nada diplomático), insultó a Putin -presidente de la Federación Rusa- al calificarlo de “asesino” ante una consulta periodística, y, en la misma ronda de prensa, amenazó con hacer “pagar el precio” a la potencia euroasiática por una supuesta injerencia que, junto a otros países, habría tenido sobre el proceso eleccionario estadounidense del pasado noviembre.
El Kremlin en la actualidad estudia una conveniente reacción (“variantes de acción”). Aquella movida comunicacional amenazante de EE.UU fue lanzada en base a un informe de inteligencia que imputa a Rusia e Irán -entre otros actores- de favorecer a Trump. Rusia desmiente el informe, por carecer de fundamentos. Putin contesta su agravio con un: “¡El que lo dice, lo ES!”
En concreto, las agencias de inteligencia en el reporte conjunto, afirman que el mandatario ruso “autorizó” una “amplia gama” de operaciones para “socavar la confianza en el proceso electoral” y “exacerbar las divisiones en Estados Unidos”.
Existía un antecedente, en el mismo plano de conjeturas no del todo probadas, que nos remite a 2016, cuando las agencias locales de inteligencia (CIA, NSA, etc) emitieron una advertencia donde supuestamente Rusia por orden de Putin, habría influido mediante ciberataques para que la victoria sea de Trump, pues tenía una clara preferencia por este. En el 2020, cambiando las tácticas, Rusia habría utilizado grupos vinculados a ese país, para crear “una serie de narrativas” que incluían afirmaciones falsas sobre Biden, como su “principal herramienta”.
Biden hace suyas sus conclusiones, sobre las que se basa para pronunciar esas amenazantes declaraciones, cuyo objetivo es concitar la atención mundial retando a otros poderosos y configurarse así, como el líder del ‘repuesto hegemón’ luego del ‘aislamiento’ estadounidense a que indujera su predecesor. Conocida su larga trayectoria política, podemos inferir que el mandatario norteamericano es de la tesis que EEUU debe liderar el mundo, aquel ‘destino manifiesto’ que el Creador habría asignado como sino al pueblo de los peregrinos, y a la que aludiéramos reiteradamente en nuestras columnas.
La misión de la potencia imperial ya no debe ser retraerse para agrandarse (la visión de Trump), sino que debe estar en la cabecera de la mesa de negociaciones internacionales, presente para restaurar la hegemonía. Sin embargo, hoy (diríamos junto al profesor Borón) ya el sistema mundo es POLICENTRICO, y hay por lo menos otras cabeceras (China y Rusia) de significativo poder y autonomía como para equilibrar la mesa.
Volvamos a las declaraciones de Biden, en las que se pronunció también sobre el líder chino, Xi Jinping a quien trató de “matón” y a su país (léase: pueblo), de ladrones de la propiedad intelectual, causando la pérdida de ahorros del pueblo trabajador norteamericano, al descapitalizar sus inversiones por copiar las patentes, que sostenían sus capitales.
Claramente advertimos, que pese a tratar de marcar una diferenciación con la anterior gestión, el demócrata, con este discurso insolente, se parece demasiado a una bravuconada de Trump. Ello nos permite afirmar una vez más, que; especialmente en la esfera de las relaciones internacionales (pero no exclusivamente), las estrategias y conductas de Demócratas y Republicanos son, si no idénticas; ¡muy similares!
Según trascendidos periodísticos en su momento, a Putin ya lo había amenazado durante una comunicación telefónica en enero: “¡si interviniste, prepárate!”, de modo que no resultó una total sorpresa para el mandatario eslavo.
El mensaje, en conclusión, es que Rusia y China son enemigos de Estados Unidos, y debe tratárseles como tales. Es la ideología que prevalece en la capital del imperio. Se alimenta de fake news de sus agencias de inteligencia (CIA, ASN y otras) que culpan a Rusia, Irán, Venezuela, Cuba, Hezbolláh, etc., de inmiscuirse en las campañas. En el caso de Irán, el informe destaca que hubo una “campaña de influencia encubierta por múltiples frentes” (¿?) para socavar el apoyo a Trump. La inteligencia estadounidense indica además que Hezbollah, Cuba y Venezuela “tomaron algunos pasos para influir en los comicios”, pero fueron “menores en escala” que los intentos de Rusia e Irán.
Nos preguntamos: ¿Hay diferencias con el establishment por este mensaje /postura belicosa?
En realidad, estas situaciones que generan tensión resultan útil para el titánico complejo militar-industrial-financiero [poder fáctico omnipresente en el sistema de decisión en Washington], y por tanto también para al engranaje burocrático conocido como “estado profundo”, correa de transmisión y enclave operativo para la materialización de los intereses de aquella fenomenal corporación; la proximidad de la catástrofe implica negocios.
Al mismo tiempo de aquellas manifestaciones presidenciales, el Depto. de Comercio anunciaba endurecimiento de las restricciones a la exportación impuestas a Rusia, prohibiendo ciertos químicos con ese destino, como represalia por el envenenamiento a Navalni -empresario opositor-, que la Casa Blanca imputa al gobierno ruso como autor o promotor. O sea, otra vez, una actitud nada moderada.
En un giro de ambigüedad, Biden mientras profiere: “Pronto verán el precio que va a pagar” por supuestamente haber promovido la candidatura de Trump en 2020, declara, sin embargo, “querer trabajar con Rusia cuando sea de interés común”.
Afortunadamente, la reacción del Kremlin ha sido muy moderada frente a esta acometida con pretensión “restauradora”, y tanto Putin en lo personal replicó el insulto espejando la misma condición en el ‘agresor’, asegurando que Moscú no cortará lazos con Washington pero que trabajará con Estados Unidos cuando a Rusia le resulte “beneficioso”. EEUU solo quiere dialogar sobre lo que es de su exclusivo interés. A su vez, los voceros gubernamentales declaran, por ejemplo, lamentar que informes de “baja calidad” se usan para justificar sanciones. Rusia está interesado en evitar “la degradación irreversible” de las relaciones “si los estadounidenses son conscientes de los riesgos que esto implica”. Callejón sin salida llevada por Washington.
Estamos atestiguando un conflicto entre las dos potencias nucleares más grandes del mundo, cuya capacidad de daño amenaza a la humanidad toda, la prudencia debe regir no solo en la acción, sino en la PALABRA. Exacerbar el humor social negativamente, recalentar la opinión pública con sofismas o pura propaganda, puede conducir a condicionar respuestas de los propios líderes o facilitar sus torpezas. La normalización de las relaciones entre ambas debe ser un norte indubitable, para todos. Actualmente el poder económico, tecnológico, político y militar se distribuye diferente a escala mundial. El problema es que la tentativa de restauración hegemónica puede ser irremediable, si erran los cálculos y se recalienta demasiado el ambiente.
A dos meses de mandato ya se puede valorar la actitud de la gestión BIDEN hacia el mundo, esperemos mesura y que el poderoso de occidente, asuma definitivamente (alguna vez) una real actitud democrática para con el resto de los pueblos. Quizás lo debería intentar con su propio sistema para luego proyectarla.