Por: Roberto Candelaresi
Introducción
En cualquier charla o discusión política con intervinientes medianamente informados, se escuchará tarde o temprano, alguna referencia causal al Neoliberalismo, pero nos interrogamos de si todos aquellos que apelan a la noción, realmente, saben de qué se trata.
Desde nuestra perspectiva creemos que es necesario valorizar aquellos estudios que deconstruyen las raíces, la propagación secreta y el profundo impacto de una doctrina dominante como el Neoliberalismo, que ha jugado un papel profundo en la transformación de nuestra economía, nuestra política, nuestro medio ambiente e incluso cómo hemos llegado a vernos a nosotros mismos, enfatizando la competencia como la característica definitoria de las relaciones humanas, y convertirnos de ciudadanos en consumidores en el proceso. Gracias al neoliberalismo, nos encontramos más atomizados y solitarios que nunca.
Sin embargo, pocos de nosotros comprendemos plenamente –y mucho menos podemos empezar a articular– lo que realmente es el neoliberalismo. Nos proponemos pues, realizar una apretada síntesis de este ‘fenómeno’, que tanto afectó el desarrollo económico, social y político del mundo occidental de los últimos 45/50 años, a fin de divulgar una modesta luz sobre el asunto, para ajustar conceptos.
Desde la década de 1970 y el colapso de la economía keynesiana, la política neoliberal ha dominado la agenda política y económica de Occidente. Con un enfoque en la desregulación corporativa, la reducción drástica de los impuestos a los ricos, la privatización de los servicios y recursos públicos y la destrucción del poder de los sindicatos, este “capitalismo con esteroides” ha sido acusado de una sorprendente variedad de crisis. De la deslocalización de la manufactura; al ciclo interminable de crisis financieras y rescates; a la creciente desigualdad económica; al cambio climático; al surgimiento del autoritarismo:el neoliberalismo está en el centro.
Breve Historia
El propio término fue acuñado en 1938 en una conferencia en París. Allí Friedrich Hayek argumentó que los individuos que actuaban en su propio interés eran el único baluarte contra la tiranía, y los ricos son heroicos independientes, que actúan más allá del alcance de gobiernos nefastos.
La concepción en si de esta doctrina, tiene su origen en los trabajos teóricos de los exiliados austríacos Ludwig Von Mises y el citado Hayek, resumidos en sus respectivos libros a principios de los ’40; “Camino de Servidumbre” y “Burocracia”, en los que se oponían fuertemente a la Democracia Social de ese entonces, representada por el New Deal de Roosevelt o del Estado de Bienestar europeo. Y ello, fundado en su presunción de que eran manifestaciones de un colectivismo que ocupaba el mismo espectro que el nazismo y el comunismo. De cualquier modo, en su inicio fue considerada una filosofía marginal. Tuvo poco impacto frente al consenso de posguerra, más sustentado en las ideas keynesianas, virtualmente en las antípodas.
Muy posteriormente, la teoría que ensalza la competencia como la piedra filosofal, recibirá otra contribución con un discípulo de aquellos, el profesor de la Universidad de Chicago Milton Friedman, plasmada en su título“Capitalismo y Libertad”.
Ese ideario fue propagado (casi clandestinamente) por parte de una élite rica, que, viendo que podía justificar su riqueza y poder, asistieron para su difusión masiva mediante el financiamiento de think tanks, cátedras libres en universidades privadas, cooptación de comunicadores, etc., que hicieron su trabajo de influir progresivamente a las administraciones estadounidense y británica principalmente, hasta imponer sus premisas, que se pueden resumir en: permitir y facilitar las operaciones de las corporaciones, eliminando en lo posible todo tipo de restricciones, para generar un marco de «libertad» (de la que solo ellas gozan) y,para promover la idea de que las personas son consumidores, más que ciudadanos.
La importancia de implantar centros de difusión de este ideario, quedó plasmada por uno de sus fundadores, al ser consultado por un eventual candidato político que adhería al mismo (Antony Fisher), el Dr. Hayek contestó: No, algo así como un think tank tendría mucho más “influencia decisiva en la gran batalla de las ideas”.Fisher fundó el Instituto de Asuntos Económicos (IEA), y posteriormente en EE.UU. creó la Red Atlas [Atlas Network], que incluye grupos influyentes como el Cato Institute y la Heritage Foundation. Muchas son organizaciones benéficas. Pocos nombran a sus donantes.
Durante las siguientes décadas, una “internacional neoliberal” transatlántica de académicos, periodistas y empresarios perfeccionó y promovió la doctrina. Algunas de las empresas y personas más ricas del mundo invirtieron dinero en grupos de presión cuyas marcas sugerían que eran institutos de investigación imparciales.
La crisis del petróleo a principios de los ’70, la inflación internacional sobreviniente, grandes capitales ociosos, etc., todo ello cimentó el colapso del keynesianismo, por lo que los gobiernos estuvieron en procura de un nuevo modelo económico. Todo este terreno fue propiciatoriopara el neoliberalismo.
En lo concreto, su implantación desde los ’80, resultó en –por ejemplo, a nivel mundial– la desregulación de los mercados, la privatización de los servicios públicos, (bienes públicos que se malvenden, por lo que los capitalistas privados, han acumulado ingentes fortunas al invertir cantidades pequeñas y cobrar precios elevados), la reducción de impuestos a grandes contribuyentes, y el aplastamiento del poder sindical.
Cerrando el acápite histórico, deberíamos decir que quizá el impacto más peligroso del neoliberalismo no radique en las crisis económicas que ha causado, sino en las crisis políticas. Sus principios son controvertidos en los momentos críticos, pero es difícil sobreponerse con alternativas, por el nivel que la ideología ha permeado la vida moderna.
La esencia
La narrativa neoliberal consiste en presentar a los humanos como individuos egoístas por diseño, desdeñando valores antiguos tales como la tendencia natural a la cooperación, la ayuda mutua y el altruismo, por eso también, descree de la acción comunitaria y regional (valor fundamental de la democracia).
Su anonimato es al mismo tiempo un síntoma y la causa de su poder. El anonimato del neoliberalismo es celado ferozmente. Charles Koch, un billonario, cuando montó uno de sus think tanks, recalcó que «para evitar críticas indeseables, la forma en la que la organización se organiza y dirige no debe ser difundida ampliamente».
Su corpus ideológico se fue asentando en todos los aspectos de la vida, educación, trabajo, salud, en todo tipo de relaciones, hasta convertirse en omnipresente, pero justamente para la mayoría de las personas, no tiene nombre. Parece tan inevitable, como una ley natural. Ese es su triunfo, haberse apropiado del «sentido común», sin que se lo reconozca como una ideología. Internalizamos y reproducimos sus credos.
Por ejemplo, en un mundo regido por la competencia [los intentos por limitar la competencia son vistos como inhibidores de la libertad], aquellos que quedan rezagados son definidos y se definen a sí mismos como perdedores.
Por otra parte, como ya señalamos, la libertad por la que se aboga es la de eliminar regulaciones para que los grandes capitales operen a su beneficio, mientras que las protecciones para los particulares (trabajadores, consumidores, estudiantes) son también eliminadas. De hecho, en el mundo laboral, siempre se avanza sobre liberarse del poder sindical y evitar negociaciones colectivas, obviando el mal de la “burocracia”.
Cuando las políticas neoliberales no pueden ser impuestas de manera local, se imponen por la vía internacional, a través de tratados de libre comercio que incorporan el «arbitraje de diferencia inversor-Estado». Por ello, resulta paradójico que, una filosofía que “repudia” la planeación centralizada, en realidad haya creado otras variantes de control.
Otra característica de su evolución es la extensión de las finanzas a prácticamente todos los ámbitos, consecuencia de lo cual, los ricos adquieren un creciente control sobre otro bien crucial: el dinero.
Las consecuencias
Hoy en día, el ingreso productivo ha sido suplantado por el ingreso improductivo [la renta, los intereses].
De cualquier modo, existen salvaguardas que solo protegen al capital, tal es el caso de los servicios nacionales de vital importancia, que el Estado siempre concurre en crisis a evitar su colapso (lo que es razonable para evitar un daño generalizado), demostrando que la libre competencia no puede seguir su curso. Sin embargo, pese a todo, las corporaciones reciben los beneficios, y el Estado asume los riesgos.
Un efecto dañino en el pensamiento colectivo, fue convencer a la gran masa de que las diversas y sucesivas crisis, económicas, ecológicas, de pobreza extrema, etc. no parecen tener relación entre sí. Sin embargo, es claro que el neoliberalismo subordina la democracia al poder del dinero, pero confunde, pues, al igual que el fascismo [al que algunos gobiernos libertarios direccionan], se alimenta de la desesperanza y la desesperación de la gente.
La economía, desde la prevalencia del neoliberalismo que se expandió por todo occidente en las últimas décadas, tuvo un crecimiento lento e inferior a la excelente tasa de los 30 años de posguerra. Y ello es así, sencillamente porque el crecimiento propiciado no es tanto con la generación de riqueza, sino con la extracción de la misma. No crean mucha riqueza, sino que se apropian de recursos existentes o ajenos.
Por otra parte, el cuento de hadas respecto a lo benéfico que es librar todo a la razón de mercado, oculta la verdad básica que el «mercado», está compuesto por relaciones de poder. Lo que «el mercado quiere» tiende a ser lo que las corporaciones y sus accionistas desean.
La era neoliberal ha traído consigo enormes disparidades entre ricos y pobres. Pocos crecen, y las oligarquías, han rediseñado el capitalismo a su conveniencia, lleno de paraísos fiscales y políticos «capturados».
Impacto en la POLÍTICA
El generar (falsa) conciencia de que no hay alternativas a los principios del neoliberalismo, es signo de supremacía ideológica. O su caracterización como “el desencanto de la política por la economía”. Todo lo contrario, a lo que quizá sea su antídoto: proponer una “política de pertenencia”, un llamado a la democracia participativa en la era de la crisis. El fin de la riqueza “extrema” mediante una reforma financiera, y evitar que los ricos compren resultados políticos. Las donaciones [dinero oscuro] que se han infiltrado en la política que, mas temprano que tarde trascienden, socava la fe pública en la democracia y alimenta el ascenso del populismo de derecha, que vendría a eliminar «la corrupción».
El mal uso de las redes con bulos, falacias, fakes, produce desinformación digital por lo que erosiona la confianza en la democracia también. El hecho cierto es, que hay gobiernos (Macri, Milei en Argentina) que colonizan desembozadamente el Estado, dejándolo “cautivo” de sus intereses parciales (léase corrupción institucional), al que dirigen a ceder poder a organismos internacionales controlados por corporaciones. Una verdadera amenaza a la convivencia democrática. La vida pública cuando está sujeta a premisas [objetivos] de grandes empresas, no se atienden acabadamente las necesidades del electorado, por el cual, éste siempre pierde.
Concluyendo una salida
Sin voces que lo contrarresten, sin nombrar y desafiar al poder, la libertad política se marchita y muere. Sin voces que lo contrapesen, nunca podrá materializarse un mundo mejor. Sin voces que lo equilibren, se seguirán cavando pozos y se seguirán construyendo puentes, pero sólo para unos pocos. Se seguirán cultivando alimentos, pero no llegarán a la boca de los pobres. Se desarrollarán nuevos medicamentos, pero serán inaccesibles para muchos de los necesitados.
Problemas a resolver: la devastación del mundo natural, la crisis de desigualdad, la apropiación corporativa de la naturaleza, las obsesiones con el crecimiento y las ganancias, y el declive del debate político sobre qué hacer. Ni en las internas partidarias parecen ser relevantes estas discusiones.
Es a través de prácticas participativas que aumenten el compromiso democrático en la política comunitaria y regional, puede surgir una nueva “política de pertenencia”: un remedio para la espiral viciosa de alienación y soledad en la que nos encontramos atrapados.
Eliminar –en conjunto– el miedo de lo incierto y la actual política sin futuro. Generar motivaciones comunes para confiar en el otro. Rescatar así una enorme cantidad de personas que se siente proscrita de la política, marginada de las decisiones comunes.
Cuando el debate político ya no nos dice nada, las personas responden, en cambio, a eslóganes, símbolos y sensaciones. A los seguidores de Milei, por ejemplo, los hechos y los argumentos les parecen irrelevantes.
Profunda reflexión de las fuerzas progresistas y populares. Una verdadera crítica a la doctrina zombi del neoliberalismo, tótem fallido que se mantiene en pie porque mantiene su hegemonía como única vía, «lo único posible», falacia que hay que desmitificar denunciando sus inconveniencias, sus autores, y, presentando otra propuesta concreta, alternativa, que pueda contener principios keynesianos pero actualizados. La economía es otra. Hay que adaptar los programas.
El triunfo del neoliberalismo, refleja el fracaso de las corrientes populares, esta verdad debería llamar a la acción.
Septiembre de 2024
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